Ciudad de Seattle, Estados Unidos - dirigentes y representantes del
mundo de los trabajadores opuestos a la globalización neoliberal - y la
lucha directa contra la Organización Mundial del Comercio (OMG).
Acontecimiento político´social que marca el inicio del Movimiento
Anti-globalización, que años más tarde se Mundializa a partir del surgimiento de los "CONFLICTOS SOCIALES" - que llegaron para quedarse por mucho tiempo, como respuesta de los pueblos frente a las "nuevos formas de acumulación del capital", desde el saqueo de los Recursos Naturales y las nuevas formas de explotación de la fuerza de trabajo. Tiempos del llamado CONSENSO DE LOS COMMODITIES; en las Ciudades (in)surgen los MOVIMIENTOS CIUDADANOS ANTI-GLOBALIZACIÓN, OTRA DEMOCRACIA, YA, los MOVIMIENTOS JUVENILES UNIVERSITARIOS, el "despertar" de SINDICALISMO en el Viejo Continente- Europa - y los MOVIMIENTOS SOCIALES en las COMUNIDADES HISTÓRICAS y los PUEBLOS ORIGINARIOS. Tiempos históricos y Políticos, OTRO, MUNDO SI ES POSIBLE ¡¡¡ O el propio empoderamiento primero Nacional y después mundial del MOVIMIENTO ZAPATISTA
/////
/////
Ciudad de Seattle, Estados Unidos - dirigentes y representantes del mundo de los trabajadores opuestos a la globalización neoliberal - y la lucha directa contra la Organización Mundial del Comercio (OMG). Acontecimiento político´social que marca el inicio del Movimiento Anti-globalización, que años más tarde se Mundializa.
***
EL ESPÍRITU DE SEATTLE. VEINTE AÑOS NO ES
NADA.
*****
Massimo Modonesi.
Desinformémonos.
Rebelión miércoles 16 de enero del 2019.
Si de lucha y de antagonismo se trata, el siglo XXI
empezó a finales de noviembre de 1999 en Seattle, exactamente diez años después
de la caída del muro de Berlín.
En la
llamada Battle of Seattle una multitud se movilizó en contra de la globalización capitalista neoliberal,
impidiendo la realización de una cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC). En el movimiento que allí
tomó vuelo, se forjó una generación de militantes y se marcó un hito y un
cambio de época en la historia de las luchas sociales alrededor de tres
elementos que sobresalieron en aquellas jornadas de protestas callejeras: el antineoliberalismo altermundista, la
forma multitudinaria-reticular y la combinación-renovación de los repertorios
de acción.
Lo que más deslumbró fue la posibilidad-capacidad de
convergencia de una pluralidad de los manifestantes, quienes lograban articular
–aunque fuera temporalmente- sus diversas demandas, identidades y orientaciones
políticas. Se juntaron sindicalistas, ecologistas, feministas, pacifistas,
defensores de derechos humanos, religiosos, campesinos, indígenas,anarquistas,
católicos, comunistas de matrices diversas, anticapitalistas, antineoliberales,
reformistas, revolucionarios, jóvenes en su mayoría, muchos en su primera
experiencia de movilización, pero también los de la generación anterior que no
se replegaron a pesar de la derrota de los años 70 y 80. El altermundismo,
llamado también “movimiento de movimientos”, fue, aun sea de manera efímera,
“un mundo donde cupieron muchos mundos”. En efecto, como ha sido reconocido, el
zapatismo fue una fuente de inspiración fundamental a nivel ideal pero también
porque el EZLN convocó el primer encuentro del pueblo de activistas que se
manifestó en Seattle y las luchas antineoliberales de inicio del siglo XXI: el
llamado encuentro intergaláctico realizado en 1996 en la Selva Lacandona.
Esta temporal convergencia multitudinaria mostró la
posibilidad y la potencia de la forma red, que Negri prefiere llamar enjambre.
Pero después del deslumbre no tardaron en aflorar las zonas de sombra. En
efecto, a pesar de irrumpir en el escenario y generar acontecimientos de
ruptura, el formato reticular tiende a no durar ni estrecharse lo suficiente
para asentar contrapoderes consistentes y persistentes. En cuanto el clima se
hizo menos favorable, en los Foros Sociales que, desde 2001, surgieron de las
experiencias de lucha altermundista, las diferencias identitarias e ideológicas
y las dificultades y las discrepancias respecto de la construcción de la
organización necesaria para sostener la movilización volvieron a aparecer como
límites y no como riquezas. Esto fue particularmente evidente en el campo
antineoliberal latinoamericano que, en la primera década del siglo XXI, después
de haber sostenido un potente ciclo de luchas destituyentes, se fracturó entre
una vertiente hegemonista que impulsó o apoyó a los llamados gobiernos
progresistas y una vertiente autonomista que se reclamaba como la verdadera
heredera del espíritu del movimientismo altermundista, pero que quedó fracturada
y debilitada.
Las protestas de Seattle mostraron también la
posibilidad de recuperar -renovándolos creativamente- repertorios de acción
antiguos y clásicos (marchas, bloqueos, barricadas, consignas, etc.) además de
aprovechar las nuevas tecnologías: usar el internet para convocar y difundir
información; documentar las protestas a través de medios independientes, como
la neonacida red Indymedia. En la batalla de Seattle, floreció el
recurso a diversas formas de acción directa: en su mayoría masivas de protesta
pacífica pero también tácticas de autodefensa, -de defensa del derecho a la
protesta ante la represión- y otras propiamente confrontacionales o de corte
insurreccional. Se notó la presencia de grupos neoanarquistas y, en particular,
del que fue denominado Black Block. La violencia callejera, en gran
medida respuesta a la represión, fue el pretexto para que los medios dominantes
descalificaran el movimiento y legitimaran una indiscriminada escalada
represiva que llegó a los extremos de la cumbre del G8 en Génova en 2001.
Después del atentado a las Torres Gemelas y la Guerra de Irak, La reacción
culminó, se asimiló el altermundismo al terrorismo para poder apretar aún más
las tuercas de la criminalización y judicialización de la protesta.
Así se contuvo el impulso de un ciclo de protestas,
contracumbres y Foros Sociales que, si bien continuaron, empezaron a perder
capacidad de convocatoria e ímpetu de movilización. Hasta que, diez años
después, en 2011 apareció otro ciclo de movilización (indignados, Occupy Wall
Street, movimientos estudiantiles y primaveras árabes) c on fuertes conexiones
internacionales y otras resonancias que indicaban que el espíritu de Seattle
seguía vivo y el viejo topo seguía cavando.
A nivel ideal y programático, el altermundismo
contrapuso un nuevo internacionalismo de los oprimidos a la mundialización del
capital, a la mercantilización de la vida, asociada al libre comercio, a la
deuda, al poder de las empresas transnacionales y los organismos financieros
internacionales. Si bien formuló pocas propuestas concretas (como, por ejemplo,
la Tobin tax y otras hipótesis de reformas para frenar la
financiarización) el solo enunciar que Otro mundo es posible -un
mundo democrático participativo, en el cual se respete la vida, el trabajo y el
medio ambiente- cerraba la época del pensamiento único y abría el debate sobre
las alternativas, generando horizontes de visibilidad que rebasaran de la mera
resistencia. Como suele ocurrir con los movimientos antisistémicos, más allá de
sus efectos concretos inmediatos, con su sola aparición puso al desnudo el
despotismo del capital y de las clases que lo detienen y lo manejan.
La generación de Seattle colocó una agenda de
cuestiones y de problemas, inició una secuencia de ensayos y errores, esbozando
y experimentando unos formatos que, con sus alcances y sus límites, siguen
inspirando y sosteniendo gran parte de las luchas que brotan en nuestros días.
Porque si, como cantaba Gardel, “veinte años no es nada”, no debe sorprendernos que, mientras
siga el capitalismo neoliberal mundializado, no deje de rondar el espíritu
antagonista de Seattle.
MASSIMO
MODONESI: Historiador y sociólogo. Profesor
de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario