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Nuestro
preocupación no es tanto “salir de la crisis” como salir del capitalismo, pensando que Las
crisis son momentos de paradojas y de posibilidades. […] Podría ser
que no hubiera soluciones capitalistas efectivas a largo plazo a esta crisis del capitalismo (aparte de una vuelta a
las manipulaciones del capital ficticio).
En este estadio, los cambios cuantitativos llevan a deslizamientos cualitativos
y hay que tomarse en serio la idea de que podríamos estar precisamente en ese
punto de inflexión en la historia del capitalismo. Cuestionar el futuro del capitalismo como sistema social viable debería
estar por tanto en el centro del debate actual. Sabemos también, por otra
parte, que las organizaciones obreras,
los movimientos sociales y el marxismo y nosotros mismos mismo no escapamos
a la crisis. Han sido conmovidos o trastocados los puntos de referencias
(materiales, organizativas y conceptuales) que orientaron el combate por la emancipación social durante un largo
período histórico que ha quedado atrás. No se trata sólo de la implosión
del mal llamado “campo socialista”,
sino de la completa integración al sistema de la socialdemocracia, los grandes
partidos comunistas y los movimientos de liberación nacional, que habían
jalonado políticamente el curso del siglo XX. Y la derrota o impasse de las corrientes de extrema izquierda.
Junto a las transformaciones y tensiones que implica la crisis civilizatoria. Incluso en Nuestra América, donde la cartografía del cambio viene siendo
diseñada por múltiples luchas y organizaciones populares que son protagonistas
o herederas de grandes confrontaciones con los gobiernos neoliberales, y en la
misma Venezuela bolivariana y chavista
que asume la perspectiva del socialismo del siglo XXI, está planteado el
tremendo desafío de fecundar las luchas defensivas y reivindicativas con una
concreta perspectiva emancipatoria que ensaye y articule desde ahora experiencias no
capitalistas y formas de poder popular que las efectivicen y extiendan.
/////
“Asistimos al derrumbamiento de un
mundo que se convertirá en escombros”
***
LA CRISIS SE ALARGA… LO QUE URGE ES SALIR
DEL CAPITAL.
La crisis civilizatoria y el agotamiento
del modelo de organización económica, productiva y social.
*****
Herramienta miércoles 30 de octubre del 2013.
La crisis iniciada en los años 2008-2009 ha
motivado incontables artículos periodísticos y académicos. Pese a lo cual, en
el mainstream del pensamiento económico, brilla por su ausencia una reflexión
crítica sobre las contradicciones y antagonismos del capitalismo que llevaron
(¡una vez más!) a la catástrofe. Semejante ceguera ideológica y de clase fue
denunciada hace ya mucho:
En las crisis del mercado mundial estallan las contradicciones y los antagonismos de la producción burguesa. Y en vez de indagar en qué consisten los elementos contradictorios, que se abren paso violentamente en la catástrofe, los apologistas se conforman con negar la catástrofe misma y, a despecho de su periodicidad fiel a una ley, se obstinan en sostener que si la producción se atuviese a las reglas de sus manuales, jamás existirían crisis (Marx, 1974: 31).
En las crisis del mercado mundial estallan las contradicciones y los antagonismos de la producción burguesa. Y en vez de indagar en qué consisten los elementos contradictorios, que se abren paso violentamente en la catástrofe, los apologistas se conforman con negar la catástrofe misma y, a despecho de su periodicidad fiel a una ley, se obstinan en sostener que si la producción se atuviese a las reglas de sus manuales, jamás existirían crisis (Marx, 1974: 31).
Los años pasaron, pero la ceguera persiste.
Interpelados por la reina de Gran
Bretaña Isabel II, los académicos de la London School of Economics
confesaron que esta nueva crisis los había sorprendido porque habían perdido de
vista “los riesgos sistémicos” y se habían extraviado “en una política de denegación” (Harvey, 2012:). Para los
marxistas, en cambio, “hablar del capital es hablar de su crisis” (Joshua,
2012: 16) con explicaciones que ponen el acento, alternativamente, en el
sub-consumo, la financierización, la sobreproducción o la caída de la tasa de
ganancia (Katz, 2013: 24). Más que terciar en esas polémicas, pretendemos
abordar los rasgos característicos esta crisis económica general, así como el
contexto de crisis civilizatoria en que se inscribe. Concluyendo con una breve
digresión sobre nuevos condicionamientos y desafíos que enfrenta el viejo y
largo combate por la emancipación social. Para que el apuro por “salir de la
crisis” no nos oculte que lo urgente es salir del capitalismo.
El legado de
Marx.
La colosal
empresa crítica de Marx es un apoyo imprescindible para indagar más allá
de las apariencias y la confusa superficie de las cosas, buscando en el corazón
del sistema las razones de la sinrazón, la lógica de lo ilógico, las
contradicciones subyacentes a las crisis. Ya
el Manifiesta Comunista se refería a “las crisis comerciales, que, en su
periódica recurrencia, ponen en cuestión de manera cada vez más amenazante la
existencia de la entera sociedad burguesa”, con una calamidad jamás vista en el
pasado: “la epidemia de la sobreproducción”. Y avanzaba un diagnóstico que no
envejeció:
¿De qué
manera supera la burguesía las crisis? Por un lado, a través de la forzada aniquilación
de una masa de fuerzas productivas; por otro lado, a través de la conquista de
nuevos mercados y la explotación más intensiva de los viejos. ¿De qué manera,
pues? Preparando crisis cada vez más multilaterales y poderosas, y reduciendo
los medios para prevenir las crisis. (Marx-Engels,
2008:32,33).
La multifacética crítica de la economía política y
el capital desarrollada por Marx debía culminar un libro o capítulo denominado “El mercado mundial y las crisis”,
concebida como una sección final …en la cual la producción está puesta como
totalidad al igual que cada uno de sus momentos, pero en la que al mismo tiempo
todas las contradicciones se ven en proceso. El mercado mundial constituye a la
vez que el supuesto, el soporte del conjunto. Las crisis representan entonces
el síntoma general de la superación de [ese] supuesto y el impulso a la
asunción de una nueva forma histórica. (Marx,
1971: 163).
Lamentablemente, esa “sección final” nunca se escribió. Lo que sí tenemos son las tres determinaciones de la crisis expuestas en El capital: 1ª) en una sociedad productora de mercancías, la separación entre la esfera de la producción y la esfera de la distribución es la primera condición de posibilidad para una crisis; 2ª) se deriva de la diferencia entre el ritmo de rotación del capital fijo y el ritmo de rotación del capital circulante; 3ª) es la que se relaciona con la denominada “ley de tendencia decreciente de la tasa de ganancia”. Aunque estas determinaciones surgen de un formidable corpus de investigaciones y análisis, Marx concluye en un lacónico párrafo:
Lamentablemente, esa “sección final” nunca se escribió. Lo que sí tenemos son las tres determinaciones de la crisis expuestas en El capital: 1ª) en una sociedad productora de mercancías, la separación entre la esfera de la producción y la esfera de la distribución es la primera condición de posibilidad para una crisis; 2ª) se deriva de la diferencia entre el ritmo de rotación del capital fijo y el ritmo de rotación del capital circulante; 3ª) es la que se relaciona con la denominada “ley de tendencia decreciente de la tasa de ganancia”. Aunque estas determinaciones surgen de un formidable corpus de investigaciones y análisis, Marx concluye en un lacónico párrafo:
La inmensa capacidad productiva, con relación a la
población que se desarrolla dentro del régimen capitalista de producción, y
aunque no en la misma proporción, el aumento de los valores-capitales (no solo el de su sustrato material), se halla en
contradicción con la base cada vez más reducida, en proporción a la creciente
riqueza, para la que esta inmensa capacidad productiva trabaja, y con el
régimen de valorización de este capital cada vez mayor. De aquí las crisis. (Marx, 1973: 262-3).
¿De aquí las
crisis? Tan simple constatación disimula una gran complejidad: …tras la
apariencia económica de la ley de “la baja tendencial” se manifiesta el
conjunto de las barreras sociales con que choca la acumulación del capital (…)
No es esta una ley mecánica o física, sino una “ley social” (si es que el término ley es el adecuado). Su
aplicación depende de múltiples variables, de luchas sociales de resultado
incierto, de relaciones fuerzas sociales y políticas inestables (…) Las crisis
no constituyen pues límites absolutos a la producción y al consumo de riquezas
sociales, sino contradicciones relativas a un modo de producción específico”.
(Bensaïd, 2009: s/n).
El
capitalismo moderno ha llegado al final de su camino. No es capaz de sobrevivir
como sistema,” ...“Lo que estamos viendo es la crisis estructural del sistema.
Una crisis estructural que comenzó en la década de los setentas del siglo XX y
que mantendrá sus nefastos estertores por diez, veinte o cuarenta años. No es
una crisis a resolver en el curso de un año o un momento. Se trata, pues, de la
mayor crisis de la historia. Estamos en la transición a un sistema nuevo y la
lucha política real que se ha desatado en el mundo con el repudio de la gente,
no plantean el nuevo curso del capitalismo, sino sobre el sistema que habrá de
reemplazarle”.
Inmanuel Wallerstein.
*****
Consideramos al capital constante como elemento
explicativo de la caída en la tasa de ganancia (aumento en la composición
orgánica del capital), y también como factor explicativo de la superproducción (sobre-acumulación de capital). Sin embargo,
aunque el aumento en la composición orgánica del capital y la caída en la tasa
de ganancia sean condiciones formales para la crisis, no explican la crisis
misma. Lo mismo cabe decir del limitado poder de consumo de la sociedad, que es
una condición general de la producción capitalista. Considerando que el proceso
de valorización es la unidad del proceso de producción y del proceso de
circulación, puede agregarse que la contradicción básica del modo de producción
capitalista es
…la contradicción entre el desarrollo absoluto de
las fuerzas productivas del trabajo vivo y el propósito de este desarrollo,
específicamente la preservación y valorización del trabajo objetivado en el
capital constante existente. Esta es la contradicción que lleva a la sobre
acumulación de capital y empuja a que el capital excedente trate de encontrar
un modo más insano de valorizarse “sin desempeñar ninguna función productiva,
es decir, sin crear plusvalor excedente (Marx)” (Baronian, 2013:172/3).
Lo dicho no aporta una explicación pret a porter de
las crisis, sino instrumentos teóricos para hacer abordajes concretos de crisis
concretas. De igual modo, la periodicidad
de las crisis (“ciclos constantemente repetidos cuyas fases sucesivas
abarcan años enteros y que desembocan siempre en una crisis general, final de
un ciclo y arranque de uno nuevo” (Marx, 1973: 536) no implica suponer que los
ciclos sean monótonamente iguales a sí mismos. Por el contrario, difieren tanto
en la magnitud como en su mecánica, desenlace y consecuencias.
Crisis de ayer y de hoy.
Crisis de ayer y de hoy.
¿Cuándo y cómo terminará la crisis? Reconociendo la
imposibilidad de “adelantar pronósticos cuantitativos precisos” hay quienes
hacen “un pronóstico social y cualitativo” afirmando que una vez cumplida la
labor destructiva de la crisis …estará en marcha la fase ascendente de un nuevo
ciclo a nivel mundial. La crisis empieza
a queda atrás y el costo principal de su solución habrá recaído sobre los
explotados y oprimidos (…) la lección más importante que se puede sacar de todo
esto es que en tanto no se cuestione la relación de explotación capitalista,
esta historia estará destinada a repetirse, en sus rasgos más gruesos.
(Astarita, 2009: 278/9).
Aunque así ocurriera, la concepción misma de una
historia destinada a repetirse me resulta insatisfactoria. Pienso más bien que …la
historia no se repite, ninguna crisis cíclica mundial se parece a otra y todas
ellas para ser realmente entendidas deben ser incluidas en el recorrido
temporal del capitalismo, en su gran y único súper ciclo, es lo que nos permite
por ejemplo distinguir a las crisis
cíclicas de crecimiento juveniles del siglo XIX de las crisis seniles de
finales del siglo XX y del siglo XXI. (Beinstein, 2012: s/n).
Tenemos pues
una crisis senil. Podemos dar un paso más y sostener la hipótesis de
que estamos inmersos en una crisis sistémica que algunos prefieren denominar “crisis estructural” (ver Duménil-Lévy,
2011: s/n). Son crisis sistémicas las que dan lugar a cambios significativos en
el ordenamiento y geopolítica del capitalismo. La que se produjo a fines del
siglo XIX, derivó en el pasaje del capitalismo competitivo al monopolista; la
que se iniciara en 1929 desembocó,
luego de la Segunda Guerra, en el mundo de la ONU, la hegemonía estadounidense,
las políticas “keynesianas”, el neocolonialismo… Y aunque sea imposible
anticipar el desenlace de la crisis iniciada en el 2008, dado el pleno
desarrollo del mercado mundial, la
internacionalización de la producción y las finanzas y la decadencia de la
hegemonía norteamericana, cabe suponer que sus consecuencias serán también
significativas: “Asistimos
al derrumbamiento de un mundo que se convertirá en escombros” (Lordon, 2012:
s/n).
Después de superada la “crisis del petróleo” de 1975, los débiles índices de crecimiento
económico en la economía mundial fueron interpretados como signos de salud del
sistema y efectividad de las políticas neoliberales. Sin embargo, esos mismos
indicadores pueden ser interpretados de manera radicalmente diferente. Es
verdad que la crisis estalló al finalizar la fase de acumulación ininterrumpida
más larga en la historia del capitalismo, pero no es menos cierto que el
funcionamiento del sistema durante esos cincuenta y tantos años experimentó
cambios significativos. Con la recesión de 1973-1975 se terminaron “los Treinta Gloriosos” años que habían
sido posibilitados por la inmensa destrucción de capital productivo y de medios
de transporte y comunicación que provocaran la recesión de los años 1930 y la
Segunda Guerra Mundial. Y desde 1978, aproximadamente, los gobiernos de la
Tríada (EE.UU., Europa, Japón) manejaron las contradicciones adoptando tres
grandes orientaciones: las políticas neoconservadores de liberalización y de
desreglamentación con que se tejió la mundialización, un nuevo régimen de
crecimiento sostenido con el endeudamiento privado y el endeudamiento público y
la plena incorporación de China en los mecanismos del mercado mundial (ídem:
16).
Aquellos manejos prepararon el actual derrape: una
crisis de sobreacumulación de medios de producción, cuyo corolario es la
sobreproducción de mercancías. Sobreacumulación y sobreproducción que son
“relativas” en tanto su punto de referencia es la tasa mínima de ganancia con
la cual los capitalistas continúan invirtiendo y produciendo. En un contexto
tal que “las cuestiones esenciales: la sobreacumulación y superproducción, los
superpoderes de las instituciones financieras y la competencia
intercapitalista” sólo pueden abordarse en el marco de “la integración de China
y la plena incorporación de la India en la economía capitalista mundial,
[cuando] la densidad de las relaciones de interconexión y la velocidad de
interacciones en el mercado mundial alcanzan un nivel jamás visto anteriormente”
(Chesnais, 2012:).
Europa, la zona-euro, es el epicentro de las grandes y masivas protestas sociales y políticas de una Ciudadanía indignada frente a las políticas que favorecen íntegramente a los bancos y destruyen los derechos sociales de los trabajadores y los jubilados.
***
Los
usos de la crisis.
A un lustro del estallido de la crisis, la
sobreacumulación de capital a nivel mundial se mantiene. En algunos lugares de
Europa y los Estados Unidos hubo alguna destrucción de capacidades de
producción, pero dicho “saneamiento” resulta insignificante en relación a la
expansión del sector de bienes de inversión y el incremento de la
superproducción en China. También
subsisten el peso aplastante del capital ficticio y el desmesurado poder de las
finanzas que, con fuertes respaldos político-institucionales y un grado
inédito de mundialización financiera, puede imponer políticas y gobiernos que
defienden los intereses económicos y políticos de los acreedores, a despecho de
los sufrimientos sociales y el riesgo de nuevas convulsiones financieras. La
intervención masiva de los Estados
como “rescatista de última instancia” alejó la caída en una “Gran Depresión” en
cadena pero ello no suple la ausencia o debilidad de instrumentos de política
económica “anticíclica”.
Norteamérica exhibe un
modesto crecimiento, pero renombrados economistas advierten que se ha ingresado
en un período muy largo de crecimiento extremadamente débil y alto subempleo/desempleo (Krugman) y alguno (DeLonge) llegó a
decir que la economía estadounidense no está recuperándose sino muriéndose.
(Monthly Review, 2013: s/n).
Europa se mantiene en el centro del huracán. Aunque en septiembre 2013 Eurostat ha informado que se salió de dieciocho meses de recesión, no ha desaparecido el riesgo de nuevas crisis bancarias y las secuelas pesan fuertemente: creció la deuda pública pero se redujo la ayuda social y las políticas de ajuste hicieron que se extendieran la desocupación y la pobreza – en Grecia alcanza el 27,7%, en España el 25,5%, en Portugal el 25,3% y en Italia el 24,5%, según estadísticas del 2012. Frente a esto, un coro más o menos desafinado de neoliberales moderados, semi keynesianos y regulacionistas aconseja menos ajustes, más inversión y consumo para recuperar el perdido “círculo virtuoso” de posguerra. Diagnóstico y remedio inconsistentes, porque la realidad fue que terminados “los Treinta Gloriosos” el capital sobre-acumulado no pudo valorizarse al nivel deseado “arriesgándose” en el circuito productivo y se optó por la política de financiarización y desregulación, disimulando las contradicciones con el crédito al consumo hasta que explotaron las sub-prime (ver Tanuro, 2013: s/n).
Europa se mantiene en el centro del huracán. Aunque en septiembre 2013 Eurostat ha informado que se salió de dieciocho meses de recesión, no ha desaparecido el riesgo de nuevas crisis bancarias y las secuelas pesan fuertemente: creció la deuda pública pero se redujo la ayuda social y las políticas de ajuste hicieron que se extendieran la desocupación y la pobreza – en Grecia alcanza el 27,7%, en España el 25,5%, en Portugal el 25,3% y en Italia el 24,5%, según estadísticas del 2012. Frente a esto, un coro más o menos desafinado de neoliberales moderados, semi keynesianos y regulacionistas aconseja menos ajustes, más inversión y consumo para recuperar el perdido “círculo virtuoso” de posguerra. Diagnóstico y remedio inconsistentes, porque la realidad fue que terminados “los Treinta Gloriosos” el capital sobre-acumulado no pudo valorizarse al nivel deseado “arriesgándose” en el circuito productivo y se optó por la política de financiarización y desregulación, disimulando las contradicciones con el crédito al consumo hasta que explotaron las sub-prime (ver Tanuro, 2013: s/n).
China. Mucho
se ha dicho (y exagerado) sobre la posibilidad de que “la locomotora china” saque del bache a
la economía mundial. Y cierto es que el notable crecimiento de la “República Popular” aportó beneficios a
los grandes capitales originarios de EEUU, UE, Japón convirtiendo a China en un
factor de relativa contención de la crisis. Sin embargo, el aparente
“desacople” de China se logró a costa de un desmesurado incremento de la
inversión fija (hasta un 46% del PBI) que compensó la caída en las
exportaciones y en el consumo, pero multiplicó la sobrecapacidad instalada y
los préstamos impagos. Existe una tremenda “burbuja
inmobiliaria” y desplazamientos hacia un sistema financiero tipo Ponzy.
China no logra mantener el ritmo de crecimiento y puede ser alcanzada de lleno
por la crisis. Ya está afectada por los problemas en sus principales mercados
de exportación (EE.UU. y la U.E.) e internamente se ve jaqueada por
(literalmente) cientos de miles de “incidentes de masas” por año, una “población flotante” de 220 millones
(160 millones son desplazados rurales) súper explotados, en un explosivo
contexto de polarización social, acumulación de tierras arrebatadas al
campesinado y crecientes conflictos ecológicos (Bellamy Foster-McChesney, 2012:
s/n). El crecimiento de China,
caracterizado por el desenfrenado culto a la urbanización, la fascinación por
el asfalto, las infraestructuras y el automóvil es deslumbrante, pasado lo cual
veremos una tragedia de incalculables consecuencias: el país más poblado del
planeta llegó (tarde) a una civilización en bancarrota (Poch-de-Feliú, 2009:
s/n).
El neodesarrollismo latinoamericano se reveló
frágil e iluso. El gobierno de Dilma
Rouseff creía en el eslogan “Brasil
es más fuerte que la crisis”, lo que no impidió ni la ralentización de su
economía, ni “los desequilibrios macroeconómicos y las transformaciones
cualitativas alentadas por la crisis” que “aceleran la tendencia a la regresión
neocolonial que agrava los antagonismos entre desarrollo capitalista, igualdad social
y soberanía nacional” (Arruda Sampaio Jr, 2012: 117/118). La masiva protesta
popular de junio-julio de 2013 terminó de barrer las ilusiones. Y puede
afirmarse para toda Nuestra América, aunque tal vez Argentina sea el ejemplo
paradigmático, que “la crisis global en
las áreas de la periferia capitalista adopta la forma de una profundización
radical de los procesos de acumulación por
desposesión”. En otras palabras:
“mercantilización, apropiación y control
por parte del gran capital de una serie de bienes, especialmente de aquellos
que llamamos los bienes comunes de la naturaleza” (Seoane-Algranati, 2012:).
Pareciera
que de la crisis no se salva nadie. Al mismo tiempo, hay que decir que no todos la
sufren (o aprovechan) de igual manera, puesto que
la desigualdad social se incrementó pronunciadamente desde el inicio de la crisis, lo que significa que los beneficios de la crisis han llenado las arcas de las clases altas (…) El conjunto de la población está sufriendo, el capitalismo como un todo no goza de buena salud, pero la clase capitalista -particularmente la oligarquía- está extremadamente bien. Hay muchas situaciones en las que los capitalistas a nivel individual, actuando en función de sus propios intereses de clase, pueden hacer cosas que son perjudiciales para el sistema capitalista en conjunto. Creo que actualmente estamos en una situación de ese tipo. (Harvey, 2013: s/n).
la desigualdad social se incrementó pronunciadamente desde el inicio de la crisis, lo que significa que los beneficios de la crisis han llenado las arcas de las clases altas (…) El conjunto de la población está sufriendo, el capitalismo como un todo no goza de buena salud, pero la clase capitalista -particularmente la oligarquía- está extremadamente bien. Hay muchas situaciones en las que los capitalistas a nivel individual, actuando en función de sus propios intereses de clase, pueden hacer cosas que son perjudiciales para el sistema capitalista en conjunto. Creo que actualmente estamos en una situación de ese tipo. (Harvey, 2013: s/n).
Situación paradójica, donde todos hablan de “la crisis” para decir cosas
distintas y las elucubraciones sobre “la
salida de la crisis” o “la luz al final del túnel” son, más que confusas,
confusionistas. Naturalizan la crisis,
como si fuese una catástrofe inevitable a sobrellevar mientras dure como cada
uno pueda y, al mismo tiempo, encierran la idea de que llegado el momento
volverán los buenos y viejos tiempos del capitalismo
“normal” (y entiéndase por esto lo que se quiera).
Para combatir esa falsa perspectiva, debemos
agregar a lo ya dicho sobre el capitalismo
y su crisis, que ésta conjuga la sobreacumulación de capital a nivel
mundial con la crisis de un “modelo de desarrollo” que fue impulsado por la
industria automotriz, el sector de obras públicas y la construcción, con pautas
de infraestructura y hábitat de fuerte impacto en términos de empleo y creación de valor y plusvalor.
De hecho, a nivel mundial el “desempleo estructural” comenzó bastante antes del
estallido de la crisis, y no sólo por la competencia y la des-locación de
empresas sino por el incremento de la plusvalía derivado de la utilización de
maquinarias y tecnologías más eficaces y la intensificación del trabajo. La mayor productividad se volvió contra los
trabajadores. Las empresas producen más con menos asalariados. Y los
trabajadores que incrementan sus esfuerzos y multiplicado la productividad
aumentan la ganancia empresarial, posibilitan nuevos despidos. Se ha producido
un profundo cambio de régimen tecnológico con la irrupción de la
microelectrónica en la esfera de la producción y de la informática en la
circulación de informaciones. El trabajo
muerto desplaza al trabajo vivo aunque esto acentúe la tendencia a la baja
de la tasa de ganancia e incremente el precio de la energía y las materias
primas, procesos que los capitalistas contrarrestan aumentando la tasa de
explotación y acentuando el despojo de los bienes comunes de la humanidad en la
búsqueda desenfrenada de “materias primas”
(Chesnais, 2013: 17/28).
Llegado a este punto se advierte que la crisis
desborda ampliamente lo “económico”.
Y más que pensar en términos de “salir de la crisis”, conviene hacerlo en
función de salir del capitalismo.
Vivimos un cambio de época histórica, entre otros puntos centrales ¿se acaba la hegemonía del imperialismo?. Su elevada deuda interna lo está destruyendo. Es el país más endeudado del mundo.
***
Crisis
estructural, crisis civilizatoria.
En el esfuerzo de ampliar nuestro punto de vista,
tanto las crisis breves y limitadas que se multiplicaron a partir de los años
setenta del siglo pasado, como la crisis general o sistémica que está en curso,
pueden ser consideradas y contextualizadas dentro del marco mayor, epocal si se
quiere, de crisis estructural del
capital. Immanuel Wallerstein, por ejemplo, sostiene que estamos ante una
crisis estructural y que continuaremos en ella por otros veinte o cuarenta años
(“es el promedio de tiempo que dura una crisis estructural en un sistema
histórico social”), y explica que en este período “el sistema se bifurca, lo
que esencialmente significa que emergen dos modos alternos para finalizar la
crisis estructural cuando colectivamente se elige una de las alternativas”. Y
otro autor, a cuyo punto de vista adhiero, considera que se trata de una genuina
novedad histórica por cuanto
…una crisis periódica o coyuntural puede ser
dramáticamente grave -como resultó ser la gran
“crisis económica mundial 1929-1933”- pero a la vez capaz de admitir una
solución dentro de los parámetros del sistema establecido (…) De igual manera,
pero en sentido opuesto, el carácter “no explosivo” de una crisis estructural
prolongada (…) también puede conducir a la concepción de estrategias
equivocadas a consecuencia de una mala interpretación inducida por la ausencia
de “tempestades”. (Mészáros, 2009: 399).
Esta “crisis
estructural que abarca todo” no queda limitada a una determinada esfera
(financiera, comercial o de tal o cual rama productiva, etc.), tiene alcance
planetario, se inscribe en la larga duración y su despliegue gradual no excluye
la hipótesis de violentas convulsiones. La dominación a escala mundial del
capital con su intrínseca incapacidad para reconocer o fijarse límites, activa
los límites absolutos del sistema y el orden del capital comienza a perder la
capacidad de mantener un relativo control desplazando y/ o postergando el conjunto
de sus contradicciones. Valga como ejemplo el antagonismo entre la emergencia
de un capital global con objetiva tendencia transnacional y los Estados
nacionales históricamente conformados. El Estado es la estructura de comando
centralizada imprescindible para que el carácter antagónico y confrontativo del
capital no desemboque en su estallido, pero el sueño de un Estado mundial que
cumpla dicha función a escala global no fue más allá de la pesadilla del
Gendarme mundial americano, que está en decadencia.
Vemos otro ejemplo cuando la expansión del capital lleva a destruir las condiciones de la reproducción metabólica social y desata procesos que amenazan la supervivencia misma de la humanidad, con requerimientos energéticos insostenibles, saqueo y despilfarro de los bienes comunes del planeta, descontrol de los recursos químicos y la agricultura global, despilfarro de un elemento tan vital como el agua.
Vemos otro ejemplo cuando la expansión del capital lleva a destruir las condiciones de la reproducción metabólica social y desata procesos que amenazan la supervivencia misma de la humanidad, con requerimientos energéticos insostenibles, saqueo y despilfarro de los bienes comunes del planeta, descontrol de los recursos químicos y la agricultura global, despilfarro de un elemento tan vital como el agua.
Sumemos a lo antedicho los recursos volcados en
cantidades siempre crecientes a proyectos
militares e industrias bélicas según la demanda del complejo
militar/industrial y la proliferación de armas nucleares en tales cantidades
que el empleo de una ínfima parte de tales reservas bastaría para hacer
estallar el planeta.
La activación de los límites absolutos del sistema
significa que históricamente se ha pasado de la tan elogiada capacidad de
“destrucción productiva” del capital al predominio de la producción
destructiva. La incontrolabilidad del sistema se extiende a y con ello se
multiplican los rostros de la crisis. “La
crisis financiera es gigantesca pero también los son las ‘otras crisis’ unas
más visibles o virulentas que otras convergiendo hasta conformar un fenómeno
inédito”. Se trata de la crisis energética, la crisis alimentaria, el
impasse tecnológico-civilizatorio, la desenfrenada expansión del complejo
militar-industrial, las crisis urbanas todo lo cual se proyecta a la crisis
ecológico-ambiental: “las diversas crisis no son sino aspectos de una única
crisis” que expresaría la senilidad del capitalismo (Beinstein, 2008: s/n).
Decimos entonces que estamos ante una crisis civilizatoria. Esto provoca en un sector de la izquierda cierta incomodidad o perplejidad, por diversas razones: adhesión nostálgica al paradigma productivista del “socialismo real”, persistente influencia de la ideología (e ilusiones) del progreso, banalización del término en labios de personajes (desde Campdessus a Lula) que le restan contenido crítico hasta convertirlo en un flatus vocis. Sin embargo, entendemos por crisis de civilización “un momento histórico en el cual llegan a un punto crítico (…) no solo las estructuras socioeconómicas, sino también las instituciones políticas y culturales así como el sistema de valores que configura y da sentido a una cultura en la acepción antropológica del término” (Fernández Buey, 2009: 45), y advertimos que
Decimos entonces que estamos ante una crisis civilizatoria. Esto provoca en un sector de la izquierda cierta incomodidad o perplejidad, por diversas razones: adhesión nostálgica al paradigma productivista del “socialismo real”, persistente influencia de la ideología (e ilusiones) del progreso, banalización del término en labios de personajes (desde Campdessus a Lula) que le restan contenido crítico hasta convertirlo en un flatus vocis. Sin embargo, entendemos por crisis de civilización “un momento histórico en el cual llegan a un punto crítico (…) no solo las estructuras socioeconómicas, sino también las instituciones políticas y culturales así como el sistema de valores que configura y da sentido a una cultura en la acepción antropológica del término” (Fernández Buey, 2009: 45), y advertimos que
El
occidentalismo (…) cara
externa del capitalismo en la era de la globalización (…) potencia la homogenización cultural, es
prepotente y expansivo: desprecia o ignora las diferencias culturales; alimenta
el neocolonialismo, la xenofobia y el racismo (…) trae como consecuencia el
sentimiento de pérdida cultural en millones de personas en todo el mundo (…)
Pocas cosas puede haber tan representativas de una crisis de civilización como
el sentimiento de pérdida de los valores que han sido propios. Eso es lo que
hay. (ídem: 51).
La locomotora china del crecimiento económico, sin desarrollo económico social, comenzó a paralizarse y no tener respuesta social y política a los cerca de 186 mil conflictos sociales internos de origen cultural y ambiental.
***
La noción de
crisis civilizatoria destaca el
agotamiento un modelo de organización económica, productivo y social, con sus
respectivas expresiones en el ámbito ideológico, simbólico y cultural: …la
lógica capitalista ha incidido en términos espaciales en todos los rincones del
planeta (con la incorporación a la producción y al consumo mercantil y la
imposición de las relaciones sociales típica de este modo producción), en todos los ámbitos de la vida y la
naturaleza (con la conversión en mercancías de los ecosistemas y su
productos, así como de las especies vivas y de los genes) y hasta los aspectos
más recónditos de la psique humana
(con la generalización del individualismo, el carácter posesivo de la propiedad
privada, el consumismo exacerbado y el egoísmo como pretendida característica
de la naturaleza humana). Esa lógica
demencial nos está conduciendo a una encrucijada que sólo puede sortearse
mediante la superación de la civilización capitalista. (Vega Cantor, 2010: 26).
Se ha caracterizado que “el imperio del capital” puede ser considerado una especie de imperialismo colectivo en términos de
gestión, bajo el liderazgo consentido de los Estados Unidos. La asociación
económica así establecida, sin eliminar las contradicciones
inter-imperialistas, explicaría que durante largas décadas éstas no condujeron
a guerras entre los miembros de ese selecto “club” de potencias capitalistas.
(Katz, 2011). Debemos ahora prestar especial atención al impacto dinámico y
disruptivo que en éste marco adquiere la crisis en curso.
De hecho, capitalismo,
imperialismo y guerra se entrelazan. La guerra es económicamente una forma
de destrucción de capital y, políticamente, un instrumento para la reproducción
de las condiciones de mando de las fracciones que predominan en el bloque
dominante, en particular la financiera: “el uso de la fuerza armada es la
estrategia impuesta al mundo por las altas finanzas estadounidenses como
condición de su reproducción”, “la
militarización es una modalidad de existencia del capitalismo” y “el papel del
Estado (neoliberal) es fundamental para el capital [porque] el gasto
militar se convierte en una fuente mayor de rentabilidad para el capital. Y,
por añadidura, puede incrementar aún más el capital ficticio, sobre todo cuando está financiado por la deuda
pública” (Herrera, 2012: 17/30).
Recordemos que el gasto militar de todo el resto
del mundo no alcanza a ser ni la mitad del Norteamericano, hay más de mil bases yanquis en el planeta y el poder del complejo
militar-industrial está controlado por la finanza. Al mismo tiempo, las
interconexiones económicas mundiales y el agravamiento de la crisis sacuden los
equilibrios en que se basaba esa especie de imperialismo colectivo y los
Estados Unidos deben renegociar (y eventualmente ceder) espacios de poder con
los BRIChS (con alguno de ellos,
porque el término es engañosamente abarcativo). Si tenemos presente que los
trances de quiebre hegemónico nunca ocurrieron de forma pacífica en la historia
del capitalismo, que desde hace años las acciones bélicas se banalizan y
encubren bajo el manto de “la guerra
contra el terrorismo” y que la doctrina de “Seguridad Nacional”
norteamericana considera “amenaza directa” el mero intento de contrarrestar su
abrumadora superioridad bélica, el riesgo de aventuras militares de
catastróficas consecuencias no puede ser ignorado ni minimizado. Nos lo acaba
de recordar, con tintes dramáticos, la anunciada y suspendida guerra contra Siria.
Junio y julio del presente año, Brasil, el modelo del neo-desarrollismo, el reformismo sin reformas estructurales - el modelo Lula - respetable al principio, pero millones de ciudadanos insatisfechos, indignados se movilizaron e hicieron en tiempo real, pedazos de un modelo inconcluso políticamente.
***
La
crisis y los desafíos de la transición.
Nuestro preocupación no es tanto “salir de la crisis” como salir del
capitalismo, pensando que Las crisis son momentos de paradojas y de
posibilidades. […] Podría ser que no hubiera soluciones capitalistas efectivas
a largo plazo a esta crisis del capitalismo (aparte de una vuelta a las
manipulaciones del capital ficticio).
En este estadio, los cambios cuantitativos llevan a deslizamientos cualitativos
y hay que tomarse en serio la idea de que podríamos estar precisamente en ese
punto de inflexión en la historia del capitalismo. Cuestionar el futuro del
capitalismo como sistema social viable debería estar por tanto en el centro del
debate actual (Harvey, 2010: s/n).
Sabemos también, por otra parte, que las organizaciones
obreras, los movimientos sociales y el marxismo y nosotros mismos mismo no
escapamos a la crisis. Han sido conmovidos o trastocados los puntos de
referencias (materiales, organizativas y conceptuales) que orientaron el
combate por la emancipación social durante un largo período histórico que ha
quedado atrás. No se trata sólo de la implosión del mal llamado “campo socialista”, sino de la completa
integración al sistema de la socialdemocracia, los grandes partidos comunistas
y los movimientos de liberación nacional, que habían jalonado políticamente el
curso del siglo XX. Y la derrota o
impasse de las corrientes de extrema izquierda. Junto a las
transformaciones y tensiones que implica la crisis civilizatoria.
Incluso en Nuestra
América, donde la cartografía del cambio viene siendo diseñada por
múltiples luchas y organizaciones populares que son protagonistas o herederas
de grandes confrontaciones con los gobiernos neoliberales, y en la misma Venezuela bolivariana y chavista que
asume la perspectiva del socialismo del siglo XXI, está planteado el tremendo
desafío de fecundar las luchas defensivas y reivindicativas con una concreta
perspectiva emancipatoria que ensaye y articule desde ahora experiencias no
capitalistas y formas de poder popular que las efectivicen y extiendan.
Vivimos una
época de transición o, si se me permite decirlo así, una transición epocal. En condiciones
sustancialmente distintas a las del siglo pasado, debemos repensar la “actualidad de la revolución” asumiendo
que el siglo XX dejó lecciones difíciles de compatibilizar. Urge desarrollar
una teoría de la transición. Sabiendo que el pasaje a una sociedad emancipada
no es instantáneo, ni es acometido simultáneamente por los trabajadores del
mundo. Sabiendo también que la transformación socialista es la subversión del
trípode que sostiene al viejo orden,
Capital, Trabajo asalariado y Estado, en un proceso que debe desplegarse a
nivel internacional y requiere la activa participación de los trabajadores del
mundo. Comprendiendo que hacer del socialismo una realidad irreversible
requerirá muchas transiciones dentro de la transición y que el socialismo implica una constante auto-renovación de revoluciones dentro
de la revolución (Mészáros, 201: 563). Comprendiendo, sobre todo, que “otro
mundo es posible” sí y sólo sí nuestras prácticas presentes lo prefiguran. Hubo
en el pasado y tendremos en el futuro situaciones en que la construcción del
poder popular exigirá asumir la incierta conformación de un Estado-no Estado en ruptura radical con
el Estado capitalista.
Pero ninguna “ley”
histórica o “principio” teórico impone creer que todo cambio revolucionario
queda supeditado al mítico momento del “asalto al poder”, y mucho menos
autoriza a pontificar que recién entonces podrían abordarse las cuestiones de
la transición... Por el contrario, la historia y la vida misma muestran que es
posible y necesario desafiar desde ahora el orden del capital y construir poder
popular poniendo en marcha al menos rudimentos de un nuevo metabolismo económico
social. Para sobrevivir. Para empezar a vivir de otro modo. Porque sabemos que
la revolución no consiste sólo en la expropiación del gran capital. Debe ser
también una ruptura radical con la división social jerárquica del trabajo y el paradigma productivo-tecnológico-cultural
impuesto por el capital. Debemos producir y consumir de otro modo, producir
y consumir otras cosas. Terminar con la explotación del hombre pero también con
la explotación de la naturaleza, haciéndonos incluso cargo del fardo que implica
el cambio climático.
La pobreza creció Europa, producto del fracaso de las políticas de salvataje y austeridad, que antes de favorecer a los desempleados, migrantes y ciudadanos, fue a favor totalmente de los bancos, las bolsas, las aseguradoras, las cajas y ne general a las corporaciones.
***
Construir otras relaciones sociales en ruptura con
el patriarcalismo, la alienación y los fetiches del capital. Existen infinidad
de problemas específicos que no tienen respuestas válidas a priori, porque las
respuestas sólo serán “correctas” cuando podamos “fabricarlas” colectivamente. ¿Por dónde empezar? ¿Qué es lo
determinante? ¿Qué sujeto sociopolítico?
En realidad, todas las esferas de la actividad social son terrenos de
confrontación y de creación: la tecnología y formas organizativas, las
relaciones sociales, los dispositivos institucionales y administrativos, los
procesos de producción y trabajo, las relaciones con la naturaleza, la
reproducción de la vida cotidiana y las especies e incluso las concepciones
mentales del mundo. Todas y cada una estas áreas de la totalidad social existen
en relaciones de co-dependencia y co-evolución, con tensiones y antagonismos
que subyacen a la crisis y a los desplazamientos de la crisis. Nuestro punto de
referencia deja de ser tal o cual aspecto de la crisis, sino la voluntad de ir
más allá del capital poniéndonos en movimiento ahora mismo:
podemos empezar por cualquier parte y en cualquier
momento y lugar, ¡con tal de no permanecer en el mismo punto donde comenzamos! La revolución tiene que ser un movimiento
en todos los sentidos de esa palabra. Si no podemos movernos en y a través
de las distintas esferas, en último término no iremos a ningún sitio. (Harvey, 2012: 118)
Sólo así podemos conformar el bloque social y
político capaz de sostener el cambio radical al que aspiramos. No podemos dejar
de ser utópicos. Tampoco debemos dejar
de ser realistas. La revolución, el socialismo, el
comunismo, entendidos como perspectiva y realidad en devenir y no
como modelo a imponer, implica un largo combate que articula utopía y realismo
de manera doblemente original. Un realismo estratégico que en las antípodas del
inmediatismo y el posibilismo nos oriente
a largo plazo, hasta obtener triunfos irreversibles. Una utopía cotidiana
que no es promesa de futura felicidad sino esperanza colectiva con la cual
aprender a “soñar con los ojos abiertos” impulsando la autoactividad y
autotransformación de deposeídos y oprimidos, apostando a cambiar la vida y
cambiar el mundo. Salir de nuestra crisis es recuperar la capacidad política de
pensar y de actuar cotidianamente y estratégicamente a escala nacional, en el
más amplio terreno de la lucha de clases
que es nuestra Patria Grande e internacionalmente
porque, en definitiva, nuestra Patria es la Humanidad.
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