Presentamos dos
Textos diferentes en relación a la grave situación que hoy enfrenta el ex
Presidente Lula, problema de la Investigación de Lava
Jato, Petrobras y otras empresas del Estado. Dos escritores dentro del
pensamiento crítico latinoamericano. El Sociólogo Emir Sader y el Escritor,
Periodista y hombre de Izquierda Raúl Zibechi, nos presentan posiciones
distintas y en lo central una mirada con respecto a América latina y el futuro
de la izquierda progresista y democrática, hoy en graves riesgos de ser “despojada
del gobierno” en varios países de Nuestra América, producto de graves errores
cometidos durante su gestión, siendo al principal la corrupción.
EL DESTINO DE LULA,DE BRASIL Y DE AMÉRICA
LATINA.- Emir
Sader.
Los
acelerados acontecimientos en Brasil trasforman el escenario del destino de
Lula, del país y de América Latina cada día. En dos semanas, del 4 al 18 de marzo, Lula pasó de estar detenido a ser el
orador de la más grande manifestación en São
Paulo, aclamado por centenas de millares de personas. No habían pasado
muchas horas hasta que el más arbitrario y truculento juez del Supremo Tribunal
Federal, Gilmar Mendes, valiéndose de las vacaciones del Tribunal, publicó un
decreto prohibiendo a Lula asumir su cargo como ministro del Gobierno de Dilma Rousseff.
Mientras tanto, para componer el escenario de ópera buffa en el peor Congreso
que Brasil jamás ha tenido – el último elegido con financiamiento empresarial
de campanas– se ha avanzado, bajo la conducción de unánimemente reconocido como el más corrupto de los políticos
brasileños, Eduardo Cunha, en
los intentos de impeachment de la presidenta de la República.
Todo parece un juego lleno de
escaramuzas, por detrás del cual muchas veces no aparece lo que realmente está
en juego. El empeño de la alianza entre la prensa monopolista, sectores del Poder Judicial y de la Policía Federal
y los partidos de derecha demuestra cómo se juegan todo lo que pueden para
intentar excluir a Lula de la vida política. Porque él sigue siendo el
candidato favorito para volver a la presidencia de Brasil en 2018 pero, además,
es quien puede rescatar el Gobierno de Dilma Rousseff, superando la ya prolongada y
profunda crisis brasileña.
Es
todo lo que la derecha intenta impedir. Que Lula asuma el cargo de ministro
de Coordinación del Gobierno de Dilma Rousseff con amplio apoyo popular. Las
extraordinarias manifestaciones del día 18 de marzo han demostrado cómo la
izquierda ha recuperado su capacidad de movilización y cómo Lula sigue como el líder incuestionado de
la izquierda. Los que desde dentro y desde fuera de Brasil se han
precipitado a anunciar la muerte política de Lula han revelado que sus deseos están
muy lejos de la realidad. Pero el juego sigue abierto. Lo más importante es la
decisión sobre si Lula asume su cargo en el Gobierno. En caso de que lo haga,
que es lo más probable, se va a poder combinar su acción desde dentro del
Gobierno —en la perspectiva de la remontada del crecimiento económico y de
fortalecimiento de las políticas sociales— con las movilizaciones populares por
todo el país (las próximas están programadas para el 31 de marzo).
El
destino de Lula define el destino de Brasil. En caso de que no lo puedan excluir
de la vida política, tendrá un rol esencial en el rescate del Gobierno de Dilma Rousseff. Y, en caso de que lo
logre, será el candidato favorito en las elecciones del 2018 y el camino para
la derecha en Brasil seguirá cerrado por un tiempo largo. En caso de que la
derecha logre excluir a Lula de la vida política, el futuro de Brasil, con sus
correspondientes consecuencias para toda América Latina, serán totalmente
opuestas. De ahí
que los momentos actuales en Brasil sean decisivos. Martes 22 de marzo
del 2016. Público.
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BRASIL. IMPASSE, ANTES DEL DILUVIO.
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Raúl
Zibechi.
Brecha sábado
26 de marzo del 2016.
Tras dos semanas infartantes, las vacaciones de
Semana Santa parecen haber traído cierta calma, un bálsamo para un gobierno
sitiado. Hasta que alguien, muy probablemente el juez Sergio Moro, desenfunde
nuevamente la espada y todo vuelva a encabritarse.
A falta de hechos concretos, abundan los rumores.
Unos dicen que Lula desistiría de presidir el gabinete, acorralado por 13
acciones en su contra en el Supremo Tribunal Federal, que deberá pronunciarse
al respecto la próxima semana. O sea que ya no es sólo el juez Sergio Moro el
que tiene contra las cuerdas al ex presidente brasileño, sino la mayor
instancia judicial del país, donde la mayor parte de los jueces fueron
nombrados bajo los gobiernos del PT.
Otras versiones aseguran que en Brasilia se estaría
llegando a tejer acuerdos entre la oposición socialdemócrata (Psdb) y el hasta
ahora oficialista Pndb para un eventual gobierno que presidiría el actual vice,
Michel Temer. Aunque se necesitan dos tercios de la Cámara para destituir a
Dilma Rousseff, no son pocos los que estiman que se podría alcanzar esa cifra.
En todo caso el proceso de impeachment es largo, aunque la comisión encargada
de analizarlo ya fue nombrada.
En los hechos, la apuesta de Dilma y del PT de
colocar a Lula en el gabinete como principal articulador para salir de la
crisis se reveló un completo fracaso. Parece evidente, en contra de lo que
sostienen los analistas de izquierda, que el ex presidente perdió su aureola.
Pocos quieren aparecer de la mano de un futuro preso por corrupción. Hasta Frei
Betto, amigo personal de Lula y ex integrante de su gobierno, dio un paso al
costado y destacó que resulta sospechoso que el PT no haya expulsado a ninguno de
los militantes procesados en la Operación Lava Jato.
OEA entra en disputa
Mientras la operación de la justicia lleva
arrestadas a 133 personas y ha encarcelado a algunos de los más destacados y
ricos empresarios del país, pertenecientes a 16 compañías (entre ellas Camargo
Correa, Oas, Utc, Odebrecht, Mendes Junior, Engevix, Queiroz Galvão, Iesa y
Galvão Engenharia), y a políticos de numerosos partidos oficialistas y
opositores (entre ellos PP, PT, Pmdb, Psdb y Ptb), el país se encuentra en una
cuesta abajo que parece imparable.
Una de las personas más criticadas y elogiadas en
los últimos días fue el juez Moro. Los análisis más sensatos dicen que su
gestión es la oportunidad para llevar decoro a la política al destripar los
mecanismos de financiación de los partidos, cuyos fondos provienen del sector
privado y de trasvases más que dudosos. En ese sentido, la Operación Lava Jato
sería un avance republicano tan necesario como urgente. Sin embargo, la
difusión de conversaciones telefónicas entre Lula y Dilma horas después de que
el ex presidente fuera nombrado al frente del gabinete dio alas a quienes
sostienen que en Brasil está en curso un golpe. Debe decirse que esta tesis
resulta más que confusa y poco sustentada, toda vez que sus mentores no dijeron
una sola palabra cuando eran procesados los empresarios y algunos dirigentes
políticos, pero pusieron el grito en el cielo cuando llegó el turno de Lula.
En una situación de honda polarización, sorprendió
la declaración del secretario general de la Oea, Luis Almagro, quien el viernes
18 se pronunció en contra de las actuaciones del juez Moro. “El Estado de
derecho exige que todos seamos responsables e iguales ante la ley. Nadie, y
quiero decir nadie, está por encima de la ley”, dijo Almagro. Por si quedaban dudas,
agregó que “ningún juez está por encima de la ley que debe aplicar y de la
Constitución que garantiza su trabajo. La democracia no puede ser víctima del
oportunismo, sino que debe sostenerse con la fuerza de las ideas y de la
ética”.
Aún es muy pronto para interpretar lo que está
sucediendo en Brasil: si un proceso de limpieza de carácter republicano o una
simple venganza anti PT, o ambas cosas a la vez, ya que es muy probable que
algo que empezó como una operación legal esté siendo utilizado, y desviado,
para derribar un gobierno.
Cuestión de clase
La situación brasileña cambia de día en día y, en
ciertos momentos, de hora en hora. Esto quiere decir que es muy difícil pensar
que haya una mano negra detrás del telón que esté orientando las jugadas con
cálculos fríos. Así razona hoy la izquierda oficialista, aunque muchos datos
desmienten estas apreciaciones.
En el lado opuesto, nadie puede creer en la
sinceridad de dirigentes del Pmdb y del Psdb que están acusados de corrupción y
que en los gobiernos de los estados utilizan mecanismos idénticos a los del PT
en el gobierno. Todo indica que la Operación Lava Jato no va a terminar con la
corrupción si bien lo más seguro es que liquide al PT y al gobierno. Esto avala
la tesis de quienes afirman que estamos ante un golpe.
“Nos estamos hundiendo”, escribió hace algunas
semanas el ex ministro de Hacienda Antonio Delfim Netto, ministro de la
dictadura y ahora simpatizante de Dilma y Lula. Delfim Netto destaca la
perplejidad que le produce la situación del país. Recuerda que “en los últimos
cinco años crecimos 5 por ciento, mientras el mundo creció 18 por ciento y los
emergentes 28 por ciento” (Valor, 15-XII-15). El país se hundirá si no recupera
la gobernabilidad muy rápido, dice ahora el ex ministro.
Una legión de analistas compara la situación actual
con la que llevó al suicidio de Getúlio Vargas en 1954. Aunque hay elementos
comunes, apunta el historiador José Murilo de Carvalho, ya que Vargas era
acusado “por sectores de la clase media de tolerar prácticas corruptas, hay una
gran diferencia, que es la presencia activa de los militares en 1954 que
forzaron la salida de Vargas”. “Hoy el conflicto es civil y nacional”, sostiene
(BBC Brasil, lunes 21).
Para el historiador, como para tantos brasileños,
uno de los principales problemas es la polarización y el triunfo de la
irracionalidad. “La radicalización política y la intolerancia llegaron a un
punto peligroso. No hay más debate, apenas griterío. En este escenario dominado
por las pasiones todo puede suceder, incluso un serio conflicto social.”
Una encuesta realizada a los manifestantes de la
avenida Paulista de San Pablo en los actos del domingo 13 revela algo de esto.
El 77 por ciento eran titulados superiores y un porcentaje idéntico son
blancos, 63 por ciento perciben ingresos equivalentes al menos a cinco salarios
mínimos y tienen un promedio de 45 años, según Datafolha (Carta Capital,
viernes 18).
Un estudio de la consultora Data Popular realizado
en enero, con 3.500 entrevistados en 146 ciudades, reveló una de las mejores
fotografías del Brasil actual: sólo el 3 por ciento de los consultados aceptan
que son corruptos, pero el 70 por ciento admiten que realizan prácticas
corruptas, como mentir en el impuesto a la renta o sobornar guardias.
La guinda del pastel la puso el juez federal Catta
Preta Neto, quien derogó el nombramiento de Lula como ministro. En su perfil de
Facebook el juez colocó sin empacho fotos suyas y de su familia participando en
las manifestaciones contra el gobierno, el 7 de marzo, y escribió: “Ayude a
derribar a Dilma y vuelva a viajar a Miami y Orlando. Si ella cae, el dólar
bajará” (Carta Capital, viernes 18).
Como señala el sociólogo Jessé Souza, “la llamada clase media es la
fuerza de choque de los adinerados”. Ciertamente. Si Dilma es derribada, lo que
vendrá puede ser peor aún, en un país donde se evaporó la hegemonía y será difícil
restablecer el consenso.
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