miércoles, 16 de julio de 2014

FALSEDADES DE LA PARTIDOCRACIA NEOLIBERAL: BIPARTIDISMO MAXIMIZA GOBERNABILIDAD.

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BIPARTIDISMO, PRESIDENCIALISMO Y GOBERNABILIDAD.- Colega, y la Gobernabilidad, se olvidó?,  el “bipartidismo político” lo secuestro totalmente, y hoy descansa plácidamente en los brazos de las élites tecnocráticas,  o el pluralismo político lo devoró, ( en un escenario de inestabilidad política, lo desapareció) y al final nos encontramos simplemente con una mirada política desolada, añorada, por una posición política aparentemente democrática, puesto que golpea al izquierdismo populista de Venezuela, Bolivia y Ecuador, como también a la centro derecha en su país o la derecha extrema en Europa (Francia, España, Inglaterra) donde ganaron las elecciones al Euro-Parlamento. Para encontrarla sociológicamente a la gobernabilidad democrática, era necesario profundizar la mirada en relación, primero a un “mundo emergente” en todo América latina: la Nueva Sociedad Civil, Real, los Movimientos Sociales (como nuevas formas de hacer política, nuevos actores sociales, diferente capital político democrático, producto de la intensa participación ciudadana y enfrentados totalmente a las políticas vigentes de las “democracias” electorales, hoy favorables al “nuevo” proceso de dominación capitalista: “El Consenso de los Commodities”, del capital corporativo global) y segundo el “status-quo”, vigente hoy, con políticas neoliberales, democracias electorales, el Presidencialismo – incluso hiper-presidencialismo mediático-) “gran” crecimiento macro-económico, como extrema y extensa desigualdad económico- social – el continente más desigual del mundo, – hoy el más inseguro, extrema violencia urbana, avance de la economía criminal y “narco-Estados). Miramos con profundidad, que en este escenario – realidad vigente – latinoamericana, están presentes las políticas, unas que generan y construyen gobernabilidad y otras que aplican, imponen y radicalizan sus políticas  - la gobernabilidad desde el poder - en defensa del sistema vigente.


En la política actual -  crisis estructural -  manifiesta en su extrema manifestación, la pérdida de Confianza, en las Instituciones -Partidos políticos, organismos gubernamentales - en los políticos, por farsantes, mentirosos y corruptos, el proceso de reconstrucción de la política, pasa por un largo tiempo, por la práctica intensiva de la Participación Ciudadana, la forja de una nueva Ciudadanía, el reconocimiento de la verdadera importancia social y política que tiene la Sociedad Civil, entonces estaremos construyendo paralelamente nuevos Líderes, nuevas plataformas de lucha y nuevos programas de gobierno (Capital Político Democrático) es decir, el proceso político complejo por su naturaleza nos está conduciendo a la forja de una Nueva Democracia de Ciudadanos, Participativa e Intercultural, escenario altamente productivo para fraguar directamente la Gobernabilidad Democrática.

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La Sociología Política, visualizar, donde está presente la Gobernabilidad, en la amplia, múltiple, turbulenta y multipolar avenida del siglo XXI, dos aceras,  dos alternativas políticas: Primero desde la Sociedad Civil, Real, (Poder Popular Local), emergente, plural, democrático (aún en proceso de construcción, en un escenario de poli-crisis del sistema capitalista y su correspondiente crisis estructural de la Política – el colapso de occidente -) proceso político latinoamericano, progresista, “nacionalista”, “populista” izquierdista, plural, por lo general sin partidos políticos –  una lucha política entre la “vieja izquierda” reformista y electoral, y los “nuevos” movimientos sociales, actores, lideres, capital político – contestatarios, post-neoliberales - en sistemas democráticos por lo general de “baja intensidad”, lucha  estratégica por un Nueva Democracia de Ciudadanos, Participativa, defensa y protección de la Madre Naturaleza. y Segundo, las políticas de las élites gobernantes, (sus partidos políticos, bipartidismo, pluralismo, presidencialismo (hiper) en democracias por los general de “baja intensidad”) hoy garantizan la seguridad,  viabilidad y defensa, de las grandes inversiones de las empresas transnacionales y mega-corporaciones, en un continente dividido – favorable a los intereses corporativos – por un lado la Alianza del Pacífico (el ALCA de retorno? y los intereses del imperio) y por otro, MERCOSUR,  UNASUR y  el CELAC . (Hoy presentes en Brasil, en la Cumbre de las economías emergentes mundiales (BRIChS), en definitiva el proceso político es cada vez más complejo, expresión de un continente de economías múltiples, profunda y extensa heterogeneidad social, amplia y rica diversidad cultural, turbulencia y polarización en un escenario de defensa y protección de los territorios como patrimonio cultural de sus pueblos y la Soberanía Nacional ante el avance “brutal” de las políticas asimétricas, verticales, violentas de la globalización neoliberal. (los poderes facticos globales).

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FALSEDADES DE LA PARTIDOCRACIA NEOLIBERAL: BIPARTIDISMO MAXIMIZA GOBERNABILIDAD.
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OPINIÓN.- El País. Costa Rica. Miércoles 16 de julio del 2014.

José Luis Vega Carballo. Sociólogo.

Columna “Pensamiento Crítico”. 

Bipartidismo, presidencialismo y gobernabilidad.

Se ha puesto de moda en Europa y algunas partes de Latinoamérica el afirmar que el multipartidismo es un sistema que no garantiza la gobernabilidad y estabilidad democráticas; tampoco el mejor entorno para las finanzas y economías de mercado. Asimismo, se le achaca ser un factor desestabilizador por excelencia de cualquier régimen presidencialista, como el costarricense, ya que éste funciona bien solo cuando hay un uni-o bipartidismo y resulta fácil más fácil formar mayorías parlamentarias afines al Ejecutivo que cuando hay muchos partidos y fracciones, se complican las negociaciones, y las coaliciones tienen a volverse más inestables y menos duraderas. De ahí que se insista en la idea de que un régimen parlamentario no nos conviene debido a que fomenta el pluralismo y la diversidad entre los actores políticos y, por ese camino, las divisiones y polarizaciones que acompañan a toda desestabilización.

Más aún, se piensa que el bipartidismo favorece la continuidad de las denominadas “Partidocracias” que frenan las presiones provenientes de los ciudadanos, de los movimientos sociales y los grupos organizados de la sociedad civil, a las cuales se consideran como causas de inestabilidad y fuente de obstrucción para un buen gobierno y un eficaz funcionamiento de las élites y los partidos.

Recordemos que en esta columna hemos indicado la hegemonía que tuvo en nuestro país una partidocracia que llegó a su apogeo en tiempos del bipartidismo y el cogobierno del PLN con el PUSC (o el PLUSC) entre los años de 1996 y 1998. Esto nos llevó al predominio de una democracia de partidos, representativa y elitista (u oligárquica), reacia a abrir canales alternativos de participación y control al electorado, y en esa medida muy excluyente de la ciudadanía. Por supuesto, que una estructura así encapsula y reduce mucho las tensiones políticas y esto lo aprecian los sectores conservadores; pero esto sucede al precio de desmovilizar y marginar a la ciudadanía junto a las organizaciones del movimiento social, dejándola sujeta a una sola opción para participar en política: la de votar cada cuatro años, aparte de tener que elegir a sus representantes de listas cerradas de candidatos a quienes solo los partidos pueden nominar, siendo generalmente escogidos a dedo o por línea trazada desde arriba por las cúpulas partidistas.

Mas no todo es aquí color de rosa.

Pero, ¿es realmente cierto que el pluralismo político-partidista es una amenaza para la democracia y el bipartidismo su mejor garantía? No tanto.

Bajo circunstancias dominadas por la partidocracia, puede notarse cómo los partidos se convierten en maquinarias electorales y escaleras para acceder a puestos en los mandos superiores del Estado, algo que queda reservado a sus dirigentes y más fieles seguidores. Esto hace que las agrupaciones se vuelvan cascarones vacíos, carentes de visión y programas; y que el poder lo ejerzan políticos y tecnócratas quienes, salvo raras excepciones, responden principalmente a los designios de minorías económicas poderosas, cuyos intereses los diputados y altos funcionarios representan y reproducen sin que haya una verdadera representación y mediación de los intereses de la sociedad civil y de las grandes mayorías sociales, obligadas a conformarse con ser impotentes masas de votantes desheredados políticamente. Como vemos, algo que para nada favorece a la democracia desde abajo, desde de la gente, pero sí la que es ejercida desde las cúpulas y por arriba.

Al final, en este esquema de una democracia de baja intensidad y con participación muy limitada, el Estado termina siendo administrado como si fuera la propiedad particular de la partidocracia, es decir, privatizado y transformado en un monopolio de hecho que beneficia al mundo de los negocios locales y transnacionales y al que nos hemos referido en anteriores columna como un “Supra Sistema de la Corrupción Planificada (SSCP)”, o sea, un gravísimo problema para el presente y futuro de una democracia que aspire a ser decente, transparente y eficiente.

El bipartidismo a la defensiva y buscando forjar “Grandes Coaliciones”.

No obstante las enormes limitaciones y déficits que muestran en su desempeño, las partidocracias de la era del neoliberalismo y la globalización desean en estos tiempos proteger a todo trance sus dominios y privilegios frente a lo que perciben como los grandes peligros del extremismo que las acecha. Lo cual pasa por mantener y reforzar el bipartidismo, máxime si hay amenazas de “chavismo” o “populismo bolivariano” en las cercanías y si aparecen en el horizontes otras perturbaciones emanadas desde la sociedad civil en países que han sido muy azotados por la Gran Recesión del 2008 con altas tasas de desempleo, subempleo y exclusión social.

Y, en aquellos países donde el bipartidismo ha sido socavado por el avance del pluralismo político y los movimientos sociales -como es el caso costarricense desde 1998 a la fecha-, entonces lo más provechoso y cómodo será para las élites retornar al sistema del bipartidismo, mediante la formación de alianzas centristas a cargo de fuerzas políticas conservadoras y mayoritarias de centro-derecha para poner fin a la fragmentación y dispersión del poder. Es cuando se habla, como en España, de la necesidad de construir “Gobiernos de Concentración” que atajen las fuerzas centrífugas que podrían llegar a provocar la desintegración de los sistemas políticos y el status quo, con el consiguiente grave riesgo de que con ello abran las puertas a la entronización de dictaduras o dictablandas, mayormente de corte populista e izquierdizante.

Es una tesis que ya ha sido defendida por altos dirigentes del PLN como, por ejemplo, Enrique Obregón y el ex candidato Johnny Araya quien habló hace poco de forjar un “gobierno de unidad nacional” con quienes encabezaran las votaciones de este año, y por Rolando Laclé del PUSC. No obstante, del lado del PAC ha reinado el mayor silencio sobre el asunto, al menos por el momento. Aunque sabemos que las cosas podrían cambiar de repente en el seno de un entorno político tan inestable como el actual y en donde, para gobernar de veras, pareciera no bastar un simple gane de gran mayoría electoral y social, como el que catapultó a Luis Guillermo Solís a Zapote, ni tener un partido con programa y oferta electoral definidos. Y se señala insistentemente en nuestro medio que el espejo en el cual debemos mirarnos todos es el de Venezuela, Bolivia y Ecuador, sobre todo temiendo el acercamiento del PAC al Frente Amplio y a un sector del sindicalismo gremialista.

Otro espejo emergente donde mirarse.

Es en Europa donde mejor puede captarse la tendencia a fortalecer las partidocracias y los bipartidismos por iniciativa de las élites gobernantes apegadas al programa económico neoliberal. Por ejemplo, se está haciendo desde la derecha española con el Partido Popular (PP) en el poder y la alta dirigencia del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en la oposición. Téngase presente que ambas formaciones ha sido debilitadas por una prolongada recesión económica y por el veloz surgimiento de diversas fuerzas salidas del centro-izquierda -tanto de partidos como de organizaciones autónomas de la sociedad civil-, las que han retado a ese bipartidismo treintañero hasta ponerlo en jaque en las última elecciones 2014 para elegir diputados al parlamento de la Unión Europea (UE). Una tendencia que observamos también en otras partes de la zona, como Portugal, Grecia e Italia, donde coaliciones parecidas han sido impulsadas por la misma UE como rehenes del poder económico dominante; y como una garantía para los mercados de que los gobiernos no irán a una bancarrota financiera, así como para interponer barreras en contra a lo que sus protagonistas de la medida llaman “peligrosos extremismos”.

En España los protagonistas del dúo PP-PSOE, en específico apuntan desde el mes de mayo al modelo alemán de coalición del partido gobernante democristiano-liberal (CDU/CSU) de la canciller Merkel con el partido Social Demócrata (SPD), la llamada “Grosse Koalition” o Groko, como el ideal a alcanzar para las elecciones del 2015. Un matrimonio de conveniencia centro-derechista pactado en Berlín luego de tres meses de negociación a finales del año pasado, producto de una necesidad aritmética y del afán por normalizar la política y contener, según sus artífices, el ascenso de los ecologistas (o verdes) y de varias otras agrupaciones tanto de la izquierda como de la derecha neonazi, la cual se halla en pleno auge electoral a lo largo de Europa, incluidas Inglaterra y Francia, países donde sorpresivamente ganó las últimas elecciones al parlamento europeo. Ya veremos si cuaja la opción.

De tal manera que los interesados en nuestro medio de alejar los peligros de la ingobernabilidad proclamada como uno de los mayores males de la democracia, pueden hallar en esos experimentos en marcha un espejo donde mirarse. Y hasta inspirarse podrían allí quienes estén barajando la posibilidad de extraer algunas enseñanzas que ayuden a revivir el bipartidismo en Costa Rica; al que muchos siguen añorando como quizás la mejor opción a mano para librar a nuestra democracia de los males del populismo, al que suponen escondido detrás de la tesis acerca de la necesidad de acelerar en Costa Rica la transición hacia un régimen parlamentario y de democracia participativa, y no en el viejo y caduco presidencialismo con sus sesgos autoritarios y elitistas.

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(*) Sociólogo.

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