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Su humanismo es descarnado, desesperado. La clase
obrera es la única que puede cambiar las cosas. Son los que hacen el trabajo manual, los que transforman las cosas. Son
la mayoría. Pero lo que desespera a Simone Weil es que el tipo de trabajo que hacen en las fábricas los deshumaniza,
ni siquiera les permite ser conscientes de sí mismos. El poco tiempo que
les queda después de su embotamiento es para descansar o evadirse: Pan y circo.
Y los que hablan en nombre de los obreros no son los obreros. Por esto no acabará de entenderse con
Trosky cuando la visita en casa de sus padres. Hasta que los obreros no
hablen por sí mismos, no hagan por sí mismos, solo pasaremos de un amo (la
patronal) a otro ( El Estado). Tampoco
es una anarquista, le falta ingenuidad para serlo. La asocio algo con Jacques Rancière, aunque desde una
posición diferente, ya que él no se implica, él intenta recopilar las experiencias autónomas del movimiento
obrero francés. Luchas por la dignidad, de los
excluidos para poder hablar y decidir. El libro está lleno de
sugerencias, de materiales vivos para la reflexión. Hay que leerlo con
paciencia y con la mente muy abierta y despierta. Pero es un documento extraordinario. La traducción, por otra parte,
de Teresa y José Luis Escartín, me
parece muy buena. Es una puerta abierta para conocer a una personalidad de
múltiples facetas pero que están todas ellas unidas por una búsqueda
desesperada de redención de lo humano.
Hay en ella un cristianismo radical, vivido de una manera trágica que le
conducirá tanto a sus arrebatos místicos como a la muerte por anorexia. Es como si su
perfeccionismo, su terrible auto-exigencia le llevara a la autodestrucción, al
suicidio moral.
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Simone Weil (1909-1943). “Hay en el
trabajo manual y en general en el trabajo práctico, que es el trabajo
propiamente dicho, un elemento irreductible de servidumbre que ni la más perfecta
equidad social podría borrar. Se trata del hecho de que este
trabajo está gobernado por la necesidad, no por la finalidad. Se lleva a cabo
por causa de una necesidad y no para obtener un bien; “porque hay que ganarse
la vida”, como dicen
quienes pasan su existencia dentro de él”.
***
RESEÑA DE “LA
CONDICIÓN OBRERA” DE SIMONE WEIL.
“Ser obrero es
vivir totalmente alienado”.
*****
Luis Roca Jusmet.
Rebelión miércoles 9 de julio del 2014.
He de reconocer que no
conocía la obra de Simone Weil. Solo
algunas referencias dispersas. La lectura de este libro ha sido para mí una
revelación. Tanto por el extraordinario testimonio que supone el libro como por
el descubrimiento de Simone Weil. Simone
es una mujer absolutamente singular, no me hace falta saber más de ella para
afirmarlo. Lo es en múltiples aspectos. Uno de ellos es lo que muestra el
libro. Una profesora joven de instituto decide irse a trabajar a una fábrica
para conocer la condición obrera. Lo que es absolutamente singular es la
actitud con la que ella entra a trabajar en la fábrica. No es como los curas
obreros que quieren estar al lado de los pobres. Ni como los izquierdistas
pequeñoburgueses que quieren formar parte del único sujeto revolucionario, que
es el proletariado. Simone Weil
quiere saber. Hay una ética de la verdad terriblemente coherente.
Para hablar de los obreros
hay que saber quiénes son. Simone Weil,
tremendamente lúcida, sabe que no será uno de ellos. Ni lo pretende. Tampoco
quiere transmitirles un mensaje, un saber vanguardista. Ni siquiera un mensaje
de salvación, ni en este mundo ni en otro. Quiere saber lo que es la condición
obrera. Aprender, viviendo como un obrero, lo que significa ser un obrero en la
Francia de 1934. Y lo que aprende es
lo que Marx, desde la teoría,
explicó en sus manuscritos juveniles. Pero ella lo aprende en su piel. Ser
obrero es vivir totalmente alienado. No solo del producto del trabajo, no solo
del propio acto de trabajar, sino de la propia humanidad. Es vivir degradado,
humillado, esclavizado. Es vivir para trabajar y trabajar para vivir. Pero es
un tipo de trabajo mecánico, embrutecedor, inhumano. Resulta tan espeluznante
el relato que nos hace Simone Weil
que recuerda casi el que narra Primo Levi en un campo de exterminio nazi en Si
esto es un hombre.
"Si esto es un hombre..." parece
decir también Simone Weil, mirando no solo a sus compañeros de trabajo sino
también a sí misma. De esta manera la lucha por la dignidad, igual que nos
explicaba Levi, es el objetivo principal. Pero
Simone Weil baja a lo más concreto, que son las máquinas y los cuerpos. Nos
describe las maquinarias, las piezas, su funcionamiento. Los cuerpos humanos
sometidos a un ritmo que lleva al cuerpo a sus límites físicos. Producir más
para ganar un poco más: una lógica infernal que acaba atrapando a los obreros.
La autora nos describe quien era Taylor,
el inventor de los sistemas. Las relaciones entre los obreros y los capataces
son unas relaciones de poder. No relaciones de poder, que como acabó
entendiendo Foucault, están en todas
partes y a veces son inevitables o necesarias. La misma Simone Weil reconoce la necesaria autoridad de los encargados.
Pero, como también decía Foucault,
el problema es cuando las relaciones de poder se convierten en relaciones de
dominación, que es cuando uno aplasta al otro. Cuando uno es un sujeto y el
otro un simple objeto, sin derechos, que solo deben obedecer.
El diario de fábrica constituye la primera
parte del libro, es tan pesado como lo que reproduce. Pero solo en esta pesadez
descriptiva podemos encontrar la miseria del entorno del que nos habla. Rutina,
cansancio, mente y sentimientos embotados, movimientos mecánicos. Todo rígido,
implacable, sin futuro, sin imaginación, sin libertad. Vivos murientes que
viven un día detrás de otro. ¿ Sólo esto ? Bueno, a veces hay algún placer,
como la obrera que cuando deja de trabajar cocina, come y practica el sexo
tantas veces como puede. Pero esto dura poco: los años de juventud, como
máximo. Luego apenas queda tiempo para descansar entre jornada y jornada de
trabajo.
Luego vienen las cartas. Las cartas son reflexiones
lúcidas, generados por esta experiencia. Pero también sobre el cambio de
situación que implica la victoria del
Frente Popular, Simone Weil es muy sensible, hipersensible. Lo es tanto que
amplifica al exceso lo que capta. Sin antes captaba tristeza, depresión,
resentimiento, ahora capta alegría y confianza. No porque el Frente Popular haga
mucho, que lo hace. Pero es sobre todo la manera como el gobierno, las
instituciones, se dirigen a los obreros, No como bestias de carga que deben
tener como únicas cualidades la obediencia y la productividad. Sino como a
sujetos con derechos, Esto les devuelve la dignidad, les hace sentirse humanos.
Por aquí empieza la emancipación, en perder el espíritu de esclavo, en sentirse
( relativamente) libre. Simone Weil,
que se identifica con los obreros, sin paternalismo, sin espíritu vanguardista,
piensa propuestas. Propuesta que envía a los líderes sindicales. Porque el
sindicalismo ha de ser un compromiso moral y político. Pero lo que comprueba es
que los delegados sindicales están creando un contrapoder en las fábricas. Pero
que no un contrapoder de los obreros sino de ellos mismos. De una burocracia
sindical que va generando privilegios y poder, delante de los patronos y
delante de sus compañeros. Tienen poder y les temen. Al mismo tiempo hay el
peligro de las huelgas salvajes, que debilitan al gobierno. También el del
descenso de la productividad. Hay que crear un orden nuevo en las empresas, hay
que evitar el caos. Porque si no es así se restablecerá el orden autoritario. A
Simone Weil le podríamos aplicar la
frase de Unamuno: piensa lo que
siente y siente lo que piensa. Porque sus propuestas no nacen de la lectura o
de la fría reflexión en un despacho : nacen de su experiencia. Es capaz de
analizar con una lucidez tremenda los errores y las virtudes de León Blum.
Simone desconfía del comunismo. Considera que el poder
absoluto del Estado acaba inevitablemente en totalitarismo. Piensa además que
no se trata de cambiar de amo. Ni siquiera es se trata de que los obreros sean
sus propios amos. Hay que cambiar la naturaleza del trabajo. Pero hacerlo
implica un gran esfuerzo de análisis, muchos conocimientos técnicos y mucha
imaginación. Hay que pensar otras maneras de trabajar. Pero el trabajador debe
saber lo que hace y porqué lo hace. Esto me recuerda la experiencia de los
trabajadores de la empresa Numax,
muy conocida en la transición española. Fueron capaces de autogestionar su
empresa muchos años, después del intento de cierre del empresario. Fue una
lucha noble y una experiencia humanamente rica. Pero al final abandonaron
porque no veían sentido a estar diez horas cada día haciendo un trabajo
mecánico para producir electrodomésticos. Aparece aquí algo central en la
reflexión de Simone Weil. No se
trata solo de saber quién se queda los beneficios. Importa la relación entre
los trabajadores, el que las relaciones de poder que se crean necesariamente no
sean jerárquicas. Importa también lo que se hace y para qué se hace. Simone Weil se preocupa por todo
aquello que los sindicatos y los partidos de izquierda consideran secundarios
porque no tiene que ver con las tácticas y estrategias de lucha de clases. Pero
Simone Weil está obsesionada por el
sentido de todo lo humano, por la dignidad de lo humano. El principal problema
de la clase obrera es encontrar un método de organización del trabajo que sea a
la vez aceptable para la producción, el trabajo y el consumo. Weil piensa propuestas concretas :
formación profesional, control obrero en las empresas,
Su humanismo es descarnado, desesperado. La clase
obrera es la única que puede cambiar las cosas. Son los que hacen el trabajo
manual, los que transforman las cosas. Son la mayoría. Pero lo que desespera a Simone Weil es que el tipo de trabajo
que hacen en las fábricas los deshumaniza, ni siquiera les permite ser
conscientes de sí mismos. El poco tiempo que les queda después de su embotamiento
es para descansar o evadirse: Pan y circo. Y los que hablan en nombre de los
obreros no son los obreros. Por esto no acabará de entenderse con Trosky cuando la visita en casa de sus
padres. Hasta que los obreros no hablen por sí mismos, no hagan por sí mismos,
solo pasaremos de un amo (la patronal) a otro (El Estado). Tampoco es una
anarquista, le falta ingenuidad para serlo. La asocio algo con Jacques Rancière, aunque desde una
posición diferente, ya que él no se implica, él intenta recopilar las
experiencias autónomas del movimiento obrero francés. Luchas por la dignidad,
de los excluidos para poder hablar y decidir.
El libro está lleno de
sugerencias, de materiales vivos para la reflexión. Hay que leerlo con
paciencia y con la mente muy abierta y despierta. Pero es un documento
extraordinario. La traducción, por otra parte, de Teresa y José Luis Escartín, me parece muy buena.
Es una puerta abierta para
conocer a una personalidad de múltiples facetas pero que están todas ellas
unidas por una búsqueda desesperada de redención de lo humano. Hay en ella un
cristianismo radical, vivido de una manera trágica que le conducirá tanto a sus
arrebatos místicos como a la muerte por anorexia. Es como si su perfeccionismo,
su terrible auto-exigencia le llevara a la autodestrucción, al suicidio moral.
Georges Bataille, otro inclasificable, que
fue su amigo o su amante ( depende de las versiones) hace el retrato de Simone Weil, a través en su narración
El azul del cielo describe a Simone Weil
de esta manera ( a través de un personaje ficticio) :
Llevaba vestidos negros,
mal cortados y sucios. Daba la impresión de no ver delante de sí y con
frecuencia se tropezaba con las mesas al pasar. Sin sombrero, sus cabellos
cortos, tiesos y mal peinados, semejaban alas de cuervo a ambos lados de la
cara. Tenía una nariz grande de judía delgada en medio de su piel macilenta,
que sobresalía de las alas por debajo de unas gafas de acero. Te desazonaba: hablaba lentamente con
la serenidad de un espíritu ajeno a todo: la enfermedad, el cansancio, la
desnudez o la muerte no contaban para ella... Ejercía fascinación, tanto por su lucidez como
por su pensamiento alucinado.
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Reseña de La condición obrera Simone Weil.- ( Traducción de Teresa y José
Luis Escartín Carasol).- Madrid . Trotta, 2014.
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