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Según Stiglitz el
rol de la prensa es llamar la atención sobre los abusos del mercado financiero
contra los ciudadanos y acerca de la corrupción en
el sector público, que es igual o peor en el sector privado. Dijo que el suministro de información era
un bien público, que cuando estaba disponible beneficiaba a todos. Por eso
en países como Noruega y Suecia se
considera que por brindar un servicio público los medios deben tener apoyo
estatal. Por la misma razón, agregó, las
consecuencias de la concentración son peores en la prensa que en otros
sectores, ya que afecta “el mercado
de las ideas, que es fundamental para la democracia”. Los criterios anti-monopólicos
deben ser más estrictos, igual que en el
área financiera. Como la televisión
es el principal modo de acceso a la información de los ciudadanos que no leen
diarios, allí “la
concentración puede ser más perniciosa que en otras áreas”.
Mencionó el mal
ejemplo de Italia, donde la concentración televisiva
llegó a poner en duda su carácter democrático. “Para que la prensa cumpla con su rol, debe haber regulaciones
competitivas muy fuertes”, dijo. Expuso que Estados Unidos era la más desigual de las sociedades desarrolladas.
Esa desigualdad económica es tan grande “que no es extraño que se traduzca
también en desigualdad política, lo cual además se refuerza si los medios tienen un alto grado de
concentración”. Sostuvo que en muchos países latinoamericanos son especialmente grandes el nivel de
concentración de los medios y los nexos entre la desigualdad política y
económica, “con lo cual la prensa es un modo de sostener
la desigualdad.
América
latina es la región del mundo con mayor nivel de desigualdad y la concentración
de la prensa juega un rol importante en esto”.
Tanto los gobiernos como las empresas intentan limitar el acceso a la información, que la prensa
necesita para cumplir con su rol. Enumeró distintas formas de restricción: los
gobiernos que “en todos los países”
usan su control de la información para negociar la cobertura; las leyes antiterroristas, como ocurrió en
Islandia con la crisis bancaria; las leyes de difamación, que pueden usarse para suprimir la libertad de expresión, y la autocensura,
que es la más difícil de tratar. Ejemplificó con la afirmación que luego se
demostró falsa de que en Irak había
armas de destrucción masiva, con lo cual se justificó la guerra. “Era difícil encontrar una cobertura justa
en Estados Unidos. Había que leer la prensa extranjera, que no
recibía las influencias oficiales que modelaron la
cobertura de The New York Times”, dijo.
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ARGENTINA:
Informe sobre una información.(El poder de los Mass-Media)
La preocupación de
Stiglitz y la manipulación de Clarín y La Nación.
*****
Un apasionante foro en la
Universidad de Columbia sobre la concentración de los medios, el acceso a la
información y la libertad de expresión, y su reflejo distorsionado en los mayores
diarios argentinos, pese a la participación de sus directivos en el debate.
Stiglitz defendió una regulación estatal fuerte de los medios televisivos, con
los que se informa el ciudadano medio, para asegurar la diversidad, esencial
para la democracia y el desarrollo.
Página /12 domingo 12 de mayo del 2013.
Por Horacio Verbitsky.
Bajo el título “Stiglitz,
preocupado por las estadísticas”, en Clarín,
y “Stiglitz advirtió sobre los riesgos
de no tener estadísticas adecuadas”, en La Nación, ambos diarios publicaron la semana pasada un diálogo con
periodistas argentinos, sostenido en Nueva York tras las presentación del
Premio Nobel de Economía en la conferencia sobre la libertad de prensa en la
Facultad de Periodismo de la Universidad de Columbia. Stiglitz dijo a esos
periodistas que “no se puede manejar la economía sin estadísticas correctas”.
En cambio, los dos diarios ignoraron el panel que Stiglitz compartió con el
funcionario del Banco Mundial Sergio
Jellinek, durante el cual mantuvo un interesante diálogo con el secretario
de redacción de Clarín y director periodístico de su Maestría de Periodismo, el
filósofo Miguel Wiñazki. Clarín omitió toda mención a la conferencia de
Stiglitz y La Nación apenas dijo que “defendió la competencia en el mercado de
medios y el acceso a la información, dos elementos que son cruciales en una
democracia”. Su conferencia fue de gran interés. Clarín y La Nación limitaron sus crónicas a las exposiciones de
intenso contenido político de sus propios directivos, Ricardo Kirschbaum y
Héctor D’Amico, quienes no evidenciaron conocimiento sobre la ley audiovisual.
Consecuencias
de la concentración.
Según
Stiglitz el rol de la prensa es llamar la atención sobre los abusos del mercado
financiero contra los ciudadanos y acerca de la corrupción en el sector
público, que es igual o peor en el sector privado. Dijo que el suministro de
información era un bien público, que cuando estaba disponible beneficiaba a
todos. Por eso en países como Noruega y Suecia se considera que por brindar un
servicio público los medios deben tener apoyo estatal. Por la misma razón,
agregó, las consecuencias de la concentración son peores en la prensa que en
otros sectores, ya que afecta “el mercado de las ideas, que es fundamental para
la democracia”. Los criterios anti-monopólicos deben ser más estrictos, igual
que en el área financiera. Como la televisión es el principal modo de acceso a
la información de los ciudadanos que no leen diarios, allí “la concentración
puede ser más perniciosa que en otras áreas”.
Mencionó
el mal ejemplo de Italia, donde la concentración televisiva llegó a poner en
duda su carácter democrático. “Para que la prensa cumpla con su rol, debe haber
regulaciones competitivas muy fuertes”, dijo. Expuso que Estados Unidos era la
más desigual de las sociedades desarrolladas. Esa desigualdad económica es tan
grande “que no es extraño que se traduzca también en desigualdad política, lo
cual además se refuerza si los medios tienen un alto grado de concentración”.
Sostuvo que en muchos países latinoamericanos son especialmente grandes el
nivel de concentración de los medios y los nexos entre la desigualdad política
y económica, “con lo cual la prensa es un modo de sostener la desigualdad.
América
latina es la región del mundo con mayor nivel de desigualdad y la concentración
de la prensa juega un rol importante en esto”. Tanto los gobiernos como las
empresas intentan limitar el acceso a la información, que la prensa necesita
para cumplir con su rol. Enumeró distintas formas de restricción: los gobiernos
que “en todos los países” usan su control de la información para negociar la
cobertura; las leyes antiterroristas, como ocurrió en Islandia con la crisis
bancaria; las leyes de difamación, que pueden usarse para suprimir la libertad
de expresión, y la autocensura, que es la más difícil de tratar. Ejemplificó
con la afirmación que luego se demostró falsa de que en Irak había armas de
destrucción masiva, con lo cual se justificó la guerra. “Era difícil encontrar
una cobertura justa en Estados Unidos. Había que leer la prensa extranjera, que
no recibía las influencias oficiales que modelaron la cobertura de The New York
Times”, dijo.
Diversidad y propiedad.
Jellinek
contó que hace un tiempo el dueño del principal diario de la República
Dominicana, quien también posee estaciones de radio y de televisión, le dijo
que no hacían falta otros medios ya que “nosotros tenemos programas muy diversos,
para mujeres, para niños, de cocina”.
–¿La diversidad debe abarcar
también la propiedad de los medios? –preguntó Jellinek.
–Sí.
El riesgo con la prensa es que aunque trate de separar la página editorial de
las noticiosas, es fácil que se superpongan. Para la democracia es fundamental
la diversidad de perspectivas –respondió Stiglitz.
Desde el público, pidió la
palabra Miguel Wiñazki:
–Dado
su contacto con el gobierno argentino y con la presidente, ¿cuál es su opinión
sobre el conflicto con la prensa argentina y sus efectos sobre la economía?
–preguntó.
–No
tengo una relación formal, pero viajo de tanto en tanto a la Argentina. Es
siempre un país interesante, con una sociedad civil muy activa, gente que
discute mucho y el gobierno que siempre impulsa nuevas iniciativas. No conozco
los detalles del debate, pero por lo que leí, el tema es la concentración de la
propiedad de los medios, según las líneas que describí en mi exposición
–respondió sonriente.
También
hizo una pregunta Carlos Winograd, quien ya había participado en el panel
anterior, sobre la Argentina, junto con el director periodístico de Clarín,
Ricardo Kirschbaum, y el secretario general de redacción de La Nación Héctor
D’Amico, y con el directivo del CELS Damián Loreti. El moderador de ese panel,
el periodista John Dinges, profesor de Columbia, presentó a Winograd como
estudioso independiente de la Facultad de Economía de París y como ex
secretario de defensa de la competencia. (Lo fue en el último gobierno radical,
del presidente Fernando de la Rúa). Lo que no dijo, porque nadie se lo había
informado, es que en 2009 Winograd fue contratado por Cablevisión, para
argumentar que esa empresa del Grupo Clarín había sobrecumplido las metas de
inversiones y obras que le fijó la Comisión Nacional de Defensa de la
Competencia como condición para autorizar que se fusionara con Multicanal,
según informó La Nación el 14 de diciembre de 2009 (http://www.lanacion.com.ar/ 1211409-analizan-inversiones-de-cablevision).
Ese dato esencial tampoco fue mencionado en las crónicas de la conferencia que
publicaron los dos diarios representados. Clarín mencionó a Winograd como
miembro del Paris School of Economics y La Nación como ex secretario de Defensa
de la Competencia. Consultado para esta nota, Dinges dijo que le agregaron a
Winograd al panel a último momento y sin informarle de su contrato con el grupo
Clarín. Es decir, actuaron en Estados Unidos tal como lo hacen aquí.
Damián Loreti,
Carlos Winograd, John Dinges, Héctor D´Amico y Ricardo Kirschbaum.
***
Crear la competencia.
El
contenido de la intervención de Winograd antes de formular su pregunta a
Stiglitz coincide con los argumentos del Grupo Clarín para oponerse a la
regulación dispuesta en la ley audiovisual. En el panel anterior había dicho
que el Grupo Clarín era el participante más pequeño en una competencia global
de firmas multimedia, como Time Warner, Disney, Telefonica, News Corporation, O
Globo y Televisa y que la regulación planteada por la ley argentina era
anacrónica porque no contemplaba las innovaciones tecnológicas; irracional, ya
que las licencias de cable no son necesarias porque no ocupan espectro;
sobreabundante porque su regulación se superpone con la de la ley de defensa de
la competencia, e inconsistente en el aspecto económico, al limitar la
penetración al 35 por ciento en la audiencia, lo cual juzgó inspirado por el 30
por ciento de Estados Unidos. “No inventemos la rueda pero tampoco copiemos lo
equivocado, aunque venga del Norte”, dijo. A su juicio, la regulación tiene que
ser consistente con el avance de la tecnología y proveer más bienes a menor
costo al consumidor. En su pregunta a Stiglitz, Winograd volvió a mencionar las
economías de escala, el tamaño de los países, la propiedad cruzada y el impacto
positivo de la sinergia entre medios y expresó el temor de que las reglas
generales no pudieran aplicarse a todos los casos.
Para asegurar la competencia en el mercado de
las ideas los medios más pequeños necesitarán apoyo público, pero los países
menos desarrollados, con instituciones débiles tenderán a la captura política
del apoyo público y en vez de promover la diversidad, puede ocurrir lo
contrario, con más voces pero parecidas, dijo. Stiglitz le respondió que los
beneficios de la diversidad superaban a sus costos y que esto se incentivaba en
la televisión. “Para el funcionamiento de la democracia la diversidad de
perspectivas es esencial, no me preocupan pequeños aumentos de costos. La
respuesta a su preocupación por la dificultad de manejar programas de apoyo en
países subdesarrollados con instituciones débiles, es fortalecer las
instituciones”. Stiglitz también dijo que los mercados pueden no ser libres por
otras restricciones que no sean estatales y que hace falta del gobierno para
que los mercados sean realmente libres. “Hay países donde los mercados se
llaman libres pero no actúan como tales, en distintas áreas, en especial en los
medios. Por eso opino que hace falta una fuerte intervención estatal, tanto
regulatoria como en el otorgamiento de licencias, e incluso creando competencia
en forma proactiva allí donde no existe”. Para Stiglitz, se justifican
regulaciones como la de Estados Unidos. “Prefiero que el gobierno tome una
posición fuerte, aunque los medios se enojen. Lo mejor es que el propietario de
un diario poderoso no pueda obtener una licencia de televisión, no por
favoritismo ni discriminación, sino porque ésas son las reglas para asegurar la
diversidad. Así ocurre en muchos países. Donde los gobiernos no tienen una
posición fuerte, los medios pueden perder credibilidad por no cumplir su rol
crítico para conseguir una licencia de televisión”.
El presente ausente.
En su presentación de la mesa, Dinges lamentó los ataques oficiales a
los medios y dijo que para defenderse practican un periodismo de trinchera, que
no es lo mejor para la convivencia democrática. Aclaró que la situación actual
era “incomparable con la padecida durante la dictadura militar, cuando el
control de la prensa se hacía por la amenaza y la realidad de la cárcel y la
muerte. Ahora hay un sistema constitucional”. También explicó que
organizaciones de defensa de la libertad de expresión han destacado como un
paso positivo la despenalización de los delitos de calumnias e injurias,
promulgada en 2009, dijo que el actual conflicto giraba en torno de la regulación
de los medios audiovisuales y precisó que las críticas no se dirigen sólo a la
cobertura de periodistas y a los contenidos, sino a los propietarios y
accionistas de los medios privados. Clarín
y La Nación también fueron parcos con la intervención del único de los
cuatro panelistas sin vínculos de ningún tipo con el Grupo Clarín, Damián
Loreti, doctor en Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de
Madrid y uno de los redactores de la ley audiovisual, como integrante de la
Coalición por una Radiodifusión Democrática. Clarín sólo dijo que “salió en
defensa de la ley de medios afirmando que el día de su aprobación había frente
al Senado 40.000 personas que salieron a apoyarla diciendo que querían más
libertad de expresión, más medios”.
Pero le dedicó más espacio a la respuesta de Kirschbaum, quien descalificó la intención política del gobierno
y también a las personas que apoyaron la ley, porque querían “punir a los
medios que afectaba esa ley”. La Nación apenas consignó que en una exposición
de tono técnico, Loreti dijo que “Reporteros sin Fronteras respaldó la ley de
medios; que fue aprobada con apoyos de varios partidos y no sólo el
oficialismo, y que sigue principios recomendados por la Unesco”. Fue mucho más
que eso. Obligado a dividir su tiempo en responder a los tres panelistas que
defendieron la posición del Grupo Clarín, Loreti
comenzó por precisar que no es correcto hablar de ley de medios, ya que no
contempla a las publicaciones gráficas. Kirschbaum
exaltó en su intervención las manifestaciones opositoras en las calles, donde
dijo que se defendió la libertad de expresión, y Wiñazki se quejó desde el público por la coacción que el gobierno
ejercería sobre los periodistas. Loreti les recordó que fue durante esas
marchas opositoras que hubo periodistas golpeados y maltratados en las calles y
que seis periodistas fueron denunciados ante la justicia penal por sus
informaciones y opiniones, que el Grupo Clarín calificó como instigación a
cometer delitos y coacción agravada. Reconoció que la ley audiovisual no prevé
una perspectiva tecnológica de integración y convergencia pero recordó que el
proyecto original lo contemplaba y fue suprimido por el amplio rechazo de
fuerzas políticas y organizaciones sectoriales. Según Loreti la superposición
de regulaciones es mayor en Estados Unidos.
Sobre el pluralismo y la
diversidad dijo que no pueden medirse
sólo en términos de competencia, tal como afirmó la Relatoría de Libertad de
Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos en su informe de 2004: el Estado tiene la obligación de garantizar
por medio de la ley la pluralidad en la propiedad de los medios, por cuanto los
monopolios y oligopolios “conspiran contra la democracia al restringir la
pluralidad y diversidad que asegura el pleno ejercicio del derecho de la
libertad de información de los Ciudadanos”. Para ello, dice la Relatoría, “el
derecho de la competencia en muchas ocasiones puede resultar insuficiente,
particularmente en cuanto a la asignación de frecuencias radioeléctricas. No se
impide entonces la existencia de un marco regulatorio anti-monopólico que
incluya normas que garanticen la pluralidad atendiendo la especial naturaleza
de la libertad de expresión”.
También la Unesco, en
sus “Indicadores de pluralismo y diversidad”, de
2008 dice que la cuestión de los monopolios y los oligopolios que afectan la
democracia no se reduce a la defensa de la competencia. Si la libertad de expresión se ve comprometida, dice el documento,
“los Estados deben seguir cuatro reglas: rechazar pedidos de licencias de
quienes ya tenían otras, rechazar pedidos de fusión de quienes tienen más de
una licencia, adoptar reglas de desinversión (la palabra desinversión no está
en la ley argentina, sino en los indicadores de Unesco), y sancionar en caso de
incumplimiento”, recordó Loreti. D’Amico hizo una comparación irónica entre
Fútbol para Todos y el Superbowl del fútbol norteamericano, y dijo que “los
medios tienen la obligación ética de ganar dinero. La única manera de ser
independiente es ganar dinero”. En cambio Loreti destacó el proceso de
desconcentración de contenidos de interés relevante que dispuso la ley
argentina. “Para ver el partido estrella del domingo había que pagar tres
veces: el abono de cable, el servicio del decodificador y el paquete premium. Yo pagaba
televisión por cable y veía la tribuna con un señor que relataba”, concluyó.
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