TEORÍA DEL "CAPITALISMO POPULAR": teoría burguesa abiertamente apologética sobre la
presunta transformación del actual capitalismo monopolista de Estado en un nuevo régimen social en el que
desaparecen las clases y las contradicciones de clase, se "democratiza el
capital" y se "nivelan los ingresos", se eliminan
las crisis económicas, y el Estado capitalista se convierte en un "Estado, del bienestar general". Esta teoría alcanzó especial difusión a comienzos de
la década de 1950-1960 en los países en que las masas trabajadoras
sufren la opresión más dura de los monopolios, son objeto de los golpes
más tremendos de la reacción política, y donde los ideólogos de la burguesía,
sintiendo la relativa firmeza de sus posiciones, actúan como francos
defensores del sistema capitalista. Mediante la descarada falsificación de
los datos estadísticos y a pesar de todos los hechos de la realidad
capitalista, los apologistas del "capitalismo
popular" afirman que lo característico
del capitalismo moderno consiste en una "transformación" profunda,
en la eliminación de los límites y diferencias de clase entre los
miembros de la sociedad, en la desaparición de los "antagonismos de clase" entre el obrero y el capitalista, en la
existencia de la "unidad" y "armonía" de
clases.
Los
actuales economistas burgueses presentan tres teorías para fundamentar sus
afirmaciones. Dichas teorías
son:
1) la "teoría de la dispersión" (dilución)
de la propiedad, según la cual la aparición de un gran número de
poseedores de pequeñas acciones ha dado origen a la "democratización
del capital";
2) la teoría de la "revolución de los gerentes", según
la cual la clase de los capitalistas como poseedores absolutos de las
empresas históricamente ha abandonado la escena y ha cedido su lugar a los empleados
profesionales, a los "directores-managers";
3) la teoría de la "revolución en los ingresos"; sus
partidarios afirman que, en las condicionas del capitalismo actual, en la
segunda mitad del siglo XX, ha tenido lugar una redistribución radical de
los ingresos entre todos los grupos de la población han desaparecido los
pobres y los ricos, y la sociedad se ha convertido en una "clase media" única y monolítica.
En
realidad, sin embargo, la existencia de cierta cantidad de pequeñas acciones en manos de la población de los países
capitalistas la aparición de un enorme ejército de empleados en las
corporaciones financiero- industriales y algunas conquistas sociales que la
clase obrera obtiene como resultado de su tenaz
lucha de clase, no significan ni
mucho menos la "transformación del
capitalismo" ni su conversión en
"capitalismo democrático" o "popular". La verdad es
que la teoría del "capitalismo popular" constituye una
tentativa desembozada de los defensores de la capital monopolista encaminada a
justificar y embellecer el régimen capitalista, que se ha desacreditado, y
a mantener entre millones de trabajadores de los países capitalistas, la
fe en la inmutabilidad y el democratismo del sistema capitalista. Esta
teoría tiene también por objetivo velar la esencia explotadora del capitalismo,
cimentar el mito de que se han eliminado las contradicciones del viejo
capitalismo y se ha acabado con la pobreza y la miseria, la lucha de clases
y las crisis.
La propaganda de la teoría del "capitalismo popular" es
un testimonio de que sigue ahondándose la crisis del imperialismo actual,
cuyos ideólogos ante los indiscutibles éxitos del socialismo, se
ven obligados a embellecer la maltratada fachada del edificio capitalista y
cubrirla con los ropajes propagandísticos del "capitalismo
popular". La realidad capitalista impugna
las mendaces elucubraciones de los ideólogos burgueses y de los revisionistas. Fuente. Diccionario de Economía Política. Borízov,
Zhamín y Makárova.
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Mediante la descarada
falsificación de los datos estadísticos y a pesar de todos los hechos de la
realidad capitalista, los apologistas del "capitalismo popular" afirman que lo característico del
capitalismo moderno consiste en una "transformación" profunda,
en la eliminación de los límites y diferencias de clase entre los
miembros de la sociedad, en la desaparición de los "antagonismos de clase" entre el obrero y el capitalista,
en la existencia de la "unidad" y "armonía" de clases.
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BURBUJAS,
FRAUDES Y PUFOS: LAS LACRAS DEL CAPITALISMO (NO MUY) POPULAR.
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Eduardo Bayona.
Público miércoles 20 de noviembre del 2019.
Fiascos como el hundimiento bursátil de Terra y
escándalos como las ampliaciones del capital Popular y Bankia alejan a las
clases populares de unas inversiones financieras que siguen acaparando los estratos
más adinerados de la sociedad.
El capitalismo popular cuyo triunfo dio por hecho en 1986 la primera Ministra británica Margaret Thatcher, basado en desmantelar el
Estado privatizando servicios de los que los ciudadanos podrían seguir
considerándose propietarios a base de invertir en las empresas que los
gestionaban, y, ya puestos, también en otras, nunca acabó de arraigar en
España.
En este país las clases populares siguen alejadas
del tinglado de las inversiones financieras individuales, una actividad que se
concentra en las clases más pudientes de la sociedad y que a menudo sufre
estremecimientos con episodios como el fiasco de Terra, los cracks
de Bankia y de Banco Popular o las
pirámides filatélicas.
Los españoles son poco dados a invertir su dinero
en productos financieros, y lo son menos cuanta menor es su renta o
su riqueza: según la última Encuesta Financiera de las familias del Banco
de España, elaborada con datos de 2014, solo uno de cada ocho hogares
españoles invierte en bolsa (12,6%), apenas uno de cada once (9%) posee fondos
de inversión, parcial o totalmente integrados por acciones cotizadas, y
únicamente uno de cada 165 (0,6%) tiene intereses en productos de renta fija,
un artículo en decadencia por las escasas oferta y demanda que genera ante la
contención de los tipos de interés.
La querencia por este tipo de inversiones varía de
una manera abismal en función del nivel de renta: menos del 6% de
los dos tercios de hogares de menores ingresos juegan en Bolsa,
tasa que no baja del 12% a partir del 60% del percentil.
Las diferencias son menores a la hora de elegir
los fondos de inversión, canalizados por los bancos, aunque también
es mayor la frecuencia de contratación entre las familias de más ingresos.
La clasificación por niveles de riqueza neta ofrece
situaciones más acusadas, ya que menos del 3,5% de los hogares situados en los
tres escalones más bajos (de cuatro) arriesga su dinero en acciones
cotizadas, algo que si ocurre en más del 5% del tramo bajo del peldaño
superior y que entre el 10% de los más ricos se dispara al 17,4%.
La foto es similar con los fondos de
inversión: recurre a ellos menos del 2% de la mitad de los hogares más
pobres, frecuencia que oscila entre el 6,4% y el 9,2% en los que se sitúan del
50% al 90% de esa clasificación y que supera el 10% en el tramo superior de los
más ricos.
La gráfica sobre la diferente composición de las
carteras medias de activos financieros entre el 50% de las familias más pobres
y el 10% de las más ricas que utilizaba en las presentaciones de la encuesta el
ahora gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos (entonces,
director general de la entidad), resulta especialmente esclarecedora en este
sentido.
Terra,
Bankia, Popular, Fórum
Rui da Mota, experto de la Unidad de
Análisis Económico y de Mercados de AFI (Analistas Financieros
Internacionales), ve pros y contras en esa popularización de las inversiones
financieras. “Lo bueno es que todo el mundo puede invertir sus ahorros, se ha
diversificado esa posibilidad, pero eso también tiene riesgos, porque la gente
corriente no suele tener la información sobre esos productos”, explica.
Los principales peligros para el pequeño
inversor son, siempre que no acierte a identificar la situación, picar
en una burbuja o toparse con un tramposo que le venda aire a precio de oro.
Y ambas versiones del crash han
sacudido los mercados españoles en las dos últimas décadas, con una retahíla de
episodios entre los que destacan el auge y hundimiento de Terra,
con el que se volatilizaron más de 46.000 millones de euros en cinco años,
y el
fiasco de las renovables, en el que el recorte de
primas ejecutado por los Gobiernos de Zapatero y de Rajoy endeudó a
más de 60.000 familias y provocó una catarata de demandas de arbitraje que llevan camino de costar 7.000 millones de
euros al Estado.
A esas dos burbujas se les suman fraudes como la
ampliación de capital de Banco Popular en 2016, cuya
inconsistencia, dictaminada por decenas de tribunales, se
ha llevado por delante 2.500 millones de euros de inversores y de más de 45.000 ahorradores; la salida a bolsa de Bankia, cuyos
gestores esperan sentencia tras un fiasco que engulló 22.000 millones; los
engaños de las participaciones preferentes y
subordinadas con las que, en vísperas de ser rescatado con cargo a las arcas públicas,
el grueso del sistema bancario español timó a miles de familias, o el pufo piramidal de Fórum Filatélico,
en el que 190.022 víctimas se dejaron más de 3.700 millones de euros.
Burbujas
de expectativas y fraudes con engaños
“Las burbujas se producen cuando se crean una
expectativas de crecimiento desmesuradas que luego no se cumplen”, como ocurrió
con Terra y con las renovables, donde “se esperaban retornos muy altos que
luego fueron bajando por decisiones del Gobierno, explica Da Mota, que matiza
que “el resultado de una burbuja puede ser el mismo que el de un fraude, pero
no son lo mismo: en una se venden expectativas y en otra se vende algo falso,
algo que no es como te dicen. Las puntocom fueron una burbuja
en la que no se cumplieron las expectativas, mientras que en Bankia y en
Popular lo que se vendía no era la realidad”. En cualquier caso, añade, “si se
trata de un fraude, la responsabilidad es de los directivos que lanzan ese
producto, no de los inversores”.
Las operaciones de capitalismo popular no funcionan
solo con los ahorradores ni se dirigen únicamente a ellos. “Siempre hay
inversores. Esto no funcionaría solo con gente de la calle”, señala.
De hecho, la atracción de ese tipo de perfiles profesionales e institucionales
suele ser uno de los ganchos para captar clientes.
La combinación de los riesgos de las inversiones
financieras y el perfil de quienes acuden a ellas le plantea otro dilema a Da
Mota. “Es complicado determinar si esas operaciones deben o no abrirse a la
gente de la calle” por su escasa información, apunta, aunque no
hacerlo, añade, conlleva que “cuando salen bien el
beneficio quedaría exclusivamente para los inversores profesionales".
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