“LA EXPLOTACIÓN DE
CLASE DURANTE LA GRAN RECESIÓN. Esta observación se aplica claramente a España
(incluyendo Catalunya), uno de los países de la UE con mayores
desigualdades por clase social. Las rentas del trabajo han ido disminuyendo
en España (incluyendo Catalunya), mientras las rentas del capital han ido
aumentando, siendo el ascenso de estas últimas a costa del descenso de las
primeras. En España (incluyendo Catalunya) el conflicto de banderas (la
borbónica por un lado y la estelada independentista por el otro) durante los
años de la Gran Recesión ha ocultado esta realidad. La enorme crisis de
legitimidad del Estado se basa precisamente en esta realidad. Uno de los elementos de
estabilidad del sistema capitalista, que era la ideología de la meritocracia (que
asumía que el mérito era el motor que definía la jerarquía social), ha perdido
toda su credibilidad y capacidad cohesionadora, pues pocos se la creen. Y ahí
está el problema para la reproducción del régimen político actual. Esta
realidad muestra el poder de las ideologías en la configuración de las
desigualdades, como concluye, con razón, Piketty
en el libro anteriormente citado, Capital e
ideología. Ahora bien, el gran error de Piketty es que concede excesiva autonomía a las ideologías,
sin apercibirse de que las que él cita han sido creadas y promovidas para
satisfacer los intereses de las clases que las originan. Piketty
reconoce que Karl Marx llevaba razón
(cuando ponía la lucha de clases en el centro de la explicación), pero añade
inmediatamente después que hoy la lucha no es entre clases, sino entre ideologías. Por lo visto, Piketty no se da cuenta de que, como acabo de
decir, las ideologías son sostenidas y promovidas como instrumentos del
poder de clase. La meritocracia era una ideología promovida por los que
estaban en la cúspide del poder, para justificar su derecho a dominar. Y
el neoliberalismo ha sido la ideología de la clase capitalista dominante,
como bien muestran los datos sobre la evolución de las rentas y su enorme concentración,
lo cual ha ocurrido a costa de la clase trabajadora, cuyo nivel de vida ha ido
empeorando. La evidencia de ello es clara y
contundente (ver mi libro Ataque
a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico
dominante. Anagrama, 2015).
“Naturalmente tales
ideologías (de clase) no son las únicas, pues cada tipo de
explotación genera diferentes ideologías. La explotación de género
se sostiene gracias a la existencia de ideologías que reproducen tal
explotación. Pero todas ellas están también influenciadas por las ideologías
encaminadas a reproducir el dominio de clase. Hay muchos ejemplos de
ello. Como ha escrito Rosalind Gill en su libro Cultura y subjetividad en
tiempos neoliberales y posfeministas, el neoliberalismo (la ideología
de la clase capitalista) influenció la expansión del erotismo en la moda
femenina, a fin de empoderar a la mujer para competir en el mundo dominado por el hombre en
términos que reproducían también el dominio del machismo, que veía a la
mujer como objeto de deseo del hombre. Lo que la mujer (liberal) creía
que era la libre expresión de su voluntad era, en realidad, la reafirmación de
su opresión, presentándola como objeto de deseo. Una situación semejante se da en las ideologías
basadas en la explotación de raza (y de clase). El
racismo ha jugado un papel clave en desempoderar al
mundo del trabajo, dividiéndolo por raza. Es de sobra conocido que
el racismo juega un papel clave en la desunión de la clase trabajadora, causa
de que sea ampliamente promovido por la clase dominante. Como bien dijo Martin Luther King una
semana antes de ser asesinado, “la lucha central en EEUU que afecta a
todas las demás es la lucha de clases”. Lo dicho anteriormente no es,
como algunos estarán tentados de pensar, reduccionismo de clase, sino intentar
recuperar y resaltar la importancia de la clase social como variable de
poder en el análisis de la realidad, y no solo a nivel económico, algo que raramente se hace no solo en los medios, sino
también en los análisis académicos”.
/////
CRÍTICA
A THOMAS PIKETTY, ¿INCREMENTO DE DESIGUALDADES O DE EXPLOTACIÓN?
*****
Vicenc
Navarro.
Público
viernes 29 de noviembre del 2019.
El aumento
de las desigualdades de renta y de propiedad ha sido tan grande en la mayoría
de países del mundo capitalista desarrollado que ha llamado la atención de los
mayores fórums y medios de comunicación en tales países, así como en las
instituciones internacionales. En realidad, el tema de las “desigualdades” se
ha convertido casi en un tema de moda. Desde el Foro de Davos (el Vaticano del
pensamiento neoliberal) hasta el Foro Social Mundial, todos hablan del tema de
desigualdades.
Pero lo que
es interesante (y diría yo también intrigante) es que apenas se habla de otro
término (o concepto) que está claramente relacionado con el tema de
desigualdades. Y me refiero al término (y concepto) de explotación, raramente
citado y todavía menos analizado, por ser considerado demasiado polémico. Los
datos, sin embargo, muestran que es casi imposible entender la enorme evolución
de las desigualdades hoy en el mundo capitalista desarrollado sin hablar de
explotación.
Qué
es explotación
En realidad,
el concepto explotación es muy fácil de definir: A explota a B
cuando A vive mejor a costa de que B viva peor. Y A y B pueden ser clases
sociales, géneros, razas, naciones o ambientes. Me explico: cuando a un
trabajador se le paga menos de lo que contribuye con su producto o servicio a
fin de que su empleador (el empresario) pueda aumentar más sus beneficios,
hablamos de explotación de clase. Cuando una pareja (hombre y mujer) que viven
juntos y trabajan los dos, llegan a casa al mismo tiempo y la mujer se va
directamente a la cocina a preparar la cena para los dos mientras el marido se
sienta a ver la televisión, hablamos de explotación de género. Cuando a un
ciudadano negro se le paga menos que a un blanco por hacer el mismo trabajo,
entonces indicamos que hay explotación de raza. Cuando un Estado–nación impone
a otro más pobre las condiciones del comercio internacional que le favorecen, a
costa de los intereses de esa nación pobre, hay explotación de nación. Y cuando
la compañía Volkswagen era consciente del daño causado por sus automóviles,
contaminando más de lo legalmente permitido, beneficiándose a costa de dañar la
salud de la población, había un caso de explotación del medioambiente por parte
de dicha empresa, a costa de la salud de la población.
El
crecimiento de las desigualdades de clase causado por un aumento de la
explotación
Pues
bien, una de las desigualdades más acentuadas y que han aumentado más
sustancialmente desde los años ochenta del pasado siglo han sido las
desigualdades por clase social, y ello se debe al aumento de la explotación de
clase, que explica en gran medida la evolución de estas desigualdades de clase,
las cuales, a su vez, afectan a otros tipos de desigualdades (como las
desigualdades de género originadas por otros tipos de explotación, como
mostraré más adelante). La explotación de clase centra la dinámica de las
sociedades capitalistas hasta tal punto que no se pueden entender la
génesis ni el desarrollo de la Gran Depresión o de la Gran Recesión en
el mundo capitalista desarrollado sin analizar la evolución de tal explotación.
Incluso un economista keynesiano como Paul Krugman ha reconocido últimamente
esta realidad, señalando que el economista que explicó mejor la evolución de
los ciclos económicos fue Michal Kalecki (que influenció a Keynes), que
puso la explotación de clase y el conflicto generado por tal explotación en el
centro de su análisis. Thomas Piketty, en su último libro Capital e
ideología así también lo reconoce, aludiendo a la famosa cita
de Karl Marx: “La historia de
todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las
luchas de clases”.
La explotación de clase durante la Gran Recesión.
Esta observación se aplica
claramente a España (incluyendo Catalunya), uno de los países de la UE
con mayores desigualdades por clase social. Las rentas del trabajo han ido
disminuyendo en España (incluyendo Catalunya), mientras las rentas del
capital han ido aumentando, siendo el ascenso de estas últimas a costa del
descenso de las primeras. En España (incluyendo Catalunya) el conflicto de
banderas (la borbónica por un lado y la estelada independentista por el otro)
durante los años de la Gran Recesión ha ocultado esta realidad. La
enorme crisis de legitimidad del Estado se basa precisamente en esta realidad.
Uno de los elementos de
estabilidad del sistema capitalista, que era la ideología de la meritocracia
(que asumía que el mérito era el motor que definía la jerarquía social), ha
perdido toda su credibilidad y capacidad cohesionadora, pues pocos se la creen.
Y ahí está el problema para la reproducción del régimen político actual. Esta
realidad muestra el poder de las ideologías en la configuración de las desigualdades,
como concluye, con razón, Piketty en el libro anteriormente
citado, Capital e ideología. Ahora bien, el gran error de Piketty
es que concede excesiva autonomía a las ideologías, sin apercibirse de que las
que él cita han sido creadas y promovidas para satisfacer los intereses de las
clases que las originan. Piketty reconoce que Karl Marx llevaba razón
(cuando ponía la lucha de clases en el centro de la explicación), pero añade
inmediatamente después que hoy la lucha no es entre clases, sino entre
ideologías. Por lo visto, Piketty no se da cuenta de que, como acabo de
decir, las ideologías son sostenidas y promovidas como instrumentos del poder
de clase. La meritocracia era una ideología promovida por los que estaban en la
cúspide del poder, para justificar su derecho a dominar. Y el neoliberalismo ha
sido la ideología de la clase capitalista dominante, como bien muestran los
datos sobre la evolución de las rentas y su enorme concentración, lo cual ha
ocurrido a costa de la clase trabajadora, cuyo nivel de vida ha ido empeorando.
La evidencia de ello es clara y contundente (ver mi libro Ataque a la
democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante.
Anagrama, 2015).
Naturalmente tales
ideologías (de clase) no son las únicas, pues cada tipo de explotación genera
diferentes ideologías. La explotación de género se sostiene gracias a la
existencia de ideologías que reproducen tal explotación. Pero todas ellas están
también influenciadas por las ideologías encaminadas a reproducir el dominio de
clase. Hay muchos ejemplos de ello. Como ha escrito Rosalind Gill en su
libro Cultura y subjetividad en tiempos neoliberales y posfeministas,
el neoliberalismo (la ideología de la clase capitalista) influenció la
expansión del erotismo en la moda femenina, a fin de empoderar a la mujer para
competir en el mundo dominado por el hombre en términos que reproducían también
el dominio del machismo, que veía a la mujer como objeto de deseo del hombre.
Lo que la mujer (liberal) creía que era la libre expresión de su voluntad era,
en realidad, la reafirmación de su opresión, presentándola como objeto de
deseo.
Una situación semejante se
da en las ideologías basadas en la explotación de raza (y de clase). El racismo
ha jugado un papel clave en desempoderar al mundo del trabajo, dividiéndolo por
raza. Es de sobra conocido que el racismo juega un papel clave en la desunión
de la clase trabajadora, causa de que sea ampliamente promovido por la clase
dominante. Como bien dijo Martin Luther King una semana antes de ser asesinado,
“la lucha central en EEUU que afecta a todas las demás es la lucha de clases”.
Lo dicho anteriormente no es, como algunos estarán tentados de pensar,
reduccionismo de clase, sino intentar recuperar y resaltar la importancia de la
clase social como variable de poder en el análisis de la realidad, y no solo a
nivel económico, algo que raramente se hace no solo en los medios, sino también
en los análisis académicos.
La explotación requiere dominio, hegemonía y represión por parte de
los explotadores.
Y estas ideologías se
sustentan a base también de una enorme represión. Basta ver qué está ocurriendo
en varios países de Latinoamérica hoy. De ahí que considere enormemente ingenua
la observación que hace Piketty en su crítica
a Marx. Dice Piketty: “A diferencia de la
lucha de clases, la lucha de ideologías está basada en el conocimiento y las
experiencias compartidas, en el respeto al otro, en la deliberación y en la
democracia.” Tengo que admitir que tuve que leer este párrafo dos
veces. Mis muchos años de experiencia y conocimiento de la realidad en los
varios países en los que he vivido y he trabajado muestran que no es así.
Piketty idealiza el sistema democrático. La prueba de ello es que
el siglo XXI se está caracterizando por las
enormes agitaciones sociales frente a las consecuencias de la aplicación de las
políticas de clase impuestas por los grupos dominantes.
Hoy la gran mayoría de
países a los dos lados del Atlántico Norte están experimentando una enorme
crisis de legitimidad de sus Estados, resultado en gran parte de la aplicación
de las políticas públicas neoliberales impuestas por los partidos gobernantes,
incluidos los partidos socialdemócratas cuyo compromiso y aplicación de
políticas públicas del mismo signo han generado su enorme colapso e incluso
desaparición, como ha sido el caso del partido socialista en Francia, país
donde reside Thomas Piketty. El surgimiento de la ultraderecha en Europa
y el Gobierno de ultraderecha que gobierna EEUU son un indicador de tal crisis.
Me parece incoherente que a la luz de estas realidades Piketty concluya
que los sistemas políticos actuales responden a la idealizada versión que
caracteriza su definición de ellos. Hoy estamos viendo el fin de una etapa en
la que el poder de las clases dominantes ha alcanzado un nivel tal que la
propia supervivencia de los sistemas democráticos está en juego. La escasa
atención que Piketty presta al contexto político del fenómeno económico
(que es casi característica de los estudios económicos actuales) empobrece su
análisis, pues hace poco creíble que las propuestas que hace puedan
considerarse como factibles sin que exista un cambio más sustancial de lo que
él considera.
Respecto a sus propuestas,
admito reservas en cuanto al hecho de que la solución pase por gravar a las
rentas superiores y a la clase de propietarios del capital y que se distribuya
la renta a cada uno de los ciudadanos. Ya he expresado mis reservas en cuanto a
priorizar una renta universal a costa de un cambio más significativo, que es
utilizar los fondos adquiridos gravando al capital y las rentas superiores para
crear una sociedad en la que cada uno contribuya según sus habilidades y los
recursos se distribuyan según sus necesidades. Habiendo dicho esto, no quiero desalentar al lector a que lea el libro de Thomas
Piketty, que como siempre tiene información de gran interés.
*****
VICENÇ NAVARRO ha sido Catedrático de Economía
Aplicada en la Universidad de Barcelona. Actualmente es Catedrático de
Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Pompeu Fabra (Barcelona,
España). Ha sido también profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins
University (Baltimore, EEUU) donde ha impartido docencia durante 48 años.
Dirige el Programa en Políticas Públicas y Sociales patrocinado
conjuntamente por la Universidad Pompeu Fabra y The Johns Hopkins University.
Dirige también el Observatorio Social de España. Es uno de los
investigadores españoles más citados en la literatura científica internacional
en ciencias sociales.
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