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La Ciudadanía como proceso destituyente, así como proceso constituyente,
de multitudes en las calles y plazas protestando, movilización
y lucha contra la crisis, en defensa de
sus derechos más importantes: sociales y políticos, como también lo que fue
la clase obrera, hoy simplemente
como sujeto social, no tiene caminos y menos alternativas de representar y asumir la responsabilidad
histórica,- el viejo sindicalismo así como sus propios partidos políticos perdieron
definitivamente su misión histórica de clase - como sujeto político e incluso los partidos políticos. La Ciudadanía
para nosotros, en los mismos contextos sociales que hoy usted enfoca, es un proceso social y cultural, nunca
terminado y siempre renovado, proceso complejo, múltiple y polarizado
que ha estado presente, muy en especial, durante las tres largas décadas de
imposición hegemónica del catecismo
universal del neoliberalismo. Trabajo político que le ha permitido,
trabajar en la “nueva” Sociedad Civil
Real, conseguir el reconocimiento de derechos, reivindicaciones, más allá de la herencia político-social del
liberalismo, - derechos y Ciudadanía Civil, Social y Política -, es decir,
se han conseguido el reconocimiento de
nuevos derechos y la formación de contextos de consolidación absolutamente
diferentes y superiores: Ciudadanía
Cultural, Ciudadanía Intercultural o Diferenciada, Ciudadanía Cívica.
Ciudadanía Participativa, Ciudadanía Ambiental, Ciudadanía Sexual, Ciudadanía Institucional.
¿Será realmente, el nuevo movimiento político PODEMOS- la esperanza para forjar y construir los Nuevos Sujetos Sociales?.
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Hoy el trabajo social y político, en los sindicatos, en los “nuevos”
movimientos sociales, producto de la crisis – pero por falta de visión política, se
quedaron estancados en la calle y la plaza pública -, lo mejor que hoy
comienza a (in)surgir de los “viejos” y
apoltronados partidos políticos – el PSOE e IU y los propios movimientos regionales
-. Este es un primer
escenario de clases y lucha de clases, donde hoy es posible trabajar
con responsabilidad y compromiso político, desde un proceso constituyente con
la mirada en un objetivo estratégico, de
construir Ciudadanía como Nuevos Sujetos Políticos. Un
segundo escenario, compuesto por un conjunto de contextos sociales,
hoy presentes en los procesos
emergentes, básicamente políticos, lo encontramos en el Movimiento Político
Nacional PODEMOS,
así como en el conjunto de movimientos políticos regionales. Desde una
mirada local, consideramos como un posible trabajo responsable, múltiple de
construir una “nueva” Ciudadanía
Política, en los jóvenes que en miles son partidarios, militantes y
simpatizantes como Ciudadanos, del
Podemos, una alternativa política para fraguar,
forjar y construir Nuevos Sujetos Sociales, como Sujetos Políticos capaces
de asumir nueva, diferentes y superiores responsabilidades políticas como Ciudadanos, en la sociedad actual – no politizada
en su contexto general – cuyo destino final, producto de sus propias
contradicciones y la crisis generada en especial por las élites
político-financieras, es la crisis final del capitalismo salvaje, de la
economía de casino, es decir, el colapso
político de Occidente, escenario en el cual es viable y responsable, desde una Nueva
Ciudadanía, apostar por la construcción de una nueva civilización humana.
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Madrid. Noviembre del 2013. Millones de Ciudadanos en la Plaza Pública, otra esperanza en la forja y construcción de la Ciudadanía Política , como Actor Político, y actor principal en el proceso de cambio y transformaciones sociales y políticas en el sistema capitalista en crisis estructural final?.
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DE LA CIUDADANÍA
FLORERO A LOS NUEVOS SUJETOS POLÍTICOS.
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Joaquín García.
Rebelión lunes 28 de julio
del 2014.
La crisis económica, el
descrédito de los partidos políticos que han mantenido el bipartidismo durante
estos años, la tensión social, el aumento de la represión, la corrupción
institucional, las tensiones territoriales nacionalistas, la cronificación del
paro, la emergencia de nuevos partidos sin el lastre de gestiones anteriores…
Hay bastantes indicios que apuntan a que podemos estar ante una encrucijada:
avanzamos hacia una segunda Transición, o bien se abren vías hacia lo que podríamos considerar como la primera
Ruptura.
El primer escenario hay quien lo relaciona con el cambio generacional en la corona, en
el PSOE o en IU; con algunas concesiones en el terreno de la transparencia
institucional; con la necesidad de modificar la Constitución en su modelo
territorial pero también en otros aspectos como los que se pueden derivar del Tratado de Libre Comercio e Inversiones con
EE.UU que está negociando a espaldas de la ciudadanía la Unión Europea; con una desregulación progresiva de
los derechos laborales y la privatización de los bienes y servicios públicos. La necesidad de esta segunda Transición
se suele fundamentar en el hecho de que el Consenso
del 78 está siendo desmantelado,
y lo curioso es que no ha sido la gente de la calle que sufre la crisis quien
lo ha roto, han sido las élites
económicas y políticas las que lo han hecho asignando ayudas masivas a los
sectores financieros con el dinero de todos a fondo perdido, con las sucesivas
reformas laborales que permiten que la precariedad campe a sus anchas, o con la
reforma constitucional del artículo 135 que antepone el pago de la deuda a la cobertura de las necesidades básicas
de la población. El PP no da
abasto con tanto Real Decreto, tiene que sacar adelante paquetes legislativos
que aprueba por esa vía sin pasar por el Congreso un día sí y otro también, y
es que hemos llegado a una situación en la que el poder no puede cumplir ni sus
propias leyes.
Junto a este primer escenario hay un segundo, el de la primera Ruptura,
ese que se expresaba en las marchas de la dignidad
del 22-M, aquellas marchas que el poder político y mediático redujeron a
unas imágenes de altercados con decenas de manifestantes y policías heridos.
Esas marchas exponían 4 reivindicaciones
calificadas por el presidente de la Comunidad de Madrid en sede
parlamentaria como propias de neonazis:
- No al pago de la deuda
- Ni un recorte más
- Fuera los gobiernos de la
Troika
- Pan, trabajo y techo para
todos y todas.
Es penoso tener que usar la
palabra Ruptura para pedir estas
cosas, pero desgraciadamente hay que utilizarla. Estamos en un escenario que David Harvey denomina de “acumulación por
desposesión” o que el Papa
Francisco describe como “economía que mata”, y muchos califican todavía
estas reivindicaciones como de intolerables, de estar anclados en el siglo
pasado, de negar la cultura del esfuerzo y cómo no, de ser “anti-sistema”. Calificativo este al que tendremos que ir cogiendo
cariño, les dejo un par de lemas de pancartas y una definición para que lo
mediten: ” El capitalismo no funciona,
la vida es otra cosa”, “No somos anti-sistemas, el sistema es anti-nosotros”,
y del diccionario de la RAE, y para
quienes se preocupen por la recta moral, la definición de virtud moral: “Hábito de obrar bien, independientemente de los
preceptos de la ley, por sola la bondad de la operación y conformidad con la
razón natural”.
Para hablar de
nuevos sujetos políticos en la encrucijada actual no tiene demasiado
sentido detenerse en la segunda
Transición, es casi seguro que la figura de la “ciudadanía florero” que promocionó
con tanto éxito la primera Transición, una ciudadanía que dejaba la construcción social y política en manos de profesionales de los partidos y de
tecnócratas, seguirá teniendo un papel demasiado relevante. Para hablar de nuevos sujetos
políticos hay que hacer referencia a lo instituyente, no a lo
instituido; hay que referirse a ese momento de la vida política en la que ésta
se percibe como algo intermitente, no exenta de conflictos, desacuerdos, tensiones y nuevos repartos de fuerzas;
hay que centrar la atención en esa parte de la sociedad que comprende que su
papel activo y protagonista en la construcción del bien común es irrenunciable;
en definitiva, hablar de nuevos sujetos
políticos es hacerlo de transformaciones posibles en las que conviven dos
procesos: uno destituyente y otro
constituyente.
El proceso destituyente.
Es el más fácil de
identificar para la gente. Al que más y al que menos le han llegado las
imágenes por la tele de las mareas ciudadanas, del 25-S o quizá del mismo 15-M
con las plazas llenas de gente reunidas en asambleas gritando aquellas frases: ”No nos representan”, “Lo llaman democracia
y no lo es”, “No hay pan para tanto chorizo” Mensajes que ponen de
manifiesto la existencia de una profunda crisis del ordenamiento político, una
crisis que ratifican las encuestas cuando en ellas se identifica a la clase política como una de las
principales causas de preocupación entre la ciudadanía, una crisis de la que los medios de comunicación se
hacen eco denunciando casi a diario tan solo una pequeña parte de los casos de
corrupción institucional existentes.
La gente percibe cómo el sufrimiento no se reparte por igual,
cómo la austeridad no se aplica de
forma equitativa, cómo los bancos
vuelven a presentar beneficios mientras que las familias y pequeñas empresas siguen sin poder acceder al crédito, cómo la impunidad acompaña a los
grandes defraudadores mientras la ley
se endurece para quienes salen a la calle a denunciar tanta injusticia.
Socialmente crece la percepción de que vivimos en un sistema cargado de
contradicciones, que extiende la desigualdad,
que es opaco en muchos aspectos de su funcionamiento y que está reñido con la
coherencia y la honradez intelectual. Y un sistema así hay que cambiarlo.
Se habla de destitución
porque desde posiciones de poder la
palabra dimisión no tiene buena prensa, se la percibe como un gesto de
debilidad y de reconocimiento del propio fracaso, además de acarrear la pérdida
de privilegios. Sin embargo, desde otras perspectivas, hoy por hoy, y con la que está cayendo, dimitir suena a capacidad
de autocrítica y coherencia, pero eso no abunda. Echando la vista atrás se
constata cómo los derechos sociales
nunca fueron concesiones de los poderosos de su tiempo sino conquistas de quienes estaban sometidos, y esa misma lógica la
podemos extender a casi cualquier ámbito y escenario, también en nuestra crisis.
Cuando se utiliza el
término destituyente no sólo se hace
pensando en personas que se han
aprovechado de su cargo o que han participado en redes corruptas, se utiliza
para referirse también, y principalmente, a todo un entramado institucional que ampara y favorece ese tipo de
comportamientos. El ejemplo de esta semana nos puede ayudar a ilustrar un poco
esta dinámica: el Tribunal de Cuentas,
inoperante ante tanta corrupción en
las administraciones públicas ha esperado a que se le acusara públicamente de
nepotismo al contar con una plantilla en la que 14% de sus componentes tienen lazos
familiares, para sacar a la luz el lamentable estado de cuentas de al menos
9 partidos políticos que están en
quiebra técnica. La información se usa como instrumento de poder no como
herramienta de lucha contra el fraude, aunque es indudable que saca a la luz una estructura partidista
que depende en tal grado de los préstamos bancarios que es inevitable
preguntarse por el margen de independencia que les queda, más allá de discursos
retóricos.
Todo el mundo sabe lo que quitaría, lo
que sobra, pero saberlo y desearlo no es suficiente, hay que tener fuerza
social como para poder hacerlo posible y ese es un punto fundamental que
reclama la creación de nuevos sujetos
políticos. Destituir supone
disputar el sentido común establecido que acepta como inevitable la desigualdad, disputar las fuentes de
legitimidad que amparan comportamientos y estrategias reproblables y,
finalmente, disputar los ámbitos políticos con capacidad de decisión.
Pero el proceso destituyente no solo tienen ojos para erradicar lo que
es intolerable, ese proceso supone también una
oportunidad para descubrir lo que es necesario, lo que hay poner en marcha y lo
que hay de bueno en lo que ya funciona.
Proceso constituyente.
Se trata de abrir un
espacio en el que la ciudadanía pueda debatir,
participar y construir un nuevo
pacto, una nueva dinámica social y política que responda a sus necesidades
reales y con la que se pueda sentir identificada.
Es un proceso que converge con las
reivindicaciones y las luchas que hoy tienen lugar, y no al margen de ellas.
Conviene tener presente que las demandas
sociales suelen estar fundamentadas en unas necesidades que nos dan pistas
sobre lo que debemos construir y, por tanto, que el trabajo reivindicativo
tiene un valor constituyente no solo
destituyente, aún cuando el objetivo no se llegue a conseguir.
Hay que ser creativos
porque el sistema ha renunciado a ello y solo ofrece una fórmula: la precarización progresiva y la cronificación
de la desigualdad. No aporta nada nuevo, tan solo el proceso de
desregulación progresiva de todo aquello que pueda suponer trabas o barreras al
incremento del lucro privado de unas minorías, y todo es todo, incluido los Estados. Llegados a este punto ¿por qué
no abrir un proceso constituyente en el que la ciudadanía exprese sobre qué
pilares y con qué instrumentos quiere construir las relaciones, dinámicas y
prioridades que permitan organizar la vida social, política, económica y
cultural? El momento por el que pasamos requiere afrontar estas
iniciativas.
Habrá quien argumente que el pueblo no está preparado para
abordar tal empresa, y eso desplegaría un campo de acción inmediata en ese
proceso constituyente, pero lo que
no es aceptable es que ese argumento se dilate más y más en el tiempo sin
ponerle remedio porque si el pueblo no está preparado para afrontar esas tareas
¿podemos afirmar que en él reside la
soberanía?, ¿quién decide si el
pueblo está o no preparado?, ¿podemos
hablar de democracia
o habría que decir que en realidad estamos en un sistema en el que los
partidos políticos tutelan a un menor de edad? En la Transición
ya asistimos a un proceso tutelado con un puñado de padres constitucionales,
hoy en día esa fórmula sería inaceptable. Conviene recordar que los partidos políticos no son los sujetos
constituyentes tan sólo son
instrumentos de representación formal, en realidad, lo político se construye también en otros ámbitos principalmente de
carácter social, y es desde ahí desde donde hay que arrancar para transformar
la situación existente.
Los partidos deberían desempeñar un
papel que facilitara la transformación de los sujetos sociales en
poderes constituyentes, sin embargo, este proceso no se da. La partidocracia
no tiene problema en convivir con sujetos sociales desarticulados, sin toma de
conciencia de su papel y políticamente dependientes. Es por esto que urge politizar la sociedad para que
ésta no se acostumbre a poner la gestión del bien común en manos de personas
cuya experiencia vital dista mucho de la de aquellos a los que acaban no sólo
representando sino también suplantando.
Un proceso constituyente no se abre y se cierra en un
par de tardes y no se resuelve con decir lo que otros hacen mal. Exige ser
propositivos; tener los pies en la tierra y al tiempo sentido utópico; confiar pero sin renunciar a la rendición
de cuentas; desarrollar una nueva
institucionalidad pero para servir mejor a los ciudadanos; escuchar mucho y hablar poco; saber ceder pero
enriqueciendo al contrincante; saber ganar aceptando lo que del otro hace mejor
nuestra propuesta; reclamar derechos y exigir deberes... Pero también
implica saber decir no a las dinámicas impositivas, a las instrumentalizaciones
y dirigismos, a las propuestas que ponen
en riesgo la dignidad de las personas, a los procesos que niegan la
transparencia en la gestión y la rotación en las responsabilidades, a las
propuestas que afirman privilegios, consolidan la impunidad o favorecen la
concentración de poder… Y, finalmente, requiere saber gestionar los conflictos de intereses, no dejando que
los intereses particulares se impongan a los intereses generales.
Millones de jóvenes, el futuro de la construcción de una Nueva Ciudadanía, es decir, Nuevos Sujetos Sociales o Sujetos Políticos.
***
Los nuevos sujetos políticos.
Como es obvio el poder
establecido no va a permitir que los procesos
destituyentes y, menos aún, los
constituyentes tengan el menor recorrido. Han dado ya sobradas muestras de
esta forma de comportarse. A este tema le dedicaremos otro espacio de
reflexión, pero dejando al margen esta consideración, de momento conviene
detenerse en qué son y qué hay que poner de nuestra parte para que surjan nuevos sujetos políticos.
Siguiendo a una autora argentina podríamos
referirnos a sujetos políticos como sujetos colectivos y organizados que irrumpen en el espacio
político constituido a través de discursos, gestos y actos, fragmentando los
lugares en los que aparecen de forma abrupta (aunque no necesariamente
violenta), hablando y actuando en claves de universalidad más allá de su propia
contingencia, con la perspectiva de un mundo que se ha de relacionar de un modo
nuevo, mostrando otra racionalidad, y todo ello a pesar de no haber sido
contados como “existentes”.
Un ejemplo de sujeto político lo tuvimos en el Movimiento Obrero, pero hoy la clase obrera no desempeña la función
transformadora que debe tener un sujeto político, a lo sumo nos podemos referir
a ella como un actor social más. Los desposeídos de esta crisis podrían
convertirse en un sujeto político,
pero todavía no se han articulado políticamente. El 15-M pudo dar pasos en esa dirección pero no ha sabido dotarse de unos
objetivos políticos concretos y de una organización que le permitiera dinamizar
las realidades supra-asamblearias. En definitiva, los sujetos políticos no abundan
porque no existen como tal realidad a priori. El sujeto político no es una condición anterior al proceso de
transformación, es en el proceso mismo de transformación en el que se revela su
condición.
El tener conciencia política no puede entenderse como
un “don” innato o una cualidad que
puede «instalarse» en cada sujeto individual desde el exterior de sus modos y
condiciones de vida, al margen de sus formas de participación en las luchas. Las personas toman conciencia participando en el proceso de cuestionamiento-transformación de su
realidad, sobre todo, cuando éste se articula con procesos de reflexión y
maduración colectiva acerca de los resultados de cada lucha o movilización,
analizando críticamente aciertos y deficiencias, fracasos y logros.
Y ¿cómo podemos favorecer la constitución de esos sujetos políticos?
Hay un recorrido de base
que debemos hacer acompañando y acompañados por otros para avanzar en un camino
que desemboca en construirnos mutuamente como protagonistas de la vida política y social. Un recorrido
que ha de partir de lo cotidiano, de los problemas del día a día, valorando los
espacios para afrontar junto con otros esas dificultades, porque el quehacer político vivido individualmente nada tiene que
ver con su vivencia de forma colectiva y comunitaria. Desde ahí habrá que ir
elevando la mirada para conjugar lo local con lo global, al tiempo que se
van dan pasos desde el mundo de los
valores, que hacen referencia a las cualidades, al mundo de las virtudes que se vinculan al modo de proceder. Y
desde ahí elaborar propuestas políticas que transformen la realidad existente. Lo podríamos resumir en los siguientes
pasos:
- Dejarse afectar por la realidad
- Desarrollar una conciencia crítica – formar criterios
- Descubrimiento del sentido social
- Forjar una voluntad social
- Disputar el sentido común
- Hacer una propuesta política
- Debatir esa propuesta con otros, enriquecerla y buscar apoyos intra e inter-sectoriales
- Consolidar los cambios propuestos sin descartar que esto se pueda hacer desde nuevas formas de institucionalización.
Este recorrido, entre otras
cosas, permitiría estar socialmente en lo político y políticamente en lo social.
Pero no es este el punto de llegada del recorrido, hay que hacer referencia a la vida inter-asociativa.
- Cada grupo auto-organizado debe tener claro los
elementos que le identifican, aquellos que son fundantes de su identidad y que,
por tanto, son esenciales en su aportación a la construcción de lo común.
- Hay que poner recursos para identificar otras
experiencias con las que converger en actividades y fines, creando redes colaborativas.
- Hay que trabajar los ámbitos sectoriales desde un
análisis universal, al tiempo que identificando aquellas claves que pueden ser
transversales a otros sectores y campos de quehacer.
- Hay que determinar cuáles son los problemas
centrales, aquellos que están presentes en distintas realidades y que, por
tanto, son los elementos fundamentales a afrontar en la tarea transformadora. Y
hay, además, que priorizarles para poder ser operativos.
- Hay que hacer una tarea de construcción de la unidad desde la pluralidad entre colectivos, que no se agota en
la acción. Unidad que es fundamental
para poder presionar e implantar las propuestas transformadoras y sin la cual
no podremos hablar de sujetos políticos sino sólo de actores políticos.
Necesitamos hacer posibles
los procesos destituyentes y los
constituyentes, necesitamos esos sujetos colectivos que los encarnen, y
todo ello sin perder de vista aspectos que son fundamentales:
- Que la persona ha de ser el centro de
toda construcción social, política, económica y cultural.
- Que no se trata tanto de tomar el poder
como de construirlo desde abajo.
- Que todo poder está llamado a
transformarse en servicio.
- Que la unidad exige
esfuerzo y dedicación pero también eleva y enriquece cualquier proyecto que llevemos
entre manos.
- Que el control desde lo
social y la construcción de una institucionalidad son dos elementos necesarios
para que los procesos de transformación puedan ser una realidad.
Está en tus manos, está en nuestras manos.
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Joaquín García, agradeciendo el
trabajo de construcción de pensamiento colectivo llevado a cabo desde la Escuela
Política del 15-M en el Barrio del Pilar.
Rebelión ha
publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de
Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en
otras fuentes.
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