Misión e impacto de la Organización
Internacional del Trabajo OIT. Promover el
empleo y proteger a las personas. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) está consagrada a
la promoción de la justicia social, de
los derechos humanos y laborales reconocidos internacionalmente,
persiguiendo su misión fundadora: la justicia social es esencial para la paz universal y
permanente.
Única agencia 'tripartita' de la ONU, la OIT reúne a gobiernos,
empleadores y trabajadores de 187
Estados miembros a fin de
establecer las normas del trabajo, formular políticas y elaborar programas
promoviendo el trabajo decente de todos,
mujeres y hombres. Actualmente, el Programa de trabajo decente de la OIT,
el contribuye a mejorar la situación económica y las
condiciones de trabajo que permiten que todos los trabajadores, empleadores y gobiernos
participen en el establecimiento de un paz duradera, de la prosperidad y el
progreso.
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LA OIT, CIEN AÑOS DESPUÉS, TRATA DE
DEFINIR QUÉ ES EL TRABAJO.
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Eduardo Camín.
Rebelión jueves 31 de enero del 2019.
La
Organización Internacional del Trabajo (OIT) inauguró las festividades que
marcarán su centenario a lo largo de este año 2019 y dio a
conocer las bases del informe que con el objetivo de medir los desafíos que se
avecinan encomendó hace dos años a una Comisión de expertos independientes
sobre el futuro del trabajo.
Lo que sorprende del trabajo comenzado es que en la
ausencia del mundo real de la informalidad, la fragmentación del empleo y el
trabajo no pagado directamente, el informe naufraga con recomendaciones con un
mundo que ya no existe, todo resumido en un fondo de emergencia ambiental
Inicios y presente.
Tal vez sea un hecho poco conocido, que la
organización del trabajo nació en Versalles. De hecho, la Conferencia de Paz
estableció una Comisión sobre el derecho internacional del trabajo y le ordenó
que desarrollara la Constitución de una organización internacional permanente.
El contexto era por entonces importante para dar una respuesta creíble a la
"cuestión del trabajo", aunque el objetivo apenas velado estaba
dirigido en particular para contener el riesgo de la internacionalización de la
revolución comunista de 1917 que parecía instalarse en Alemania.
Un siglo después, el contexto es totalmente
diferente. Con el fin de medir los desafíos que se avecinan, la OIT encomendó a
una Comisión de expertos independientes hace dos años que pensara en el futuro
del trabajo.
Copresidida por el mandatario de Sudáfrica Ciryl
Ramaphosa y el primer ministro de Suecia Stefan Löfven, la Comisión propone una
visión de un programa centrado en las personas, basado en la inversión en las
capacidades de los individuos, las instituciones laborales y en el trabajo
decente y sostenible. Entre las diez recomendaciones se encuentran:
· Una garantía universal de empleo que proteja los
derechos fundamentales de los trabajadores garantice un salario que permita un
nivel de vida digno, horas de trabajo limitadas y lugares de trabajo seguros y
saludables.
· Una protección social garantizada desde el
nacimiento hasta la vejez que atienda las necesidades de las personas a lo
largo de su ciclo de vida.
· Un derecho universal al aprendizaje permanente
que permita que las personas se formen, adquieran nuevas competencias y mejoren
sus cualificaciones.
· Una gestión del cambio tecnológico que favorezca
el trabajo decente, incluso a través de un sistema de gobernanza internacional
de las plataformas digitales de trabajo.
· Mayores inversiones en las economías rurales,
verdes y del cuidado.
· Una agenda transformadora y mensurable a favor de
la igualdad de género.
· La reestructuración de los incentivos a las
empresas a fin de estimular las inversiones a largo plazo.
Este informe es el resultado de un examen realizado
a lo largo de 15 meses por los 27 miembros de la Comisión Mundial, constituida
por destacadas personalidades del mundo empresarial, laboral y académico,
grupos de reflexión y organizaciones gubernamentales y no
gubernamentales.
Producto de las Políticas neoliberales. La OIT se olvidó de la Juventud y del trabajo decente y bien remunerado. El trabajo como "Derecho universal" es un "cuento valioso" para los Gobiernos neoliberales y el capitalismo como sistema en su conjunto.
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La contracara del informe.
Aquellos que esperaban una visión ambiciosa se
decepcionarán. El genio de cada experto parece haber disminuido, por no decir
silenciado, en este trabajo grupal, ya que el punto de partida y el estado de
la realidad están ausentes del informe. Como resultado, el texto flota en la
ambigüedad de las buenas intenciones y se hace evidencia misma la falta de
cemento en el hormigón del trabajo humano a comienzos del siglo XXI.
Si bien la definición de trabajo adoptada por la
OIT abarca toda actividad relacionada con la producción de bienes, servicios
individuales y colectivos, el texto de la Comisión sólo se ha centrado en el
trabajo remunerado. Deja por fuera dos universos socio-económicos importantes:
por un lado, trabajo remunerado en otros contextos como salarios (independiente
e informalidad) y el trabajo que tiene lugar sin (plena) remuneración directa –
como el trabajo doméstico.
Recordemos que el trabajo doméstico tan importante
en volumen como el trabajo remunerado,– según la OIT, estimaba a 67 millones de
personas – es otro aspecto en que la Comisión no aborda realmente, excepto
cuando habla del mundo rural en los países en desarrollo. Este silencio tal vez
sea menos sorprendente porque esta actividad escapa a toda estadística seria de
trabajo, de la misma forma que es ignorada por las estadísticas de producción.
Las estadísticas de la OIT demuestran que, a nivel
mundial, la ganancia salarial es menos de la mitad del trabajo remunerado. Si
corresponde al 85% de los "puestos de trabajo" (en sentido
estadístico) en los países de ingresos altos, la proporción recae en el 25% en
los países menos adelantados, donde el servicio público es el principal
proveedor de este tipo de trabajo.
El resto es responsabilidad de los trabajadores
autónomos y de los miembros de la familia. Incluso si la Comisión pide la
ampliación del diálogo social, el aprendizaje permanente, la cobertura
universal de la seguridad social, las condiciones de trabajo decente y la
garantía de un salario digno para todos, es una brecha abismal en el contexto
actual de la locura capitalista.
El 82% de la riqueza mundial generada durante 2018,
fue a parar a manos de 26
multimillonarios, el 1% más rico de la población mundial, mientras que el 50%
más pobre – 3.700 millones de seres humanos- no se benefició lo más mínimo
de dicho crecimiento, según el reciente Informe de Oxfam.
En realidad, el informe de los expertos propone la
ampliación al mundo de un modelo que se está agotando en la mayoría de los
países como resultado de la "uberización" y la fragmentación del
trabajo.
Aunque esté plenamente comprendida en la definición
de la labor adoptada por la propia OIT, la Comisión del centenario de la OIT no
agota (y lejos está de hacerlo) el problema del futuro del trabajo. Destaca
además que la inteligencia artificial, la automatización y la robótica darán
lugar a una pérdida de empleos, en la medida que las competencias se volverán
obsoletas.
Sin embargo, muchos son los que piensan que estos
mismos avances tecnológicos, junto a la ecologización de las economías, también
crearán millones de empleos, si se aprovechan las nuevas oportunidades.
Este tipo de
diálogo social “puede contribuir a que la globalización nos beneficie a todos”,
declaró el primer ministro sueco y copresidente de la Comisión Mundial, Stefan
Löfven. “El mundo del trabajo experimenta grandes cambios que crean
numerosas oportunidades para más y mejores empleos. Pero los gobiernos, los
sindicatos y los empleadores necesitan trabajar juntos a fin de hacer que las
economías y los mercados laborales sean más inclusivos”, añadió.
Todo este tufillo de las festividades del
centenario de la OIT tiene mucho sabor a la conciliación de clases, cuesta aun
admitir, sin tratarnos de trasnochados, que la lucha de clases es un fenómeno
que se refiere al eterno conflicto entre las dos clases sociales existentes,
entre los que producen y los que no producen, entre los que sin trabajar se
adueñan de la producción y excluyen a los que trabajan.
Es la lucha entre explotadores y explotados; entre
esos 26 multimillonarios, que destacan los informes, entre ese 1% más rico de
la población mundial, que abarca la misma riqueza de 3.700 millones de seres
humanos.
La lucha de clases, es decir, la lucha entre el
trabajo y el capital no es en absoluto un concepto que pertenece al pasado. En
un mundo de creciente desigualdad, es una realidad más pertinente que nunca.
Con la victoria del neoliberalismo, los gobiernos
han dejado de actuar como mediadores entre el capital y el trabajo con el
objetivo de mitigar la desigualdad. Por lo tanto, los sindicatos que todavía
sólo se basan en la idea de asociación, a menudo son incapaces de librar luchas
ofensivas. En el mejor de los casos, luchan por mantener el statu quo y, aun
así, la mayoría de las veces no tienen éxito.
Por ello se genera un sentimiento, cuasi una
necesidad urgente de que se escuchen otras voces en 2019 y puedan proporcionar
a la organización con sede en Ginebra otros análisis y otras hipótesis de
trabajo con el fin de enfrentar el mundo real de la informalidad, la
fragmentación del empleo y el trabajo no pagado directamente, todo en un fondo de
emergencia ambiental. Inteligencia Artificial si, robotización sí, …pero
aquello de la justicia social, ¿dónde queda?
EDUARDO CAMÍN. Periodista uruguayo, miembro de la
Asociación de Corresponsales de prensa de la ONU. en Ginebra. Asociado al
Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE,www.estrategia.la)
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