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También está claro que la universidad se ha
convertido en el estándar para conseguir los mejores empleos. Antes no se necesitaba tanto. A comienzos de la
revolución industrial en el siglo XX, lo que era importante para el desarrollo
de un país era tener Primaria porque servía para consolidar una democracia: que
la gente tuviera un idioma común y que pudiera leer. Uruguay respondió a ese
desafío y creó una escuela que hizo universal la alfabetización. Cuando se universalizó la Primaria en
Uruguay, la Secundaria era una cosa de elite, dedicada nada más que a
formar a los futuros ingenieros, médicos y abogados que el país necesitaba.
Pero pasaron las décadas y al ir
avanzado el siglo XX, lo que necesita un ciudadano para acceder a un buen
trabajo y para tener las capacidades cognitivas para entender el mundo digital
es, como mínimo, el bachillerato. Y ahí
Uruguay no responde al desafío. Se busca ampliar el acceso a Secundaria
ampliando la cantidad pero no la calidad. Así comienza el proceso de deterioro
de la Educación Secundaria que hoy sufrimos. Se ha expandido mucho el ingreso pero se generó
un embudo que hace que la gente quede trancada.
Estudiantes de Pre-Grado de la Universidad ORT. Uruguay.
***
Y no se pudo
resolver y el mundo ya está pidiendo otras cosas. Ya tenemos arriba nuestro el hecho de que para que el ciudadano del
siglo XXI pueda realmente progresar -o
sea el mínimo para competir y funcionar en la economía del conocimiento- es
una licenciatura universitaria. Entonces, Uruguay se está quedando, no un
escalón detrás, sino dos escalones. Acá tenemos un problema compuesto: no
podemos aumentar la cantidad de gente que hace la universidad sin aumentar la
que hace el bachillerato. Así, Uruguay se está
quedando atrás no sólo en universalizar el liceo, lo que ya está mal, sino que
así además le impide a los jóvenes acceder a los mejores empleos. Quien
no logra terminar una licenciatura universitaria queda trancado laboralmente
para toda la vida. En China, por
ejemplo, los abuelos y los padres ahorran para apoyar al único hijo que
tienen para que haga una carrera universitaria. Porque esa es la demanda mínima
que exige el mundo para no estar limitado el resto de la vida. Y la realidad no para de cambiar: hoy
los mejores trabajos ya no son para los que tienen una licenciatura sino para
los que tienen posgrados. Eso se ve cuando uno analiza el mercado laboral en los países
desarrollados.
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Dr. Jorge Grünberg Rector de la Universidad. “El objetivo de nuestro país en el corto plazo (porque es un mito decir que arreglar la educación de un país lleva 50 años, como lo han demostrado otros países) es mejorar la calidad de la Secundaria para conseguir muchos más bachilleres que sepan más de lo que saben hoy. Y que los ciudadanos que vienen de contextos críticos puedan acceder a esa educación”.
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RECTOR UNIVERSIDAD DE URUGUAY:
LOS DESAFÍOS DE LAS UNIVERSIDADES.
La Educación Digital.
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La Educación Digital.
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Conferencia en Praga, Reunión Anual: El Rector de la ORT habla sobre cómo debería estar
cambiando la educación terciaria.
*****
Fernán Cisneros.
El País. Qué pasa.- Sábado 5
de julio del 2014.
En mayo, el doctor Jorge
Grünberg, rector de la Universidad ORT Uruguay, dio una conferencia en Praga en
la reunión anual de la ORT mundial. Titulada "Educación superior en el
siglo XXI. Amenazas estratégicas y oportunidades en un mundo digital",
Grünberg traza un panorama certero de la necesidad urgente de cambio que
enfrentan las universidades en el mundo, ante un panorama de globalización y
digitalización y de cambios severos para el mercado laboral. En su despacho
céntrico, Grünberg recibió a Qué Pasa para conversar sobre cómo la educación
terciaria uruguaya está adaptándose a esos nuevos desafíos. Este es un resumen
de esa charla.
—En su ponencia de Praga
usted destacaba algunas amenazas a la educación universitaria: la confluencia
de la globalización, la digitalización y la automatización; una economía del
conocimiento y la voz de los ciudadanos. ¿Qué cerca de estamos de sentir esos
impactos en la educación en Uruguay?
—La educación es
fundamentalmente un fenómeno social y no se puede estudiar en condiciones de
laboratorio. Para mejorar la educación uruguaya tenemos que verla como
respuesta a fenómenos globales de los que Uruguay no está aislado. De hecho, se
ha beneficiado de ellos. Cuando decimos, por ejemplo, que llevamos años de un
ciclo económico positivo motorizado en gran medida por el precio de las materias
primas que se pagan en otros países, eso es la globalización.
—De la cual no escapa
nadie, ni nada.
—Lo que tenemos que buscar
es como nos situamos para que nos afecte positivamente ya que la globalización
impone oportunidades y amenazas.
—Empecemos, mejor, con las
oportunidades para la educación.
—Son las que vemos en
muchos jóvenes que hoy desde acá pueden pensar en producir y exportar productos
digitales al mundo entero. Son alumnos y graduados de nuestras universidades
que crean juegos que se venden en el Apple Store, que hacen documentales que se
pueden exportar. Hoy eso es un gran ventaja: hay mucho trabajo que se hace en
otros países que se puede hacer desde Uruguay. Y eso puede impactar
positivamente en un problema importante como es la emigración de los jóvenes. Y
si logramos que desde acá exporten los productos de su inteligencia, estamos
además generando divisas para el país. La globalización, así, nos trae un
montón de oportunidades pero está la otra cara de la moneda: cualquier cosa que
yo haga acá también la pueden hacer en cualquier otro lugar. Siempre va a ver
muchachos inteligentes en Bangalore, en Jaifa o en Singapur que pueden hacer lo
mismo. El idioma, la distancia, el conseguir información ya no son barreras.
Todas las ineficiencias, los temores, las debilidades que tengamos están ahora
a la vista de todo el mundo. En el mundo actual no hay dónde esconderse y todo
está a nuestro alcance.
—Ahí se precisa un sistema
educativo acorde a esa realidad.
—Uruguay necesita una
educación de primera línea mundial pero no pensada en laboratorio, donde los
temas o la organización docente estén pensadas por expertos recluidos, sino un
sistema educativo que prepare al país y a sus ciudadanos a competir en un mundo
global, que brinde herramientas al ciudadano para ser libre y autónomo. Hay que
tener el país preparado: necesitamos una infraestructura del país que nos
permita competir; conexiones aéreas; conexiones digitales; enseñanza de inglés
en el sistema educativo; acceso de internet de alta velocidad a precio
accesible. Un país como el nuestro con tres millones de habitantes y un capital
cultural acumulado a lo largo de décadas debería estar posicionado idealmente
para el mundo global. Lamentablemente no lo estamos. Tenemos deudas pendientes.
—¿Cuáles serían las
principales trabas para no estar así de posicionados?
—Las más importantes quizás
estén en el aspecto cultural. Otras están en el aspecto educativo, la
infraestructura y la organización, incluso, económica y tributaria.
—¿A qué se refiere con
aspectos culturales?
—Los uruguayos tenemos la
actitud de ir a buscar el empleo, en lugar del emprendimiento. Hay una actitud
frente al "ganarse la vida" en Uruguay, donde hay un respeto quizás
exacerbado por las profesiones académicas en lugar de las profesiones
tecnológicas.
—Una cosa que en el mundo
ya cambió...
—Y acá también pero a un
ritmo mucho más lento que el que necesitamos. Encima hay una inclinación por
buscar un empleo público. Esto no es solo una cuestión que se le puede achacar
a las familias, ya que todo el Estado está hecho con una concepción que
favorece que muchos jóvenes prefieren buscar un empleo público que les ofrezca
seguridad a largo plazo que buscar su propio emprendimiento.
—Eso también está
cambiando.
—La creación de la Agencia
Nacional para la Investigación y la Innovación (la ANII) ha venido a ayudar a
que grupos de jóvenes creen sus propias empresas. Han surgido organizaciones
como Endeavor y han vuelto a Uruguay personas con experiencia en la formación
de empresas que están ayudando a grupos de jóvenes. Aún es muy poco. Cuando
esto se vuelva la norma en lugar de la excepción vamos a poder pensar que el
país está modernizándose.
—¿La educación terciaria
está sacando emprendedores?
—La ORT hace años que ha
empezado con esta noción del emprendimiento. En 2001, creamos con el LATU la
primera incubadora de empresas en el país. Hoy, por suerte, casi todas las
universidades están haciendo algo en este sentido. Pero todavía hacemos poco y
hay una cuestión de organización de la economía nacional, del Estado y de
cultura nacional que lleva a esa noción de no tomar riesgos.
—Los problemas para
solucionar la enseñanza, entonces, no son
necesariamente técnicos.
—No. Ya hay informes que
muestran que para mejorar un sistema educativo hay que mejorar algunas cosas
que todo el mundo conoce. Uruguay no lo ha podido hacer por razones
esencialmente políticas, no económicas: hay un bloqueo mutuo entre distintos
grupos que impiden hacerlas. Y así vamos a contramano. Estamos en un descenso
de la cantidad y la calidad de los bachilleres. Por un lado tenemos una
tendencia negativa que es que los bachilleres, promedialmente, saben cada vez
menos. La segunda tendencia negativa es que los bachilleres en los últimos años
se han vuelto más desiguales: cada vez terminan menos bachilleres de familias
de menos ingresos y cada vez terminan más los de altos ingresos. En Uruguay,
las familias de clase media para arriba terminan bachillerato igual que en
Bélgica (el 80%, el 90%) pero en el quintil de menores ingresos lo terminan
igual que en África. Entonces, tenemos un promedio de alumnos que terminan
bachillerato que es malo (alrededor del 40%) y muy desigual.
La Universidad
ORT está abocada a brindar educación superior en disciplinas de
relevancia, formando profesionales capacitados para el desempeño en funciones
de sus especialidades. ORT es una universidad privada con cinco facultades e institutos en el país, reconocida por el
Ministerio de Educación y Cultura en 1996. Su
creación en Uruguay data de 1942, y fue fundada en 1880 por la comunidad judía de San Petersburgo. Actualmente cuenta
con sedes en más de 60 países. Esta universidad otorga títulos profesionales de
grado y posgrado en: Arquitectura, Ingeniería, Gerencia, Ciencias Económicas, Relaciones
Internacionales, Diseño, Comunicación y Educación. El esquema
curricular flexible permite a los estudiantes elegir materias y orientar sus
estudios de acuerdo a su interés profesional. ORT desarrolla diversos programas
de intercambio de estudiantes con universidades extranjeras con las que tiene
convenios y mantiene una red de cooperación académica.
***
—Claramente esas son las
tendencias malas, ¿cuáles serían las positivas?
—Una es que se empieza a
notar en las familias una apertura mental de aceptar que los hijos estudian
cosas que los padres no saben ni lo que son. Eso es muy positivo. Cuando en
1976 entré a la Universidad había una sola universidad en Uruguay y seis o
siete carreras que eran las que hacía todo el mundo. Hoy hay cinco
universidades y muchas más carreras. Existen cosas como Licenciatura en
Animación y Videojuegos. Eso estudia mi hija, de hecho. Y por suerte hay muchas
familias que hoy están encantados que el hijo aprenda cosas así. O licenciatura
en Biotecnología.
—También está claro que la
universidad se ha convertido en el estándar para conseguir los mejores empleos.
Antes no se necesitaba tanto.
—A comienzos de la
revolución industrial en el siglo XX, lo que era importante para el desarrollo
de un país era tener Primaria porque servía para consolidar una democracia: que
la gente tuviera un idioma común y que pudiera leer. Uruguay respondió a ese
desafío y creó una escuela que hizo universal la alfabetización. Cuando se
universalizó la Primaria en Uruguay, la Secundaria era una cosa de elite,
dedicada nada más que a formar a los futuros ingenieros, médicos y abogados que
el país necesitaba. Pero pasaron las décadas y al ir avanzado el siglo XX, lo
que necesita un ciudadano para acceder a un buen trabajo y para tener las
capacidades cognitivas para entender el mundo digital es, como mínimo, el
bachillerato. Y ahí Uruguay no responde al desafío. Se busca ampliar el acceso
a Secundaria ampliando la cantidad pero no la calidad. Así comienza el proceso
de deterioro de la Educación Secundaria que hoy sufrimos. Se ha expandido mucho
el ingreso pero se generó un embudo que hace que la gente quede trancada.
—Y no se pudo resolver y el
mundo ya está pidiendo otras cosas.
—Ya tenemos arriba nuestro
el hecho de que para que el ciudadano del siglo XXI pueda realmente progresar
-o sea el mínimo para competir y funcionar en la economía del conocimiento- es
una licenciatura universitaria. Entonces, Uruguay se está quedando, no un
escalón detrás, sino dos escalones. Acá tenemos un problema compuesto: no
podemos aumentar la cantidad de gente que hace la universidad sin aumentar la
que hace el bachillerato.
—Así, Uruguay se está
quedando atrás no sólo en universalizar el liceo, lo
que ya está mal, sino que
así además le impide a los jóvenes acceder a los mejores empleos.
—Quien no logra terminar
una licenciatura universitaria queda trancado laboralmente para toda la vida.
En China, por ejemplo, los abuelos y los padres ahorran para apoyar al único
hijo que tienen para que haga una carrera universitaria. Porque esa es la
demanda mínima que exige el mundo para no estar limitado el resto de la vida. Y
la realidad no para de cambiar: hoy los mejores trabajos ya no son para los que
tienen una licenciatura sino para los que tienen posgrados. Eso se ve cuando
uno analiza el mercado laboral en los países desarrollados.
—De eso en Uruguay, por lo
visto, no estamos ni cerca.
—El objetivo de nuestro
país en el corto plazo (porque es un mito decir que arreglar la educación de un
país lleva 50 años, como lo han demostrado otros países) es mejorar la calidad
de la Secundaria para conseguir muchos más bachilleres que sepan más de lo que
saben hoy. Y que los ciudadanos que vienen de contextos críticos puedan acceder
a esa educación.
—Pero un aumento en la
población universitaria, también generará
problemas de infraestructura o de
capacidad.
—Esos nuevos universitarios
tienen que poder ingresar a estudios secundarios de alta calidad porque si no
vamos a encontrar lo mismo que vimos en Brasil, en Egipto o en Chile, en donde
el reclamo común es que las nuevas clases media que van emergiendo en el mundo
están demandando el acceso a educación superior de alta calidad. En Uruguay
vamos a tener que pensar esas cosas. Hay cinco universidades...
—Pero las universidades
privadas, hoy, ¿no brindan una educación distinta a la pública y eso puede
incidir en que sus alumnos terminen consiguiendo los mejores puestos de
trabajo?
—Depende de las carreras.
Yo conozco de cerca, obviamente lo que hace la ORT y le tengo mucha fe a lo que
hacemos y conozco las cifras de inserción laboral de nuestros graduados.
—Que es de...
—Cien por ciento. Y en
muchas carreras nosotros incentivamos hacer posgrados en el exterior por lo que
no están insertos en el mercado laboral porque están afuera. Cada universidad
tiene sus áreas buenas pero el nivel mínimo es bastante alto y los
diferenciales son más en la impronta de cada lugar.
—Las universidades, además,
deben preparar a sus estudiantes para un mundo en el que el panorama de la
oferta laboral está en un proceso radical de cambio.
—Hay estudios que dicen que
en la mitad de los empleos que habrá en 2025 hoy no existen. No es tan
sorprendente porque la industria de los videojuegos hoy factura más que el cine
y ofrece mayores oportunidades laborales. Quién iba a decir eso hace 25 años.
Hoy no sabemos en qué va a trabajar esta generación en unos años.
Grupo de Profesionales Graduados en Maestría e la Universidad ORT.
***
—Pero si parece claro que
hay empleos que van a desaparecer.
—Hay una tendencia a nivel
global a la automatización. Y Uruguay no está exento de eso. Un ejemplo
reciente. Aparece una aplicación para pedir un taxi, los uruguayos la prueban y
anda excelente, por lo que se empieza a usar. ¿Y qué va a pasar con las 300
operadoras telefónicas? A veces se piensa que la influencia de la
automatización en Uruguay es algo de ciencia ficción, pero no, esta es la
realidad. Hay profesiones que ya se está calculado que no van a existir más y
ahí uno encuentra de todo desde taxistas o pilotos a periodistas deportivos o
detectives.
—¿Y cómo están preparándose
las universidades para ese desafío?
—Los ciudadanos van a tener
que buscar niveles de educación cada vez más altos y las universidades vamos a
tener que encontrar soluciones probablemente a través de mezclas de educación
online y presencial. Las universidades no van a poder dar educación de calidad
a todo el mundo que lo necesite. Va a haber que reinventar la universidad.
Cuando hizo falta dar educación Primaria a todo el mundo era fácil porque se
trataba de enseñar a leer y escribir. Cuando se quiso hacer liceos para todo el
mundo fue más difícil y algunos países pudieron y a otros, como a Uruguay, les
está costando mucho. Hoy, cuando se habla de universalizar la universidad es
mucho más difícil porque requiere otro grado de personalización, de profundidad
y multidisciplinariedad. Hoy ningún país tiene capacidad para darle ese nivel
de educación a todo el mundo.
—Y ahí aparece la educación
terciaria online.
—Nosotros hicimos el año
pasado la primera experiencia de MOOC (acrónimo en inglés de Massive Open
Online Course, o sea "Cursos Masivos y Abiertos Online"; se pronuncia
"muc") en colaboración con el Plan Ceibal. Fue un curso de
programación para mil estudiantes que sirvió como una prueba general y
esperamos este año llegar a los 10.000 estudiantes.
—Gratuito.
—Por supuesto. Para enseñar
programación para celulares a beneficiarios del Plan Ceibal, o sea liceales de
enseñanza pública.
—¿Cómo ve la experiencia de
los MOOC en Uruguay?
—Estamos recién empezando.
La gente dice que al no haber contacto personal entre el profesor y el
estudiante, se pierde un aspecto fundamental del proceso educativo que es el de
empatía personal. Pero eso me parece muy simplista porque tiene un error
metodológico que es comparar la educación online con la educación presencial.
El alumno que elige tomar un MOOC no tiene otra alternativa. Eso es a lo que
pueden acceder. ¿La educación online está llamada a sustituir la educación
presencial? No, está llamada a complementarla.
—Igual habría que ver cuán
presencial es la educación en las universidades, cuando hay clases
verdaderamente masivas.
—Exactamente. Cuando uno
mira las clases, incluso en las grandes universidades del mundo, se encuentra
que hay 100 personas en un salón. Los estudios indican que un pequeño grupo de
alumnos captura la mayor parte del tiempo. Los alumnos que son más tímidos
quedan afuera. Y en eso también influye el género (los varones participan más
que las chicas, principalmente en ciencias) los problemas étnicos o de manejo
de idioma ya que los inmigrantes participan menos. O sea, si sos un hombre
blanco joven que habla bien inglés capaz que te va bien pero si no lo sos, esa
clase, aunque estés presente físicamente, no va a haber una gran diferencia con
haberla hecho online.
—¿Qué lejos estamos en
Uruguay de hacer esa clase de educación?
—En la ORT estamos
experimentando. Este año vamos a sacar un par de cursos y estamos dictando una
maestría en educación para profesores uruguayos, reconocida por el Ministerio
de Educación y Cultura, prácticamente 100% online para una gran mayoría de
alumnos del interior. Uruguay es un país ideal para la educación a distancia.
Pensar que va a haber una universidad en cada departamento es una fantasía
porque no hay suficientes académicos para hacer masas críticas de profesores e
investigadores. Vamos a tener que tener soluciones híbridas para poder salir
adelante. No hay que ver el sistema educativo aislado. Hay que conseguir que
colaboren las cinco universidades con el sistema de formación docente de ANEP;
poner las señales oficiales de televisión para hacer televisión educativa y no
tantos programas deportivos; convocar a las empresas de cable; a Antel con su
fibra óptica. Hacer actuar todo eso armónicamente para darle la oportunidad a
todos los ciudadanos del país a tener un nivel de educación alto.
DEBEN ESFORZARSE MÁS.
—¿Qué cambios ve en la
calidad del estudiantado que llega del liceo?
—Hay evoluciones positivas
y negativas. Entre las negativas, todas las universidades, notamos un descenso
en la calidad de los aprendizajes de Secundaria. No solo de la educación
pública, sino también de la privada, los estudiantes llegan con deficiencias
muy importantes en el uso en la lengua materna, con deficiencias muy importantes
en el uso del inglés, por supuesto, y con deficiencias importantes en el manejo
de las matemáticas y de la ciencia en general. Este es un problema muy difícil
de resolver porque las universidades no podemos compensar a los 18 años los
problemas que las personas acumulan desde los seis años. Es un déficit de
capital cultural que no se puede resolver a los 18. Es más, todos los esfuerzos
que hacemos para resolverlos son inevitables pero a la vez contraproducentes
porque si uno dedica un año de universidad a enseñar a hablar español, a hacer
las matemáticas de Secundaria, se atrasa la enseñanza de nivel terciario. No hay más remedio
que hacerlo pero eso impacta en que la carrera se alarga un poco o hay
estudiantes que no pueden seguir el ritmo y tienen que abandonar.
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