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“La consideración del futuro
en lo ambiental significa tener como objetivo el desarrollo sostenible.
Este concepto nació en el documento Nuestro futuro común, conocido como el
Informe Brundtland (1987). Brundtland
era en ese momento coordinador de la Comisión
de Medio Ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas y es quien elaboró el
informe. Esta definición fue luego adoptada como el Principio 3 de la Declaración de Río, la cual siguió a la
famosa Cumbre de la Tierra que se
realizó en 1992 en Río de Janeiro,
Brasil. Allí se define como desarrollo sostenible: “Aquel
desarrollo que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin
comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias
necesidades”. Para que los distintos países pudieran
concretar esa meta de alcanzar el desarrollo sostenible, en la Cumbre de Río, la mayoría de los gobiernos allí reunidos
decidieron adoptar el Programa 21 (también llamado Agenda 21). Éste
consiste en guías de acción concretas con vista a alcanzar el desarrollo
sostenible”. Ahora bien, en ese marco vale la pena
preguntarse cómo se posicionan los distintos países de Latinoamérica en el camino hacia el futuro, hacia el desarrollo sostenible. Esto es, si hay
países que están más cerca que otros de lograrlo y de qué depende que los que
estén lejos se puedan ir acercando.
De esta manera se busca indagar cuáles serían los determinantes para que los distintos países de
Latinoamérica adopten políticas ambientales orientadas al futuro.
“Este trabajo intenta evaluar los determinantes que favorecen a que
países de la región adopten políticas ambientales activas. Para eso, se toma como referencia dos indicadores de política ambiental
internacional: el número de tratados
internacionales ratificados referidos al medioambiente, y el cumplimiento con los programas
sugeridos por la Agenda 21 para
cumplimentar la meta de un desarrollo sostenible. Luego, se comparan dichos
indicadores con variables que pueden explicar
su performance. Éstas son principalmente de tres tipos: cuestiones socioeconómicas y de calidad de vida
como el PBI o el nivel de educación,
cuestiones
políticas como el respeto de los derechos políticos y civiles de los ciudadanos, y, el status ambiental
de los países. Los datos provienen de fuentes internacionales que hacen posible
la comparación entre los países latinoamericanos. Las únicas variables que parecen ser importantes para evaluar si
los países de la región van a tener
políticas más activas a favor de la conservación
del medio ambiente, parecen ser el grado
de desarrollo humano (que mide el desarrollo en tres dimensiones: educación,
esperanza de vida e ingresos) y la
presión demográfica. Las libertades políticas y el status ambiental de los
países no parecen determinar si éstos se inclinarán hacia políticas ambientales
más activas. Los
resultados son robustos a distintas especificaciones”. Universidad del CEMA. Buenos Aires Argentina.
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Dos países latinoamericanos, Ecuador y Bolivia, han fundado un verdadero constitucionalismo ecológico; en eso están por delante de cualquier otro país “desarrollado”.
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CONSTITUCIONALISMO ECOLÓGICO
EN AMÉRICA LATINA.
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Leonardo
Boff.
Rebelión
sábado 18 de mayo del 2013.
Las constituciones modernas se
fundan sobre el contrato social de cuño antropocéntrico. No incluyen el
contrato natural que es el acuerdo y la reciprocidad que deben existir entre los
seres humanos y la Tierra viva que nos da todo y a la que nosotros en
retribución cuidamos y preservamos. En razón de eso sería natural reconocer que
ella y los seres que la componen son portadores de derechos. Los
contractualistas clásicos como Kant y Hobbes restringían, sin embargo, la ética
y el derecho solo a las relaciones entre los humanos. Solamente se admitían
obligaciones humanas para con los demás seres, especialmente los animales, en
el sentido de no destruirlos o someterlos a sufrimientos y crueldades
innecesarias.
No considerar que cada ser posee un
valor intrínseco, independiente de su uso humano, uso racional, y que es
portador del derecho de existir dentro del mismo hábitat común, el planeta
Tierra, abrió el camino a que la naturaleza fuese tratada como mero objeto a
ser explotado sin ninguna otra consideración, en algunos casos hasta su
agotamiento. Sin embargo, cupo a América Latina, como lo mostró un notable
criminalista y juez de la corte suprema de la Argentina, Eugenio Raúl Zaffaroni
(La Pachamama y el Humano, Ediciones Colihue 2012) desarrollar un
pensamiento constitucionalista de naturaleza ecológica en el cual la Tierra y
todos los seres de la naturaleza, particularmente los vivos y los animales son
titulares de derechos. Estos deben ser incluidos en las constituciones modernas
que han abandonado el arraigado antropocentrismo y el paradigma del dominus,
del ser humano como señor y dominador de la naturaleza y de la Tierra.
Los nuevos constitucionalistas
latinoamericanos unen dos corrientes: una de ellas, la más ancestral, la de los
pueblos originarios, para los cuales la Tierra (Pacha) es madre (Mama),de ahí
el nombre de Pachamama, y titular de derechos porque ésta viva y nos da todo lo
que necesitamos y, finalmente, porque somos parte de ella y pertenecemos a
ella, así como los animales, los bosques, las selvas, las aguas, las montañas y
los paisajes. Todos merecen existir y convivir con nosotros formando la gran
democracia comunitaria y cósmica.
Ensamblan esta tradición ancestral, eficaz, de la cultura andina, que va de la Patagonia a América Central, a la nueva comprensión derivada de la cosmología contemporánea, de la biología genética y molecular, de la teoría de los sistemas, que entiende la Tierra como un super-organismo vivo que se auto-regula (autopoiesis de Maturana-Varela y Capra) con vistas a mantener siempre la vida y la capacidad de reproducirla y hacerla coevolucionar. Esta Tierra, denominada Gaia, engloba a todos los seres y genera y sustenta la tela de la vida en su inconmensurable biodiversidad. Ella, como Madre generosa, debe ser respetada, reconocida en sus virtualidades y en sus límites y por eso acogida como sujeto de derechos -la dignitas Terrae- base para posibilitar y sustentar todos los demás derechos personales y sociales.
Ensamblan esta tradición ancestral, eficaz, de la cultura andina, que va de la Patagonia a América Central, a la nueva comprensión derivada de la cosmología contemporánea, de la biología genética y molecular, de la teoría de los sistemas, que entiende la Tierra como un super-organismo vivo que se auto-regula (autopoiesis de Maturana-Varela y Capra) con vistas a mantener siempre la vida y la capacidad de reproducirla y hacerla coevolucionar. Esta Tierra, denominada Gaia, engloba a todos los seres y genera y sustenta la tela de la vida en su inconmensurable biodiversidad. Ella, como Madre generosa, debe ser respetada, reconocida en sus virtualidades y en sus límites y por eso acogida como sujeto de derechos -la dignitas Terrae- base para posibilitar y sustentar todos los demás derechos personales y sociales.
Dos países latinoamericanos, Ecuador
y Bolivia, han fundado un verdadero constitucionalismo ecológico; en eso están
por delante de cualquier otro país “desarrollado”.
La Constitución de Montecristi de la República de Ecuador de 2008 dice explícitamente en su preámbulo: “Celebramos la naturaleza, la Pacha Mama, de la cual somos parte y que es vital para nuestra existencia”. Enseguida enfatiza que la República se propone construir “una nueva forma de convivencia ciudadana, en diversidad y en armonía con la naturaleza, para alcanzar el bien vivir, o sumackawsay (el vivir pleno). En el articulo 71º del capítulo VII dispone: ”la naturaleza o la Pachamama, donde se reproduce y se realiza la vida, tiene derecho a que se respete integralmente su existencia, el mantenimiento) y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos; toda persona, comunidad, pueblo o nacionalidad podrá exigir de la autoridad pública el cumplimiento de los derechos de la naturaleza… el Estado incentivará a las personas naturales y jurídicas, y a los colectivos, para que protejan la naturaleza y promoverá el respeto a todos los elementos que forman un ecosistema”.
La Constitución de Montecristi de la República de Ecuador de 2008 dice explícitamente en su preámbulo: “Celebramos la naturaleza, la Pacha Mama, de la cual somos parte y que es vital para nuestra existencia”. Enseguida enfatiza que la República se propone construir “una nueva forma de convivencia ciudadana, en diversidad y en armonía con la naturaleza, para alcanzar el bien vivir, o sumackawsay (el vivir pleno). En el articulo 71º del capítulo VII dispone: ”la naturaleza o la Pachamama, donde se reproduce y se realiza la vida, tiene derecho a que se respete integralmente su existencia, el mantenimiento) y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos; toda persona, comunidad, pueblo o nacionalidad podrá exigir de la autoridad pública el cumplimiento de los derechos de la naturaleza… el Estado incentivará a las personas naturales y jurídicas, y a los colectivos, para que protejan la naturaleza y promoverá el respeto a todos los elementos que forman un ecosistema”.
Son conmovedoras las palabras del
preámbulo de la Constitución Política del Estado boliviano, aprobada en 2009:
”Cumpliendo el mandato de nuestros pueblos, con la fortaleza de nuestra
Pachamama y gracias a Dios, refundamos Bolivia”. El artículo 33º prescribe:
”las personas tienen derecho a un medio ambiente saludable, protegido y
equilibrado. El ejercicio de este derecho debe permitir a los individuos y a
las colectividades de las presentes y futuras generaciones, incluidos otros
seres vivos, desarrollarse de manera normal y permanente”. El articulo 34º
dispone: ”cualquier persona, a título individual o en representación de una
colectividad, está facultada a ejercer acciones legales en defensa del medio
ambiente”.
Aquí tenemos un verdadero
constitucionalismo ecológico que ha ganado cuerpo y letra en las respectivas
Constituciones. Tales visiones son anticipatorias de lo que deberá ser en todas
las constituciones futuras de la humanidad. Solo con tal mente y disposición garantizaremos
un destino feliz en este planeta.
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Leonardo Boff es Teólogo/Filósofo
Leonardo Boff es Teólogo/Filósofo
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