OBAMA YA ESTA EN CUBA. La Habana, 20 mar,
5.p.m. (PL) La Plaza de Armas recibe al presidente Barack Obama. El presidente de Estados Unidos recorre sitios de
interés histórico y cultural en La Habana Vieja El presidente Barack Obama llegó hoy a Cuba, donde
permanecerá hasta el 22 próximo, en la primera visita de un mandatario
estadounidense en casi 90 años, después
que Calvin Coolidge lo hiciera en enero de 1928. A su arribo al Aeropuerto
Internacional José Martí de esta capital, el mandatario fue recibido bajo una
ligera lluvia por el canciller cubano, Bruno Rodríguez, y otros funcionarios
cubanos y estadounidenses. El jefe de Estado norteamericano partió este domingo
junto a su familia desde la Base de Andrews, estado de Maryland, y realizó el recorrido para llegar a La
Habana a bordo del avión presidencial Air Force One a las 16:20 hora local.
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Fidel, Raúl y Ernesto Che Guevara se conocieron en 1955, en una "colonia" del D.F. Distrito Federal (Capital de México hasta el 2016. Hoy la Capital es "Ciudad de México". Según los "documentos desclasificados" y hoy a la llegada del Presidente Obama a La Habana. Después de 90 NO llega un "gringo", pero sí llega un "afro-americano". Los Cubanos expresan "Bienvenido Presidente" pero que termine el "odioso" y fracasado "bloqueo económico-comercial-financiero" y además anuncie la devolución de Guantánamo, que es propiedad cubana.
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HISTORIA
DE LA REVOLUCIÓN CUBANA: LA PATA MEXICANA QUE LANZÓ LA REVOLUCIÓN.
Un Documento desclasificado habla de la Célula
Azteca de Fidel, Raúl y El Che en una Colonia del D.F.
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Los detalles del arresto de Fidel Castro en México
y el desmantelamiento de la “conjura contra el Gobierno de la República de
Cuba” figuran en cinco páginas escritas a máquina conservadas en el Archivo
General de México.
Eduardo Febbro
Desde
Ciudad de México domingo 20de marzo del 2016.
El presidente de la
primera potencia mundial, Barack Obama, llega hoy a Cuba sin que Estados Unidos
haya podido, a lo largo de casi 60 años, doblegar a esa Revolución Cubana que
murió y renació en una esquina de México. Porque la génesis final de la revolución
castrista se plasmó en un barrio adinerado de la capital mexicana, en las
esquinas de Kepler con Mariano Escobedo, a la sombra nocturna de unos árboles
por donde Fidel Castro caminaba luego de bajarse de un Packard Verde de 1950.
Iba acompañado por tres hombres. Fidel se dio cuenta de que lo seguían, llevó
su mano a la cintura para tomar su revólver pero los agentes del capitán
Fernando Gutiérrez Barrios le ganaron la partida, sin disparar un solo tiro.
Hace casi 60 años, el 21
de junio de 1956, la Revolución Cubana quedó suspendida en esa esquina de
Kepler con Mariano Escobedo. Fidel Castro tenía apenas 29 años y acababa de
caer en la redada montada pacientemente por Barrios. Con Fidel, cayeron también
todos aquellos que habían trabajado en la célula que Castro había montado en
México con el Che.
En ese momento, todo
parecía perdido, tanto más cuanto que los sabuesos del capitán Fernando
Gutiérrez Barrios habían puesto bajo su radar la sede de la célula cubana
situada en la Colonia Tabacalera, en el número 49 de la calle José de Emparan,
departamento “C”. El lugar es todo un emblema de nuestra historia. El primero
de julio de 1955 allí se conocieron Fidel Castro y el Che. Ambos fueron
presentados por el hoy presidente de Cuba, Raúl Castro. Quienes se volverían
con el tiempo los dos ejes de la Revolución Cubana que derrocó a Fulgencio
Batista conversaron durante más de 10 horas. El Che vivía en Emparan 49 con la
peruana Hilda Gadea, su esposa (se casaron en agosto de 1955). El departamento
de la Colonia Tabacalera era también el núcleo desde donde Fidel había montado
su organigrama mexicano. Los detalles del arresto de Fidel Castro y el
desmantelamiento de la “conjura contra el Gobierno de la República de Cuba”
figuran en cinco páginas escritas a máquina conservadas en el Archivo General
de México.
El documento fue
descalificado hace algunos meses luego de permanecer oculto durante varias
décadas en los archivos confidenciales de la Secretaría de Gobernación. Cuando
Fidel y la célula del 26 de Julio fueron arrestados, el capitán Gutiérrez
Barrios era uno de los agentes más importantes de la desaparecida Dirección
Federal de Seguridad (DFS) de la Secretaría de Gobernación. Barrios era un
lince, un hombre de doble filo, capaz de encarcelar y perseguir a cuanto progresista,
líder de movimiento juvenil o sindical se le cruzaba por el camino, de arrestar
a Fidel y los suyos y luego, como se verá, de asumir lo impensable. En ese
documento, Barrios cuenta que el comando de cubanos estaba encabezado “por un
sedicente doctor Fidel Alejandro Castro Ruz, exiliado político cubano quien
llegó a nuestro país por una amnistía del gobierno de Cuba después de estar
preso por cometer un asalto a un cuartel militar en La Habana el 26 de julio de
1953”. Castro había llegado a México en julio de 1955 con la intención de
regresar a Cuba y derribar la dictadura de Batista. Fidel y su hermano armaron
una célula operativa compuesta por unas 40 personas que se entrenaba en México
con vistas del zarpazo final. El informe escrito por Barrios dice que su
objetivo consistía en “capacitarse militarmente para integrar mandos que
dirijan en su país a los descontentos”. Resulta paradójico constatar que, a lo
largo de las páginas del informe, el capitán Barrios va manifestando poco a
poco cierta admiración por el grupo, y, sobre todo, por Fidel, en quien
reconoce rápidamente su estatura de líder y su rigor. Según el capitán, Fidel
les hacía entender a sus hombres que “para estar preparados a una acción armada
se necesita una disciplina estricta”.
Fidel y un ex coronel de
la República española, Alberto Bayo Giraud, eran los principales instructores
del grupo disidente.
Los hombres se
entrenaban en una suerte de estancia a la que Fidel Castro había rebautizado
con el nombre de Santa Rosa, situada en la zona montañosa de Ayotzingo, Chalco.
Barrios escribe en su informe que los entrenamientos comprendían “prácticas de
tiro, topografía, táctica, guerrilla, explosivos bombas incendiarias, voladura
con dinamita”. Antonio del Conde fue quien le vendió a Fidel las armas con las
que se entrenaban, todas compradas en los Estados Unidos. Una vez que Fidel fue
detenido en la capital mexicana, cientos de militares allanaron la Estancia
Santa Rosa. Todo parecía perdido. La Revolución había quedado en manos del capitán
Fernando Gutiérrez Barrios. Los rebeldes estaban presos, sus armas y sus medios
confiscados. La historia, en suma, se había tragado los sueños revolucionarios.
Pero algo sutil y decisivo ocurrió. Los rasgos de ese cambio están en el
documento de 5 páginas escritas por el temible capitán. En vez de emitir
recomendaciones severas, Barrios empieza a restar importancia al comando,
afirma que los revolucionarios no tienen lazo alguno con el Partido Comunista,
califica las armas incautadas como “pocas y fáciles de adquirir” y, por encima
de todo, suaviza su análisis diciendo que la célula castrista era en realidad
un “grupo opositor independiente” cuyo único objetivo consistía en “derribar a
Fulgencio Batista”.
El mismo Fidel dio
cuenta de esa metamorfosis del policía mexicano en el libro Guerrillero del
tiempo. Allí escribe: “Gutiérrez Barrios se dio cuenta del sentido de nuestra
lucha, de quiénes éramos, qué hacíamos. (...) Llegó a sentir aprecio por
nosotros y por todo el movimiento. Fue uno de los fenómenos que se produjo en
medio de tal desastre: nació una relación de amistad y de respeto con el
principal jefe de la Policía Federal”. Lo que pareció llegar a un trágico fin
en la esquina de Kepler y Mariano Escobedo resultó ser un nuevo comienzo.
México liberó a Fidel y su grupo y la historia se puso de nuevo en marcha casi
por la misma senda por donde, una tarde de 1955, había comenzado. Ese año, un
joven alto y con autoridad que decía llamarse Alejandro entró en una armería de
la Ciudad de México y pidió comprar “mecanismos de acción belgas”.
El
dueño de la armería, Antonio del Conde, no supo sino mucho después que el joven
que le pedía esas armas era Fidel Castro. Se las vendió, esas y muchas más.
Desde ese momento, Del Conde se volvió un amigo y, también, el proveedor de
armas oficial de la célula castrista. Antonio del Conde fue, de pronto, el lazo
entre México y Cuba. El armero le proporcionó a Castro y sus 80 revolucionarios
el Barco Granma con el cual, el 25 de noviembre de 1956 por la mañana, bajo una
garúa incómoda, Fidel Castro zarparía desde el puerto de Tuxpan rumbo a la
Sierra Maestra y la Revolución. El presidente de la primera potencia mundial, Barack Obama, llega hoy a ese país, sin
que Estados Unidos haya podido, a lo largo de casi 60 años, doblegar a esa Revolución que
murió y renació en una esquina de México.
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