"Desde una
óptica social las manifestaciones de la crisis pasan por el aumento del
desempleo. A causa del aumento de la fuerza de trabajo excedentaria se explica
en buena medida la congelación o disminución de los salarios reales. Se
comprende así que en las áreas afectadas por la crisis se produce un
crecimiento de la economía informal. Debido a la incapacidad por hacer frente a
las hipotecas contraídas durante los años de crédito fácil, en tiempos de
crisis se produce un considerable aumento de los embargos inmobiliarios y de
los desalojos. A su vez, el déficit fiscal resulta en muchas ocasiones un
pretexto de los gobiernos neoliberales para llevar a cabo una contención del
gasto público que comporta recortes en los servicios sociales. Se produce, por
consiguiente, un descrédito de la clase política y, concomitante a ello, una
crítica social hacia las instituciones. Pero ante todo, aumenta la pobreza, el
agrandamiento de las brechas sociales y, como corolario de ello, el aumento de
la tensión y la conflictividad social".
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A
DIEZ AÑOS DE LA CAÍDA DE LEHMAN BROTHERS.
LA CRISIS
DE LAS HIPOTECAS SUBPRIME.
EL
COLAPSO DE LA BURBUJA INMOBILIARIA
Crisis
económica internacional 2008. Causas y consecuencias de la debacle financiera
global
*****
La debacle representada por la caída de Lehman Brothers trasciende el
modelo neoliberal para señalar las mismas inconsistencias del sistema
capitalista. Expresa un riesgo tanto ecológico como económico que se plantea
como una crisis civilizatoria.
Genis Plana.
Página/12 domingo 16 de setiembre del
2018.
Hace diez años Lehman Brothers, el
15 de septiembre de 2008, se declaró en quiebra. Si bien este hecho supuso un
síntoma y no una causa de la crisis financiera que se venía gestando como
consecuencia de las hipotecas de alto riesgo en Estados Unidos, la bancarrota
de Lehman Brothers resulta igualmente significativa en tanto que ilustró los
desmanes surgidos por la falta de regulación de las operaciones
financieras.
Pese a que buena parte de
las entidades financieras que se vieron arrastradas al colapso fueron
rescatadas mediante una inyección de fondos públicos sin parangón, los efectos
de la crisis económica desatada parecen vigentes a nivel sistémico. Ante lo
cual sigue siendo pertinente cuestionar aquellos aspectos relativos a las
manifestaciones, interpretaciones y perspectivas de una crisis de alcance
internacional que, aunque pudiera parecer más o menos amortiguada, sigue
estando presente.
Manifestaciones
Las crisis
económicas son entendidas como un periodo de recesión en el que se produce una
disminución de la actividad económica a una escala determinada, sea regional,
estatal o global. La crisis de 2008, si bien tuvo un alcance planetario, fue
especialmente notoria en aquellos países posindustriales altamente
interdependientes de las redes financieras que operan a nivel internacional
donde sitúan los principales centros bursátiles del mundo.
Se debe
considerar que existen diversas manifestaciones de la crisis, por bien que,
desde un punto de vista analítico, se podría clasificar sus expresiones en dos tipologías
distintas: una de índole económica y otra de cariz social. Amparados en la
objetividad de los números, los datos macroeconómicos permiten afirmar que el
crecimiento económico mundial no ha logrado alcanzar los registros previos a
2008.
A partir de
la experiencia reciente, ¿de qué se habla cuando se habla de crisis? De todas
aquellas manifestaciones relativas a su expresión económica, uno de los
síntomas más notorios de las crisis es el estancamiento o descenso del Producto
Interno Bruto de los países afectados como consecuencia de la disminución de la
actividad económica. Asimismo, resulta propio de las crisis un descenso, cuando
no desplome, de la cotización bursátil y la quiebra de ciertas entidades
financieras. Pero especialmente son las pequeñas y medianas empresas las que
padecen la caída de beneficios. Se desacelera la producción y, en ocasiones, el
descenso de la demanda comporta el cierre de unidades productivas. Ello
conlleva que el capital previamente destinado a la inversión productiva tienda
a desplazarse a la especulación financiera. A su vez, la caída del consumo y la
producción, relacionados entre sí ambos factores, genera un desplome de los
ingresos tributarios de la administración pública. Los organismos estatales
tienden a entrar en déficit y, para seguir haciendo frente a los gastos
públicos, se produce un ascenso de la deuda soberana.
Desde una
óptica social las manifestaciones de la crisis pasan por el aumento del
desempleo. A causa del aumento de la fuerza de trabajo excedentaria se explica
en buena medida la congelación o disminución de los salarios reales. Se
comprende así que en las áreas afectadas por la crisis se produce un
crecimiento de la economía informal. Debido a la incapacidad por hacer frente a
las hipotecas contraídas durante los años de crédito fácil, en tiempos de
crisis se produce un considerable aumento de los embargos inmobiliarios y de
los desalojos. A su vez, el déficit fiscal resulta en muchas ocasiones un
pretexto de los gobiernos neoliberales para llevar a cabo una contención del
gasto público que comporta recortes en los servicios sociales. Se produce, por
consiguiente, un descrédito de la clase política y, concomitante a ello, una
crítica social hacia las instituciones. Pero ante todo, aumenta la pobreza, el
agrandamiento de las brechas sociales y, como corolario de ello, el aumento de
la tensión y la conflictividad social.
Interpretaciones.
Si de
ofrecer interpretaciones acerca de la naturaleza y las causas de la crisis se
trata, se puede clasificarlas en tres tipologías distintas: 1.
fundamento psicológico; 2. fenómeno cíclico; y 3. estructural y sistémica.
1. El primer diagnóstico que podría hacerse de la crisis llevaría a
pensar que su naturaleza se debe a factores de carácter ético, a la mala
gestión que han hecho del sistema financiero los corredores de bolsa, los
banqueros, los políticos, y los empleados de las agencias de calificación de
riesgos y organismos supervisores. Según este parecer, previamente al crac de
2008 se dieron las condiciones favorables para que la codicia por el lucro
comportase una gestión equivocada en la dirección de aquellas organizaciones
implicadas en la crisis financiera. Pero si se quiere comprender sus verdaderas
causas hay que retrotraerse al origen de la misma a partir de la concesión de
hipotecas de alto riesgo por doquier.
En Estados Unidos los préstamos
hipotecarios avivaron, a partir del inicio del nuevo mileno, una burbuja que, a
su vez, generó una inmobiliaria: la baja de las tasas de interés alentó la
demanda y, ante ello, los precios de las viviendas aumentaron
considerablemente, lo cual suscitó que el mercado inmobiliario también fuese
presa de la especulación. En cualquier caso, el principal riesgo radicaba en la
concesión de unas hipotecas subprime a clientes con alta dificultad para
hacer frente a las deudas contraídas por la adquisición de sus viviendas.
Se
evidenciaría la dimensión psicológica de
la crisis al advertir la imprudencia que cometieron aquellos banqueros que
concedieron hipotecas difícilmente cancelables. Una inmoralidad agravada si se
considera que estas hipotecas de alto
riesgo fueron calificadas como activos financieros buenos o excelentes por
parte de las agencias calificadoras de riesgo. Lo que ocurrió bajo el
beneplácito de unas autoridades que habían desregulado el sistema, favoreciendo
prácticas especulativas que ponían en riesgo la seguridad habitacional de
centenares de miles de personas.
La difusión del crédito subprime a inversores,
principalmente, del continente europeo
no hizo más que propagar la crisis,
al tiempo que los responsables de la misma cobraban multimillonarios despidos por
su incompetente y/o fraudulento
cometido al mando de organismos que actuaron de manera nociva al vender activos tóxicos
de manera encubierta, o permitir que ello se hiciera. Asimismo, el exceso de
egoísmo que contempla esta interpretación
psicológica incluiría a unas autoridades públicas que han facultado la
impunidad de los responsables de la crisis.
A razón de
este diagnóstico, la prescripción que debiera realizarse apunta a la necesidad
de reglamentar en mayor medida el mercado de derivados con el fin de minimizar
la codicia de los operadores financieros. Otra
operación ineludible para poner coto a tales desmanes sería acabar con las “puertas giratorias” que favorecen que la labor de
los cargos públicos, ante la
posibilidad de desempeñarse laboralmente en el sector privado al concluir su mandato, se encuentre supeditada a
los intereses empresariales. Esta interpretación podría considerarse sumamente
superficial por cuanto que las acciones criticables de los individuos, que por
otro lado parecen constituir más la norma que la excepción, desvían la atención
de los fundamentos estructurales sobre los cuales se desarrolla la crisis.
2. La segunda de las interpretaciones se apoyaría en una concepción cíclica
de la economía mundial: las crisis constituirían un fenómeno consustancial al
capitalismo en tanto que serían inherentes al mismo. Según este enfoque, el
comportamiento dinámico de la economía conlleva que las fases de recesión
suceden las fases de ascenso económico. Tal sería el parecer de organismos
de crédito multilateral, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial. Estas instituciones estiman que, pese a que las crisis son en
cierta medida inevitables, es posible minimizarlas mediante reformas
estructurales en la economía, como la apertura de los mercados o las
privatizaciones.
Desde un
compromiso político radicalmente distinto también se puede entender el fenómeno
cíclico de la económica como resultado de periodos oscilantes de auge y
crisis. En este sentido es que, a la manera en que lo afirma Manuel Monereo, las crisis siempre
deben entenderse en clave de “movimiento, reestructuración, cambio y
excepción que se convierte en regla”. Autores como Immanuel Wallerstein y Giovanni Arrighi sostienen, desde una
perspectiva crítica, que los ciclos económicos se relacionan con los
ciclos hegemónicos, de manera que la crisis iniciada en 2008 daría muestras del agotamiento de
la supremacía que Estados Unidos ha
venido ejerciendo desde la última fase de ascenso económico iniciada con el
orden mundial surgido tras la Conferencia
de Yalta.
Aunque
comporte un considerable deterioro de la vida humana y una importante
degradación ambiental, David Harvey piensa que el capitalismo puede “sobrevivir” a la presente crisis
económica. De igual manera, Claudio Katz considera que “una crisis final resulta
imprevisible” por cuanto que el advenimiento de un nuevo sistema
económico dependerá antes de la acción
político–social que de las limitaciones que le son propias al actual
sistema de acumulación de capital. De manera que, para estos autores,
actualmente existe una transición larga que anunciaría una reconfiguración del
capitalismo pero no necesariamente su colapso. Por el contrario, Wallerstein
asegura que el sistema económico capitalista, en su huida hacia adelante, acaba
por no encontrar forma de resolver sus contradicciones internas. De
modo que, para este autor, se está ante un dilatado periodo de crisis terminal
en que se abren las posibilidades para el surgimiento de un nuevo orden mundial. Este pronóstico
considera que la actual fase declinante de la economía mundial es más profunda
que una crisis convencional en la medida que no se trata únicamente de una crisis económica, más concretamente financiera, ni de hegemonía mundial,
pues igualmente posee una repercusión alimentaria y energética que afecta al
ámbito humano y ecológico del planeta.
3. La tercera de las interpretaciones de la crisis consideraría que su naturaleza
se encuentra en un sistema monetario que, sustentándose en la creación de
dinero sin previo proceso productivo, origina burbujas especulativas. Según Wim Dierckxsens, a partir de los años
setenta el capitalismo inició una fase caracterizada por una masiva
entrada de capitales al sector financiero especulativo como
consecuencia de la caída de la tasa de ganancia derivada del agotamiento de los
mercados. El estallido de la burbuja de 2008
tuvo que ser resuelto mediante la inyección de dinero por parte de las
bancas centrales, que rescataron el sistema financiero al hacerse cargo de las
pérdidas de la banca privada. De este modo, a través de una ingente
transferencia de las rentas del trabajo a las rentas del capital, la operación
se saldaría con la privatización de las ganancias y la socialización de las
pérdidas. Semejante escenario hizo
elevar la deuda externa de los países (principalmente del gobierno
estadounidense, epicentro de la crisis mundial) hasta niveles sin precedentes.
Jorge Orbe recuerda que este sobreendeudamiento propiciado por el rescate de “las
entidades financieras más grandes del mundo y a los negocios transnacionales
asociados a ellas” únicamente fue aligerado por la masiva emisión de
dólares por parte de la Reserva Federal. Se trató de una acción que
generaría una fuerte inflación interna de no ser porque sigue existiendo una demanda extrajera del dólar como divisa
mayormente usada en las transacciones internacionales. De esta manera, Estados
Unidos exporta el efecto inflacionario de la moneda y logra que ésta no
deprecie su valor
A fin de
devaluar la moneda y hacer más competitivas sus economías, la emisión
inorgánica de dinero (esto es, sin un respaldo adecuado) por parte de varios
países genera una guerra de divisas llamada a configurar un nuevo paradigma en
el orden mundial.
Perspectivas.
Si se evalúa
de manera estructural, la crisis surgida hace una década está llamada a
reconfigurar de manera integral las relaciones de poder sobre las que se
asienta el sistema internacional. No
sería descabellado, por consiguiente, sugerir un horizonte bélico a medio plazo
en el que Estados Unidos trate de
mantener la supremacía del dólar haciendo valer la superioridad militar que el
país sigue manteniendo con respecto a sus perseguidores.
Por otra parte, si se observa la crisis desde una vertiente humana y ecológica, convendría
decir que sus perspectivas no son nada alentadoras. Una de las previsibles
consecuencias de la crisis es el incremento de las desigualdades
socioeconómicas que se producen, no tanto a escala planetaria, como sí,
especialmente, en el interior de los países. Dierckxsens dice que hoy “el
20 por ciento de la población mundial, concentrada en el Norte, consume el 80
por ciento de los recursos naturales”, lo cual compromete, no ya sólo
un principio básico de equidad entre
los miembros de la humanidad, sino
también la sostenibilidad del medio natural en el cual habita la humanidad.
Por ende,
una salida benigna de las crisis pasa por modificar los patrones de producción, distribución y consumo. De no ser el caso,
se abre paso a una pugna por las reservas de combustibles fósiles y otros
recursos naturales sumamente imprescindibles para la vida, como es el caso del
agua o de las tierras cultivables,
al mismo tiempo que se prevé una fuerte suba de los precios de los alimentos
debido al uso de los biocombustibles. No será sino desde nuevas formas de gestionar los recursos del planeta a través de la
socialización de los mismos, en la que prime el valor de uso por encima del
valor de cambio, que será posible controlar y reparar el deterioro medioambiental al que hoy se ve abocado el planeta. De
este modo, “la profundización de la
crisis actual es una oportunidad de desconectarse de las políticas neoliberales para así poder (re)conectarse con las necesidades y demandas populares” (Dierckxsens).
La crisis
representada por la caída de Lehman
Brothers parece trascender el modelo neoliberal para señalar las mismas
inconsistencias del sistema capitalista. Ello se debe a que la reproducción
ampliada de capital ha generado una crisis
tanto ecológica como económica que plantea como plausible
una crisis civilizatoria que se
revela, no ya coyuntural, sino más bien estructural.
El modelo improductivo y especulativo al que ha
evolucionado la actual fase neoliberal del capitalismo dificulta notablemente
la continuidad de las instituciones internacionales surgidas del orden mundial
de posguerra: los acuerdos de Bretton
Woods se desvanecen en una época en la que el sistema de gobernanza internacional
también se encuentra en descomposición.
* Servicio Informativo Alai-amlatina. alainet.org-
*****
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