"Un gobierno que en 18 meses giró hacia otro
“modelo” de economía ya ofrece los primeros resultados: baja en el crecimiento
económico y deterioro de los índices sociales, como puede verificarse en datos
e informes del BCE, INEC o CEPAL. Y aun así, también se anuncian negociaciones
con los EEUU para un tratado comercial, e igualmente para el ingreso al Acuerdo
Asia Pacífico, que traerán enormes beneficios para aquellas elites
empresariales, que siguen demostrando su carencia de responsabilidad nacional.
Simplemente se vuelve a creer, a ciegas, que los intereses privados son buenos
para el país y que el Estado es un estorbo para los negocios".
"Para este segundo modelo empresarial en la historia
contemporánea del Ecuador, nada importa. Y sus promotores son capaces de todo,
incluso violentando instituciones, leyes, valores y principios. De modo que
la acumulación de valor social históricamente generado por
millones de ecuatorianos durante décadas y representado en las empresas y
servicios estatales, corre el riesgo de transferirse a unas cuantas empresas
particulares, para que se enriquezcan precisamente en perjuicio del Estado y a
costa del trabajo social. Pero la historia tiene sus “ironías”, como sostenía Hegel, y
llegará el momento para que los responsables de estos atentados contra el país
respondan ante la justicia nacional".
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ECUADOR. AHORA SÍ: A CONCESIONAR EL PAÍS.
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Juan J… Paz y Miño Cepeda.
Rebelión martes 29 de enero del 2019.
Durante las décadas de 1960 y 1970 se logró la
modernización capitalista del Ecuador. Se cumplía, además, un largo proceso
iniciado por la Revolución Juliana (1925-1931) para superar el régimen
oligárquico, durante el cual los intereses privados prevalecieron sobre el
Estado.
Paradójicamente fueron dictaduras militares las que
ejecutaron esas transformaciones: la Junta Militar (1963-1966), originada en
las labores de la CIA en un contexto latinoamericano de guerra fría, inauguró
el “desarrollismo”; el general Guillermo Rodríguez Lara (1972-1976) lo
consolidó; y a pesar de su giro derechista, el Consejo Supremo de Gobierno
(1976-1979) no lo desmontó.
El desarrollismo implicó la activa intervención del
Estado en la economía y los militares tuvieron muy claro que había que imponer
los intereses del Estado, por representar a los de la nación, sobre los
intereses privados. La “Filosofía y Plan de Acción” que inspiró al gobierno
“Nacionalista y Revolucionario” de las Fuerzas Armadas encabezado por Rodríguez
Lara (influido por el “socialismo” del general Juan Velasco Alvarado,
gobernante del Perú entre 1968-1975), es un documento fundamental para entender
cómo se articuló la necesidad de liquidar el régimen oligárquico, con la de
imponer los intereses del Estado nacional a los sectores privados acostumbrados
a manejarlo y que atacaron al modelo desarrollista como “estatista” y
“comunista”.
En ese marco, con recursos estatales, fueron
creados INECEL (Instituto Ecuatoriano de Electrificación, 1961), IETEL
(Instituto Ecuatoriano de Telecomunicaciones, 1972) y otras instituciones
públicas. El primer Plan de Desarrollo (1964-1973) posibilitó que, bajo el
amparo del Estado, crezca el sector empresarial como nunca antes. El Plan
Nacional de Electrificación para 1971-1985 contempló 5 grandes centrales
hidroeléctricas y otras regionales, pero solo llegó a ejecutarse uno: Paute,
que, pasó a proporcionar energía inédita para el país.
La Constitución de 1979, con la que se inició la
época de los gobiernos constitucionales, preservó el manejo de los sectores
estratégicos en el Estado y renovó claramente el interés público nacional sobre
los intereses privados. Las derechas económicas y políticas siempre renegaron
contra ese modelo “estatista”. De modo que con el gobierno oligárquico-empresarial
de León Febres Cordero (1984-1988) despegaron los intereses privados para
recobrar el control del Estado, en un marco internacional hegemonizado por el
neoliberalismo.
Entre 1984-2006, los sucesivos gobiernos,
enceguecidos por el “modelo empresarial” en construcción, lograron edificar la
idea de que los intereses privados, el mercado, los empresarios, son capaces de
construir la modernización y hasta la riqueza, y que el Estado es pésimo
administrador, no sirve y hay que achicarlo y privatizarlo. Hasta se logró una
nueva Constitución, la de 1998, que favoreció las tesis del neoliberalismo en
auge por toda Latinoamérica. Pero el país vio crecer un capitalismo
oligárquico, mientras al mismo tiempo la riqueza se concentraba en una elite,
se deterioraban las condiciones de vida y de trabajo de la población, y se
impulsaba una sistemática política de los sucesivos gobiernos para descuidar
las empresas y servicios del Estado.
El paraíso del modelo empresarial produjo los más
grandes atracos privados contra el Estado (así ocurría en la época oligárquica
del siglo XIX) y contra la ciudadanía, como fueron la “sucretización” de las
deudas empresariales (1983 y 1987), los “salvatajes” bancarios, el feriado
bancario de 1999 y la dolarización (2000). Sixto Durán Ballén (1992-1996)
intentó privatizar la seguridad social, pero también las telecomunicaciones y
la electricidad. En las décadas finales del siglo XX los negociados y abusos
con fondos públicos estuvieron a la orden del día. Los beneficiarios de las
concesiones y las privatizaciones hicieron negocios envidiables, a costa del
Estado. Las rentabilidades privadas crecieron con la evasión y elusión de
impuestos. Pero estas formidables corrupciones privadas han quedado en la
impunidad, porque el escándalo se aplica a la corrupción pública. Hay
suficientes estudios e investigaciones académicas que prueban milimétricamente
todo lo que afirmo.
De igual modo, estudios e investigaciones serias en
el país y sobre todo en el exterior, reconocen que con el gobierno de Rafael
Correa (2007-2017) y con la Constitución de 2008, se recuperaron las
capacidades del Estado y se restituyó el interés público frente a los intereses
privados. Hubo preocupación por los servicios estatales, que indudablemente
mejoraron. Se construyeron obras y se dotó de infraestructuras a todo el
territorio. Se concluyeron ocho proyectos hidroeléctricos programados ¡desde la
década de 1970! Se dieron pasos inéditos en la modernización y el desarrollo
del país, con incuestionables resultados sociales y laborales, resaltados por
datos internos e informes de organismos internacionales. Sin duda, en la fase
final de su gobierno, afectado por la recesión económica, se optó por intentar
ciertas concesiones en el marco de la alianza público-privada, contemplada por
la Constitución.
El fanatismo de la “descorreización” hace olvidar
la historia, aunque los casos de corrupción gubernamental, si bien magnificados
por los medios de comunicación y los políticos, sin duda resultaron graves y
ocasionaron el derrumbe de la imagen del gobierno de Correa.
Pero, suponiendo que todo estuvo mal, que las obras
materiales no sirven para nada y que campeaba la corrupción por todo lado, al
gobierno de Lenín Moreno correspondía distinguir los bienes públicos de su administración.
Porque todo esfuerzo por perseguir la corrupción merece el reconocimiento
nacional; pero, al mismo tiempo, es una obligación constitucional defender y
preservar los bienes públicos. Además, Moreno tenía que responsabilizarse por
acabar con los problemas administrativos y solucionar todo aquello que estuvo
mal. Y debe garantizar los bienes y servicios estratégicos, que no pueden ser
privatizados, así como la seguridad social.
Sin embargo, un vocero del Ejecutivo anuncia que se
iniciarán las concesiones de empresas públicas (empezando con CNT e
hidroeléctricas). En un engañoso juego de palabras la privatización de hecho
trata de ser disfrazada como simple traspaso de la “administración”, aunque no
del “patrimonio”. Pero la desesperación por obtener rápidos fondos para el
fisco ha hecho que se pierda de vista la Constitución y el interés nacional. Se
asume como algo fantástico, la concesión por 20 años, que el Estado obtenga
solo el 25% de los beneficios (la Constitución habla de mayoría para el Estado),
que los trabajadores se aprovechen del 15% de utilidades, que se recaude
impuesto a la renta. Incluso se pretende garantizar a las empresas
concesionadas con privilegios absurdos, ya que, si por alguna razón no se
respetan los acuerdos, el Estado deberá indemnizarles, con lo cual quedan
maniatados los fueros estatales y su soberanía.
En lo de fondo el problema es que se ha impuesto en
esferas gubernamentales un retroceso conceptual sobre el país. No hay la mínima
idea de lo que ha sido la historia económica y social. Se ataca a los bienes y
servicios públicos con los argumentos del sector privado, sin entender que la
empresa pública se guía por propósitos y administración distintas, ya que
mientras al Estado interesa atender a los ciudadanos, al sector privado solo le
motivan las ganancias. Se desconoce las nefastas experiencias latinoamericanas
con las privatizaciones y concesiones. No hay conocimiento de los estudios
nacionales o internacionales que analizan y cuestionan el caduco liberalismo
económico.
Un gobierno que en 18 meses giró hacia otro
“modelo” de economía ya ofrece los primeros resultados: baja en el crecimiento
económico y deterioro de los índices sociales, como puede verificarse en datos
e informes del BCE, INEC o CEPAL. Y aún así, también se anuncian negociaciones
con los EEUU para un tratado comercial, e igualmente para el ingreso al Acuerdo
Asia Pacífico, que traerán enormes beneficios para aquellas elites
empresariales, que siguen demostrando su carencia de responsabilidad nacional.
Simplemente se vuelve a creer, a ciegas, que los intereses privados son buenos
para el país y que el Estado es un estorbo para los negocios.
Para este segundo modelo empresarial en la historia
contemporánea del Ecuador, nada importa. Y sus promotores son capaces de todo,
incluso violentando instituciones, leyes, valores y principios. De modo que
la acumulación de valor social históricamente generado por
millones de ecuatorianos durante décadas y representado en las empresas y
servicios estatales, corre el riesgo de transferirse a unas cuantas empresas
particulares, para que se enriquezcan precisamente en perjuicio del Estado y a
costa del trabajo social. Pero la historia tiene sus “ironías”, como sostenía Hegel, y
llegará el momento para que los responsables de estos atentados contra el país
respondan ante la justicia nacional.
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