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Las redes sociales han encumbrado el rumor a la categoría de
noticia, incluso hasta contaminar a los grandes medios,
que nunca se caracterizaron por el rigor, y menos ahora ante esa sugerente
fuente informativa totalmente gratuita que son las redes. El editor del medio digital Counterpunch, Patrick Cockburn, señalaba los casos en los que algunas televisiones de
prestigio han ilustrado sus noticias con imágenes tomadas de Youtube o de internet y que resultó que
no se ajustaban ni al lugar ni al acontecimiento del que informaban son frecuentes desde hace años. La responsabilidad de los
medios es absoluta porque, en muchas ocasiones, son ellos mismos los que piden
a sus audiencias que les envíen imágenes o testimonios, sin que en las redacciones contrasten ninguna de esas
informaciones y terminan relatando fosas comunes de personas que resultaron
ser de animales o masacres con versiones totalmente opuestas sobre las
autorías. Ante las dificultades para los
periodistas que suponen algunos conflictos bélicos o determinados regímenes
opresores, la posibilidad de resolver los informativos con testimonios de Twitter o imágenes de Facebook o Youtube,
por poco contrastadas que estén, es una tentación en la que caen hasta los más
grandes. Se limitan a precisar que, ese vídeo
o ese testimonio procede de determinada red social para así eximirse de
responsabilidad sobre su origen, a pesar de que, en la mayoría de las
ocasiones, no se
tiene constancia ni se ha comprobado quién está detrás de esa red ni en qué
lugar se encuentra.
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CUANDO LAS REDES
SOCIALES GENERAN DESIGUALDAD.
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Pascual
Serrano.
Público.es
martes 21 de mayo del 2013.
Si la llegada de internet ha
supuesto la eliminación de todas la barreras para publicar, la irrupción de las
redes sociales ha supuesto el fin del oligopolio de los medios. Incluso el concepto
de medio de comunicación ha desaparecido, las informaciones ya no forman parte
de un bloque ofrecido por un medio, sino que se accede a ellas de un modo
individualizado sin pasar por portada alguna. Ya muchos directivos de medios
reconocen que su página de inicio en el navegador no es la portada de ningún
medio sino Twitter. Estas dos
cuestiones, acceso libre a la publicación y difusión viral de los contenidos a
través de las redes en lugar de mediante la portada del medio nos han llevado a
pensar que la comunicación es más democrática y más igualitaria. Sin embargo,
este nuevo panorama contiene trampas que vuelven, una vez más, de dividir a la
ciudadanía entre informados y desinformados. "La desigualdad no es disminuida, sino intensificada en las redes
sociales", dicen los expertos
El primer problema que
encontramos es que la falta de rigor ha terminado tomando la red y, en especial
las redes sociales. Eso no resulta mayor problema para el ciudadano formado,
que sabe elegir las fuentes y contrastar las informaciones, pero sí está
generando grandes masas de población que, como señaló Manuel Castells, está viviendo en un torbellino informativo que
primero fue de excesiva información y ahora ya está dominado por el rumor
distorsionado o directamente falso. De modo que, paradójicamente, la supuesta
igualdad que aparentemente nos proporcionaba esta nueva situación está
generando mayores desigualdades, según muestra un grupo de investigadores de la
Universidad de Londres alerta sobre
el aumento de la desigualdad. En opinión del especialista en comunicación con
las nuevas tecnologías Juan Varela, "contrariamente a la imagen de internet
como fuerza democratizadora e igualitaria, sólo los más educados emplean su
actitud crítica y el hábito de contrastar información". Los
investigadores londinenses llegan a la conclusión de que "la desigualdad no es disminuida, sino intensificada en las redes
sociales modernas. Nuestra investigación sugiere que las redes sociales
de medios han efectivamente magnificado la disparidad entre la calidad de la
información a la cual diferentes grupos sociales pueden tener acceso".
Las
redes sociales han encumbrado el rumor a la categoría de
noticia, incluso hasta contaminar a los grandes medios, que nunca se
caracterizaron por el rigor, y menos ahora ante esa sugerente fuente
informativa totalmente gratuita que son las redes. El editor del medio digital Counterpunch, Patrick
Cockburn, señalaba los casos en los que algunas televisiones de
prestigio han ilustrado sus noticias con imágenes tomadas de Youtube o de internet y que resultó que
no se ajustaban ni al lugar ni al acontecimiento del que informaban son
frecuentes desde hace años. La
responsabilidad de los medios es absoluta porque, en muchas ocasiones, son
ellos mismos los que piden a sus audiencias que les envíen imágenes o
testimonios, sin que en las redacciones contrasten ninguna de esas
informaciones y terminan relatando fosas comunes de personas que resultaron ser
de animales o masacres con versiones totalmente opuestas sobre las autorías.
Ante las dificultades para los periodistas que suponen algunos conflictos
bélicos o determinados regímenes opresores, la posibilidad de resolver los
informativos con testimonios de Twitter
o imágenes de Facebook o Youtube, por poco contrastadas que estén, es una
tentación en la que caen hasta los más grandes. Se limitan a precisar que, ese vídeo o ese testimonio procede de
determinada red social para así eximirse de responsabilidad sobre su origen, a
pesar de que, en la mayoría de las ocasiones, no se tiene constancia ni se ha
comprobado quién está detrás de esa red ni en qué lugar se encuentra:
Los pocos testimonios de
la revuelta en las calles de la capital vinieron de la red social Twitter. Muchos teléfonos no
funcionaban y solo los mensajes desde algunas cuentas de la red social, como la
de Movimiento Juvenil Libio, servían
para hacerse una idea de lo que estaba pasando. 'Los médicos que tratan de
ayudar a los heridos son golpeados por las fuerzas de Gadafi', señalaba uno de
esos mensajes.
Recordemos el caso del blog de una
lesbiana siria (A gay girl in Damascus) que respondía al nombre de Amina Araf, y que estuvo funcionando
con gran éxito de audiencia durante cuatro meses de 2011 denunciando el régimen
de represión de Bachar el Asad
contra la homosexualidad. En junio de ese año, un post escrito supuestamente
por una prima de la bloguera informaba de que ésta había sido arrestada por
tres hombres de unos 20 años. Finalmente se supo que ni la bloguera ni la prima
existían, todo lo escribía desde su país un varón estadounidense casado que no
tenía ninguna relación con Siria. En junio de 2012, tras el fin de la Eurocopa de Fútbol un tipo puso en su blog que la
estrella de la selección de Portugal y del Real
Madrid, Cristiano Ronaldo, perdió el avión en el que voló su equipo desde
la ciudad ucraniana de Donetsk a Lisboa
por ir a comprar un bollo en la terminal internacional del recinto. La noticia
fue reproducida sin mayores contrastes ni confirmaciones por las redes
sociales, después por la agencia Efe y finalmente por la mayoría de los medios.
Si se hubieran molestado en investigarlo habrían descubierto que el avión no
partió de Donetsk, sino de Poznan, y que Cristiano Ronaldo iba en
ese vuelo como todos sus compañeros. Como afirmó El Roto en una de sus
magníficas viñetas, "lo malo de esta edad de oro de la comunicación y la información
es que no hay manera de saber lo que pasa".
Los grupos sociales que
estén habituados a contrastar o buscar las fuentes originales encontrarán todo
tipo de falsedades, incluidas la suplantación de personajes con prestigio. Por
la red circulan regularmente escritos supuestamente firmados por autores
reconocidos que son falsos, como la carta del escritor José Luis Sampedro a Mariano
Rajoy llamándole hijo de puta que se difundió en mayo de 2012. El escritor
tuvo que publicar un desmentido en su página personal, la primera web que
difundió la falsa carta la retiró y pidió perdón, pero el escrito ya estaba
circulando por muchos portales y redes sociales y así continúa.
Recurrir a la fuente de una red
social para informarnos es como si hace diez años un periodista escribiese "oí en un bar", con la
diferencia de que en este segundo caso si bien la fuente no está identificada
sí lo está su origen geográfico. El comentario de Twitter es todavía más impreciso porque no se sabe quién lo dice ni
dónde está su autor. La verdad es que la inseguridad informativa se multiplica
con la llegada de internet. Comunicados de organizaciones políticas cuya
autoría no está confirmada, blogs de individuos que se supone que están en un
lugar pero de los que no hay ninguna referencia, textos apócrifos de grandes
escritores circulando y llegando a nuestro buzón de correo. En el estudio de la
Universidad de Londres, los
investigadores descubrieron que cerca de un 70% de los detalles de la información original se perdió tras las
primeras seis transmisiones.
Las difusiones virales
también incluyen campañas de envíos masivos de correos y su distribución a través
de las redes que en algunas ocasiones son reflexiones, reivindicaciones o
denuncias de movilizaciones de años atrás. Todavía en 2012 sigue circulando una campaña en la que se pide a los
internautas que suscriban un manifiesto ("¡No
al préstamo de pago en las bibliotecas!") pidiendo a los diputados que
voten en contra de la implantación de un canon, destinado a autores y editores,
por cada préstamo de libro en las bibliotecas públicas. Esa legislación
—incluyendo el canon— se aprobó en 2007,
no pagamos porque el coste lo han asumido las administraciones en lugar de
cobrarlo al lector, pero está totalmente en vigor, no hay que pedir a ningún
diputado que vote en contra porque ya se votó.
En
2012 siguen
enviándose correos de una campaña sobre la "Ley de Reforma del Congreso de
2011 (enmienda de la Constitución de
España)" (sic). El documento presenta siete puntos referentes a las
condiciones laborales de los diputados y exige que se limiten sus retribuciones
al tiempo en que ostentan el cargo, que su sistema de jubilación sea el régimen
vigente de la Seguridad Social sin ningún privilegio, que "dejen de votar su propio aumento de salario", que tengan
el mismo sistema de salud que el resto de españoles y que no puedan ejercer su
cargo durante más de dos mandatos. Al final se decía: "Si cada persona
pasa este mensaje a un mínimo de veinte personas, en tres días la mayoría de
los españoles lo habrá recibido. La hora para esta enmienda a la Constitución
es AHORA. ES ASÍ COMO PUEDES CONTRIBUIR
A ARREGLAR EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS. Si estás de acuerdo con lo expuesto,
reenvíalo. De lo contrario, bórralo".
La campaña era absurda
porque no existía ni estaba en trámite ninguna Ley de Reforma del Congreso ni
reforma constitucional, y menos en 2012
si la llamaba Ley de Reforma del Congreso 2011. Lo que planteaban eran
asuntos que correspondían a diferentes ámbitos legislativos, desde el
reglamento del Congreso a la Constitución, pero que no formaban parte de
ninguna agenda de reformas propuesta por ninguna institución, partido o grupo
parlamentario. Y, sobre todo, ¿cuál es el objetivo de enviarlo a veinte
personas si no se define qué legislación se quiere reformar ni a qué autoridad
se propone que tome la iniciativa ni se le hace llegar? Una vez más estábamos
ante un fenómeno de difusión viral estéril que hace creer a quienes colaboran
en él que están conociendo la situación política de su país y siendo ciudadanos
activos y comprometidos, pero sólo son usuarios informáticos rebotando correos
electrónicos absurdos y promoviendo que lo sigan haciendo muchos más.
La eliminación de todo tipo de
barreras para publicar en internet comenzó interpretándose como una bendición,
pero, cada vez más, nos debemos plantear si no está siendo lo contrario:
regalar la red con todas sus posibilidades a la desinformación, la
suplantación, el ruido y la paja informativa, el cotilleo... "Internet es un basural lleno de
joyas", dijo el que fuera presidente de la
agencia Efe, Álex Grijelmo. Y
añadía: "Para navegar por su
ciberespacio no necesitaremos tanto la habilidad del manejo informático como la
habilidad del discernimiento". En la medida en que existe un sector
social más vulnerable a tragarse la
"basura" y otro, más formado y entrenado en la búsqueda de
información fiable, que sabe filtrar lo valioso de lo falso y banal, el mito de
la igualdad en internet se derrumba.
Los ritmos de las redes
sociales y la recién nacida potestad de convertirnos a todos en difusores de
contenidos propios o ajenos ha desembocado en una pulsión por expandir
información que nos llega a ocupar más tiempo que en atender nosotros mismos
esta misma información. ¿Cuántas personas se dedican a retuitear, reenviar correos o marcar como "me
gusta" informaciones que no han leído ni van a leer pero la simpatía por
el autor o su aprobación del titular le han bastado para reenviar o votar? Yo
mismo he comprobado, después de enviar un tuit sugiriendo el enlace desde el
que se podía ver en directo, a través de streaming,
el desarrollo de una manifestación de parados en Madrid, que seguía retuiteándose
horas después de que la manifestación hubiese terminado y, por tanto, no había
nada que ver en el enlace. Cualquiera
puede hacer la prueba de enviar un tuit con un enlace erróneo y observar
que, a pesar de ello, no falta quien lo retuitee. Al final colaboramos
en crear un universo donde todos nos dedicamos a proponer lecturas que nadie
lee. "Estamos experimentando lo
opuesto a la trayectoria que seguimos a principios de la civilización:
estamos evolucionando de ser cultivadores de conocimiento personal a cazadores recolectores
en un bosque de datos electrónicos".
El fenómeno que se ha llamado "difusión viral", a través de
redes sociales o envíos masivos de correos electrónicos, termina provocando
alteraciones en la relevancia de las informaciones. Un ejemplo curioso es que
en algunas ocasiones esas campañas de difusión han logrado que en diarios como El
País salte como noticia más leída alguna de hace seis años que ya no tenía
ninguna actualidad. Sucedió el 30 de noviembre de 2011 y se mantuvo como más leída durante tres días una noticia de 2005: "El PP lleva un experto
al Senado que afirma que ser gay es una enfermedad", una información
que ya no tenía valor después de tanto tiempo. Ya había sucedido algo similar
con otros textos de más de un año de antigüedad. Lo ocurrido es que seis años
después, sin pararse a pensar que la noticia era antigua y ya no tenía ningún
interés, miles de internautas empezaron a recomendarla o retuitearla, y eso
hizo que se colocara entre las noticias más vistas del día en elpais.com. Según la información que facilitó la
defensora del lector de El País, las redes sociales aportaron el 65% del
tráfico y el restante 35% procedió de la propia web del diario a partir de la
aparición de la noticia en el recuadro de "lo más visto". De este
modo, una noticia que en su momento tuvo
2.552 visitas, varios años después, en una segunda y fulgurante vida, llegó
a tener 312.000 visitas y 124.000
recomendaciones en Facebook. Lo que
se suponía que era participación ciudadana se convirtió sencillamente en un
elemento de desinformación que se limitó a desempolvar una noticia vieja de un
gran medio que no era desconocida ni procedía de una fuente alternativa.
La
conclusión es evidente. Las redes sociales pueden ser de gran
valor para difundir y acceder a la información sin depender del oligopolio de
los grandes medios de comunicación. Es una oportunidad para la participación y
la movilización ciudadana. Pero requieren de una educación y una formación
previa, de una capacitación que solo la colaboración física en los movimientos
sociales y unos conocimientos de la realidad pueden garantizar que esta
oportunidad sea aprovechable. De otro
modo, las redes sociales, como tantos otros recursos, volverán a utilizarse y
aprovecharse de forma dispar por los grupos sociales. La gente que se
desenvuelva con fuentes y contactos valiosos mejorará su nivel de información,
pero los que no seleccionen se verán arrojados al tumulto desinformativo y,
curiosamente, un formato con vocación igualitaria terminará provocando más
desigualdad. Como resultado se crearán grandes colectivos desinformados,
perdidos en el murmullo y el rumor. Se habrá perdido una gran oportunidad para mejorar el acceso
al conocimiento y a la información.
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