“En
política extranjera, el nuevo gobierno de Brasil se compromete a seguir a
Estados Unidos en todas las cuestiones estratégicas: Brasil apoya la guerra económica contra
China, acepta las incautaciones de tierras palestinas por parte de Israel (optando por trasladar también
su embajada a Jerusalén), respalda los
complots estadounidenses para boicotear y derrocar los gobiernos electos de
Cuba, Venezuela y Nicaragua. Por primera vez en la historia, Brasil ha ofrecido bases militares al
Pentágono y fuerzas militares para todas y cada una de sus futuras invasiones o
guerras”.
“La
entrega gratuita de recursos, salud y soberanía de Bolsonaro ha sido celebrada
por Estados Unidos desde las páginas del Financial Times, el Washington Post y el New
York Times, los cuales han pronosticado un periodo de crecimiento, de
grandes inversiones y de recuperación... si
el régimen tiene el “valor” de imponer su traición. Al igual que ha
ocurrido en numerosas experiencias recientes en las que han tomado el poder
regímenes neoliberales de derechas, en Argentina,
Colombia y Ecuador, los periodistas y expertos que escriben las páginas financieras
han dejado que sus dogmas ideológicos les impidan ver las eventuales
dificultades y crisis”.
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LA ESTRATEGIA PERDEDORA DEL PRESIDENTE
TRUMP:
ABRAZA A BRASIL Y SE ENFRENTA A CHINA.
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James Petras.
Rebelión sábado
12 de enero del 2019.
Traducido para
Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo.
Introducción.
Estados Unidos recibe con los brazos abiertos a un
régimen condenado al fracaso y amenaza a la economía más dinámica del mundo. El
presidente Trump ha elogiado al recién elegido presidente de Brasil, Jair
Bolsonaro, y le ha prometido estrechar los vínculos económicos, políticos,
sociales y culturales con aquel país. Por el contrario, el régimen de Trump
está decidido a desmantelar el modelo de crecimiento chino, imponiéndole
severas y amplias sanciones y promoviendo la fragmentación de la gran China.
La elección de amigos y enemigos de Washington está
guiada por una estrecha concepción de los beneficios a corto plazo y de las
pérdidas estratégicas.
En este artículo analizaremos las razones por las que
las relaciones entre EE.UU. y Brasil encajan en el objetivo de dominación
global de Washington y por qué la Casa Blanca recela del crecimiento dinámico
de una China independiente y competitiva.
Brasil en busca de un padrino.
Desde el momento de tomar posesión, el presidente
Bolsonaro anunció un programa para revertir casi un siglo de economía dirigida
por el Estado. Comunicó la intención de privatizar el sector público al
completo, incluyendo actividades estratégicas como las finanzas, la banca, los
minerales, las infraestructuras, el transporte, la energía y las manufacturas.
Además, la venta dará un trato de favor a las corporaciones multinacionales
extranjeras. Los anteriores regímenes civiles y militares protegieron a las compañías
nacionalizadas, que formaban parte de alianzas tripartitas entre empresas
extranjeras, estatales y nacionales de propiedad privada.
Al contrario que previos gobiernos civiles elegidos
democráticamente, los cuales procuraron (no siempre con éxito) subir las
pensiones, los salarios y el nivel de vida y reconocían la legislación laboral,
Bolsonaro ha prometido despedir a miles de empleados del sector público,
reducir las pensiones y aumentar la edad de jubilación, al tiempo que reduce
salarios y jornales para aumentar los beneficios y reducir los costes de los
capitalistas.
El presidente Bolsonaro promete dar marcha atrás a la
reforma agraria, asaltar las viviendas campesinas y detener y expulsar a sus
ocupantes para reinstalar a los terratenientes y estimular la inversión
extranjera como alternativa. La deforestación del Amazonas y su entrega a los
magnates ganaderos supondrá la expropiación de millones de acres de tierra
indígena.
En política extranjera, el nuevo gobierno de Brasil se
compromete a seguir a Estados Unidos en todas las cuestiones estratégicas:
Brasil apoya la guerra económica contra China, acepta las incautaciones de
tierras palestinas por parte de Israel (optando por trasladar también su
embajada a Jerusalén), respalda los complots estadounidenses para boicotear y
derrocar los gobiernos electos de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Por primera vez
en la historia, Brasil ha ofrecido bases militares al Pentágono y fuerzas
militares para todas y cada una de sus futuras invasiones o guerras.
La entrega gratuita de recursos, salud y soberanía de
Bolsonaro ha sido celebrada por Estados Unidos desde las páginas del Financial
Times, el Washington Post y el New York Times,
los cuales han pronosticado un periodo de crecimiento, de grandes inversiones y
de recuperación... si el régimen tiene el “valor” de imponer su traición.
Al igual que ha ocurrido en numerosas experiencias
recientes en las que han tomado el poder regímenes neoliberales de derechas, en
Argentina, Colombia y Ecuador, los periodistas y expertos que escriben las
páginas financieras han dejado que sus dogmas ideológicos les impidan ver las
eventuales dificultades y crisis.
Las políticas económicas del régimen de Bolsonaro
ignoran el hecho de que dependen de la exportación agrícola y mineral a China y
que compiten con las exportaciones estadounidenses... Las élites de la
agroexportación se resentirán del cambio de sus socios comerciales. Se
opondrán, derrotarán y debilitarán la campaña anti-China de Bolsonaro, si se
atreve a persistir en ella.
Los inversores extranjeros se harán cargo de las
empresas públicas pero es poco probable que aumenten la producción dada la
tremenda reducción de empleo, salarios y jornales que se producirá con la caída
del mercado de consumo.
Puede que los bancos concedan crédito, pero exigirán
elevados intereses por “alto riesgo”, especialmente cuando el gobierno se vea
confrontado por la creciente oposición social liderada por sindicatos y
movimientos sociales y el aumento de la violencia provocada por la militarización
de la sociedad.
Bolsonaro carece de mayoría en un Congreso que depende
del respaldo electoral de millones de empleados públicos, trabajadores
asalariados y eventuales, pensionistas y minorías raciales y de género. Sera
difícil lograr alianzas en el Congreso... sin utilizar la corrupción para crear
compromisos. El gabinete de Bolsonaro incluye a varios ministros clave que
están siendo investigados por fraude y blanqueo de dinero. Su retórica
anticorrupción se desvanecerá ante las revelaciones judiciales.
Es poco probable que Brasil aporte fuerzas militares
de importancia para las aventuras militares, regionales o internacionales, de
EE.UU. Los acuerdos militares con este país perderán peso cuando aumente la
agitación interna.
Las políticas neoliberales de Bolsonaro profundizarán
las desigualdades, afectando principalmente a los 50 millones de brasileños que
han salido en los últimos años de la pobreza. La buena acogida de EE.UU a
Brasil servirá para enriquecer a Wall Street, que tomará el dinero y saldrá corriendo,
dejando que EE.UU. se enfrente a la ira y el rechazo de su aliado fallido.
Estados Unidos se enfrenta a China.
A diferencia de Brasil, China no está dispuesta a
someterse al saqueo económico ni a ceder su soberanía. China sigue su propia
estrategia a largo plazo, consistente en desarrollar los sectores más avanzados
de la economía, incluyendo la tecnología electrónica y de las comunicaciones de
vanguardia.
Los investigadores chinos ya producen más patentes y
artículos científicos de referencia que los de EE.UU. Gracias a la elevada
financiación pública En aquel país se gradúan más ingenieros, investigadores de
vanguardia y científicos innovadores que en Estados Unidos. Con una tasa de
inversión del 44% en 2017, China supera con mucho a EE.UU. Ha pasado de
exportar artículos de poco valor añadido a exportar bienes de lo más
sofisticados como coches eléctricos a precios competitivos. Los i-Phones
chinos, por ejemplo, están desplazando a los de Apple por precio y calidad.
China ha abierto su economía a las corporaciones
multinacionales con sede en EE.UU. a cambio del acceso a tecnología avanzada,
lo que Washington llama “incautación forzosa”. Asimismo, fomenta los acuerdos
multilaterales y de inversión, actualmente con más de sesenta países, para la
construcción de infraestructuras a gran escala y largo plazo por toda Asia y
África.
En lugar de seguir el ejemplo económico chino,
Washington se lamenta del comercio injusto, el robo tecnológico, las
restricciones al mercado y las limitaciones del Estado a las inversiones
privadas.
China ofrecería a Washington oportunidades a largo
plazo para mejorar su actuación económica y social, si este reconociera que la
competencia china es un incentivo positivo.
En lugar de realizar grandes inversiones públicas para
mejorar y promover el sector de la exportación, Washington ha recurrido a las
amenazas militares, las sanciones económicas y los aranceles con el fin de
proteger a los sectores industriales estadounidenses atrasados. En vez de
negociar los mercados con una China independiente, Washington acoge a regímenes
vasallos como el del Brasil de Bolsonaro, basado en el control económico y las
adquisiciones de EE.UU.
Estados Unidos lo tiene fácil para dominar a Brasil y
lograr ganancias a corto plazo –beneficios, mercados y recursos–, pero el
modelo brasileño no es viable ni sostenible. Por el contrario, Estados Unidos
necesita negociar, regatear y ponerse de acuerdo con China, en tratos que
beneficien a ambos países. Si EE.UU. llegara a cooperar con China, el resultado
final le permitiría aprender y crecer de un modo sostenible.
Conclusión.
¿Por qué Estados Unidos ha elegido abrir los brazos a
un Brasil retrógrado en vez de hacerlo a una nación que lidera el futuro?
Básicamente porque tiene un sistema político altamente
militarizado desde sus cimientos cuyo objetivo final es la dominación mundial:
el imperialismo. Estados Unidos no quiere competir con una
China innovadora, pretende coaccionarla para que desmantele
las instituciones, políticas y prioridades que la hacen grande.
Washington exige a China que ceda la relativa
autonomía del Estado, aumente la penetración estadounidense en sus sectores
estratégicos y confíe en los banqueros y académicos del libre mercado. La
política económica estadounidense viene marcada por banqueros corruptos,
especuladores y lobistas que defienden intereses regionales particulares,
incluyendo los de regímenes como el israelí. La política económica china está
definida por los intereses industriales, y guiada por un Estado central con la
capacidad y la voluntad para arrestar a cientos de altos funcionarios
corruptos.
Estados Unidos no puede contener la trayectoria
ascendente china cercándola militarmente, porque la estrategia económica de
Pekín neutraliza las bases militares estadounidenses y supera las limitaciones
arancelarias mediante la diversificación de sus principales nuevos acuerdos
comerciales. Por ejemplo, China está negociando con India un enorme aumento de
las importaciones agrícolas, incluyendo las de arroz, azúcar, leche, productos
de soja y algodón. Actualmente, India tiene un importante déficit comercial con
China, especialmente en maquinaria y bienes industriales, y está deseosa de
reemplazar a los exportadores de EE.UU. China ha firmado importantes acuerdos
comerciales y de inversión con países del Sudeste asiático, Corea del Sur,
Japón, Pakistán, Rusia y Australia, así como de África, América Latina (Brasil
y Argentina) y Oriente Próximo (Irán, Irak e Israel).
Estados Unidos no tiene suficiente capacidad de
influencia como para agarrotar a China, ni siquiera en el sector de la alta
tecnología, porque esta no depende tanto de los conocimientos estadounidenses.
Washington ha garantizado los acuerdos con China, aumentando la exportación de
automóviles y entretenimiento; China puede aceptar endurecer las medidas contra
el llamado “robo de la propiedad” intelectual, especialmente porque ya no es un
factor primordial, desde que la mayor parte de las innovaciones chinas son de
creación propia. Además, las grandes empresas y Wall Street demandan que Trump
alcance un acuerdo de mercados abiertos con China e ignore a sus enemigos
autárquicos.
Frente a la continua buena marcha de la economía china
(6,5% de aumento del PIB en 2018), su mayor énfasis en la ampliación de los
servicios sociales, su mercado de consumidores y la facilitación del crédito,
la política de aranceles coercitivos de Trump está condenada al fracaso y las
amenazas militares solo servirán para que China amplíe y mejore su defensa
militar y sus excelentes programas espaciales.
Sean cuales sean los acuerdos comerciales temporales y
limitados que surjan de las negociaciones China-EE.UU., el régimen de Trump
mantendrá su agenda imperial unipolar basada en acoger a regímenes sumisos,
como Brasil, y enfrentarse a China.
El
futuro pertenece a la independiente, innovadora y competitiva China, no a
regímenes vasallos, militarizados y obedientes como Brasil.
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