LA VIEJA IZQUIERDA CATALANA QUIERE PLANTAR CARA AL INDEPENDENTISMO. José
Antonio Casillas mira a su alrededor con aire
satisfecho. Los ecos de La Internacional todavía resuenan en el salón de
actos del Centre Cívic La Sedeta. El lugar, a pocas manzanas de la Sagrada Familia, ha acogido este martes
un acto contra el referéndum que ha terminado con los 200 asistentes cantando
el himno obrero a pleno pulmón. “Hacía tiempo que no veía a tanta gente de
la izquierda clásica junta”, asegura este veterano de Comisiones Obreras, un sindicato al que lleva afiliado desde el
tardofranquismo. En Cataluña, en los últimos años, el nacionalismo ha
devorado lo que él llama “izquierda clásica”.
El acto, impulsado por el Foro de las
Izquierdas No Nacionalistas, había comenzado dos horas antes con
los altavoces reproduciendo “Mi tierra”,
una oda a España cantada por Nino Bravo. Entre la balada del cantautor y el himno de la
clausura nueve ponentes –con el ex fiscal anticorrupción Carlos Jiménez
Villarejo y el viejo líder comunista Paco Frutos como estrellas invitadas– se habían
dedicado a no dejar títere con cabeza; Carles Puigdemont, Ada Colau, la CUP, ERC,
Podemos, Pablo Iglesias o Mariano Rajoy.
Hubo para todos.
Puigdemont y sus antecesores, Artur Mas y Jordi
Pujol, fueron acusados de querer una República Catalana para poder robar más
y mejor. Ada Colau fue acusada de
seguir permitiendo desahucios en Barcelona.
La CUP recibió la acusación de traición
a la izquierda y de servir como caballo
de Troya a las élites capitalistas, que gracias a ellos habrían podido
penetrar finalmente en los barrios
obreros. ERC fue acusada de catalanista y, como la CUP, de ser los tontos útiles del poder. Podemos
de partido sectario y de haber permitido gobernar al PP. Y Pablo Iglesias fue tildado de “ignorante” por el propio Villarejo para gran regocijo de la
concurrencia. Mariano Rajoy, en cambio, sólo se llevó
algún palo suelto. De pasada y no precisamente por
despertar simpatía alguna entre los presentes; más bien al contrario. En su caso los palos se daban por supuestos.
Desahogos al margen, el acto también sirvió para hablar del objetivo
que la ‘izquierda verdadera’
debe perseguir. En palabras del propio Paco
Frutos: “Una
España federal, republicana y socialista”. La invocación de semejante España
fue ovacionada largo y tendido. El
antiguo secretario general del Partido
Comunista no compartió, sin embargo, ninguna pista sobre cómo se podría avanzar hacia esa realidad
soñada.
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La vieja Izquierda Catalana.
DESDE UNA IZQUIERDA SIN COMPLEJOS.
Entrevista a Salvador López Arnal (III)
*****
Miguel Riera.
El Viejo Topo.
Rebelión miércoles 19 de setiembre del 2018.
¿Habrá alguien en la izquierda de este país que no
haya leído nada escrito por Salvador López Arnal? Parece imposible… Continuamos
aquí la serie de entrevistas iniciadas en el número anterior con los hacedores
de esta revista.
***
Aquí los habíamos quedado. Tocaremos ahora un asunto
espinoso. Cada sábado publicas una larga “Sabatina” en Rebelión. Con mucha
frecuencia, desde que está el “procés” en marcha, dedicas buena parte de la
sección a criticar duramente tanto al independentismo como movimiento como a
sus principales protagonistas. Sin embargo, buena parte de la izquierda de la
que formas parte parece situarse en el ámbito de una supuesta equidistancia. O
al menos en actitud “comprensiva”. Me pregunto qué opinas de todo ello.
Intentaré responderte con brevedad pero no es fácil.
Yo formaba parte de esa izquierda a la que aludes (incluyendo la sindical),
tanto la catalana como la del conjunto de España, pero cada día me siento más
alejado de sus tesis y, digamos, argumentos. Incluso, para ser sincero, de mí
mismo y mis reflexiones y posiciones de hace unos años. Por ejemplo, mi
anterior defensa, cerrada y poco documentada, del derecho de autodeterminación,
que no creo ahora aplicable en el caso de una sociedad como la catalana, que
goza de libertades sin que ningún otro país o pueblo ejerza sobre ella bota
opresora alguna. Sumo a lo anterior mi incapacidad para llamar a las cosas por
su nombre: Cataluña para hablar de Cataluña; España para hablar de España
(término prohibido durante décadas en la izquierda), o Francia para hablar de
Francia.
Una parte sustantiva de esa supuesta izquierda, sobre
todo la catalana, es ante todo, en mi opinión, identitaria. Se siente muy pero
que muy catalana, en el fondo nacionalista, aunque no lo diga o lo diga solo a
veces.
Basta pensar en algunas cuestiones simbólicas y en sus
prácticas. ¿Por qué lleva años esa izquierda participando en los actos del 11S?
¿Alguien tiene alguna duda del significado secesionista de estas
manifestaciones en los últimos años? ¿Qué hace el lazo amarillo en la fachada
del Ayuntamiento de Barcelona? ¿Hacer competencia al otro gran lazo de la
fachada de enfrente, de una Generalitat ahora presidida por Joaquim Torra, un
presidente demediado puesto a dedo por el huido Puigdemont, un presidente
ultranacionalista que, quedándome muy corto, es un supremacista e hispanofóbico
de tres pares de narices, que ha insultado a más de la mitad de la ciudadanía
de Cataluña? “Bestias con rostro humano” es una de sus tesis antropológicas
centrales. Algunos de sus consejeros han llamado, a gente trabajadora como mis
padres, “colonizadores lingüísticos”. Todo muy bonito, humano y fraternal.
Quizás sea la forma en que esa izquierda
intenta tender puentes…
¿Puentes, qué puentes? No creo que sea posible tender
puentes en estos momentos con gentes que quieren transitar solo un sendero: el
que les conduzca fuera de una España que ellos consideran zafia, fascistoide y
cutre. Sin matices. Lo dijo en términos parecidos Torra, el 25 de junio, en la
presentación de un libro suyo.
Además de no compartir las posiciones de esa izquierda
de la que hablamos, no entiendo sus dudas y vacilaciones (que son pocas,
porque, en la práctica, suelen hacer casi siempre lo que marca el secesionismo;
por ejemplo, el 9N o el 1-O). Su lenguaje, además, es calcado del nacionalismo:
Estado español, jamás España, echando a la cuneta toda la historia republicana,
antifranquista y democrática; “conflicto nacional”, uno de los inventos del nacionalismo;
“dret a decidir”, una formulación de laboratorio que hicieron suya desde el
primer momento; “president” para hablar del gran manipulador, ricachón y
defraudador Pujol; defensa (irracionalista y patriótica, como si fuera un
axioma sagrado de la Santa Cataluña) de una inmersión que no es tal inmersión
para la mitad de la población (para mi hijo, por ejemplo, hablamos en casa en
catalán) y para gente rica y guapa (hijos de Piqué y Mas, por ejemplo, que van
o fueron a colegios donde no se practica inmersión alguna), etc. Me es
imposible comprender, y me subleva e indigna, que hayamos dejado la hegemonía
del movimiento de respuesta crítica y de oposición al nacional-secesionismo en
manos de Ciudadanos, que se ha ganado su posición por algunos méritos propios
pero, sobre todo, por el inmenso vacío que han dejado las fuerzas de izquierda
de .Cat (y no solo de .Cat). Por si fuera necesario destacarlo: yo no tengo
simpatía política alguna con esta formación neoliberal cada día más ubicada en
la derecha, pero tampoco por bailar al son de la música del
nacional-secesionismo al que se le suelen disculpar todas sus barbaridades.
Casi
un millar de personas han asistido este viernes, 11 de
septiembre al homenaje a Salvador Allende en Barcelona, donde el
cantautor Joan Manuel Serrat, al alcaldesa Ada Colau y
representantes de los partidos de la izquierda catalana han reivindicado la vigencia de
las ideas de justicia social que defendía el presidente de Chile asesinado el 11 de septiembre de 1973.
***
¿Qué respuesta dio la izquierda en las calles cuando
un xenófobo (y clasista) como Torra fue elegido presidente de la Generalitat?
¿Qué hubiéramos hecho, cómo hubiéramos intervenido si un ultranacionalista
español hubiera sido elegido presidente del gobierno de España? La izquierda de
Cataluña ha influido –y está influyendo– para mal en el resto de la izquierda
española y ésta, acomplejada, pensando en términos del “todos juntos” del
antifranquismo (la situación no tiene nada que ver), no se ha atrevido a
plantar cara. Contra el PP todo ha valido, incluso la subordinación a los
planes secesionistas neoliberales. Decir, como ha dicho Pablo Iglesias tras
visitar a Torra (yo no lo hubiera visitado después de su discurso del 23 de
junio), que, le cito, “Los valores republicanos son la mejor garantía de que
España y Cataluña sigan caminando juntas” es hablar casi como hablan ellos, y
no darse cuenta (o aparentar no darse cuenta) de que los valores republicanos
asociados a la tradición de la I y II Repúblicas españolas no tienen nada que
ver con los valores insolidarios, crematísticos y etnicistas asociados a esa
falsa República de gentes de clase hegemónica y clase media muy bien remunerada
que jugaron y juegan al póker de farol, mientras destilan, cuando hablan para
los suyos, discursos y prácticas que separan a las gentes trabajadoras y rompen
en mil pedazos proyectos de fraternidad. ¿Qué tiene que ver con la emancipación
de las gentes la construcción de un nuevo muro-Estado? Nada, absolutamente
nada. Y esa, lo digan o no, ¡además lo dicen!, es su finalidad esencial.
Rompernos, dividirnos por etnias inventadas, por nacionalidades construidas falsamente.
¿Acusas pues a las izquierdas catalanas de hacerle el juego al
nacionalismo?.
No acuso a nadie. No va eso conmigo. Doy mi opinión y
muestro mi desolación. La construcción de país, el fer país de
Pujol, un “hacer país” en clave nacionalista, no un país fraternal de todos
para con todos, es una finalidad nacionalista que ha sido compartida por
sectores importantes de la autodenominada izquierda catalana. Si uno mira a los
actuales regidores de “Barcelona en comú” puede darse cuenta fácilmente de los éxitos
(estragos para nosotros) de la ideología nacional-secesionista.
Un sector importante del PSC y de ICV-EUiA ha pensado
también en esos términos o en términos similares. Yo he escuchado a dirigentes
de ICV hacer elogios de Pujol (¡qué importante que ha sido para nuestro país!)
en la Comisión política de Santa Coloma de Gramenet. ¡En el comité de dirección
política de una formación de izquierdas internacionalista de una ciudad obrera!
Basta recordar, es algo más que una anécdota, el llanto-emoción mostrado por
Juan Josep Nuet cuando escuchaba en una concentración a una de las
representantes más intransigentes de ese mundo nacionalista, Carme Forcadell.
No me extraña que dirigentes nacionalistas de ERC (riéndose, desternillándose
más bien) y de la exCDC le felicitaran por su comportamiento. Roma se siente
feliz y contenta con los asimilados.
¿Entonces?
Me he extendido más de la cuenta y no tengo soluciones
ni varitas mágicas para encontrarlas. Acabo con lo que me produce más dolor: no
he esperado nunca nada del mundo nacionalista pero me han decepcionado mucho
antiguos compañeros, antiguos amigos, que han tomado posiciones que nunca me
hubiera imaginado. Yo no sé qué tiene de liberador la construcción de un
muro-Estado que nos separe del resto de las clases trabajadoras españolas. Yo
me siento más próximo de amigos y compañeros madrileños, sevillanos,
castellanos o gallegos que de Millet, Mas, Junqueras o Anna Gabriel, que
escribe prólogos a libros de David Fernàndez con el encabezamiento: “A los
españoles” (aparte de contar lo que cuentan y cómo lo cuentan sobre el atentado
a Jiménez Losantos en un libro reciente suyo sobre August Gil Matamala). No es
ningún horror pertenecer (sin patriotismo excluyente y chillón, sin excesos y
sin que sea nuestro principal rasgo; nuestras características y valores son
otros: equidad, justicia, libertad, fraternidad, socialismo), pertenecer,
decía, al país de Antonio Machado, García Lorca, Rosa Chacel, Luis Cernuda,
Joan-Salvat Papasseit, Mª Teresa León, Teresa Pàmies y Manuel Sacristán. Como
me sentiría bien perteneciendo al país de Brecht, Engels, Jenny y Marx, o al de
Vasco Gonçalves y Zeca Afonso, por ejemplo. Sin orgullo especial, sin pensar
que somos mejores que otros, más cultos, más eficaces, más alemanes-daneses del
Mediterráneo o de la Meseta.
Además de entrevistas, en El Viejo Topo
aparecen muchas críticas de libros con tu firma. Teniendo en cuenta que en el
año pasado se cumplieron cien años de la revolución rusa, y en este doscientos
del nacimiento de Marx, ¿puedes recomendarnos dos o tres libros de lectura
inexcusable en torno a ambos acontecimientos?.
Sobre Marx:
Mary Gabriel, Amor y Capital (una biografía extraordinaria
y muy feminista en mi opinión); Francisco
Fernández Buey, Marx a contracorriente (sin
olvidarme de su Marx (sin ismos)); Clara Ramas San Miguel, Fetiche y mistificación
capitalistas; Ariel Petrucelli, Ciencia y utopía. En
Marx y en la tradición marxista, y, para citar a otro clásico, Manuel
Sacristán, Sobre dialéctica. Los dos primeros y el último han
sido editados por El Viejo Topo, como sabes. Un libro en el que también se
aprende mucho sobre Marx, marxismo y muchas otras temáticas, también del Topo,
es Praxis política y estado republicano. Crítica del republicanismo
liberal de Joaquín Miras. Joaquín, un buen y gran amigo y maestro, es
un profundo conocedor de la obra de Hegel y Marx. Mis prejuicios sobre la obra
del primero me los ha ido disolviendo poco a poco.
Sobre la revolución soviética: 1917 de
Francisco Fernández Buey; El siglo soviético de Moshe
Lewin; Chevengur de Platonov y, aunque no sea propiamente
sobre la revolución, un libro de hace unos años que me enseñó mucho: Loren R.
Graham, Ciencia y filosofía en la Unión Soviética. También este de
Graham: El fantasma del ingeniero ejecutado. Por qué fracasó la
industrialización soviética. Está traducido, este último, por un
antiguo amigo, por Antonio Desmonts. No es sobre el 17 pero arroja luz sobre la
revolución soviética: La gran transición de Rafael Poch de
Feliu. Un libro que tiene sus años pero que se mantiene la mar de bien.
En 2017 se cumplieron también los 150 años de la
publicación de la primera edición de Das Kapital. El libro de
Sacristán, Escritos sobre El Capital y textos afines, también
publicado por el Topo, sigue teniendo interés. Hay muchas cosas por supuesto.
Y ya que estamos en recomendaciones no puede dejar de
citar un libro –¡de metafísica, de la buena metafísica!– que acaba de publicar
Montesinos: Ser y no ser. Critica de la razón narcisista, de Miguel
Candel. ¡Que los lectores no se lo pierdan, que tomen nota!
Bueno, pedía solo dos o tres… Para ir acabando: ¿qué te sobra y qué echas a
faltar en esta revista?
Sobre lo que sobra: la excesiva extensión de algunos
artículos; ya hemos hablado antes de ello; repensar algunas secciones… Sobre lo
que echo a faltar: divulgación de más ciencia empírica o formal,
más atención a las prácticas de la industria criminal del amianto y algo más de
poesía y de política, sociología y filosofía de la ciencia (sin excluir la
analítica).
Pero la perfección es imposible, es cosas de dioses o
entes afines, y ya sabemos, con Wilder, que nadie es perfecto. Y sobre todo:
sobre gustos, hay disputas, y así debe ser.
Y para acabar del todo: ¿Quieres añadir algo más?
Sí, lo que quería decir desde el principio: es un
honor que me hayas entrevistado. Mi máximo agradecimiento por tantos años de
fraternal amistad. A ti, a Elisa, a vuestros hijos, a los colaboradores/as de
la revista o del TopoExpress y a todos los trabajadores y trabajadoras de la
revista, tanto los de ahora como los de estos últimos años. Mejor imposible.
Gracias
¡Y que el Topo dure cien años más! Como mínimo.
He estado tentado de suprimir esta última ruborizante
respuesta, pero la dejo porque me da pie a despedir la entrevista con el
agradecimiento hacia ti y hacia todos los que en realidad, estáis haciendo esta
revista. Digo la verdad: todo el mérito es vuestro.
Absolutamente vuestro.
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