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Mientras la
minería deja depósitos estériles y colas de mineral, la agricultura industrial “deja acumulaciones diseminadas de plaguicidas
que persisten por años y décadas”. Las protestas de las poblaciones en defensa
de la vida, hoy es la respuesta más efectiva, inmediata y positiva. Las calles y la plaza pública es hoy el lugar de concentración de miles
de campesinos y agricultores, donde la agricultura industrial de la soja,
principalmente en la Argentina, es atacada, por campañas de fumigación desde el
aire con millones de litros de agroquímicos. Monsanto y las semillas
transgénicas destruyen la agricultura, destruyen la vida de las
comunidades, el medio ambiente y la propia vida de las poblaciones, muy a pesar
de la campaña que realizan grupos organizados de la Sociedad Civil, local,
en especial las Madres de
Ituzaingó, en el sur de Córdoba,
Argentina, pequeña localidad agraria atacada intensamente por las
fumigaciones aéreas de agrotóxicos.
El “nuevo” proceso de
concentración de la tierra agrícola y la vuelta de la feudalidad, además
de la agricultura transgénica y la presencia de la transnacional Monsanto y el rechazo de pueblos frente a esta
práctica destructora del medio ambiente, las semillas criollas, orgánicas y la
propia vida del ser humano
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ARGENTINA: ES POSIBLE
DERROTAR A MONSANTO?.
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Raúl Zibechi.
La Jornada. Sábado 19 de
octubre del 2013.
Una de las mayores multinacionales
del mundo está siendo asediada por diversos movimientos y múltiples acciones,
programadas y espontáneas, a través de denuncias, movilizaciones de todo tipo
que convergen contra una empresa que representa un serio peligro para la salud
de la humanidad. Constatar la variedad de iniciativas existentes y aprender de
ellas puede ser un modo de comprender un movimiento de nuevo tipo,
transfronterizo, capaz de articular activistas de todo el mundo en actividades
concretas.
El campamento en las puertas
de la planta de semillas que Monsanto está levantando en Malvinas Argentinas, a
14 kilómetros de Córdoba, es uno de los mejores ejemplos de la movilización en
curso. La multinacional planifica instalar 240 silos de semillas de maíz
transgénico con el objetivo de llegar a 3.5 millones de hectáreas sembradas. La
planta usará millones de litros de agroquímicos para el curado de semillas y
una parte de los efluentes se liberarán al suelo y al agua, provocando un grave
perjuicio, como sostiene Medardo Ávila Vázquez de la Red de Médicos de Pueblos
Fumigados.
El movimiento contra
Monsanto consiguió victorias en Ituzaingó, un barrio de Córdoba cercano al
lugar donde se pretende instalar la planta de semillas de maíz. Allí nacieron
una década atrás las Madres de Ituzaingó que descubrieron que 80 por ciento de
los niños del barrio tienen agroquímicos en la sangre y que es una de las
causas de las muertes y malformaciones de sus familiares. En 2012 ganaron por
primera vez un juicio contra un productor y un fumigador condenados a tres años
de prisión condicional sin cárcel.
El campamento en Malvinas
Argentinas ya lleva un mes, sostenido por la Asamblea de Vecinos Malvinas Lucha
por la Vida. Consiguieron ganar el apoyo de buena parte de la población: según
encuestas oficiales 87 por ciento de la población quiere una consulta popular y
58 por ciento rechaza la instalación de la multinacional, pero 73 por ciento
tiene miedo de opinar en contra de Monsanto por temor a salir perjudicado (Página
12, 19/09/13).
Los acampantes resistieron
un intento de desalojo del sindicato de la construcción (UOCRA) adherido a la
CGT, el acoso policial y de las autoridades provinciales, aunque cuentan con el
apoyo del alcalde, sindicatos y organizaciones sociales. Recibieron apoyo del
Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, y de Nora Cortiñas, de Madres de Plaza
de Mayo. Consiguieron paralizar la construcción de la planta al impedir el
ingreso de camiones.
El asedio a Monsanto llegó
hasta un pequeño pueblo turístico del sur de Chile, Pucón, en el lago
Villarrica, donde 90 ejecutivos de la trasnacional provenientes de Estados
Unidos, Argentina, Brasil y Chile llegaron hasta un lujoso hotel para realizar
una convención. Grupos ambientalistas, cooperativas y colectivos mapuche de
Villarrica y Pucón se dedican estos días a escrachar la presencia de Monsanto
en el país ( El Clarín, 13/10/13).
Son apenas dos de las
muchas acciones que se suceden en toda la región latinoamericana. A mi modo de
ver, las variadas movilizaciones en más de 40 países nos permiten sacar algunas
conclusiones, desde el punto de vista del activismo antisistémico:
En primer lugar, las
acciones masivas en las que participen decenas de miles son importantes, pues
permiten mostrar al conjunto de la población que la oposición a empresas como
Monsanto, y por tanto a los transgénicos, no es cuestión de minorías críticas.
En este sentido, jornadas mundiales, como la del 12 de octubre, son
imprescindibles.
Las movilizaciones de
pequeños grupos, decenas o cientos de personas, como las que suceden en Pucón y
en Malvinas Argentinas, así como en varios empendimientos mineros en la
cordillera andina, son tan necesarias como las grandes manifestaciones. Por un
lado, es un modo de estar presentes en los medios de forma permanente. Por
encima todo, es el mejor camino para forjar militantes, asediar a las
multinacionales y difundir críticas a todas sus iniciativas empresariales.
Es en los pequeños grupos
donde suele aflorar el ingenio y en su seno nacen las nuevas formas de hacer
capaces de innovar la cultura política y los métodos de protesta. Allí es donde
pueden nacer vínculos comunitarios, vínculos fuertes entre personas, tan
necesarios para profundizar la lucha. Después de un mes acampando en Malvinas
Argentinas, los manifestantes comenzaron a levantar paredes de adobe,
construyeron un horno de barro y armaron una huerta orgánica a la vera de la
ruta (Día a Día de Córdoba, 13 de octubre de 2013).
En tercer lugar, es
fundamental sustentar las denuncias con argumentos científicos y, si fuera
posible, involucrar autoridades en la materia. El caso del biólogo argentino
Raúl Montenegro, premio Nobel Alternativo en 2004 (Right Livelihood Award),
quien se comprometió con la causa contra Monsanto y con las Madres de
Ituzaingó, muestra que el compromiso de los científicos es tan necesario como
posible.
La cuarta cuestión es la
importancia de las opiniones de la gente común, difundir sus creencias y
sentimientos sobre los transgénicos (o cualquier iniciativa del modelo
extractivo). La subjetividad de las personas suele mostrar rasgos que no
contemplan los más rigurosos estudios académicos, pero sus opiniones son tan
importantes como aquellos.
Por último, creo que es
necesario poner en la mira no sólo a una multinacional como Monsanto, una de
las más terribles de las muchas que operan en el mundo. En realidad, ésta es
apenas la parte más visible de un modelo de acumulación y desarrollo que
llamamos extractivismo y que gira en torna a la expropiación de los bienes
comunes y la conversión de la naturaleza en mercancía. En este sentido, es
importante destacar lo que hay en común entre los monocultivos transgénicos, la
minería y la especulación inmobiliaria que es el modo que asume el
extractivismo en las ciudades. Si derrotamos a Monsanto, podemos vencer a las otras
multinacionales.
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