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Default. Se denomina
suspensión de pagos, insolvencia o cesación de pagos, a la situación concursal
en la cual una persona, familia, empresa o una sociedad mercantil se encuentra
cuando no puede pagar la totalidad de las deudas que tiene con sus acreedores
por falta de liquidez o dinero en efectivo.
Cuando un País entra en default o
cesación de pagos.- Con
lo que está pasando en Grecia, Irlanda,
Portugal, Italia, España y otros países que deben más de lo que
tienen, acecha el fantasma de una verdadera crisis económica y surge la
inquietud respecto a qué pasa cuando un
país entra en default o cesación de pagos. Un país que quiebra
económicamente, significa que entrará o podrá entrar en default o cesación de
pagos. Esto es que no paga más sus
obligaciones financieras. No paga sus deudas. Un país quebrado puede tomar
dos caminos para hacer frente a la situación. Un camino que afecta a sus
acreedores (léase poderoso banqueros) y el otro camino que afecta a su
población. Vemos que en el caso de Grecia se ha optado por el segundo camino.
Cuando se quiebra un país, sucede lo mismo que cuando se quiebra una familia o
una empresa. El dinero se agota y hay
que definir prioridades. ¿O se come o se pagan las deudas?
Cuando la decisión es
comer y no pagar las deudas, se dice que el país ha entrado en default o
cesación de pagos. No pagará las
deudas a sus acreedores y estos llevarán la peor parte. Cuando la decisión es
no comer y pagar las deudas es cuando vienen los recortes a los beneficios
sociales. Los trabajadores son
despedidos. Entre los trabajadores despedidos están docentes, médicos, etc.,
de modo que esto tiene un efecto directo en el bienestar de la población. A los
trabajadores que no son despedidos se les baja el sueldo. Se bajan las pensiones. Recortes y más recortes para cumplir con los bancos.
Nada diferente a una familia, ¿verdad?. Cuando
la decisión es pagar y no comer, los impuestos se suben. No se invierte más
en hospitales, escuelas, carreteras, ni en subsidios para sectores
desprotegidos de la población, etc. Todo
es para pagar deudas. Incluso se vende todo. Hay países que han vendido las carreteras, los acueductos, las fuentes
de agua, los edificios históricos, los hospitales, las universidades, incluso hasta los bosques y reservas
naturales, y los banqueros, por supuesto que presionan hasta llegar a
este punto ya que el objetivo neoliberal es la privatización absoluta, por el camino que sea y el camino de la
deuda ha resultado muy efectivo.
Un país en crisis - recesión, default - los primeras víctimas son los trabajadores públicos: Maestros, Médicos, Docentes Universitarios, Policías, Enfermeras, etc. Los primeros y grandes beneficiados, aunque usted no lo crea, los bancos
***
“El mundo está sometido a una crisis
global, -recesión, default – plagada de
conflictos regionales y locales que amenazan desde múltiples aristas la
supervivencia de la espacie humana y sus efectos arrojan sobre los trabajadores
y los pueblos el desempleo, la rebaja de los salarios, la pérdida de los beneficios
sociales, el despojo de sus viviendas, los lanzan al hambre y la miseria y son
totalmente reprimidos cuando protestan”.
***
Todas estas medidas
hacen que el consumo interno se derrumbe, las empresas se quiebren y el desempleo
se dispare. Quien paga las consecuencias de todo esto es la
población que tendrá que arreglárselas para sobrevivir, y si eso no es posible, morir de hambre como
a diario sucede en África, o e en Haití,
o aquí más cerca en Colombia en zonas como Chocó, o incluso más cerca como en
las periferias de Bogotá. La
decisión de pagar o comer la toman los políticos, y por lo general estos, al
ser financiaros por el sector financiero que es el acreedor, se imponen, de
modo que siempre se opta por pagar antes que comer. Sólo se conocen tres excepciones: Argentina, Rusia y recientemente Islandia, países que tomaron en su
momento la decisión de no pagar, y como podemos ver, nada malo pasó, excepto, claro, las pérdidas que sufrieron los
banqueros. Pero un país tiene ventajas frente a una familia o a una empresa
que se quiebra. Los países no pueden ser
embargados. Si un país vende sus montañas, sus aguas, sus carretas o sus
entrañas, lo hace “voluntariamente”, no porque pueda ser obligado (sí
presionado), o porque sea embargado o expropiado por el deudor. Esto es suficiente razón para que
algunos países hayan tomado la decisión de no pagar antes de llevar a la ruina
a sus pobladores. Ahora,
que si el país no paga, es decir entra en default, ¿Qué puede pasar?
pues no lo
prestan más dinero, lo cual no suele ser negativo, ya que un país
endeudado, el dinero que le prestan solo
alcanza para pagar sus deudas, pero como no las pagará, no hay problema,
con los pocos ingresos propios que obtenga será suficiente para atender
dignamente a su población como en efecto
lo hizo Islandia, ese pequeño país europeo del que nadie habla porque temen
que alguien se le ocurra seguir su ejemplo. Una familia que gana un salario mínimo y no paga sus deudas, no le
prestarán más dinero pero con ese salario
mínimo puede sobrevivir, pero si destina ese salario mínimo a pagar las
deudas, sencillamente
no podrá comer, de modo que siempre será mejor no pagar antes que no comer.
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Cristina, el país no va entrar en default.
La Presidenta Cristina Kirchner reiteró que el país no va entrar en default., “porque
en default entran los que no pagan y Argentina pagó” y ratificó que el gobierno
busca “honrar las deudas con el 100 por ciento de los acreedores, en forma
justa, equitativa y sustentable”. Con este tipo de cumplimientos, el capital
buitre y la corporaciones en general no pierden un dólar, al contrario aseguran
el 100 por ciento de sus inversiones y ganancias, “justas, equitativas y
sustentables”.
***
JORGE ALTAMIRA: QUIÉN LE TEME
AL “DEFAULT”.
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Jorge Altamira (especial para ARGENPRESS.info).
Jueves,
24 de julio del 2014.
Desde estas páginas hemos señalado
en varias ocasiones los límites feroces que tiene el ‘plan B’ que pergeña el
gobierno K (Cristina Kirchner), en caso de ‘defoltear’ con los fondos buitres. De acuerdo a un
especialista en estos asuntos, Marcelo Etchebarne, “… en mayo pasado, según se
filtró a la prensa, la recomendación de los abogados de Argentina habría sido
“defaultear y reestructurar todo” (Clarín, 23.7). En esta eventualidad,
Argentina canjearía la totalidad de la deuda actual por títulos nuevos bajo
legislación local.
Las monedas de la deuda nueva no
deberían ser en dólares, porque en ese caso podría ser objeto de interdicción
por parte de la Justicia de Estados Unidos o simplemente por la Comisión de
Valores, como acaba de ocurrir con el Banque National de Paris, el cual fue
multado por u$s 10 mil millones de dólares y excluido del sistema de compensaciones
de pagos, a pesar de ser francés, por haber infringido el embargo comercial de
Estados Unidos a Cuba, Iran y Sudan. Las autoridades norteamericanos han
declarado que cualquier transacción en dólares opera bajo la jurisdicción de su
país. A esta prepotencia, el juez Griesa ha agregado un grano de cosecha propia
al prohibir el pago de la deuda regular de Argentina también en euros y yenes,
fuera de Estados Unidos, porque contravendría su fallo de pago simultáneo a los
fondos buitres.
“Defoltear y reestructurar todo” sería una especie último recurso para rescatar el conjunto, un 93%, de la deuda externa de Argentina, cuyo pago se encuentra bloqueado en todas las capitales financieras. La alternativa es fogoneada desde el diario Bae (18.7), donde el columnista Alejandro Bercovich, que abreva en el ministerio de Kicillof, ilustra que “Costa de Marfil salió del default en 2011y colocó deuda ayer a 5.62% a 10 años y Ecuador a 7.95 por ciento”, en este caso después de un cese parcial de pagos - un 30% - hace seis años y con una economía petrolera dolarizada.
“Defoltear y reestructurar todo” sería una especie último recurso para rescatar el conjunto, un 93%, de la deuda externa de Argentina, cuyo pago se encuentra bloqueado en todas las capitales financieras. La alternativa es fogoneada desde el diario Bae (18.7), donde el columnista Alejandro Bercovich, que abreva en el ministerio de Kicillof, ilustra que “Costa de Marfil salió del default en 2011y colocó deuda ayer a 5.62% a 10 años y Ecuador a 7.95 por ciento”, en este caso después de un cese parcial de pagos - un 30% - hace seis años y con una economía petrolera dolarizada.
Poner como vía de salida un nuevo
endeudamiento a una tasa usuraria es un despropósito; es la misma tasa que paga
la deuda emitida para saldar la indemnización con Repsol y la que reclaman los
fondos buitres para cancelar la deuda que se encuentra en ‘defol’. Todo el
asunto del ‘plan B’ es, sin embargo, puro palabrerío: cualquier ‘defol’ con los
buitres conduciría, por fuerza, a una nueva renegociación del total, ya que
activaría el pago de los seguros contra ‘defol’ de Argentina y el pago integral
de la deuda reestructurada en 2005 y 2010. En estas condiciones, suponer que
los acreedores aceptarían un canje a las mismas tasas de interés y bajo
legislación de Argentina, está cerca de la fantasía.
La limitación más fuerte que tendría un ‘defol’ K es, sin embargo, la ausencia de un plan económico para hacer frente a la sequía de recursos que seguiría a la medida y al boicot financiero no ya internacional sino local. La prueba más firme de que los K aborrecen de un ‘defol’ es, precisamente, la falta, digamos, de ‘un plan B’ para el conjunto de la economía, no para el pago de la deuda. La fuga de capitales es, en Argentina, completamente legal, esto a través de la operación conocida como ‘contado con liqui’, que se efectúa en la Bolsa de Comercio.
Lo que es claro, sin embargo, es que si Argentina salda su débito con los buitres en las condiciones insinuadas por ellos mismos y por los K, o sea las mismas que se establecieron con Repsol, el monto a pagar superaría, a valor presente, los u$s 30 mil millones, debido a la tasa usuraria que lo acompaña. Sumados a los ‘arreglos’ ya firmados con esta petrolera, el Club de París y los fondos que litigan en el Banco Mundial, la deuda externa crecería, de una vez, en u$s 50 a 60 mil millones de dólares. Este incremento se pagaría a corto plazo - en los próximos cinco años. La deuda pública se iría así a cerca de u$s 350 mil millones, una vez que se le añade la del Banco Central con los bancos locales. La función confiscatoria de la deuda externa sobre el ahorro nacional se reforzaría en forma brutal. Las prioridades de desenvolvimiento de la economía pasarían a ser monopolio absoluto del capital financiero internacional.
‘Defoltear’ la deuda con los fondos buitres no sería solamente ‘un mal menor’, sino una verdadera oportunidad, esto si sirviera para repudiar toda la deuda usuraria, o sea eliminar la deuda externa como condicionante definitivo de la economía y de la política. Pero no puede ser una respuesta aislada y malvinera: debe ser acompañada por un cambio en profundidad del régimen económico y político vigente. Esto significaría nacionalizar el sistema bancario y el comercio exterior, bajo dirección de los trabajadores, para concentrar el ahorro nacional y los recursos financieros, y destinarlos a un plan de industrialización y de objetivos sociales. También significaría abrir los libros y cuentas de las grandes empresas y establecer un control obrero generalizado, de modo de orientar sus excedentes a prioridades fundamentales. Implicaría terminar con el despilfarro corrupto de los enormes sobreprecios en la obra pública y el rediseño de sus objetivos, así como poner fin a los negocios parasitarios, mediante su confiscación, empezando por el juego.
La limitación más fuerte que tendría un ‘defol’ K es, sin embargo, la ausencia de un plan económico para hacer frente a la sequía de recursos que seguiría a la medida y al boicot financiero no ya internacional sino local. La prueba más firme de que los K aborrecen de un ‘defol’ es, precisamente, la falta, digamos, de ‘un plan B’ para el conjunto de la economía, no para el pago de la deuda. La fuga de capitales es, en Argentina, completamente legal, esto a través de la operación conocida como ‘contado con liqui’, que se efectúa en la Bolsa de Comercio.
Lo que es claro, sin embargo, es que si Argentina salda su débito con los buitres en las condiciones insinuadas por ellos mismos y por los K, o sea las mismas que se establecieron con Repsol, el monto a pagar superaría, a valor presente, los u$s 30 mil millones, debido a la tasa usuraria que lo acompaña. Sumados a los ‘arreglos’ ya firmados con esta petrolera, el Club de París y los fondos que litigan en el Banco Mundial, la deuda externa crecería, de una vez, en u$s 50 a 60 mil millones de dólares. Este incremento se pagaría a corto plazo - en los próximos cinco años. La deuda pública se iría así a cerca de u$s 350 mil millones, una vez que se le añade la del Banco Central con los bancos locales. La función confiscatoria de la deuda externa sobre el ahorro nacional se reforzaría en forma brutal. Las prioridades de desenvolvimiento de la economía pasarían a ser monopolio absoluto del capital financiero internacional.
‘Defoltear’ la deuda con los fondos buitres no sería solamente ‘un mal menor’, sino una verdadera oportunidad, esto si sirviera para repudiar toda la deuda usuraria, o sea eliminar la deuda externa como condicionante definitivo de la economía y de la política. Pero no puede ser una respuesta aislada y malvinera: debe ser acompañada por un cambio en profundidad del régimen económico y político vigente. Esto significaría nacionalizar el sistema bancario y el comercio exterior, bajo dirección de los trabajadores, para concentrar el ahorro nacional y los recursos financieros, y destinarlos a un plan de industrialización y de objetivos sociales. También significaría abrir los libros y cuentas de las grandes empresas y establecer un control obrero generalizado, de modo de orientar sus excedentes a prioridades fundamentales. Implicaría terminar con el despilfarro corrupto de los enormes sobreprecios en la obra pública y el rediseño de sus objetivos, así como poner fin a los negocios parasitarios, mediante su confiscación, empezando por el juego.
La crisis de deuda no es otra cosa
que el estallido de una contradicción fundamental entre el desarrollo de las
fuerzas productivas, por un lado, y la naturaleza confiscatoria y parasitaria
de la deuda externa y la deuda pública en general, en especial en las
condiciones de la decadencia capitalista y del colapso económico internacional.
Esta crisis no tiene salidas ‘mejores’ o ‘peores’; tiene una salida
capitalista, lo cual implica una mayor estrangulamiento de las fuerzas
productivas, mayor explotación social y mayor miseria -esto por un lado-. Y
tiene una salida anticapitalista, lo cual implica la transformación de todas las condiciones
económicas y sociales que han llevado a este impasse histórico.
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