Dr. Harvey, hoy los centros principales de
la lucha de clases no son como usted expresa en las fábricas, el
capitalismo del siglo XX, de acuerdo, que la clase obrera no es la misma que la
del siglo XX, hoy nueva clase obrera, nuevo proletariado, de acuerdo; que
principalmente está ubicado en los grandes centros de consumo masivo como los Malls centros de comida rápida, venta,
comercio, etc. Pero que la privatización del Estado de bienestar – en Europa – nos está
permitiendo ver directamente como se privatizan los derechos sociales y cómo se
expolian los derechos laborales de los trabajadores y que usted recomienda que
las nuevas formas de organización y concentración de la lucha de clases sea la “organización barrial” – no solo por la
presencia de un sector de trabajadores sino de varios sectores e trabajadores,
donde las necesidades si son comunes. El consumo, entre otras formas hoy representa
un nuevo modelo de acumulación del capitalismo
neoliberal en siglo XXI. Totalmente de acuerdo, por ahora solamente debo de
adicionar lo siguiente con la finalidad de encontrar una nueva concatenación del capital en el
siglo XXI con nuevas prácticas de acumulación: Educación, todo el sistema educativo –ante el abandono del Estado
de los servicios – (en especial la educación Universitaria), Sanidad, - clínicas particulares,
sistemas de aseguramiento, laboratorios – bancos
que promueven sistemas de uso de tarjetas
de crédito, seguridad social
particular, fondos de pensiones, clínicas, laboratorios, etc –. Clínicas Particulares. Empresas de fondo de Pensiones, AFPs. Empresas de seguridad – ante la
descomposición social del sistema y la extrema inseguridad ciudadana – (Mucho
más allá a nivel global del capitalismo corporativo global, la economía militar, hoy muy poderosa y activa).
Pero también hoy existen nuevos “centros”,
nuevos escenarios de las clases y la lucha de clases – el Ágora griega
retorna al mundo después de 25 siglos, se inicio en Europa, Los Indignados de la Plaza y las calles,
los “Democracia Real, Ya” con los movimientos sociales de resistencia ante
las políticas de austeridad y destrucción de los derechos sociales, continuo en
Estados Unidos con el movimiento Ocupa
Wall Street, tiempo después lo encontramos en las calles y plazas
principales de las más grandes ciudades de América
Latina. Sin embargo aún falta por despertar la lucha por los derechos
sociales de los trabajadores de los nuevos centros de acumulación del capital,
primero por al “vieja izquierda” marxista, que nació en el seno de la clase
obrera, se agotó, terminó, hoy la “nueva izquierda” que sustituye
históricamente, es la izquierda progresista – que toma los grandes paradigmas –
de los movimientos sociales de Europa, de
las décadas del 70’ y el 80’ – Ambientalismo, ecologismo, feminismo,
derechos civiles, pacifismo, derechos humanos, culturalistas, derechos de los
niños, comunidad gay, lesbianas y otros, así como la defensa de los
consumidores. No hay una izquierda con formación ideológica y política que se
ubique en el centro del escenario de las clases y la lucha de clases, el
despertad es muy lento, la lucha por los derechos se inician, ante el
agotamiento del modelo neoliberal y el propio modelo latinoamericano del crecimiento
macro-económico fundado en la exportación extractivista tradicional de materias
primas, incluso los nuevos modelos basados en las políticas del Consenso de los Commodities – hay atraviesan
por la presencia de grandes y extensos movimientos sociales de resistencia. El escenario de las clases y la lucha de
clases está presente, la izquierda está ausente o temerosa de asumir una nueva
estrategia de lucha social gremial-sindical. Los nuevos esclavos asalariados –
sin derechos laborales – esperan nuevas formas de organización y nuevas formas
de hacer política: Los Movimientos Sociales
anti-globalización, porque los conflictos sociales han llegado para
quedarse por mucho tiempo, mientras continúen las diferentes formas de
explotación, saqueo, expoliación de los
recursos naturales de los pueblos y de las nuevas formas de explotación de la mano de
obra, la fuerza de trabajo del nuevo proletariado del siglo XXI.
/////
DAVID HARVEY: “LA IZQUIERDA TIENE QUE REPENSAR SU APARATO TEÓRICO Y
TÁCTICO”.
Entrevista al geógrafo y teórico social británico.
*****
AK Malabocas.
Roar Magazine.
Rebelión martes 29 de
marzo del 2016.
David
Harvey, uno de los pensadores marxistas más prominentes de nuestro tiempo, se sentó
con el activista colectivo AK Malabocas
a discutir las transformaciones en el modo de acumulación capitalista, la
centralidad del terreno urbano en las luchas de clase contemporáneas, y las
implicancias de todo esto para la organización anti-capitalista.
AK Malabocas: En los
últimos 40 años, el modo de acumulación capitalista ha cambiado globalmente.
¿Qué significan estos cambios para la lucha contra el capitalismo?
DH:
Desde una perspectiva macro, cualquier modo de producción tiende a generar un
tipo distintivo de oposición, la cual es un espejo curioso de sí mismo. Si
miras atrás, en los ’60 o ’70, cuando el capital estaba organizado en grandes
formas corporativas, jerárquicas, tenías estructuras de oposición que eran
corporativas, tipos sindicalistas de aparatos políticos. En otras palabras, un
sistema fordista generaba una oposición de tipo fordista.
Con el quiebre de esta forma de
organización industrial, particularmente en los países capitalistas avanzados,
se terminaba con una configuración del capital mucho más descentralizada: más
fluida sobre el espacio y el tiempo que lo pensado previamente. Al mismo tiempo
veíamos el surgimiento de una oposición que está ligada a las redes, a la
descentralización y a la que no le gusta la jerarquía y las formas previas de
oposición de tipo fordista.
Así, que de una manera curiosa, las y
los militantes de izquierda se
reorganizan a sí mismos en el mismo modo
en el que la acumulación del capital se reorganiza. Si entendemos que la
izquierda es una imagen en espejo de lo que estamos criticando, entonces tal
vez lo que debamos hacer es romper el espejo y salir de esta relación
simbiótica con aquello que estamos criticando.
MK: ¿En la era fordista,
la fábrica era el principal sitio de resistencia. Dónde podemos encontrarla
ahora que el capital se ha movido lejos del piso fabril hacia el terreno
urbano?
DH:
Antes que nada, la forma fabril no ha
desaparecido. Todavía encuentras fábricas en Bangladesh o en China. Lo que
es interesante es cómo el modo de producción en las ciudades centrales cambió.
Por ejemplo, el sector logístico se ha expandido: UPS, DHL y todos sus trabajadores y trabajadoras están
produciendo valores enormes hoy en día.
En
las últimas décadas, un gran cambio tuvo lugar en el sector servicios también:
los más grandes empleadores de mano de obra en la década de 1970 en los Estados
Unidos eran General Motors, Ford y US
Steel. Los más grandes empleadores de mano de obra hoy son Mc Donalds, Kentucky Fried Chicken y Walmart. Antes, la fábrica era el centro de la clase obrera,
pero hoy encontramos a la clase obrera
más que nada en el sector servicios. ¿Por qué diríamos que producir
autos es más importante que producir hamburguesas?
Desafortunadamente la izquierda no se siente cómoda con la
idea de organizar a los trabajadores y trabajadoras de la comida rápida. Su imagen de la tradicional clase obrera no encaja
con la producción de valor de los trabajadores y trabajadoras de servicios, los
de distribución, de restaurants, de los supermercados.
El proletariado no
desapareció,
pero hay un nuevo proletariado que tiene características diferentes del que
tradicionalmente la izquierda solía identificar como la vanguardia de la clase
trabajadora. En este sentido, las y los trabajadores de Mc Donalds se
convirtieron en las y los trabajadores metalúrgicos del siglo XX.
MK: ¿Si esto es lo que es
el nuevo proletariado, cuáles son los lugares desde organizar la resistencia
hoy?
DH:
Es muy difícil de organizar en los lugares de trabajo. Por ejemplo, las y los
trabajadores de la distribución se mueven de un lado a otro. Así que esta
población tal vez podría organizarse mejor fuera del lugar de trabajo, quiero
decir, en sus estructuras barriales.
Hay una frase interesante en el trabajo de Gramsci de 1919 que dice que
organizarse en el lugar de trabajo y tener concejos fabriles está muy bien,
pero que deberíamos tener también
concejos en los barrios también. Y los concejos de los barrios, dijo,
tienen un mejor entendimiento de lo que son las condiciones de toda la clase
trabajadora, comparado con el entendimiento sectorial de la organización en el
lugar de trabajo.
Las organizadoras y organizadores fabriles solían saber muy bien lo que
un trabajador metalúrgico era, pero no entendían lo que el proletariado era
como un todo. La
organización barrial habría incluido, por ejemplo, a los
trabajadores y trabajadoras de la limpieza urbana, de la distribución y las
trabajadoras doméstica. Gramsci nunca
tomó esto y dijo: “Vamos! el Partido Comunista debería organizar asambleas
barriales”
No obstante, hay algunas excepciones
en el contexto europeo donde los partidos comunistas organizaron, de
hecho, concejos barriales, porque no
podían organizarlos en las fábricas, por ejemplo en España. En la década de 1960 esta era una forma de organización muy
poderosa. Por ello, como he discutido por un largo tiempo, deberíamos ver la organización barrial como una forma de organización
de la clase. Gramsci sólo lo
mencionó una vez en sus escritos y nunca lo desarrolló más en profundidad.
En
Gran Bretaña en los ’80, hacía formas de organización laboral
en plataformas a lo largo de la ciudad, sobre la base de concejos de oficios, que estaban haciendo lo que Gramsci sugirió. Pero dentro del
movimiento sindical, estos concejos siempre fueron mirados como formas
inferiores de organización laboral. Nunca se los trató como un componente
fundacional de cómo el movimiento sindical debería operar.
De hecho, ocurrió que los concejos de oficios fueron a menudo
mucho más radicales que los gremios tradicionales y eso era porque estaban
basados en las condiciones de toda la clase trabajadora, no sólo de los
sectores más privilegiados de la clase. Así, al punto de que estos tenían una
definición mucho más amplia de la clase, los concejos tendieron a darse
políticas mucho más radicales. Pero esto nunca fue valorado por el movimiento
sindical en general, siempre fue mirado como un espacio en el que los radicales
podían actuar.
Las
ventajas de esta forma de organización son
obvias: supera la brecha entre organizarse de manera sectorial, incluye todas
las formas de trabajo “desterritorializado” y es muy adaptable a nuevas formas
de organizaciones comunitarias y de base asamblearia, como Murray Boockchin
planteó, por ejemplo.
MK: En las recientes
oleadas de protesta -en España y Grecia, por ejemplo, o el movimiento Occupy-
puedes encontrar esta idea de “localizar la
resistencia”. Pareciera que estos movimientos tienden a organizarse
alrededor de cuestiones de la vida cotidiana, más que en torno a grandes
cuestiones ideológicas en las que la izquierda tradicional solía enfocarse.
DH:
Por qué dirías que organizarse alrededor de la vida cotidiana no es una de las grandes cuestiones. Yo creo que es una de las grandes
cuestiones. Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, y la
vida cotidiana urbana es a lo que la gente está expuesta y en lo que encuentra
dificultades. Estas dificultades residen tanto en la esfera de realización del
valor como en la esfera de la producción del valor.
Este es uno de mis más importantes
argumentos teóricos: todo el mundo lee
el Volumen I del Capital y nadie lee el Volumen II. El Vol I es
acerca de la producción del valor, el II
es sobre la realización del valor. Al enfocarse en el Vol II, puedes ver claramente que las condiciones de realización
son tan importantes como las de producción.
Marx a menudo hablaba de la necesidad de
ver al capital como la unidad contradictoria entre la producción y la
realización. Donde el valor es producido y donde es realizado son dos cosas
diferentes. Por ejemplo, mucho valor es producido en China y, de hecho, es realizado por Apple o por Walmart en los Estados Unidos. Y, por supuesto, la
realización del valor trata de la realización del valor por medio de costoso
consumo de la clase obrera.
El
capital puede conceder salarios más altos en el punto de
la producción, pero luego los recupera en el punto de la realización por el
hecho de que los trabajadores y trabajadoras tienen que pagar alquileres y
gastos de vivienda más elevados, costos de teléfono, tarjetas de crédito y así
sucesivamente. Así que las luchas de
clase en torno a la realización, alrededor de viviendas más baratas por
ejemplo, son tan significativas para la clase
trabajadora como las luchas acerca de salarios y condiciones de trabajo.
Cuál es el punto de tener un salario más alto si te es inmediatamente extraído
en términos de gastos más elevados para tener un techo?
En su relación con la clase
trabajadora, los capitalistas han aprendido hace mucho que pueden hacer un montón de dinero recuperando lo que
antes habían entregado. Y, al punto que -particularmente en los 60 y 70- los
trabajadores se empoderaron de manera creciente en la esfera del consumo, así
que el capital comienza a concentrar
mucho más en extraer valor a través del consumo.
Así que las luchas en la esfera de la realización,
que no eran tan fuertes en los tiempos de Marx,
y el hecho de que nadie lea el maldito libro (Vol II), es un problema para la izquierda convencional. Cuando vos
me decís: “¿cuál es el problema macro aquí?”- bueno, ¡esto es un problema
macro! La concepción del capital y la
relación entre producción y realización. Si no ves la unidad contradictoria
entre ambos entonces no vas a tener la imagen completa. Tiene lucha de clases
escrita todo alrededor y no puedo entender por qué un montón de marxistas no
logran ver cuán importante es esto.
El
problema es cómo entendemos a Marx en el 2015. En los tiempos de
Marx, la extensión de la
urbanización era relativamente conveniente y el consumo de la clase trabajadora
era casi inexistente, así que de lo único que Marx tenía que hablar era acerca
de la clase trabajadora arreglándoselas para sobrevivir con un salario magro y cómo eran bastante
sofisticados para hacerlo. El capital los dejaba hacer con sus propios
dispositivos lo que les gustaba.
Pero hoy en día, vivimos en un mundo
en el que el consumo es responsable
de casi el 30 % de la dinámica de la
economía global; en EE UU llega al 70 %. Así que ¿por qué estamos aquí
sentados y diciendo que el consumo es casi irrelevante, pegándonos al Volumen I
y hablando acerca de la producción en lugar del consumo?
Lo
que hace la urbanización es forzarnos a cierto tipo de
consumo, por ejemplo: tienes que tener un auto.
Y tu estilo de vida está dictado en muchos sentidos por la forma que toma la
urbanización. Y de nuevo, en los tiempos de Marx esto no era significativo, pero en nuestros días es crucial.
Tenemos que amigarnos con formas de organización que de hecho reconozcan este cambio en la dinámica de la
lucha de clases.
Los
grupos que marcaron los recientes movimientos con su estilo, viniendo de
tradiciones anarquistas y autonomistas,
están mucho más metidos en la política de la vida cotidiana, mucho más que las
y los marxistas tradicionales.
Les tengo mucha simpatía a las y los anarquistas, tienen una mucha mejor
línea en este tema, precisamente al lidiar con la política del consumo y su crítica acerca de lo que el consumo es.
Parte de su objetivo es cambiar y reorganizar la vida cotidiana alrededor de
nuevos y diferentes principios. Así que creo que esto es un punto crucial hacia
el cual mucha de la acción política debería ser dirigida en estos días. Pero
desacuerdo con vos cuando decís que esta no es una “gran cuestión”.
MK: Así que, mirando
ejemplos de Europa del Sur -redes de solidaridad en Grecia, auto-organización
en España o Turquía- parece ser muy crucial para construir movimientos sociales alrededor de la vida cotidiana y
las necesidades básicas en estos días. ¿Ves esto como un acercamiento
promisorio?
DH:
Creo que es muy promisorio, pero hay una clara limitación ahí, lo que es un
problema para mí. La propia limitación
es la reticencia para tomar el poder en algún punto. Bookchin, en su último
libro, dice que el problema con las y los anarquistas es su negación del
significado del poder y su
inhabilidad para tomarlo. Bookchin no va tan lejos, pero yo creo que es su
rechazo a ver al Estado como un
posible aliado hacia la transformación radical.
Hay una tendencia a considerar al Estado como enemigo, el enemigo al 100 %. Y hay muchos
ejemplos de estados represivos fuera del control público en el que este es el
caso. No hay duda: el estado capitalista debe ser combatido, pero sin
dominar el poder del estado y sin tomarlo, pronto vuelves a la historia de lo
que pasó por ejemplo en 1936 y 1937 en
Barcelona y luego en toda España.
Al rechazar tomar el Estado en un
momento en el que tenían el poder para hacerlo, los revolucionarios y
revolucionarias de España permitieron que el estado volviera a caer en las
manos de la burguesía y del ala estalinista del movimiento comunista. Y el
estado se reorganizó y aplastó la resistencia.
MK: Eso puede ser cierto
para el estado español en la década de 1930, pero si miramos al estado
neoliberal contemporáneo y el retroceso del estado de bienestar, ¿qué queda de
estado para conquistar, para aprovechar?
DH:
Para empezar, la
izquierda no es muy buena para responder la pregunta de cómo
construimos infraestructura masiva. ¿Cómo construirá la izquierda el puente de
Brooklyn, por ejemplo? Toda sociedad reposa sobre grandes infraestructuras,
infraestructuras para toda una ciudad, como el suministro de agua,
electricidad, etc. Yo creo que hay una gran reticencia dentro de la izquierda para reconocer que
necesitamos diferentes formas de organización.
Hay
áreas del aparato de estado, aún del aparato de estado
neoliberal, que son terriblemente importantes; el centro de control de
enfermedades, por ejemplo. ¿Cómo respondemos a epidemias globales como el Ébola o similares? No puedes hacerlo al
modo anarquista del “hazlo tu mismo o tú misma”. Hay muchas instancias en las
que necesitas alguna forma de infraestructura de tipo estatal. No podemos
confrontar el problema del calentamiento
global a través de formas descentralizadas de confrontación y actividades
solamente.
Un ejemplo que es frecuentemente
mencionado, a pesar de sus muchos inconvenientes, es el Protocolo de Montreal para enfrentar el uso de clorofuorocarbono en
heladeras para limitar la afectación de la capa de ozono. Fue reforzada de
manera exitosa en los ’90 pero
necesitó de un tipo de organización que es muy diferente a aquella que proviene
de una política basada en asambleas.
MK: Desde una perspectiva
anarquista, yo diría que es posible reemplazar aún instituciones
supranacionales como la OMS con organizaciones confederales que serían
construidas de abajo hacia arriba y que eventualmente arribarían a una toma de
decisiones global.
DH:
Quizás a un cierto grado, pero tenemos que ser conscientes de que siempre habrá
algún tipo de jerarquías y de que siempre enfrentaremos problemas como la responsabilidad o el recurso correcto.
Siempre habrá relaciones complicadas entre, por ejemplo, gente lidiando con el
problema del calentamiento global desde el punto de vista del mundo como un
todo y desde el punto de vista de un grupo que está en el territorio, digamos,
en Hanover o similar, y que se pregunta, por qué debería escuchar lo que ellxs
están diciendo?
MK: Entonces, ¿crees que
esto requeriría alguna forma de autoridad?
DH:
No, va a haber estructuras de autoridad de cualquier modo, siempre las habrá.
Nunca he estado en una reunión anarquista en la que no hubiera una estructura
de autoridad secreta. Está siempre esa fantasía de todo siendo horizontal, pero
me siento, miro y pienso, “oh dios, hay
toda una estructura jerárquica acá pero está encubierta”
MK: Volviendo a las
protestas recientes alrededor del Mediterráneo, muchos movimientos se han
concentrado en luchas locales. ¿Cuál es el siguiente paso hacia la
transformación social?
DH:
En algún punto tenemos que crear organizaciones que sean capaces de ensamblar y
reforzar el cambio social en una
escala más amplia. Por ejemplo, será ¿Podemos
en España capaz de hacer eso? En una situación caótica como las crisis
económicas de los últimos años, es importante que la izquierda actúe. Si la izquierda no lo hace, entonces la derecha
será la siguiente opción. Yo pienso -y odio decirlo- que la izquierda tiene que
ser más pragmática en relación a las dinámicas que están ocurriendo ahora.
MK: ¿Más pragmática en qué
sentido?
DH:
Bueno, ¿por qué apoyé a SYRIZA
aunque este no fuera un partido revolucionario? Porque abría un espacio en el
que algo diferente podía pasar y eso era una movida progresiva para mí.
Es
un poco como Marx diciendo: el
primer paso hacia la libertad es la limitación de la duración de la jornada de
trabajo. Demandas muy estrechas abren un espacio para resultados más
revolucionarios, y aún cuando no hay ninguna posibilidad para ningún resultado
revolucionario, tenemos que buscar soluciones de compromiso que sin embargo se
apartan del sinsentido de la austeridad neoliberal y abren el espacio en el que
nuevas formas de organización pueden
tener lugar.
Por ejemplo, sería interesante si Podemos buscara organizar formas de
confederalismo democrático, porque en cierto modo Podemos surgió de un montón
de reuniones de tipo asambleario teniendo lugar a lo largo de España, así que
tienen mucha experiencia con ese tipo de estructura.
La cuestión es cómo conectarán la forma asamblearia a formas más
permanentes de organización, en relación a su creciente posición como un
partido fuerte en el parlamento. Esto también vuelve a la pregunta de la
consolidación del poder: tienes que encontrar maneras de hacerlo, porque si no
la burguesía y el capitalismo corporativo van a encontrar modos de reafirmarse
y tomar nuevamente el poder.
MK: ¿Qué piensas acerca
del dilema de las redes de solidaridad llenando el vacío que dejó la retirada
del estado de bienestar e indirectamente convirtiéndose en un aliado del
neoliberalismo en ese sentido?
DH:
Hay dos formas de organizarse. Una es el vasto crecimiento del sector ONG, pero mucho de eso está financiado
de manera externa, no son organizaciones
de base, y eso no se acerca a la cuestión de los grandes donantes que
marcan la agenda, la cual no será
una agenda radical. Aquí nos acercamos a la privatización del Estado de bienestar. Esto me parece que es muy
diferente políticamente a las organizaciones de base en las que la gente dice “Ok,
el estado no se ocupa de nada, así que vamos a tener que hacernos cargo
de nosotros y nosotras mismas” Esto me parece que tiende a formas de organizaciones de
base con un status político muy diferente.
MK: Pero ¿cómo evitar
llenar esa brecha al ayudar, por ejemplo, a gente desempleada para que no sean
exprimidos por el estado neoliberal?
DH:
Bueno, tiene que haber una agenda
anti-capitalista, para que cuando el grupo trabaje con gente todo el mundo
sepa que no se trata sólo de ayudarla a arreglárselas sino que hay todo un
intento organizado de tratar de cambiar políticamente el sistema en su
integralidad. Esto quiere decir tener un
proyecto político muy claro, lo cual es problemático con tipos de
movimientos no centralizados, no homogéneos, donde alguna gente trabaja de un
modo, otra trabajan de manera diferente y no hay ningún proyecto colectivo en
común.
Y esto se conecta con la primera
pregunta que hiciste: no hay coordinación acerca de lo que son los objetivos políticos. Y el peligro es
que sólo estes ayudando a la gente a arreglárselas y que no haya política
saliendo de ahí. Por ejemplo, Occupy
Sandy ayudó a la gente a volver a sus casas e hizo un maravilloso trabajo,
pero en última instancia, hicieron lo que la Cruz Roja y los servicios de emergencia federales deberían haber
hecho.
MK: El fin de la historia
parece haber pasado de largo. Mirando las condiciones actuales y los ejemplos
concretos de lucha anti capitalista, ¿piensas que “ganar” es todavía una
opción?
DH:
Definitivamente; y más aún, tienes fábricas ocupadas en Grecia, economías solidarias a través de cadenas productivas siendo
forjadas, instituciones de democracia radical en España y muchas cosas hermosas ocurriendo en muchos otros lugares.
Hay un crecimiento saludable del reconocimiento de que necesitamos ser mucho
más amplios y amplias en lo que concierne a la política en todas esas
iniciativas.
La izquierda marxista tiende a desdeñar un poco
estas cosas y creo que está equivocada. Pero al mismo tiempo no creo que
ninguna de estas cuestiones sea lo suficientemente grande en sí misma como para
lidiar con las estructuras fundamentales de poder que necesitan ser desafiadas.
Aquí hablamos de nada menos que del Estado. Así que la izquierda debe repensar su aparato
teórico y táctico.
*****
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