"Estados Unidos ha perdido la
batalla comercial con China pues
ésta cuenta ya con una clase media
de unas 400 millones de personas que
consume como los estadounidenses (y
que es más vasta, por lo tanto, que el total de los 327 millones de habitantes de E.U.)
y, por consiguiente, su mercado interno
es mayor y tiene un potencial de desarrollo mucho más importante no sólo
porque los chinos son ya 1 400 millones sino también por los
lazos comerciales en Asia y África
que la Ruta de la Seda potenciará
grandemente".
"China ha disminuido
mucho su ritmo de crecimiento que actualmente gira en torno al seis por ciento anual necesario para da
vivienda,
educación y servicios a sus nuevos habitantes. Estados Unidos, por su parte, logró con Trump un efímero crecimiento récord de más del tres por ciento anual, pero no podrá mantenerlo si en 2019
entrásemos en una depresión o, peor aún, una nueva crisis financiera e
industrial".
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Presidentes. Xi Jinping de China, Donald Trump de Estados Unidos y Vladimir Putin de Rusia, los "dueños del poder mundial", pensaran en algún momento que por encima de sus intereses "nacionales" que son los intereses de las grandes y mega corporaciones, están los Derechos de 7,800 millones de seres humanos. Definitivamente la "violencia" va ganando al "consenso" en la Política y el 2019, adelanta ser un año multipolar no solo por la profundización de las clases y la lucha de clases en los escenarios local-global, sino también porque estarán en juego los grandes intereses de las potencias militares en juego y contradicción.
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UN TEMIBLE AÑO 2019.
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Guillermo Almeyra.
Rebelión sábado 5 de enero del 2018.
Todo hace suponer que, a pesar de todos los desastres
y los graves problemas que en 2018
debieron soportar los pobres de todo el mundo, en este 2019 probablemente recordaremos al año anterior con añoranza.
En efecto, el año comenzó con una fuerte caída de las bolsas de valores y con informes sobre la
actividad industrial que demuestran un estancamiento de la recuperación europea
a pesar de que los bajos precios del petróleo y del gas favorecen a esos
países.
Europa está
siendo golpeada, además, por la situación política y, sin duda alguna, sufrirá el fuerte impacto de un
debilitamiento de la economía y del aumento del recalentamiento climático
que desplazará cultivos y gente, potenciará la desertificación de grandes zonas
y reducirá el abastecimiento pesquero y agrícola.
En una interacción viciosa, la obtusidad de Trump, los daños sociales y ambientales
provocados por ignorantes y fascistas como Bolsonaro
(que rebajó el salario mínimo y dio luz verde a la destrucción de la reserva
amazónica), así como la política de casi todos los gobiernos europeos se suman
a las políticas antiobreras de China,
Rusia, la India y todos demás “emergentes” que están siendo afectados por
la caída de los precios del petróleo y de todas las materias primas.
Esas políticas impiden resanar el ambiente, elevar los consumos de alimentos, reducir los
presupuestos sanitarios y hospitalarios,
elevar el nivel de aprendizaje y de
formación en las escuelas, utilizar
los recursos racionalmente y sin despilfarros. Por el contrario, imponen un concepto
del desarrollo que está identificado con el lucro capitalista y a éste
responde.
Ahora bien, el desarrollo para la ganancia logrado a
costa del ambiente y de las comunidades,
no desarrolla nada salvo la miseria y la
emigración. La tala de bosques naturales, con gran variedad de especies, la
gran minería que envenena las aguas, el extraccionismo como sinónimo de productividad y progreso, son
actividades criminales que agravan el recalentamiento global.
A eso se agrega que los grandes bancos no han aprendido nada de la crisis de 2008 desencadenada por la quiebra del Lehman Brothers y hoy, en Estados Unidos Alemania y sobre todo Italia, se reprodujo la burbuja crediticia mientras
que los países asumen deudas con tasas cada vez más caras que ascienden al
total de su PIB o lo superan y que
son impagables a medio plazo.
Sobre todo esto
grava también el costo inmenso del rearme
y de los vuelos espaciales detrás de los cuales se esconde el desarrollo de
tecnologías bélicas. Rusia pone a
punto cohetes poderosísimos y bombarderos de última generación portadores de
armas nucleares, China crea bases marítimas y portaaviones y coloca
una base en la Luna
y Trump amenaza a cada rato con su arsenal atómico en la península coreana, junto a China, mientras Francia
desarrolla incorpora y vende submarinos atómicos armados con cohetes nucleares
mar-tierra.
En todos los países la parte del león en los presupuestos gubernamentales
corresponde a las fuerzas armadas y
las fuerzas represivas mientras se
reducen los fondos para los salarios
indirectos (servicios sociales, pensiones jubilaciones) así como los ingresos reales de los trabajadores, lo
que achica el mercado interno.
La guerra comercial de Trump contra China, aunque en lo
inmediato le permitió repatriar capitales, está comenzando a resultarle dañina.
Los impuestos a los productos chinos, en efecto, recaen sobre
compañías con fuertes inversiones estadounidenses y, además, la economía de Estados Unidos no puede prescindir de los productos de alta tecnología importados mientras que
China puede, en cambio, reemplazar
fácilmente en Sudamérica (Brasil,
Paraguay, Argentina, Bolivia) la soya,
los cereales y las frutas y jugos
estadounidenses y, además, está desarrollando su granero en África.
Estados Unidos ha perdido la
batalla comercial con China pues
ésta cuenta ya con una clase media
de unas 400 millones de personas que
consume como los estadounidenses (y
que es más vasta, por lo tanto, que el total de los 327 millones de habitantes de E.U.)
y, por consiguiente, su mercado interno
es mayor y tiene un potencial de desarrollo mucho más importante no sólo
porque los chinos son ya 1 400 millones sino también por los
lazos comerciales en Asia y África
que la Ruta de la Seda potenciará
grandemente.
China ha disminuido
mucho su ritmo de crecimiento que actualmente gira en torno al seis por ciento anual necesario para da
vivienda,
educación y servicios a sus nuevos habitantes. Estados Unidos, por su parte, logró con Trump un efímero crecimiento récord de más del tres por ciento anual, pero no podrá mantenerlo si en 2019
entrásemos en una depresión o, peor aún, una nueva crisis financiera e
industrial.
En eso reside, precisamente, el peligro mayor pues el
demente Trump podía verse tentado a usar su potencia bélica que por el momento
y todavía es mayor a los de sus adversarios para jugarse el todo por el todo en una
aventura criminal antes de que el crecimiento chino lo haga imposible.
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