"Basilea II buscó corregir algunos defectos de Basilea
I. El nuevo acuerdo estaba comenzando a ser implementado, cuando estalló la
crisis de 2007-2008. La ironía es que Basilea II reafirma la autonomía de los
bancos en la evaluación de sus riesgos y reafirma la confianza en el uso de
fórmulas de autorregulación basadas en un enfoque microprudencial. Hoy, Basilea
III busca disciplinar la autorregulación e incorpora nuevos requisitos sobre
apalancamiento. Pero este último acuerdo sigue afirmando el principio
fundamental de permitir los métodos basados en modelos internos (de los bancos)
para la evaluación de riesgos".
"La desregulación del sector permitió la gestación de
innovaciones, como la ingeniería sobre la titularización de todo tipo de
instrumentos y la creación de derivados exóticos para explotar nuevos mercados
en búsqueda de mayor rentabilidad. Estas innovaciones en el sector
bancario-financiero hacían creer que el riesgo era más manejable, pero
debilitaron las condiciones de estabilidad sistémica. Cada banco desarrolló su
modelo interno para reducir sus requerimientos de capital, al tiempo que
mostraban que se estaba reduciendo el riesgo: la microeficiencia desembocó en un macroproblema".
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HECHICEROS EN EL SECTOR BANCARIO.
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Alejandro Nadal.
La Jornada lunes 14 de enero del 2019.
En el año 180 de la era presente, el retórico Luciano
de Samósata escribió un relato que cautivó a sus seguidores. Su historia cuenta
cómo Éucrates pudo apropiarse en secreto de la fórmula mágica que utilizaba un
afamado mago egipcio. El conjuro le permitía dar vida a objetos inanimados y
ponerlos a su servicio.
Con la fórmula mágica hizo que una escoba fuera a
recoger agua, pero concluida esa tarea la escoba siguió trayendo más agua. Al
no poder detenerla, Éucrates, desesperado, la partió con un hacha, sólo para
descubrir que las dos mitades cobraban vida y continuaban su trabajo hasta que
la casa del mago se inundó. Sólo el regreso del hechicero irritado permitió
detener la marcha inexorable de las escobas.
La potencia de la moraleja llamó la atención de Goethe,
quien en 1798 la desarrolló en su poema Die Zauberlehrling, el
aprendiz de brujo. El mensaje es de cautela: no se deben desatar fuerzas que no
pueden ser controladas. La historia revela que el mensaje ha sido raramente
escuchado. Un ejemplo lo encontramos en el mundo financiero.
El dogma neoliberal afirma la necesidad de eliminar
regulaciones y liberar el potencial innovador en el sector financiero para
generar innovaciones, mejores productos y mejor servicio. Hace unas cuatro
décadas comenzó a ser aplicada esa fórmula, y hoy los resultados están a la
vista.
La desregulación en el sector financiero de la
economía mundial ha guiado a gobiernos y organismos internacionales desde hace
más de cuatro décadas. Las instituciones que impulsaron esta corriente van
desde el Fondo Monetario Internacional hasta el Banco de Pagos Internacionales
(BPI) en Basilea, Suiza. Desde la academia, los economistas neoliberales
también transmitieron el mensaje de que la desregulación mejoraría la
eficiencia y promovería el crecimiento.
Para alcanzar el objetivo de estabilidad del sistema
bancario se fomentó una cultura de desregulación que promoviera la innovación.
Y como las escobas de Éucrates, las innovaciones no tardaron en multiplicarse.
Ingeniería financiera, técnicas de bursatilización, derivados y otros productos
exóticos proliferaron para que, en teoría, los riesgos fueran cada vez más
manejables, mientras se hacía cada vez más frágil la estructura del sistema
bancario.
La política sobre estabilidad del sistema bancario
descansa en los acuerdos del Comité de Supervisión Bancaria de Basilea (CSBB)
del BPI. En 1988 entró en vigor el primero de esos acuerdos, llamado Basilea I,
con requisitos de capitalización para garantizar que los bancos privados
pudieran absorber pérdidas sin comprometer el sistema bancario. Ese acuerdo
introdujo la evaluación del capital con el método de activos ponderados por
riesgo, con el fin de contar con una medida más rigurosa de la fortaleza o
debilidad de un banco. La regla establecida fue que el capital mínimo de un
banco debe ser de 8 por ciento del total de los activos ponderados por riesgo,
y en los años que siguieron ese porcentaje aumentó hasta 12 por ciento en los
bancos de los países de la OCDE. Pero ese incremento se debió más a la eliminación
de muchos activos riesgosos de las hojas de balance de los bancos a través de
operaciones de titulización: disminuyó el capital necesario para cumplir con el
requisito de Basilea I, pero los riesgos no se redujeron. La innovación
financiera vino al rescate de los bancos y les permitió seguir apostando en el
casino de alto riesgo.
Basilea II buscó corregir algunos defectos de Basilea
I. El nuevo acuerdo estaba comenzando a ser implementado, cuando estalló la
crisis de 2007-2008. La ironía es que Basilea II reafirma la autonomía de los
bancos en la evaluación de sus riesgos y reafirma la confianza en el uso de
fórmulas de autorregulación basadas en un enfoque microprudencial. Hoy, Basilea
III busca disciplinar la autorregulación e incorpora nuevos requisitos sobre
apalancamiento. Pero este último acuerdo sigue afirmando el principio
fundamental de permitir los métodos basados en modelos internos (de los bancos)
para la evaluación de riesgos.
La desregulación del sector permitió la gestación de
innovaciones, como la ingeniería sobre la titularización de todo tipo de
instrumentos y la creación de derivados exóticos para explotar nuevos mercados
en búsqueda de mayor rentabilidad. Estas innovaciones en el sector
bancario-financiero hacían creer que el riesgo era más manejable, pero
debilitaron las condiciones de estabilidad sistémica. Cada banco desarrolló su
modelo interno para reducir sus requerimientos de capital, al tiempo que
mostraban que se estaba reduciendo el riesgo: la microeficiencia desembocó en un macroproblema.
En una
transición histórica, el crecimiento desorbitado del sector financiero y
bancario a escala mundial ha transformado estructuras capitalistas en
plataformas para la especulación. Creyendo promover la eficiencia, la
desregulación fomentó la inestabilidad.
Algún día el
hechicero regresará a casa para disciplinar a los aprendices con una megacrisis
que pondrá fin a la pesadilla de la desregulación financiera.
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