&&&&&
Las nuevas
políticas que comenzaron a regir en el antiguo Banco del Estado fueron aquellas
de la eficiencia y la rentabilidad (sobre un 22 por ciento
anual promedio), lo que significa reducción de costos, despidos, cierre de
áreas poco rentables. En suma, rentabilizar
los productos, así como lo hace cualquier empresa privada cuya finalidad es
el lucro. Y como el banco arrastraba una cultura diferente, con millares de ahorrantes de escasos
recursos y poco lucrativos, las nuevas estrategias se orientaron a terminar con
el lastre. La administración de
Estévez comenzó a cobrar comisiones
unilaterales a más de medio millón de poseedores de cuentas de ahorro. Era una
comisión trimestral fija para las cuentas a plazo, reajustada periódicamente,
de un monto independiente de los saldos depositados. Las nuevas prácticas, que sin duda beneficiaban al banco,
significaron que todas aquellas personas con menos ahorros tuvieron que cerrar
sus cuentas por las impagables comisiones. Pero
en 2004 hubo una primera reacción ciudadana a través de la asociación de
consumidores Conadecus. Con la ayuda
de esta organización, los ahorrantes entablaron una demanda colectiva contra el banco por el cobro indebido de
comisiones, las
que no fueron establecidas en los contratos que firmaron los clientes.
Pero el discurso de última hora no disuelve lazos
sólidos entre el sector privado y el público. Los
gobiernos de la Concertación, como
por cierto también el actual, se caracterizaron por un trato preferencial a las
grandes corporaciones y por la íntima
vinculación de sus tecnócratas con aquellas empresas. Relaciones impúdicas
en no pocos casos. En el caso que nos convoca, Estévez, a poco de llegar a la
presidencia del BancoEstado, aprobó
un polémico crédito por 120 millones de dólares al grupo Luksic, que éste utilizó para tomar el control del Banco de Chile.
Poco tiempo después, Estévez les cobraba
comisiones injustas a los clientes de menores recursos del banco público, lo
que demostraba cuáles eran las prioridades de esa institución. Pocos años más
tarde, los Luksic le agradecían el favor a Estévez, nombrándolo director del Banco de Chile a la
vez que también comenzó a calentar un sillón en Endesa.
/////
Pobreza, desempleo, sub-empleo, desnutrición, en general desigualdad económico social y su ubicación por continentes, en el tercer milenio, producto de las políticas neoliberales de la globalización.
***
LA BANCA MOTOR DE
LA DESIGUALDAD.
"Como
un banco del Estado, es parte de las políticas neoliberales que explota a los
más pobres".
*****
Paul Walder.
Punto Final. Sábado 25 de mayo del 2013.
Durante los primeros dos
meses de este año, el BancoEstado
obtuvo ganancias por más de 18 mil millones de pesos, o un 42 por ciento más de
lo que ingresó en los primeros dos meses de 2012. La cifra no sólo es abultada,
sino que es la mayor de todo el sistema financiero. La entidad estatal compite
codo a codo con sus pares privados. Y lleva la delantera.
El BancoEstado, que desde su creación en 1953 se llamó Banco del Estado, no sólo cambió su nombre a partir de la década
pasada sino también sus objetivos. Bajo la bandera de la modernización, impulsada con energía en la presidencia de Jaime Estévez (PS) durante el gobierno
de Ricardo Lagos, el tradicional
banco público, que se había salvado de la privatización durante la dictadura,
pasó a consolidarse como un extraño bastión público en un escenario privado.
Para ello puso en marcha políticas propias de los privados en este único
espacio público. El resultado es lo que
vemos hoy en las grandes ganancias, pero también en una negación de su origen,
su concepción y su destino. El banco
de los pobres, de las pymes, de las clases más esforzadas, esa entidad cuyo
objetivo fue incentivar la austeridad y
el ahorro, pasó, en pocos años, a destacarse como líder del mercado, los créditos y el consumo de masas. Del
ahorro familiar, al endeudamiento individual.
Bajo el emblema de la modernización, todo
vale. Desde costosas campañas publicitarias, cambio de imagen y orientación del
negocio. Es así como las nuevas políticas modernizadoras impulsadas por Estévez y el directorio de entonces
pusieron en marcha programas cuyos efectos además de generar ganancias para la entidad, también provocaron importantes pérdidas para los ahorrantes más
débiles. De cierta manera, es posible
afirmar que sus utilidades procedieron de la ruina de los más pobres.
Las nuevas políticas que comenzaron a regir en
el antiguo Banco del Estado fueron
aquellas de la eficiencia y la rentabilidad (sobre un 22 por ciento anual
promedio), lo que significa reducción de costos, despidos, cierre de áreas poco
rentables. En suma, rentabilizar los
productos, así como lo hace cualquier empresa privada cuya finalidad es el
lucro. Y como el banco arrastraba una cultura diferente, con millares de ahorrantes de escasos recursos y poco lucrativos, las
nuevas estrategias se orientaron a terminar con el lastre.
La administración de Estévez comenzó a cobrar comisiones unilaterales a más de medio
millón de poseedores de cuentas de ahorro. Era una comisión trimestral fija
para las cuentas a plazo, reajustada periódicamente, de un monto independiente
de los saldos depositados. Las nuevas
prácticas, que sin duda beneficiaban al banco, significaron que todas
aquellas personas con menos ahorros tuvieron que cerrar sus cuentas por las
impagables comisiones. Pero en 2004
hubo una primera reacción ciudadana a través de la asociación de consumidores Conadecus. Con la ayuda de esta
organización, los ahorrantes entablaron una demanda colectiva contra el banco
por el cobro indebido de comisiones, las que no fueron establecidas en los contratos que firmaron los clientes.
DEMANDA OCULTADA POR LOS
MEDIOS DE COMUNICACIÓN.
La demanda fue ingresada el
23 de noviembre de 2004 en un
Juzgado Civil de Santiago. Conadecus aclara explícitamente que durante nueve
años ningún organismo fiscalizador se hizo parte en dicha demanda, como tampoco
ningún medio de comunicación informó
la gravedad y magnitud de los hechos, manteniendo impune la infracción a la Ley del Consumidor cometida por un
organismo estatal. BancoEstado era
uno de los principales avisadores en los medios de comunicación, lo que los
inhibió a publicar cualquier información que molestara a la institución
financiera.
Ernesto Benado, ex director de Conadecus, relata en un blog que la demanda siguió todos los vericuetos
legales que posibilitaban su demora y así llegó al gobierno de Bachelet, en 2006, en el cual ya no
quedaba en el BancoEstado ninguno de
los responsables directos de la ilegalidad de los cobros. Las cartas dirigidas
al presidente, fiscal y directores del banco, nunca fueron contestadas.
El banco, que es sin duda una extensión del Estado chileno, recurrió del
fallo que favorecía a los consumidores, tal como lo hacía por aquellos mismos
años en un episodio similar una empresa del retail y paradigma del lucro, Cencosud, ante la Corte Suprema,
acción que derivó, tras un largo camino, en un avenimiento conciliatorio en
marzo de este año. La propuesta del banco, relata Benado, era sensiblemente menor a la pérdida de los ahorrantes. Sin
embargo, dice, ocurrió un hecho impactante:
“El gobierno actual se dio cuenta que podía
usar políticamente la conciliación con el BancoEstado para resaltar la
negligencia de los dos gobiernos anteriores de la Concertación. Sólo habían
pretendido ganar tiempo y dar salida del banco a los responsables de la ilegalidad,
aunque BancoEstado puso hasta el final resistencia a pagar una modesta multa a
beneficio fiscal, pues significaba reconocer haber actuado abusivamente”.
Bastó una llamada del
gobierno al presidente del BancoEstado para que aceptara la multa. Lo que se va
devolver a los consumidores quedó fijado en 5.600 millones de pesos a partir de
julio próximo.
ESTEVEZ Y COMPAÑÍA.
Cuando la prensa le
preguntó a Jaime Estévez por su
responsabilidad en esta acción ilegal, su respuesta estuvo lejos de las
disculpas. El ex presidente del banco y hoy presidente de la sociedad Cruzados SADP (el club de la
Universidad Católica), se limitó a revalidar sus políticas bancarias. Sin
ellas, dijo, el proyecto de modernización no hubiese sido viable, o no
rentable, para los objetivos del banco.
Estévez, como tecnócrata neoliberal, estaba allí, entre otras cosas, para
generar utilidades, las que se canalizaban como recursos fiscales. Bajo este
punto de vista, propio de socialdemócratas
reciclados en oficiantes del mercado, lo importante es generar recursos
fiscales para los programas de viviendas sociales o contra la extrema pobreza.
Un discurso que podría parecer correcto, pero no lo es.
No lo es en otras ramas
productivas del sector público, como lo
hace Codelco mediante la externalización de actividades que paga con
salarios de miseria, pero menos en el área financiera, piedra angular del
accionar económico. El BancoEstado
se ha convertido en pocos años en una fuente que canaliza recursos financieros
hacia el sector privado (tiene el 15 por ciento de las colocaciones de
créditos, tras el Banco de Chile y el
Santander), desde el consumo de masas, la educación a la construcción
mediante créditos hipotecarios. Ha sido una pieza importante para incentivar el lucro y el modelo neoliberal.
Ha sido no sólo responsable en el auge y hoy decadencia del sistema de
libre mercado, sino, lo que es más grave, es la entidad que expresa las
políticas gubernamentales en el área financiera.
Lo que hizo el BancoEstado fueron prácticas sin duda
compartidas por los directores del banco (Marco
Colodro, Javier Etcheberry, Genaro Arriagada, José Pablo Arellano, Francisco
Vidal, Vivianne Blanlot, Nicolás Eyzaguirre y Alvaro Erazo), por los ministros
de Hacienda Nicolás Eyzaguirre y Andrés Velasco y por los mismos
presidentes Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, aun cuando ex funcionarios
como Vidal, o el mismo Estévez, intentan minimizar los daños y hacer un mea
culpa . “Asumo la responsabilidad, lo encuentro injusto”, dijo Vidal en un programa radiofónico.
Un par de días más tarde la
prensa le preguntó al presidente de la Asociación de Bancos, Jorge Awad, su opinión por un decreto
que cambia ciertas atribuciones que tienen los bancos para modificar
unilateralmente los contratos con sus clientes. Ante ello, este empresario
cercano a la Democracia Cristiana
dijo que estaba ya acostumbrado que le den “como
caja”, pero que defendería “el sistema de pago chileno que es una joyita que voy a proteger y no voy a aceptar que medidas
irresponsables en un momento determinado la pongan en juego. Estas reglas dicen
que usted tiene un sistema de aceptación tácita que está regido por la Ley
de Bancos. No voy a aceptar que se saque una circular como la del día
30, que borre lo que existe y no se reemplace por nada”.
Lo de Awad es un discurso conocido
desde hace varias décadas. Pero en las declaraciones de los ex funcionarios hay
novedades. El conocimiento de las prácticas abusivas de las empresas privadas
(y hoy también públicas) con sus clientes en numerosos sectores de la economía
ha colocado el problema en el primer lugar de la agenda política. Los
consumidores, aquellos regalones del mercado y de la misma clase política, se
han convertido en víctimas de los peores atropellos realizados por las mismas
empresas que otrora los mimaron. El engaño, que se extiende por universidades, Isapres, farmacias, bancos, empresas del retail
y muchas otras, ha llevado a la candidata de la Concertación a colocar
el tema como prioridad política: “El país, dijo Bachelet al presentar su campaña,
se ha cansado de los abusos”.
Pero el discurso de última
hora no disuelve lazos sólidos entre el sector privado y el público. Los
gobiernos de la Concertación, como por cierto también el actual, se
caracterizaron por un trato preferencial a las grandes corporaciones y por la
íntima vinculación de sus tecnócratas con aquellas empresas. Relaciones
impúdicas en no pocos casos. En el caso que nos convoca, Estévez, a poco de
llegar a la presidencia del BancoEstado,
aprobó un polémico crédito por 120
millones de dólares al grupo Luksic, que éste utilizó para tomar el control
del Banco de Chile. Poco tiempo
después, Estévez les cobraba
comisiones injustas a los clientes de menores recursos del banco público, lo
que demostraba cuáles eran las prioridades de esa institución. Pocos años más
tarde, los Luksic le agradecían el
favor a Estévez, nombrándolo director del Banco
de Chile a la vez que también comenzó a calentar un sillón en Endesa.
Pobreza, desempleo, población discapacitada, y ciudadanos en general como se transforman en los "elegidos" de las políticas neoliberales del banco-estatal.
***
ENDEUDAMIENTO Y
CONCENTRACION ECONOMICA
Sería injusto afirmar que
el BancoEstado se ha distinguido por
un mayor maltrato de sus clientes que la banca privada. Sólo en estos días el
Banco Santander enfrenta un juicio de un grupo de clientes que han sido
estafados con el producto Alivio Hipotecario, por el cual más de cien personas,
incapaces de pagar los altos intereses, han perdido sus viviendas.
La banca chilena, junto con
el retail , han sido las piezas claves del crecimiento económico, un
proceso basado en el endeudamiento, que ha sido motor de la concentración
económica y de la desigualdad en la distribución de la riqueza. Los créditos de
consumo e hipotecarios han hecho crecer las utilidades de los grandes grupos
tras el sector financiero.
El año pasado el conjunto
de los bancos ganaron más de tres mil millones de dólares, con una rentabilidad
promedio sobre el capital en torno al 20 por ciento. Ningún otro sector de la
economía logra tantas ganancias ni tiene tanto poder sin hacer nada productivo.
Es lo que llevó a Jorge Awad a hacer esas declaraciones cargadas de inocultable
soberbia. Los banqueros se sienten los dueños del país (y del mundo), unos
intocables. Saben que en una crisis, como fue la de 1982 en Chile, o como la ha
habido en Estados Unidos, España y Grecia, los gobiernos saldrán a rescatarlos.
Aquella expresión que dice las ganancias son privadas pero las pérdidas
públicas, sigue vigente.
El historiador Rafael Luis
Gumucio Rivas escribió con claridad en elclarin.cl : “El señor Awad se
puede dar el lujo de amenazar y sermonear hasta al gobierno mismo: poco le importan
los poderes del Estado, pues todos dependen del sector financiero, y los
políticos -incluidos los parlamentarios- son mozos, especialmente de los
bancos”.
¿Es tan necesaria y tan
generosa la función de la banca privada? Lo es en un sistema neoliberal y en la
actual dependencia que tienen de ellos los gobiernos en funciones. Porque
aquella afirmación que los coloca como el motor del crecimiento económico es
más bien una creencia. De partida, los bancos no son ni intermediarios de las
emisiones de los bancos centrales ni prestan dinero propio. Todo es una gran
ilusión que les favorece de manera privilegiada. Porque entre las actividades
de los bancos está la creación monetaria, que no es más que digitar números en
el computador.
Para terminar, es bueno
recordar que nuestro sistema financiero, nacional y mundial, está capturado por
la banca privada.
Cuando un banco otorga un
préstamo, éste se digita como saldo positivo, explicaba hace unas semanas el
economista mexicano Alejandro Nadal. Y para entregar ese préstamo, el banco
sólo tiene que evaluar la futura capacidad de pago de ese cliente. Por tanto,
serán ingresos futuros. Al otorgar ese crédito se abre un depósito en el banco,
que son más activos. Los créditos crean depósitos, y no al revés, lo que es un
mito. Este es uno de los motivos de porqué los grupos Luksic, Matte, Paulmann o
Falabella han crecido hasta convertirse en multimillonarios en poco tiempo: por
el negocio financiero.
El escándalo del
BancoEstado, que se suma a innumerables otras estafas del sector privado
neoliberal, pese a todo, tiene su lado positivo. Ha abierto los ojos y permite
la toma de conciencia de la ciudadanía. El sistema bancario chileno se basa en los mismos pilares del
sistema que ha conducido al desastre mundial.
*****
Publicado en “Punto Final”,
edición Nº 781, 17 de mayo, 2013
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario