El desarrollo de la City se hizo
al amparo de importantes economías de escala en el sector bancario que
permitieron la aglomeración de bancos y casas de cambio en una sola localidad.
Pero esas economías de escala pueden perderse si se ven perturbados los
acuerdos sobre convertibilidad que les dan vida. Y es aquí donde el caos
del brexit acarrea serias consecuencias para ese imperio
financiero por el posible desplazamiento de actividades bancarias que
amenazaría las economías de escala sobre las que se construyó el imperio
financiero.
En el drama del brexit las clases
desfavorecidas no son las únicas que tienen miedo. La cima del capitalismo
financiero también tiene dudas existenciales. La incertidumbre no respeta
fronteras ni clases sociales. Pero una cosa es cierta: ningún sistema social
puede sobrevivir cuando está fincado en el miedo. Y hoy la evolución del capitalismo no está
marcada por la promesa de un porvenir luminoso, sino por el temor y el
desasosiego.
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EL BREXIT Y EL FUTURO
DEL CAPITALISMO.
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Alejandro Nadal-
La Jornada miércoles 30 de enero del 2019.
En junio de 2016 el pueblo en Inglaterra escogió
abandonar la Unión Europea (UE). El brexit tomó por sorpresa a
las élites del capitalismo inglés. Las fuerzas que promovieron la salida de la
UE recurrieron a las banderas de miedo a la migración y el rencor contra la
euroburocracia en Bruselas.
Durante 2013 y hasta febrero de 2016 el gobierno de
James Cameron trató de renegociar un acuerdo integral con la UE para aplacar a
los euroescépticos en Inglaterra. Además de lograr que el acuerdo de Schengen
sobre circulación de personas no se aplicara en Inglaterra en los mismos
términos que en los demás países de la UE, Cameron obtuvo concesiones para
restringir los beneficios para migrantes. Su gobierno presentó eso como el
logro más significativo del nuevo acuerdo con la UE. Además, el nuevo trato
daba garantías para que la libra esterlina no se convirtiera en una moneda de
segunda categoría en la esfera de la eurozona, lo cual tenía grandes implicaciones
para el sector de servicios financieros en la City. Finalmente, el
acuerdo reconocía que Inglaterra no tendría que comprometerse con una
integración política más profunda en Europa. Muy confiado en el resultado,
Cameron cometió el error más vistoso en la historia política de Inglaterra al
convocar al referendo de 2016 sobre la permanencia en la Unión Europea.
El brexit tiene muchas facetas,
pero la más significativa es que tanto los que promovieron la salida como los
que deseaban la permanencia recurrieron al miedo como su principal argumento.
Paradójicamente, la campaña de miedo a los migrantes triunfó con márgenes
decisivos en las regiones donde no hay migrantes: zonas rurales y áreas como el
País de Gales. En favor votó la mayoría de la población cercana a los polos
urbanos, como Londres y Manchester, así como la del sur de Inglaterra, que
mantiene niveles de ingreso superiores a la media. Pero ese voto estuvo animado
por el miedo a un supuesto colapso económico y desempleo masivo, pronosticado por
el gobierno y sus aliados. El resultado no fue suficiente para hacer
contrapeso. Es normal, en las ciudades la precariedad del empleo ya representa
suficiente caos para millones de personas. El balance de la jornada del
referendo fue una votación dividida en las conclusiones, pero unida bajo la
bandera del miedo.
Durante los pasados dos años el gobierno inglés
trató de definir los términos de la separación con la Unión Europea. La semana
pasada el parlamento rechazó la propuesta de la primera ministra, Teresa May,
arrojando por la ventana su plan de divorcio. El balance final es un descalabro
para el proyecto neoliberal sobre el que se funda la Unión Europea desde los
tratados de Maastricht y Lisboa. También lo es para el capitalismo neoliberal
que se aplica en Inglaterra desde los años de Margaret Thatcher. Sin duda
el brexit y sus secuelas son una marca infamante para el
neoliberalismo, pero surge la pregunta de si también son señal sobre el futuro
del capitalismo. Quizá la respuesta está en las implicaciones del brexit para
el sector financiero.
Avizorando los peligros que rodeaban la
desindustrialización y aprovechando hábilmente la coyuntura del colapso de
Bretton Woods, el capitalismo inglés construyó un señorío financiero sobre las
ruinas del antiguo imperio británico. Desde las islas Cayman hasta Chipre,
la City consolidó un nuevo espacio transfronterizo, en el que
la libra esterlina pudiera reinar sin ser perturbada. Esa plataforma del poder
financiero ha servido para el asombroso desarrollo de la especulación y los
mercados financieros de divisas, títulos y derivados. Hoy, la prioridad de ese
nuevo imperio financiero es conservar su integridad frente al desafío del brexit.
El mercado mundial de divisas tiene varios espacios
que fungen como cámaras de compensación y la City es de los
más importantes. Una de las principales divisas que circulan en esa cámara de
compensación es el euro, lo que ha otorgado a la City un lugar
preponderante en el corazón de una unión monetaria a la que Inglaterra no
pertenece.
El desarrollo de la City se hizo
al amparo de importantes economías de escala en el sector bancario que
permitieron la aglomeración de bancos y casas de cambio en una sola localidad.
Pero esas economías de escala pueden perderse si se ven perturbados los
acuerdos sobre convertibilidad que les dan vida. Y es aquí donde el caos
del brexit acarrea serias consecuencias para ese imperio
financiero por el posible desplazamiento de actividades bancarias que
amenazaría las economías de escala sobre las que se construyó el imperio
financiero.
En el drama del brexit las clases
desfavorecidas no son las únicas que tienen miedo. La cima del capitalismo
financiero también tiene dudas existenciales. La incertidumbre no respeta
fronteras ni clases sociales. Pero una cosa es cierta: ningún sistema social
puede sobrevivir cuando está fincado en el miedo. Y hoy la evolución del capitalismo no está
marcada por la promesa de un porvenir luminoso, sino por el temor y el
desasosiego.
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