BIPARTIDISMO,
PRESIDENCIALISMO Y GOBERNABILIDAD.- Colega, y la Gobernabilidad, se
olvidó?, el “bipartidismo político”
lo secuestro totalmente, y hoy descansa plácidamente en los brazos de las
élites tecnocráticas, o el pluralismo
político lo devoró, ( en un escenario de inestabilidad política, lo
desapareció) y al final nos encontramos simplemente con una mirada política
desolada, añorada, por una posición política aparentemente democrática, puesto
que golpea al izquierdismo populista de Venezuela, Bolivia y Ecuador, como
también a la centro derecha en su país o la derecha extrema en Europa (Francia,
España, Inglaterra) donde ganaron las elecciones al Euro-Parlamento. Para
encontrarla sociológicamente a la gobernabilidad democrática, era necesario
profundizar la mirada en relación, primero a un “mundo emergente” en todo
América latina: la Nueva Sociedad Civil, Real, los Movimientos Sociales (como
nuevas formas de hacer política, nuevos actores sociales, diferente capital
político democrático, producto de la intensa participación ciudadana y
enfrentados totalmente a las políticas vigentes de las “democracias”
electorales, hoy favorables al “nuevo” proceso de dominación capitalista: “El
Consenso de los Commodities”, del capital corporativo global) y segundo el
“status-quo”, vigente hoy, con políticas neoliberales, democracias electorales,
el Presidencialismo – incluso hiper-presidencialismo mediático-) “gran”
crecimiento macro-económico, como extrema y extensa desigualdad económico-
social – el continente más desigual del mundo, – hoy el más inseguro, extrema
violencia urbana, avance de la economía criminal y “narco-Estados). Miramos con
profundidad, que en este escenario – realidad vigente – latinoamericana, están
presentes las políticas, unas que generan y construyen gobernabilidad y otras
que aplican, imponen y radicalizan sus políticas - la gobernabilidad desde el poder - en
defensa del sistema vigente.
En
la política actual - crisis estructural - manifiesta en su extrema manifestación, la pérdida
de Confianza, en las Instituciones -Partidos políticos, organismos
gubernamentales - en los políticos, por farsantes, mentirosos y corruptos, el
proceso de reconstrucción de la política, pasa por un largo tiempo, por la
práctica intensiva de la Participación Ciudadana,
la forja de una nueva Ciudadanía, el reconocimiento
de la verdadera importancia social y política que tiene la Sociedad Civil, entonces estaremos construyendo
paralelamente nuevos Líderes, nuevas plataformas
de lucha y nuevos programas de gobierno (Capital Político
Democrático) es decir, el proceso político complejo por su naturaleza nos
está conduciendo a la forja de una Nueva Democracia de
Ciudadanos, Participativa e Intercultural, escenario altamente productivo
para fraguar directamente la Gobernabilidad
Democrática.
***
La Sociología Política,
visualizar, donde está presente la Gobernabilidad, en la amplia, múltiple,
turbulenta y multipolar avenida del siglo XXI, dos aceras, dos alternativas políticas: Primero desde la
Sociedad Civil, Real, (Poder Popular Local), emergente, plural, democrático
(aún en proceso de construcción, en un escenario de poli-crisis del sistema
capitalista y su correspondiente crisis estructural de la Política – el colapso
de occidente -) proceso político latinoamericano, progresista, “nacionalista”,
“populista” izquierdista, plural, por lo general sin partidos políticos – una lucha política entre la “vieja izquierda”
reformista y electoral, y los “nuevos” movimientos sociales, actores, lideres,
capital político – contestatarios, post-neoliberales - en sistemas democráticos
por lo general de “baja intensidad”, lucha
estratégica por un Nueva Democracia de Ciudadanos, Participativa,
defensa y protección de la Madre Naturaleza. y Segundo, las políticas de las
élites gobernantes, (sus partidos políticos, bipartidismo, pluralismo,
presidencialismo (hiper) en democracias por los general de “baja intensidad”)
hoy garantizan la seguridad, viabilidad
y defensa, de las grandes inversiones de las empresas transnacionales y
mega-corporaciones, en un continente dividido – favorable a los intereses
corporativos – por un lado la Alianza del Pacífico (el ALCA de retorno? y los
intereses del imperio) y por otro, MERCOSUR,
UNASUR y el CELAC . (Hoy
presentes en Brasil, en la Cumbre de las economías emergentes mundiales
(BRIChS), en definitiva el proceso político es cada vez más complejo, expresión
de un continente de economías múltiples, profunda y extensa heterogeneidad
social, amplia y rica diversidad cultural, turbulencia y polarización en un
escenario de defensa y protección de los territorios como patrimonio cultural
de sus pueblos y la Soberanía Nacional ante el avance “brutal” de las políticas
asimétricas, verticales, violentas de la globalización neoliberal. (los poderes
facticos globales).
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FALSEDADES
DE LA PARTIDOCRACIA NEOLIBERAL: BIPARTIDISMO MAXIMIZA GOBERNABILIDAD.
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José
Luis Vega Carballo. Sociólogo.
Columna “Pensamiento
Crítico”.
Bipartidismo,
presidencialismo y gobernabilidad.
Se ha puesto de moda en Europa y algunas partes de
Latinoamérica el afirmar que el multipartidismo es un sistema que no garantiza
la gobernabilidad y estabilidad democráticas; tampoco el mejor entorno para las
finanzas y economías de mercado. Asimismo, se le achaca ser un factor
desestabilizador por excelencia de cualquier régimen presidencialista, como el
costarricense, ya que éste funciona bien solo cuando hay un uni-o bipartidismo
y resulta fácil más fácil formar mayorías parlamentarias afines al Ejecutivo
que cuando hay muchos partidos y fracciones, se complican las negociaciones, y
las coaliciones tienen a volverse más inestables y menos duraderas. De ahí que
se insista en la idea de que un régimen parlamentario no nos conviene debido a
que fomenta el pluralismo y la diversidad entre los actores políticos y, por
ese camino, las divisiones y polarizaciones que acompañan a toda
desestabilización.
Más aún, se piensa que el bipartidismo favorece la
continuidad de las denominadas “Partidocracias” que frenan las presiones
provenientes de los ciudadanos, de los movimientos sociales y los grupos
organizados de la sociedad civil, a las cuales se consideran como causas de
inestabilidad y fuente de obstrucción para un buen gobierno y un eficaz
funcionamiento de las élites y los partidos.
Recordemos que en esta columna hemos indicado la
hegemonía que tuvo en nuestro país una partidocracia que llegó a su apogeo en
tiempos del bipartidismo y el cogobierno del PLN con el PUSC (o el PLUSC) entre
los años de 1996 y 1998. Esto nos llevó al predominio de una democracia de
partidos, representativa y elitista (u oligárquica), reacia a abrir canales
alternativos de participación y control al electorado, y en esa medida muy
excluyente de la ciudadanía. Por supuesto, que una estructura así encapsula y
reduce mucho las tensiones políticas y esto lo aprecian los sectores
conservadores; pero esto sucede al precio de desmovilizar y marginar a la
ciudadanía junto a las organizaciones del movimiento social, dejándola sujeta a
una sola opción para participar en política: la de votar cada cuatro años,
aparte de tener que elegir a sus representantes de listas cerradas de
candidatos a quienes solo los partidos pueden nominar, siendo generalmente
escogidos a dedo o por línea trazada desde arriba por las cúpulas partidistas.
Mas no todo es
aquí color de rosa.
Pero, ¿es realmente cierto que el pluralismo
político-partidista es una amenaza para la democracia y el bipartidismo su
mejor garantía? No tanto.
Bajo circunstancias dominadas por la partidocracia,
puede notarse cómo los partidos se convierten en maquinarias electorales y
escaleras para acceder a puestos en los mandos superiores del Estado, algo que
queda reservado a sus dirigentes y más fieles seguidores. Esto hace que las
agrupaciones se vuelvan cascarones vacíos, carentes de visión y programas; y
que el poder lo ejerzan políticos y tecnócratas quienes, salvo raras
excepciones, responden principalmente a los designios de minorías económicas
poderosas, cuyos intereses los diputados y altos funcionarios representan y
reproducen sin que haya una verdadera representación y mediación de los
intereses de la sociedad civil y de las grandes mayorías sociales, obligadas a
conformarse con ser impotentes masas de votantes desheredados políticamente.
Como vemos, algo que para nada favorece a la democracia desde abajo, desde de
la gente, pero sí la que es ejercida desde las cúpulas y por arriba.
Al final, en este esquema de una democracia de baja
intensidad y con participación muy limitada, el Estado termina siendo
administrado como si fuera la propiedad particular de la partidocracia, es
decir, privatizado y transformado en un monopolio de hecho que beneficia al
mundo de los negocios locales y transnacionales y al que nos hemos referido en
anteriores columna como un “Supra Sistema de la Corrupción Planificada (SSCP)”,
o sea, un gravísimo problema para el presente y futuro de una democracia que
aspire a ser decente, transparente y eficiente.
El
bipartidismo a la defensiva y buscando forjar “Grandes Coaliciones”.
No obstante las enormes limitaciones y déficits que
muestran en su desempeño, las partidocracias de la era del neoliberalismo y la
globalización desean en estos tiempos proteger a todo trance sus dominios y
privilegios frente a lo que perciben como los grandes peligros del extremismo
que las acecha. Lo cual pasa por mantener y reforzar el bipartidismo, máxime si
hay amenazas de “chavismo” o “populismo bolivariano” en las cercanías y si
aparecen en el horizontes otras perturbaciones emanadas desde la sociedad civil
en países que han sido muy azotados por la Gran Recesión del 2008 con altas
tasas de desempleo, subempleo y exclusión social.
Y, en aquellos países donde el bipartidismo ha sido
socavado por el avance del pluralismo político y los movimientos sociales -como
es el caso costarricense desde 1998 a la fecha-, entonces lo más provechoso y
cómodo será para las élites retornar al sistema del bipartidismo, mediante la
formación de alianzas centristas a cargo de fuerzas políticas conservadoras y
mayoritarias de centro-derecha para poner fin a la fragmentación y dispersión
del poder. Es cuando se habla, como en España, de la necesidad de construir
“Gobiernos de Concentración” que atajen las fuerzas centrífugas que podrían
llegar a provocar la desintegración de los sistemas políticos y el status quo,
con el consiguiente grave riesgo de que con ello abran las puertas a la
entronización de dictaduras o dictablandas, mayormente de corte populista e
izquierdizante.
Es una tesis que ya ha sido defendida por altos
dirigentes del PLN como, por ejemplo, Enrique Obregón y el ex candidato Johnny
Araya quien habló hace poco de forjar un “gobierno de unidad nacional” con
quienes encabezaran las votaciones de este año, y por Rolando Laclé del PUSC.
No obstante, del lado del PAC ha reinado el mayor silencio sobre el asunto, al
menos por el momento. Aunque sabemos que las cosas podrían cambiar de repente
en el seno de un entorno político tan inestable como el actual y en donde, para
gobernar de veras, pareciera no bastar un simple gane de gran mayoría electoral
y social, como el que catapultó a Luis Guillermo Solís a Zapote, ni tener un
partido con programa y oferta electoral definidos. Y se señala insistentemente
en nuestro medio que el espejo en el cual debemos mirarnos todos es el de
Venezuela, Bolivia y Ecuador, sobre todo temiendo el acercamiento del PAC al
Frente Amplio y a un sector del sindicalismo gremialista.
Otro espejo
emergente donde mirarse.
Es en Europa donde mejor puede captarse la
tendencia a fortalecer las partidocracias y los bipartidismos por iniciativa de
las élites gobernantes apegadas al programa económico neoliberal. Por ejemplo,
se está haciendo desde la derecha española con el Partido Popular (PP) en el
poder y la alta dirigencia del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en la
oposición. Téngase presente que ambas formaciones ha sido debilitadas por una
prolongada recesión económica y por el veloz surgimiento de diversas fuerzas
salidas del centro-izquierda -tanto de partidos como de organizaciones
autónomas de la sociedad civil-, las que han retado a ese bipartidismo
treintañero hasta ponerlo en jaque en las última elecciones 2014 para elegir
diputados al parlamento de la Unión Europea (UE). Una tendencia que observamos
también en otras partes de la zona, como Portugal, Grecia e Italia, donde
coaliciones parecidas han sido impulsadas por la misma UE como rehenes del
poder económico dominante; y como una garantía para los mercados de que los
gobiernos no irán a una bancarrota financiera, así como para interponer
barreras en contra a lo que sus protagonistas de la medida llaman “peligrosos
extremismos”.
En España los protagonistas del dúo PP-PSOE, en
específico apuntan desde el mes de mayo al modelo alemán de coalición del
partido gobernante democristiano-liberal (CDU/CSU) de la canciller Merkel con
el partido Social Demócrata (SPD), la llamada “Grosse Koalition” o Groko, como
el ideal a alcanzar para las elecciones del 2015. Un matrimonio de conveniencia
centro-derechista pactado en Berlín luego de tres meses de negociación a
finales del año pasado, producto de una necesidad aritmética y del afán por
normalizar la política y contener, según sus artífices, el ascenso de los
ecologistas (o verdes) y de varias otras agrupaciones tanto de la izquierda
como de la derecha neonazi, la cual se halla en pleno auge electoral a lo largo
de Europa, incluidas Inglaterra y Francia, países donde sorpresivamente ganó
las últimas elecciones al parlamento europeo. Ya veremos si cuaja la opción.
De tal manera que los interesados en nuestro medio
de alejar los peligros de la ingobernabilidad proclamada como uno de los
mayores males de la democracia, pueden hallar en esos experimentos en marcha un
espejo donde mirarse. Y hasta inspirarse podrían allí quienes estén barajando
la posibilidad de extraer algunas enseñanzas que ayuden a revivir el
bipartidismo en Costa Rica; al que muchos siguen añorando como quizás la mejor
opción a mano para librar a nuestra democracia de los males del populismo, al
que suponen escondido detrás de la tesis acerca de la necesidad de acelerar en
Costa Rica la transición hacia un régimen parlamentario y de democracia participativa, y no en el viejo y
caduco presidencialismo con sus sesgos autoritarios y elitistas.
*****
(*) Sociólogo.
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