“DAVID HARVEY, THOMAS
PIKETTY Y LA CONTRADICCIÓN CENTRAL DEL CAPITALISMO.- De hecho, la posición de Harvey es que la ley de
Marx de la rentabilidad es irrelevante para la explicación de las crisis. Esto le
lleva a afirmar que la dirección neo-liberal para aumentar los beneficios en la
década de 1980 no fue “dictada por cualquier ley matemática” (lo que
probablemente significa la ley de Marx de la rentabilidad). Cita a Alan Budd, asesor económico de Margaret Thatcher que confesó ‘en un
momento de descuido’ que las políticas de lucha contra la inflación de la
década de 1980 resultaron ser “una muy
buena manera de aumentar el desempleo, y el aumento del desempleo fue una
manera extremadamente deseable de reducir la fuerza de la clase obrera … lo que
se montó en términos marxistas fue una crisis del capitalismo, que recreó un
ejército de reserva de mano de obra y ha permitido a los capitalistas hacer
grandes ganancias desde entonces” (Budd).
Verdaderamente esta cita me hace pensar que la agenda neo-liberal fue en mucho
restaurar la rentabilidad que había llegado a los mínimos de la posguerra a
finales de los años 1970. Pero al parecer, según Harvey, la profunda recesión,
de doble caída, en la década de 1980, que devaluó y destruyó capital y restauró
la rentabilidad no tenía nada que ver con eso. En lugar de ello ” todo era política”.
“Harvey
critica a Piketty por no haberse fijado en que la restricción en la
participación de los salarios, y el potencial ‘subconsumo’ que podría crear fue
superado por un aumento masivo de la deuda de las familias: “¿dónde está la
demanda? Piketty ignora
sistemáticamente esta cuestión. En la década de 1990 eludieron la respuesta con
una gran expansión del crédito, incluyendo la ampliación de la financiación de
hipotecas en los mercados de alto riesgo (“subprime”). Pero la burbuja de
activos resultante fue obligada a estallar como lo hizo en 2007-8 derribando a Lehman Brothers y el sistema de
crédito con él. ” Por lo tanto las crisis son producto de la falta de demanda.
Las burbujas del crédito pueden compensar, pero sólo por un tiempo”.
/////
En cada
época, desde que surgió el capitalismo el modo de producción es el capitalismo,
pero la forma en que se concreta es distinta, y dentro de cada época en cada
país adquiere una nueva concreción, un nuevo modelo, y así llegamos a la
actualidad, la época del imperialismo, que se concreta, en cada país, de una
forma distinta, tan distinta como es distinta hoy.
***
PIKETTY CONTRA MARX.
*****
Diego Farpón.
Rebelión.
Jaque al Neoliberalismo.
Jueves 24 de marzo del
2016.
Escribe muchas cosas
reaccionarias Thomas Piketty en su obra el capital en el siglo XXI, como
corresponde a un defensor del capitalismo. Sin embargo, su obra ha tenido
resonancia entre la gente de izquierdas, y recientemente en distintos portales
de información crítica han vuelto a aparecer varios textos que recomiendan leer
el libro de Piketty –de manera positiva, no para criticarlo y combatir el
pensamiento hegemónico-.
Piketty nos dice que “el
capitalismo produce mecánicamente desigualdades insostenibles, arbitrarias, que
cuestionan de modo radical los valores meritocráticos en los que se fundamentan
nuestras sociedades democráticas. Sin embargo, existen medios para que la
democracia y el interés general logren retomar el control del capitalismo y de los
intereses privados, al tiempo que rechazan los repliegues proteccionistas y
nacionalistas. Este libro intenta hacer propuestas en ese sentido”.
Su obra se enmarca, pues,
en la corriente que propugna una vuelta al capitalismo de antes de la crisis.
Nada más alejado del marxismo, nada más utópico, nada más reaccionario en los
tiempos actuales que muestran los límites objetivos del capitalismo y que
requieren de una ofensiva de la izquierda revolucionaria –ofensiva que no se
produce ni en lo orgánico ni en lo ideológico, lo que a la postre provoca
confusión en todos los ámbitos y permite que personajes como Piketty irrumpan y
hegemonicen el pensamiento no sólo de la clase trabajadora sino de dirigentes
de izquierdas-.
Piketty, que publica su
libro bajo el título de El capital en el siglo XXI, tampoco oculta nunca
haber leído al completo El capital de Karl Marx, en distintas
entrevistas. Es tan absurdo el libro de Piketty, quien escribe contra la
economía política –contra la ciencia de la economía, aunque tampoco tiene
claros estos conceptos, como deja claro en la parte final de la obra-, que es
difícil hacer una crítica breve.
Nos vamos a centrar en la
aportación fundamental de Marx y Engels: su demostración de que el capitalismo
es un sistema histórico y, por lo tanto, finito. Para Piketty el final del
capitalismo es “el apocalipsis”. Pero a pesar de PIketty, que es tan ahistórico
y tan acientífico como Fukuyama, ninguna sociedad es eterna, y no hay solución
para salvar el capitalismo y que funcione correctamente –aunque se atreva a
decir esta estupidez en mitad de la crisis orgánica que estamos viviendo-:
“La solución correcta es un
impuesto progresivo anual sobre el capital; así sería posible evitar la
interminable espiral de desigualdad y preservar las fuerzas de la competencia y
los incentivos para que no deje de haber acumulaciones originarias”
Un impuesto, porque eso es todo lo que aporta
Piketty tras cientos y cientos de páginas: un impuesto sobre el capital y
arreglamos la sociedad… un pensamiento tremendamente pobre, en consonancia con
las aportaciones históricas que hace el pensamiento burgués a las distintas
ciencias y, sin embargo, desde la izquierda se le han abierto las puertas. Lo
único que aporta el libro, eso sí, son un montón de datos y tablas
estadísticas. Lástima que Piketty no sepa interpretarlas y, cual economista pre-marxista,
se quede en la apariencia de los datos.
No voy a preguntar, porque eso sería
demoledor y no tendría sentido seguir escribiendo, si ese impuesto que reclama
Piketty es sólo para que la sociedad occidental pueda seguir viviendo a costa
de someter a la mayoría del mundo a la pobreza, o piensa que un impuesto puede
solucionar el capitalismo como lo que es, un sistema global de administración
de miseria, hambre y guerra y muerte.
David Harvey (Inglaterra
1935), conocido Profesor Marxista, Geógrafo de profesión y Thomas Piketty,
(Francia 1971)economista, pensamiento crítico del capitalismo del siglo XXI - despertó con
su obra el Capitalismo del siglo XXI - todo un vendaval de crítica y
otros de reconocimiento de un "buen trabajo de investigación".
***
El fin del capitalismo.
Como hemos señalado más arriba una de las
grandes aportaciones del marxismo es la objetividad del final del capitalismo,
idea que vertebra el pensamiento no sólo económico, sino que fue también motivo
del nacimiento del materialismo histórico, y elemento fundamental para la
comprensión de la concepción de la lucha de clases, porque Engels y Marx
aglutinan todas las ciencias: no se puede comprender la economía política sin
el materialismo histórico, pero tampoco el materialismo histórico sin la
economía política, ni estas dos ciencias se pueden comprender al margen de la realidad,
al margen de la historia viva, de la economía viva: no se pueden comprender al
margen de la lucha de clases.
En el terreno de la economía la ley más
importante es la de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Así
explicaron Engels y Marx la necesidad del final del capitalismo, el límite
histórico objetivo que produciría el colapso del capitalismo y el surgimiento
de una nueva sociedad.
Partiendo de la base de que es la naturaleza
y la transformación de la misma la fuente de la riqueza (la transformación del
árbol en silla, del crudo en gasolina…) el marxismo sostiene que quien lleva a
cabo dicha acción –la clase trabajadora- es quien genera la riqueza.
El marxismo distingue dos tipos de capitales:
el capital variable y el capital constante. El capital variable es aquel que se
invierte en factor trabajo (trabajadoras/es), el capital constante es aquel que
se invierte en medios de producción (energías, materiales, maquinaria…).
De esta forma, es el capital variable, el que
se invierte en la fuerza de trabajo, esto es, el que permite la acción de la
transformación de la naturaleza, el único capital que crea excedente. El
capital variable mediante la venta de la mercancía que la clase trabajadora ha
producido se divide en dos: por una parte se convierte en el salario de la
clase trabajadora, por otra parte surge en forma de excedente, de plusvalía: la
apropiación de parte del trabajo que la clase trabajadora realiza y de la que
se apropia el/la capitalista.
Así el marxismo explica que a medida que
aumenta el capital constante –por ejemplo porque la tecnología, maquinaria, es
cada vez más cara- su peso relativo frente al capital variable es cada vez
mayor: proporcionalmente hoy una empresa de automóviles invierte más en capital
constante en relación al capital variable que cuando surgió la industria
automovilística. Por lo tanto el capital que genera plusvalía es cada vez
menor.
De aquí se desprende, en primer lugar, la ya
señalada ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia –y como en toda
ciencia hay factores que contrarrestan esta tendencia: ni la historia, ni la
economía, ni la lucha de clases, ni la vida son lineales-; en segundo lugar el
aumento de la composición orgánica del capitalismo –cada vez es mayor la
proporción de capital constante en relación al capital variable-; en tercer
lugar cada vez le es más difícil al capitalista lograr la reproducción ampliada
del capital –obtener plusvalía y reinvertirla para poder competir con el resto
de capitales y sobrevivir, pues el capital que obtiene una mayor plusvalía
obtiene más capital para reinvertir, para producir cada vez más y acaparar
mercado y expulsar al resto de capitales con los que compite-, lo cual nos
llevaría hasta la concentración y centralización del capital… fenómenos, ambos,
que no sólo son cada día mayores, sino que además hoy, en mitad de la crisis,
adquieren formas dramáticas y que, incluso un observador superficial del mundo,
como Piketty, podría advertir.
Piketty, más allá de decir que el capitalismo
no cayó, más allá de decir que el apocalipsis no se produjo, ¿es capaz de
demostrar la invalidez del pensamiento económico marxista? No. No sólo no es
capaz de demostrar la invalidez del pensamiento marxista sino que no es capaz
de señalar cómo funciona el mundo, sólo de darse cuenta de que cada vez las
desigualdades son mayores.
La pregunta es, pues: ¿es vigente la tendencia decreciente de la tasa de ganancia? Es evidente que la forma concreta del modo de producción capitalista –el modelo- en el siglo XIX y en el siglo XXI no es igual: pero tampoco es igual en 2016 el modelo de producción en Alemania que en el Estado español, y los dos modelos se corresponden con el modo de producción capitalista. En cada época, desde que surgió el capitalismo el modo de producción es el capitalismo, pero la forma en que se concreta es distinta, y dentro de cada época en cada país adquiere una nueva concreción, un nuevo modelo, y así llegamos a la actualidad, la época del imperialismo, que se concreta, en cada país, de una forma distinta, tan distinta como es distinta hoy la situación de Francia, Perú o Siria –donde, en cada país, la economía no se puede desligar de la historia, de la trata de mujeres y la vida y la muerte, porque, insistimos, intentar analizar la economía al margen del marxismo –al margen de la sociedad y de la lucha de clases- puede servir, como para Piketty, para escribir cientos de páginas que no dicen nada, pero no sirve para comprender nada de la vida... ni de la propia economía. Engels y Marx analizaron un modo de producción: el capitalista; y siglo XIX o siglo XXI el capitalismo es capitalismo. Y además la pugna despiadada por la obtención de plusvalías es más aguda que nunca: el capitalismo hoy –con las crisis se agudizan las tendencias- se parece mucho más al capitalismo que señaló Marx que a cualquiera de las ocurrencias que han dado por superado su pensamiento, incluido Piketty.
La pregunta es, pues: ¿es vigente la tendencia decreciente de la tasa de ganancia? Es evidente que la forma concreta del modo de producción capitalista –el modelo- en el siglo XIX y en el siglo XXI no es igual: pero tampoco es igual en 2016 el modelo de producción en Alemania que en el Estado español, y los dos modelos se corresponden con el modo de producción capitalista. En cada época, desde que surgió el capitalismo el modo de producción es el capitalismo, pero la forma en que se concreta es distinta, y dentro de cada época en cada país adquiere una nueva concreción, un nuevo modelo, y así llegamos a la actualidad, la época del imperialismo, que se concreta, en cada país, de una forma distinta, tan distinta como es distinta hoy la situación de Francia, Perú o Siria –donde, en cada país, la economía no se puede desligar de la historia, de la trata de mujeres y la vida y la muerte, porque, insistimos, intentar analizar la economía al margen del marxismo –al margen de la sociedad y de la lucha de clases- puede servir, como para Piketty, para escribir cientos de páginas que no dicen nada, pero no sirve para comprender nada de la vida... ni de la propia economía. Engels y Marx analizaron un modo de producción: el capitalista; y siglo XIX o siglo XXI el capitalismo es capitalismo. Y además la pugna despiadada por la obtención de plusvalías es más aguda que nunca: el capitalismo hoy –con las crisis se agudizan las tendencias- se parece mucho más al capitalismo que señaló Marx que a cualquiera de las ocurrencias que han dado por superado su pensamiento, incluido Piketty.
Pero, ¿y la revolución socialista?.
¿Engels y Marx se atrevieron a predecir el futuro? Sí, porque ese y no
otro es el sentido de las ciencias. ¿De qué nos sirven las ciencias sino para
saber que el avión será capaz de volar y no nos estrellaremos? Y sin embargo,
¿cuántos aviones no cayeron y caen? ¿Cuántas veces las ciencias que presumen de
ser exactas tienen que corregirse a medida que se producen avances en el campo
de la técnica y del pensamiento? Si las ciencias no estuviesen corrigiéndose
día a día no serían ciencias, sino dogmas.
En 1892 Engels escribía un prefacio para la situación de la clase trabajadora en Inglaterra y señalaba: “he puesto cuidado en no tachar del texto muchas profecías –entre ellas la de la inminente revolución social en Inglaterra-, inspiradas por mi ardor juvenil. No tengo la menor intención de presentar mi libro ni de presentarme a mí mismo como mejores de lo que entonces éramos. Lo admirable no es que muchas de estas profecías hayan fallado, sino el que tantas hayan resultado acertadas”.
Hablando de economía –discutiendo sobre cómo se distribuye la burguesía la plusvalía-, en su carta a Werner Sombart, Engels sostiene: “¿cómo se produce, pues, el proceso de nivelación? Es un problema de extraordinario interés, del que el propio Marx no dice mucho. Pero toda la concepción de Marx no es una doctrina, sino un método. No ofrece dogmas hechos, sino puntos de partida para la ulterior investigación y el método para dicha investigación. Por consiguiente, aquí habrá que realizar todavía cierto trabajo que Marx, en su primer esbozo, no ha llevado hasta el fin”.
¿Qué ocurre, pues, con el fin del capitalismo –con el, ya sabéis, apocalipsis de Piketty-? Ocurre que todavía no se ha producido. Muy poquitas veces en la historia un modo de producción alcanza el límite histórico –como fue el caso del Imperio Romano-. Habitualmente una invasión pone fin a una sociedad cuando esta aún se podría haber desarrollado durante muchos cientos de años. ¿No había un desarrollo capitalista para Afganistán, Irak o Libia? Sí, pero la barbarie y el propio desarrollo del imperialismo ahogan en sangre a los pueblos y no dejan que las historias sigan sus caminos.
¿Cuánto tiempo tardará en caer el capitalismo? Eso no lo podemos saber: aún le queda mucho camino por recorrer, pero a diferencia de las sociedades que nos precedieron conocemos cómo funciona la sociedad en la que vivimos, y conocemos sus límites objetivos. Si queremos perecer con nuestra sociedad o transformarla antes de que nos lleve al abismo es responsabilidad nuestra. Sabemos, quienes analizamos desde el marxismo, que la crisis actual bajo las coordenadas de los gobiernos burgueses no tiene salida –aunque los Piketty no comprendan el mundo y reclamen en medio de la crisis más fuerte de la historia del capitalismo la necesidad de un impuesto para revertir lo que en el capitalismo es irreversible-, y sabemos que bajo gobiernos reformistas se profundizará en la agonía para la mayoría social –aunque muchos economistas, incluido Varoufakis, parecieran decepcionados por Syriza-. Sabemos que China va a estallar, aunque no le podamos poner un día y una hora –y lo sabemos desde hace mucho tiempo, aunque el día que ocurra las cátedras de economía se sorprenderán-. Sabemos que habrá nuevas guerras, que en el siglo XXI la forma imperialista que adopta el capital no es algo que se pueda elegir, que no es una cuestión de buenos o malos, sino que se corresponde con las necesidades del modo de producción –aunque a los Piketty les gustaría un imposible capitalismo bonito y responsable-. Sabemos que no importan los límites ecológicos y que de nada sirve luchar por un planeta sostenible si no luchamos contra el capitalismo: la vida no está contemplada como argumento en el modo de producción capitalista. Y sabemos que si el capitalismo es capaz de aplazar la actual crisis –sea mediante la guerra, sea mediante cualquier argucia- la próxima crisis –porque necesariamente habrá próxima crisis- será muchísimo mayor.
¿La revolución socialista llegará? No. Al menos no llegará porque sí. A
diferencia de los anteriores cambios que se produjeron en la historia la
revolución socialista no espera al final del desarrollo del capitalismo, sino
que la clase trabajadora se organiza para traerla. Nadie se organizó
conscientemente para acabar con el Imperio Romano y traer el feudalismo; nadie
se organizó conscientemente para acabar con el feudalismo y traer el
capitalismo: fue el transcurso de la historia. Pero transformada la historia y
la economía en ciencias hoy sabemos que la lucha de clases es el motor de la
historia y podemos influir en ella. A Engels y a Marx les hubiera gustado ver
la revolución socialista, y por eso lucharon, por eso la situaron como objetivo
político, social y económico en el horizonte de sus vidas y sus trabajos. No
por determinismo, sino porque escribieron y lucharon por la vida, para la vida.
Elegir entre el apocalipsis de la vida tal y como la concebimos o la
transformación de la sociedad es decisión nuestra.
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