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“DESPUES DE LA CRISIS. ALAIN TOURAINE.- ¿Qué ocurre con la vida
social después de una crisis económica? ¿Qué nos espera cuando salgamos de
la actual y qué transformaciones mostrará nuestra sociedad? ¿Quiénes serán los
promotores de esta renovación: los consumidores, las clases oprimidas, los
partidos políticos, los intelectuales, las mujeres? A estas preguntas responde
de manera contundente Después de la crisis, texto dirigido a los nuevos protagonistas
de eso que Alain Touraine ha denominado "situación postsocial", en
la que el sistema económico global, apoyado en recientes técnicas de
comunicación, está cada vez más dirigido por el capitalismo financiero. Para el
autor, estos actores –ya no organizados verticalmente, como los partidos políticos o los sindicatos, sino horizontalmente-
deben colocarse por encima de la realidad económica y social, en un nivel por
lo menos igual a aquel en que se formó
este sistema económico globalizado, y apelar a los derechos universales de
todo ser humano: a la existencia, a la
libertad y al reconocimiento por los demás de esa misma libertad. La estructura y el estilo de este inquietante ensayo convencerán al
lector de la importancia de replantear nuestra
forma de producir y consumir, a fin de garantizar la sustentabilidad
ecológica y el respeto a las libertades y los derechos humanos. Retroceder ante tal
tarea y limitarse a poner orden en la vida económica, sostiene Touraine, no
puede más que llevar a fracasos y a nuevas crisis”.
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NUDO GORDIANO Y CRISIS DEL
CAPITALISMO.
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Mónica Peralta Ramos *
Página /12 martes 15 de julio
del 2014.
Una crisis global asuela el mundo que conocemos. Las crisis de la
energía y de la alimentación, la degradación del medio ambiente, la recesión y
la crisis financiera, la pérdida de legitimidad de la democracia y el
vaciamiento de los valores de nuestra cultura son síntomas de las limitaciones
del capitalismo para reproducir y legitimar la estructura de relaciones de
poder a nivel global. El resquebrajamiento de esta estructura, basada en una
determinada forma de producción, apropiación y distribución del excedente
económico a nivel mundial, irrumpió en la escena política internacional a
través de la crisis financiera de 2008. Ignorar la índole sistémica de esta
crisis implica oscurecer los obstáculos que enfrentamos para lograr una mayor
inclusión social e integración nacional.
Las
crisis económicas son inherentes al desarrollo del modo de producción
capitalista y se caracterizan por un movimiento doble: destrucción de bienes,
activos y fuerzas productivas por un lado, y por el otro una creciente
concentración del capital y de la riqueza. La crisis financiera de 2008 ha
expuesto la enorme concentración de la riqueza y la creciente desigualdad
social en los países centrales, alentando un incipiente debate intelectual y
político sobre los mitos del capitalismo. Por otra parte, esta crisis global ha
desnudado la relación que existe entre la estructura de poder mundial y la que
predomina en nuestro país. Sin embargo, la desinformación impregna nuestra
coyuntura política. Esta desinformación fluye del relato de los medios de
comunicación, un relato que oculta toda información relativa a las relaciones
de poder y a su impacto sobre nuestra realidad inmediata. La ausencia de un
debate intelectual y político sobre el significado del momento actual también
contribuye a la desinformación. Sin información y sin debate no hay
conocimiento acabado de la realidad. Si desconocemos las relaciones de fuerzas
y la importancia relativa de los diversos conflictos y alianzas posibles, y si
ignoramos de dónde venimos y hacia dónde vamos, los intentos de transformar la
realidad quedarán truncos. La intención de esta nota es aportar al debate sobre
el momento que nos toca vivir.
La
necesidad de producir constantemente una ganancia y de realizarla en el mercado
ha dado lugar en los países centrales a una acumulación altamente intensiva en
capital, una acumulación que reemplaza continuamente fuerza de trabajo por
bienes de capital, provocando desocupación, estancamiento y caída de los
salarios, rápida obsolescencia tecnológica, sobre-acumulación de bienes, caída
de precios, y un enorme incremento de la capacidad ociosa instalada con
relación a la capacidad potencial existente. En consecuencia, los países
centrales enfrentan hoy día las amenazas de recesión y deflación en el contexto
de una creciente desigualdad social. La OCDE estima que hacia 2030 las tasas de
crecimiento del producto, del empleo y de las inversiones en stock de capital
de estos países serán inferiores a las logradas en las décadas del ’90 o del
2000, y el crecimiento de su ingreso medio anual será inferior a la tasa
promedio anual del crecimiento del ingreso mundial.
A
pesar de este estancamiento productivo, y más allá del rol de China en la
economía mundial que no podemos abordar ahora, los países centrales –y en
particular los Estados Unidos– controlan la producción a nivel global. La
acumulación altamente intensiva en capital ha dado lugar a una expansión del
capital hacia fuera de las fronteras a través de cadenas de valor. Un grupo
relativamente reducido de corporaciones multinacionales domina eslabones
estratégicos de estas cadenas de valor, controlando así un proceso que
desintegra la producción a nivel local, al mismo tiempo que la integra a nivel
global. De este modo, el capital monopólico/oligopólico determina la forma en
que se produce el excedente económico a nivel mundial. Asimismo tiene un rol
decisivo en el comercio internacional. En efecto, más del 80 por ciento de este
último transcurre hoy día a través de cadenas de valor y por las redes de
producción de las empresas multinacionales (filiales, contratistas,
proveedores, licenciatarios, etcétera). Esto coarta enormemente la posibilidad
que tienen los Estados de controlar el comercio exterior de sus respectivos
países y facilita las actividades especulativas a nivel comercial. En este
contexto, las rentas monopólicas adquieren una importancia crucial. Son un
mecanismo de succión del excedente económico y de la riqueza acumulada, e
impulsan un proceso de acumulación mundial basado en la desposesión lisa y
llana de vastos sectores sociales.
El
movimiento paradójico de fragmentación y de concentración que caracteriza la
producción capitalista a nivel mundial se reproduce en las finanzas
internacionales. La manipulación de las tasas de interés y las operaciones
especulativas de todo tipo constituyen los mecanismos utilizados por distintos
actores en su lucha por apropiar una mayor cuota del excedente económico y de
la riqueza acumulada. En este proceso turbulento, las rentas financieras
impulsan grandes transferencias de ingresos y la desposesión de múltiples y
diversos sectores sociales. Estas rentas han dado lugar a una clase rentista
que vive de comisiones financieras fijadas monopólicamente y transferidas a los
precios. La intervención del Estado en el sistema financiero de los países
centrales juega un rol crucial en estos procesos y tiende a impulsar la
concentración del capital.
La
especulación en torno de las hipotecas subprime en los Estados Unidos detonó la
crisis de 2008 y colocó al sistema financiero de este país al borde de la
quiebra. La solución ideada por la Reserva Federal para evitar el quebranto de
los principales bancos, y para otorgar crédito a la economía “real”, recayó en
una política de facilitación monetaria o quantitative easing (QE) consistente en
su primera fase en la compra sistemática y masiva de hipotecas “basura” en
posesión de los bancos. Esto revalorizó a estos activos y aumentó las reservas
líquidas de los bancos. Como contrapartida se regularon las actividades de
estos últimos, a fin de evitar su contaminación con inversiones especulativas.
Se salvó así a los grandes bancos de la quiebra, pero no se logró el objetivo
explícito de reavivar a la economía. El resultado inmediato fue el aumento de
las reservas de los grandes bancos y el crecimiento del crédito de corto plazo
otorgado por la “banca en las sombras” (shadow bank). Constituida por los hedge
funds, fondos de pensión, fondos soberanos, compañías de seguros etc., la banca
en la sombra no fue regulada y operó con tasas de interés mayores que las de
los bancos. De ahí las grandes y rápidas ganancias especulativas de este sector
a través de un complicado encadenamiento de operaciones con “derivados”
financieros (instrumentos financieros de distinto tipo cuyo valor deriva del
valor de otro activo subyacente: acciones, opciones, bonos corporativos, bonos
soberanos, swaps de tasas de interés, credit default swaps, etcétera). La banca
en la sombra financió gran parte de sus actividades con el uso y reuso (repos)
de los depósitos y garantías colaterales de los grandes bancos. De este modo,
la banca formal y la banca en las sombras quedaron cada vez mas
interconectadas. La magnitud de estas operaciones de corto plazo, su opacidad
al no figurar en la contabilidad de los bancos o de las entidades financieras y
la contaminación de los depósitos de los bancos con inversiones de alto riesgo
hacen de las finanzas un mundo salvaje, extremadamente turbulento y frágil. En
este casino de múltiples apuestas abiertas, la cláusula del safe harbor en
transacciones con derivados parece potenciar tanto la posibilidad de
concentración del capital como el riesgo de implosión financiera. Introducida
en la reforma financiera de 2005, esta cláusula exceptúa a los traders en
derivados de la cautelar (stay) que bloquea los esfuerzos del acreedor por
cobrar la deuda, otorgándoles así derechos especiales y prioridad en el cobro
de la deuda. Esto facilitaría la concentración del capital, al permitir que los
acreedores –y especialmente los grandes bancos con grandes tenencias de
derivados– exijan el pago inmediato de la deuda y se apropien de los activos de
los deudores. Los colapsos de Bear Stearn, Lehman Brothers, AIG y más
recientemente el colapso de MF Global, en 2011, habrían sido detonados por la
súbita paralización de las transacciones con derivados por parte de sus
respectivos socios y el consiguiente saqueo de estas entidades, aplicando la
cláusula del safe harbor. La posibilidad de una estampida para liquidar
colaterales por parte de entidades financieras que tienen repos y derivados con
cláusula de safe harbor amenazaría así la estabilidad del sistema financiero
norteamericano.
La
debacle financiera de las economías más frágiles de la Comunidad Europea
muestra cómo las turbulencias financieras de Estados Unidos se reproducen en
las finanzas internacionales. En estas turbulencias se encuentra atrapada la
deuda soberana de muchos países. En este contexto salvaje, los fondos buitre
que amenazan la reestructuración de la deuda argentina no son una anomalía. Son
una expresión más de la lucha encarnizada por la apropiación del excedente
económico, de los ingresos y de la riqueza acumulada. Encarnan en nuestra
realidad las turbulencias de las finanzas internacionales. Nuestra
vulnerabilidad frente a esta ofensiva no surge simplemente del peso de nuestra
deuda externa. El principal obstáculo para enfrentar a los fondos buitre es el
nudo gordiano que nos oprime y que hemos analizado anteriormente en este diario
(13/11/2011, 20/1/2014 y 14/3/2014). La acumulación del capital en condiciones
de dependencia tecnológica ha dado lugar al control monopólico/oligopólico de
sectores clave de nuestra economía. Los lazos de este nudo gordiano: la
restricción externa, la corrida cambiaria y la inflación, siembran el
canibalismo social, fomentan la inestabilidad política y nos condenan al
estancamiento económico. Estos lazos del nudo gordiano son el principal
obstáculo al manejo soberano de la deuda externa y desnudan la relación
existente entre la estructura de poder global y la que existe en nuestro país.
En este contexto, la formación monopólica de los precios y su dolarización
adquieren una dimensión nueva. Estos procesos indican el campo donde se
encarnan y fusionan inmediatamente los principales conflictos sociales. De ahí
la importancia y la urgencia de crear espacios institucionales que permitan una
movilización organizada de la ciudadanía con el fin de controlar la formación
de precios a lo largo de las cadenas de valor, desde la producción hasta el
consumo. Esto arrojará luz sobre el vuelo rasante de los buitres internos que,
favorecidos por las limitaciones para obtener divisas como consecuencia de la
restricción externa, utilizan las corridas cambiarias y la dolarización de
precios para coartar la política oficial y perpetuar en nuestro país la
estructura de poder global. Estos espacios permitirán, además, dar eficiencia y
legitimidad a la política de Precios Cuidados. Más importante aún, esta
experiencia de participación colectiva en la lucha contra un mal que nos aqueja
a todos permitirá articular alianzas entre sectores con intereses diferentes y
contribuirá a limitar el canibalismo social, allanando el camino hacia la
inclusión social y la integridad nacional.
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* Socióloga, autora de La economía política argentina. Poder y clases
sociales.
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