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“Una economía de guerra. En otras palabras, las tensiones militares actuales no son tanto el resultado de contradicciones geopolíticas con Rusia, China y ahora también EE.UU.,
sino que están arraigadas en la
obsesión del capital monopolista occidental por obtener máximas ganancias y expansión. Para asegurar las ganancias de los monopolios occidentales, deben garantizarse
las inversiones y los mercados en el
extranjero, así como el suministro
de materias primas baratas desde esos países. Y para ello es
indispensable un aparato militar
fuerte a fin de imponer orden a países
rebeldes si es necesario.
“La
militarización también impulsa la economía. La economía de guerra no depende del poder
adquisitivo de la población, sino de
las decisiones de los líderes políticos.
Las compras militares pueden
proporcionar (temporalmente) algo
de oxígeno a una parte de la industria,
aunque se haga a costa de otros sectores. Es lo que Reagan intentó en los años 80 con su Star Wars y lo que hizo Hitler en la década de 1930. En Bélgica, y probablemente en otros lugares, la militarización puede ir acompañada de
una ola de privatización sin precedentes. Parte del dinero para los gastos militares podría obtenerse
vendiendo las joyas de la corona del patrimonio nacional o
parte de ellas. La militarización
sirve como palanca para la
privatización.
“Esta
economía de guerra está orientada a una verdadera preparación bélica. Durante la Guerra Fría los países europeos
tenían grandes ejércitos permanentes.
Tras la caída de la Unión Soviética
se desplegaron tropas de intervención
móvil para operaciones rápidas, como vimos en Libia y Siria. Ahora hay planes para volver a introducir el servicio militar obligatorio, construir
infraestructura militar y establecer estacionamientos prolongados en el
extranjero, como en los Estados bálticos y Ucrania. También se
están considerando otras opciones,
como la discusión sobre un escudo nuclear. Muchos indicios apuntan a que una guerra mundial se está convirtiendo en una posibilidad real para las
élites financieras y económicas.
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LA
TEMIBLE MILITARIZACIÓN DE EUROPA.
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Por Marc Vandepitte | 07/03/2025 | Europa
Fuente. Revista rebelión viernes 7 de marzo del 2025.
Traducido del neerlandés para Rebelión por Sven Magnus
Un espectro recorre Europa, el
espectro del militarismo. Detrás de esta fiebre de guerra se esconde algo más
que la supuesta amenaza de Rusia. El declive económico y la lucha por el
dominio geopolítico juegan un papel fundamental en la creciente militarización
del continente.
Los
líderes europeos
quieren aumentar drásticamente el gasto en defensa y preparar sus economías
para la guerra. Hay planes para introducir, (por ahora), el servicio militar
voluntario e instalar un escudo nuclear. Varios países están dispuestos a
enviar tropas a los países vecinos de Rusia, incluida Ucrania.
Boris
Pistorius, el exministro
de Defensa de Alemania, ha declarado que su país se estará “preparado para la
guerra” (Kriegstüchtigkeit) en 2029. El hacha de guerra se está desenterrando.
«Hemos sido traicionados por Trump y amenazados por Putin, por lo que
debemos aumentar nuestros esfuerzos militares y prepararnos para la guerra».
Ese es el relato que la élite europea nos presenta y que se difunde ampliamente
en los medios de comunicación convencionales.
Sin embargo, ese relato oculta las verdaderas razones y causas subyacentes de esta fiebre bélica.
Declive
La
militarización de Europa
se desarrolla en el contexto de una crisis económica más amplia. Desde la
crisis financiera de 2008 la economía europea ha tenido dificultades para
encontrar nuevas vías de crecimiento. La crisis del COVID-19 golpeó duramente la economía y debido a las sanciones
económicas impuestas a Rusia, que hemos renunciado a nuestra fuente de energía
barata.
Debido a una obsesión por la austeridad,
los gobiernos han descuidado sectores esenciales para el desarrollo de la
productividad, como la educación y la ciencia. Por su parte, los oligarcas
financieros no han invertido lo suficiente sus ganancias monopolísticas en
nuevas tecnologías para hacer frente a la competencia de EE.UU. y China.
El
resultado es que Europa está rezagada tanto tecnológica como económicamente.
Tampoco las cosas van bien en el ámbito
geopolítico. Europa y EE.UU. no han
logrado transformar a Rusia en una semicolonia
después de la caída de la Unión
Soviética ni provocar un cambio de régimen capitalista en China.
Se esperaba que al admitir a China en la Organización Mundial del Comercio e invertir fuertemente en
el país, las fuerzas capitalistas crecerían tanto que con el tiempo tomarían el
poder del Partido Comunista, una
idea ilusa.
Al seguir servilmente a EE.UU., Europa ha descuidado la
construcción de una estructura de seguridad equilibrada después de la caída de
la URSS, una que también incluyera a
Rusia.
Ahora, tanto Rusia como China se han
convertido en adversarios formidables, a los que no se puede tomar a la ligera.
Especialmente bajo el impulso de China, a través de los BRICS los países del Sur Global también están formando un contrapeso cada vez mayor frente al dominio del Norte.
La lucha ha comenzado
Es
en este contexto en el que la élite
estadounidense, encabezada por Trump y
Musk, ha lanzado una agresiva campaña para salvaguardar la supremacía
absoluta de EE.UU. («Make America Great Again»), incluso
a expensas de sus aliados más cercanos.
Esto
significa que ha estallado la lucha
entre EE.UU. y las otras grandes
potencias imperialistas. En el Foro
Económico Mundial de Davos, Ursula
von der Leyen lo expresó de la siguiente manera:
«El orden mundial basado en la cooperación, tal como lo imaginamos hace
25 años, no se ha hecho realidad. En su lugar, hemos entrado en una nueva era
de feroz competencia geopolítica. Las economías más grandes del mundo compiten
por el acceso a materias primas, nuevas tecnologías y rutas comerciales
globales. Desde la inteligencia artificial hasta la tecnología limpia, desde
los ordenadores cuánticos hasta el espacio, desde el Ártico hasta el Mar de
China Meridional, la carrera ha comenzado».
La
fuerza motriz detrás
de esta carrera es la búsqueda de la
máxima ganancia y la expansión del capital monopolista occidental. Eso
es lo que está en juego y de lo que realmente se trata. Para participar en esta
carrera, se juega la carta militar. O como dijo
el excanciller alemán Gerhard
Schröder:
«Un país solo cuenta verdaderamente en el escenario internacional si también está dispuesto a ir a la guerra».
Una excusa
Carece de sentido la principal excusa para
la actual fiebre bélica, a saber, que Rusia
representa una amenaza militar. Moscú
no tiene intención alguna de expandirse. Según expertos como Jeffrey Sachs y John Mearsheimer, la invasión de Ucrania fue para Moscú
una respuesta a la expansión de la OTAN
hacia el este y a la militarización
de Ucrania. Moscú lo consideró una amenaza existencial.
En términos de guerra convencional,
Europa no es rival para Rusia.
El Kremlin ya se ha atascado
rápidamente en Ucrania, que es un
país mucho más débil que los países
europeos. Y si finalmente hubiera un enfrentamiento entre Europa y Rusia, estaríamos en un
escenario nuclear, un final que nadie desea.
Una economía de guerra
En
otras palabras, las tensiones militares actuales no son tanto
el resultado de contradicciones
geopolíticas con Rusia, China y ahora también EE.UU., sino que están arraigadas en la obsesión del capital
monopolista occidental por obtener máximas
ganancias y expansión.
Para asegurar las ganancias de los monopolios occidentales, deben garantizarse
las inversiones y los mercados en el
extranjero, así como el suministro
de materias primas baratas desde esos países. Y para ello es
indispensable un aparato militar
fuerte a fin de imponer orden a países
rebeldes si es necesario.
La
militarización
también impulsa la economía. La
economía de guerra no depende del poder adquisitivo de la población, sino de las decisiones de
los líderes políticos. Las compras militares pueden proporcionar
(temporalmente) algo de oxígeno a una
parte de la industria, aunque
se haga a costa de otros sectores. Es lo que Reagan intentó en los años
80 con su Star Wars y
lo que hizo Hitler en la década de 1930.
En
Bélgica, y
probablemente en otros lugares, la
militarización puede ir acompañada de una ola de privatización sin precedentes.
Parte del dinero para los gastos
militares podría obtenerse vendiendo
las joyas de la corona del
patrimonio nacional o parte de ellas. La militarización sirve como
palanca para la privatización.
Esta
economía de guerra está orientada a una verdadera preparación
bélica. Durante la Guerra Fría
los países europeos tenían grandes ejércitos
permanentes. Tras la caída de la Unión
Soviética se desplegaron tropas de
intervención móvil para operaciones rápidas, como vimos en Libia y Siria.
Ahora
hay planes para volver a introducir
el servicio militar obligatorio,
construir infraestructura militar y establecer estacionamientos
prolongados en el extranjero, como en
los Estados bálticos y Ucrania.
También se están considerando otras
opciones, como la discusión sobre un escudo nuclear.
Muchos indicios apuntan a que una guerra mundial se está convirtiendo en
una posibilidad real para las élites
financieras y económicas.
Consecuencias
Una
militarización de
este tipo tiene consecuencias
profundas para la sociedad. El dinero
tiene que salir de alguna parte. Actualmente, Europa gasta aproximadamente el 2% de su PIB en defensa. Si quiere
alcanzar la norma de 5%, tendrá que destinar alrededor de 500.000 millones de euros más al año en defensa.
Con
gobiernos de derecha,
el fuerte aumento de los presupuestos
de defensa inevitablemente se hará a costa del gasto social, así como del Green Deal, cuyo presupuesto anual es de 86.000 millones de euros.
Ya mencionamos anteriormente que la militarización probablemente irá
acompañada de una ola de privatización
sin precedentes en la economía.
El
desarrollo de un verdadero Euroejército también traerá consigo un importante déficit
democrático. La estructura
de mando estará en el nivel europeo. Pronto serán los tecnócratas europeos, y no los gobiernos o parlamentos nacionales,
quienes decidirán si nuestros jóvenes deben ir al frente de guerra.
Finalmente, la militarización de nuestras economías y sociedades solo aumentará las tensiones en el continente europeo. En lugar de construir una estructura de seguridad equilibrada, estamos iniciando una peligrosa carrera armamentista y avivando aún más la hostilidad contra la potencia nuclear rusa.
Una decisión histórica
Europa se enfrenta a una decisión histórica. El proceso de militarización conlleva enormes costos económicos,
desmantelamiento social, retraso en
la transición ecológica en la economía
y un déficit democrático, mientras
que el riesgo de un conflicto mayor es
cada vez más real.
¿Beneficia
realmente esta militarización a la ciudadanía europea o solo a las élites
económicas y a la industria armamentística? ¿Nos dejaremos arrastrar por la
fiebre bélica o elegiremos prosperidad, sostenibilidad y una estructura
de seguridad equilibrada en el continente? ¿Seguiremos a Estados Unidos en
su lógica imperialista y militarista o construiremos un proyecto europeo
independiente, basado en una cooperación respetuosa con los países del Sur Global?
Los
próximos años serán cruciales para responder a estas preguntas
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