martes, 29 de julio de 2014

“LA GLOBALIZACIÓN DE LA ECONOMÍA CREÓ LA GLOBALIZACIÓN DEL CRIMEN”.

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La mundialización del crimen organizado, es una de las consecuencias directa de la globalización de la economía de casino, del capitalismo salvaje, del capitalismo del desastre, del desprecio, explotación, marginación y exclusión violenta, de las élites del Poder político-financieras, tienen como “forma de vida” por los miles de millones que hoy representan el 99% de la población mundial, frente a ese 1% - dorado, privilegiado, elitizado y divinizado por el poder de la codicia y el fundamentalismo consumista, divinizado por el poder del “dios” mercado y los Nuevos Amos del Mundo, o el Club de Bilderberg. En la coyuntura actual, de la crisis estructural, sistémica del capitalismo, si no se produce hoy su hundimiento y destrucción final, es porque aún, tres grandes áreas de la industria global están en pleno crecimiento y desarrollo, unas y otra cumpliendo funciones de destrucción masiva.

La economía de las industrias culturales, hoy presente en la innovación tecnológica, las redes sociales y la comunicación electrónica, camina en un mundo paralelo, pero salvando del hundimiento del capitalismo. Sui innovación es diaria y permanente, llegando al extremo incluso que más del 80% de la población mundial seamos consumidores pasivos del mundo de la innovación tecnológica. Sin embargo, paralelo a la gran revolución de las tecnologías y las industrias culturales, está presente la economía de la guerra, unas veces exponiendo sus últimos cambios y transformaciones tecnológicas, pero en lo general, hoy es la economía mundial responsable de cómo el imperialismo y las corporaciones militares globales están generando genocidios completos, no solo hoy por parte del fascismo judío contra el pueblo Palestino, sino también a través de la OTAN,- convertido en el ejercito mundial de ocupación militar y el banco global – de expropiación de los miles de millones de los gobiernos intervenidos y ocupados militarmente  - de los países imperialistas del G-7 -.



El tráfico de drogas, es la parte más activa y criminal de una sociedad en riesgo global donde el crimen organizado se ha globalizado.
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Finalmente por el otro extremo de la sostenida producción  mundial, se encuentra la economía criminal – Paraísos Fiscales, corrupción, lavado de activos, narcotráfico, narcoterrorismo, prostitución infantil, migración ilegal – origen de la globalización de la indiferencia – la misma que ha originado, la inseguridad ciudadana – ha creado directamente la mundialización del crimen organizado – el chantaje, el sicariato, bandas de criminales organizadas – y más allá hoy encontramos la minería ilegal, criminal, muy poderosa en nuestro continente y “aceptada” históricamente por el propio carácter y contenido de la economía tradicional exportadora de materias primas y su propio modelo extractivista, depredadora del medio ambiente. Además, parte de esta cadena del crimen organizado, el narcotráfico y la corrupción generalizada, están presentes los narco-Estados y los propios Estados Inviables. Existe un riesgo destructivo-criminal, global en la sociedad actual, acelerado no solo por las propias consecuencias de la crisis – poli-crisis estructural sistémica – sino en concreto por la mundialización de las bandas de criminales organizados, y el propio espionaje globalizado desde el imperio, denunciado por el Agente norteamericano Edward Snowden – hoy asilado en Rusia -  originados e hijos directos de la globalización de la desigualdad económico social.

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La globalización de la economía creó la globalización del crimen. El crimen ya no es local; tiene raíces y conexiones en todo el mundo. Hay un gran flujo de dinero que proviene del crimen y pasa a la economía establecida. Eso crea lazos cercanos entre la política y el crimen organizado.

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“LA GLOBALIZACIÓN DE LA ECONOMÍA, CREÓ LA GLOBALIZACIÓN DEL CRIMEN”.

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Entrevista. Petros Markaris, escritor griego

Clarín X martes 29 de julio del 2014.

Las novelas policiales de Petros Markaris sobre el comisario Jaritos se han traducido a muchísimos idiomas y esa difusión global forma parte de un renacimiento del género policial a nivel internacional, con autores de distintas nacionalidades, por ejemplo Henning Mankell y Asa Larson. Actualmente, los géneros populares occidentales, sobre todo el policial, se leen y escriben en todo el mundo. Muchas novelas comparten esquemas, reglas y características de género que cruzan nacionalidades, costumbres, tradiciones literarias. Por eso, muchas veces, los lectores creen redescubrir en ellas a otros escritores que conocen.

Por formación, yo vi mucho de la novela negra estadounidense en los libros de Markaris. Y eso era un error: cuando le hablé del tema en la entrevista, él me dijo que sus referentes son sobre todo europeos y mediterráneos. Eso prueba que lo que reconocemos no son influencias específicas, nombres, sino el género mismo. Es el género el que construye puentes entre culturas. Y el género y sus puentes se apoyan a su vez en relaciones históricas importantes. La historia de las crisis económicas en Grecia y Argentina explica en gran parte la cercanía inquietante entre Markaris y sus lectores en nuestro país.

Leídas desde la experiencia argentina, Con el agua al cuello, Pan, educación, libertad y Liquidación final, las tres últimas novelas traducidas de Markaris, son una lección sobre los efectos de la deuda externa en países de la periferia. En esos libros, el inspector Jaritos se enfrenta a las consecuencias cotidianas de la crisis: desde el tránsito detenido por las marchas de protesta hasta las quitas en los salarios policiales y el deseo de abandonar el país que manifiestan los jóvenes. Esos detalles, constantes en Markaris, suenan absolutamente familiares para los argentinos que sufrieron el período 2001-2002. En esas novelas, los criminales cuestionan la validez de la ley a la que representa el policía sobre todo porque en esos momentos ni la ley ni el Estado ayudan a los ciudadanos –En sus libros sobre Jaritos, la situación económica, política y social del país pesan enormemente. ¿Por qué?

–No es nada que yo haya inventado. Sciascia y Montalbán hicieron lo mismo. La novela policial nórdica sigue el mismo camino.

–Entonces, hablamos de una característica del género.

–Yo creo que la novela policial está volviendo a la novela burguesa del siglo XIX. Muchos novelistas de ese siglo –desde Víctor Hugo a Charles Dickens; desde Fedor Dostoievski hasta Emile Zola– toman una historia criminal como punto de partida. Usan la historia del crimen como vehículo para hablar sobre la realidad social. Actualmente, muchos novelistas que escriben policiales hacen lo mismo. Usan la historia del crimen como pretexto para hablar sobre la realidad social, y a veces también sobre la política de sus países.

–¿Por qué es tan importante el dinero en sus novelas, sobre todo en las últimas?

–La globalización de la economía creó la globalización del crimen. El crimen ya no es local; tiene raíces y conexiones en todo el mundo. Hay un gran flujo de dinero que proviene del crimen y pasa a la economía establecida. Eso crea lazos cercanos entre la política y el crimen organizado. Por otra parte, en países como Grecia, que fueron pobres en casi toda su historia, el flujo de dinero de fuentes como los Estados Unidos ha creado un sistema de clientelismo, organizado y dirigido por las clases políticas. Mis novelas se ocupan de los dos aspectos de ese problema.

–¿Usted escribe con la intención de producir algún tipo de efecto fuera de la literatura? ¿Aceptaría la idea de que sus libros son “literatura política”?

–Bueno, como dije antes, uso el género policial para hablar sobre la realidad social y política de mi país. No estoy interesado en escribir novelas de esas que se dedican solamente a responder a la pregunta de “¿quién lo hizo?”.

–Leer sus últimos libros desde Argentina es una experiencia especial porque hay parecidos entre la Grecia de los últimos años y la Argentina de 2001-2002. ¿Sabía usted eso? Lo que pasó en mi país, ¿lo influyó en alguna forma?

–Conozco el colapso de la economía argentina en 2001 y 2002, sí. Lo conocía cuando escribí las novelas. Pero no los detalles. Y lo cierto es que una crisis económica produce los mismos efectos en todas partes. Tiene sentido que haya semejanzas entre la crisis argentina y la griega. También los hay entre la de España y la de Grecia.

–¿Cuál es su opinión sobre la capacidad que tiene un individuo para hacer alguna diferencia en una situación crítica como la que sufre Grecia hoy o la que sufrió la Argentina en los años 2001-2002?


–Luchar es la única opción, pero no es una opción fácil. Depende mucho de la generación. Mi generación creció en la lucha. Perdimos muchas batallas pero seguimos peleando. Por otro lado, éramos muy políticos. Al contrario, muchos hoy en día, sobre todo los jóvenes, desprecian la política. Y ese es su punto débil porque, no importa lo que pensemos de los políticos, la política está íntimamente conectada con nuestra vida cotidiana y nuestra lucha por la supervivencia. No hay resistencia sin una opción política.

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