CHILE.
MARCHAS EN EL “SÚPER LUNES”. MILES EN LAS CALLES RECLAMAN QUE EL CONGRESO NO
CONVALIDE LAS MEDIDAS DE PIÑERA, QUE PROFUNDIZAN EL MODELO NEOLIBERAL. LA LUCHA
CONTINUA. DEFENSA SALUD PUBLICA, EDUCACIÓN, VIVIENDA Y PENSIONES. NUEVA
CONSTITUCIÓN Y NO MÁS VIOLACIONES DE DERECHOS HUMANOS. La Mesa de UNIDAD
SOCIAL: Las Organizaciones Sociales, Sindicales y
Universitarias se movilizaron al Congreso para impedir que se aprueben las
propuestas de PIÑERA "que profundizan el modelo neoliberal". Más
denuncias de violaciones a los derechos humanos y reclamo por una Asamblea
Constituyente y una Nueva CONSTITUCIÓN. HOY la GRAN Movilización Plagada de
banderas y carteles, la ruidosa marcha apuntó a plantear a la salud pública, la
vivienda, la educación y las pensiones como derechos que debe promover el
Estado
HOY DESDE
SANTIAGO Una multitud perteneciente a organizaciones sociales y sindicales dio
este lunes dos vueltas alrededor del antiguo Congreso Nacional para
exigirles a los legisladores que pongan un freno a la agenda social de Sebastián
Piñera. Se trata del puñado de medidas propuestas por el mandatario en medio de
la crisis social y que, según el pueblo movilizado, profundizan el modelo
neoliberal. Este fue el primer capítulo del “SÚPER
LUNES”, movilización masiva
convocada por la mesa de UNIDAD SOCIAL, un conglomerado de 70
organizaciones. Terminó en las puertas del Tribunal de Justicia. Delante
de los Carabineros que custodiaban el edificio, los trabajadores del
Sindicato de Walmart colocaron una ancha bandera con la leyenda “No
más abusos” y dirigentes de diversos espacios dieron sus discursos. Pidieron
huelga legislativa, convocaron de manera encendida a movilización permanente
--a “no bajar los brazos” -- y a continuar la lucha en Plaza Italia, foco
de la protesta desde las 17.
UN
MOMENTO HISTÓRICO. “Estamos viviendo un momento
histórico, frente a un Gobierno que no gobierna, instituciones del Estado que
se están descomponiendo de manera escandalosa. Mientras
los chilenos están en las calles exigiendo, un puñado de congresistas pretende
validar la política legislativa de un gobierno que se cae a pedazos. Tenemos
que echar a toda esta gente corrupta”, expresó LUIS MESINA, DE
NO+AFP. BÁRBARA FIGUEROA, presidenta de la CENTRAL UNITARIA DE TRABAJADORES
(CUT), condenó las violaciones a los derechos humanos y
reivindicó la asamblea constituyente y la idea de una nueva constitución.
UNA DE LAS CONSIGNAS QUE MÁS
SE CANTABA ERA POR VIVIENDAS DIGNAS. LIDIA VENEGAS, del Comité de Allegados Los Sin Tierra, que agrupa a 3500 familias,
cuestionó la ley de integración aprobada en agosto, que “ha regalado
terrenos a las inmobiliarias”, mientras los chilenos “mueren”
esperando respuestas a la problemática. Venegas contó a este medio que
su agrupación había sido recibida en La Moneda más temprano por funcionarios de
segunda línea. Al parecer, no hubo contactos significativos entre los
manifestantes y los parlamentarios, que discutían en comisiones algunas medidas
de la agenda social. Del otro lado de las rejas, se les gritaba “les
pasaremos la cuenta”.
LOS ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS DE
CHILE, REPRESENTADOS POR EMILIA SCHNEIDER, determinaron una PARALIZACIÓN
INDEFINIDA hasta la conquista de una nueva Constitución. Ella es una de las víctimas del seguimiento policial a
dirigentes que se conoció en los últimos días por una filtración de documentos.
“Todavía no sabemos qué ha pasado con nuestros familiares; es por eso que no
podemos dejar de estar presentes en todas las marchas”, remarcó Mónica Araya,
de Familiares de Detenidos y Desaparecidos. Desde Santiago por María Daniela
Yaccar. Página/12. Pablo Raúl lunes 4 de noviembre del 2019.
PIÑERA
Y LA RESPUESTA CRIMINAL AL “SUPER LUNES”. HUMO Y FUEGO, BOMBAS MOLOTOV,
POLICÍAS ATROPELLANDO CIVILES. SÚPER REPRESIÓN PARA EL SÚPER LUNES EN CHILE. Con gases e
hidrantes desde temprano, el despliegue de Carabineros logró vaciar Plaza
Italia en la tercera movilización masiva de la sociedad. Mientras estas líneas se escriben, Plaza Italia y sus
alrededores, epicentro de las numerosas y esencialmente pacíficas protestas
chilenas, es caos. Humo y fuego, personas corriendo, policías
atropellando civiles, vidrios rotos, barricadas. Con gases e hidrantes
desde temprano, el despliegue de Carabineros logró vaciar la Plaza en la
tercera movilización masiva de la sociedad, llamada “Súper
Lunes”. La versión oficial de los hechos
la acaba de pronunciar el ministro del Interior, Gonzalo Blumel: el argumento para la represión es que hubo dos ataques con
bombas molotov a la Policía.
“Llamamos a condenar
la violencia, que no tiene nada que ver A las 21. 30, el funcionario
repudió “el cobarde ataque” a dos carabineras que se encuentran con lesiones de
gravedad. con el legítimo
planteamiento de la ciudadanía. Ha sido un día complejo. Vamos a seguir
investigando para sancionar estos hechos”. Dio cifras de detenidos en todo
el conflicto (9 mil, 500 en prisión preventiva). Una periodista le consultó
por las patrullas que se vieron atropellando civiles, como circuló en un video
subido a Twitter (https://twitter.com/i/status/1191497132735451136). En
principio la evadió. Luego dijo que todos los hechos, incluso los que tuvieran
“efectos en civiles” debían ser investigados. “El mensaje a la ciudadanía es
que nos abramos al diálogo. Estamos haciendo un esfuerzo para escuchar
humildemente todos sus planteamientos”, afirmó.
En cuestión de minutos, una
manifestación pacífica que reunía a estudiantes, trabajadores de todos los
sectores, jubilados, militantes y familias enteras se volvió un infierno. Los gases se habían sentido desde temprano,
ingresando por la Alameda, a una larga distancia de la Plaza Baquedano con su
monumento parcialmente destruido en la revuelta, con su caballo a casi toda
hora ocupado por alguien que flamea la bandera nacional o mapuche. Por la
tarde, mientras terminaba una ronda de organizaciones sindicales y sociales
alrededor del Congreso para pedir a los legisladores que no abordaran la agenda
social de Piñera, en Plaza Italia ya se veían hidrantes y explotaban las
lacrimógenas. En ese entonces había poca gente. Horas más tarde, varios
manifestantes admitían sentir miedo cuando iban llegando con sus barbijos, sus
máscaras, antiparras limones y agua con bicarbonato, pero a la vez con
sus carteles, silbatos, cornetas, cualquier objeto metálico para golpear,
pañuelos verdes y hasta sus danzas en plena calle, con un deseo encendido,
profundo, al parecer inclaudicable, de que Chile cambie para siempre.
ESTA TARDE, LA ASOCIACIÓN
NACIONAL DE FUNCIONARIOS DEFENSORAS Y DEFENSORES DE DERECHOS HUMANOS del Instituto Nacional de Derechos
Humanos emitió un comunicado en el que solicitó la rectificación de
declaraciones de su director, Sergio Micco. Ayer, Micco afirmó a un canal de
televisión que la violación a los derechos humanos “no es sistemática”
en Chile. “Consideramos que demuestra un profundo desconocimiento de
la normativa nacional e internacional sobre la materia. Algunos vivimos en
comunas donde han ocurrido situaciones de represión”, afirma la Asociación.
EL DESGASTE EN CUERPOS Y
ROSTROS SE HACÍA EVIDENTE. EL PUEBLO --la
parte de él que no ha sufrido lo peor-- acumula días marchando, debatiendo, sin
dormir o durmiendo poco, con estrés, largas caminatas por el funcionamiento
parcial del metro y adicción a un sistema de información que se teje por
redes sociales. Pero “no nos cansamos”, repetían los chilenos, que también
coreaban: “Ya van a ver. Las balas que nos tiraron van a volver”. Lo
que se veía esta tarde no era distinto a lo que se viene viendo en Chile hace
ya más de dos semanas. Un movimiento transversal, vivo, potente,
rabioso, esperanzado, autoconvocado, sin líder, que no sólo no
confía sino que repudia partidos políticos e instituciones. Que une
al feminismo, la lucha mapuche, los estudiantes,
los trabajadores, jubilados, los hombres de traje y que hasta movilizó a
los ricos. En él hay también profesionales que aportan sus saberes --como
arquitectos que denunciaron con una instalación la precariedad de las
viviendas sociales o geógrafos que elaboraron mapas de registro de los
cabildos--. Los jóvenes que en la marcha
decían que no les interesaba cuando volverá a haber clases en la Universidad de
Chile –se encuentra cerrada-- o que flameaban banderas mapuches porque hay
que “representar a las raíces” fueron los que prendieron la mecha. “Violan
a alguien y el Carabinero sigue libre. En cambio, un profesor puede quedar
preso diez años por romper los torniquetes del metro”, contrastaba Mireya,
18 años, un limón en la mano, respecto del caso de Roberto Campos Weiss.
EL INDH ACUMULA CIFRAS DE
QUERELLAS POR VIOLENCIA SEXUAL, DE NIÑOS Y ADOLESCENTES DETENIDOS (en lo que va del conflicto 479),
heridos, torturas. Hubo detenciones a periodistas y en las calles se dice
que hay infiltrados amenazándolos. Cientos de heridos que pueden perder un
ojo. Presuntos montajes de muertes. Calcinados en los que se sospechan
balas, suicidios que nadie cree que sean tal cosa. Chile arde, y el presidente es en esta marcha una
marioneta que danza salida de un carro alegórico por una lateral de la Alameda,
secundada por máscaras de Pinochet y Jaime Guzmán. “Cuando el año
pasado participé de una masiva marcha feminista, creí que podía morirme, pero
ahora puedo ver esto”, festejaba Isabel, de 70 años, antes
del caos. Por su tendencia de izquierda debió exiliarse en la dictadura. Esta tarde ya percibía que algo andaba mal. “No sé por qué
tenía miedo de venir. Creo que tiene que ver con el golpe, pues.”
/////
AMÉRICA
LATINA. LAS REVUELTAS DE OCTUBRE.
*****
Raúl Zibechi.
Naiz.
Rebelión martes 5 de noviembre del
2019.
Como cada
pueblo se comporta según su experiencia previa, la comprensión de los
levantamientos y estallidos debe rastrearse en las acciones previas
Las revueltas de octubre en América Latina tienen
causas comunes, pero se expresan de formas diferentes. Responden a los
problemas sociales y económicos que genera el extractivismo o acumulación por
despojo, la suma de monocultivos, minería a cielo abierto, mega-obras de
infraestructura y especulación inmobiliaria urbana.
Un modelo de destrucción de la naturaleza y de robo
y contaminación de tierras y aguas, que es la principal forma de despojo. Un
modelo que genera una brutal concentración de riqueza en el 1%, marginación
y precarización de la vida del 50% y es
responsable del crecimiento del narcotráfico, de la militarización de los
territorios y, en consecuencia, de la violencia contra las mujeres, o
feminicidio.
Las revueltas de octubre responden a la acumulación
de agravios. En Ecuador asumió la forma de levantamiento bien
estructurado, recuperando la larga experiencia del movimiento indígena que esta
vez caminó de la mano de los sectores populares urbanos, en general
clases medias profesionales, estudiantes y cientos de miles de indígenas
migrantes. En Chile es un estallido sin organizaciones convocantes,
porque fue la imbecilidad del poder que sacó millones a las calles. Como cada
pueblo se comporta según su experiencia previa, la comprensión de los
levantamientos y estallidos deben rastrearse en las acciones previas que
realizaron los actores colectivos.
Si en Ecuador la
columna vertebral fueron los quichuas de la sierra y los pueblos amazónicos, en Chile hubo tres grandes precedentes: la larga resistencia
mapuche, las rebeliones estudiantiles y la nueva oleada feminista desde 2015
y, muy en particular, la de 2018, que atravesó toda la sociedad con
tomas masivas de centros de estudio.
La resistencia mapuche tiene cinco siglos, pero desde el «retorno» de la democracia tuvo varios momentos estelares. En la década de 1990, la Coordinadora Arauco-Malleco (CAM) fue un parteaguas en la historia de ese pueblo. Se trató de una alianza entre comunidades y guerreros, entre longkos y weichafes, estos formados en universidades y en grupos de izquierda. Juntos produjeron una importante rebelión desde las bases que recuperó miles de hectáreas, además de una buena dosis de autoestima colectiva.
Las huelgas de hambre de los presos de la CAM (entre 2006 y 2008), consiguieron apoyo de una parte de la sociedad blanca, que se consolida con el asesinato de Matías Catrileo (2008) y conoce un salto impresionante un año atrás, cuando se produjo el crimen de Camilo Catrillanca (el 14 de noviembre de 2018).
La resistencia mapuche tiene cinco siglos, pero desde el «retorno» de la democracia tuvo varios momentos estelares. En la década de 1990, la Coordinadora Arauco-Malleco (CAM) fue un parteaguas en la historia de ese pueblo. Se trató de una alianza entre comunidades y guerreros, entre longkos y weichafes, estos formados en universidades y en grupos de izquierda. Juntos produjeron una importante rebelión desde las bases que recuperó miles de hectáreas, además de una buena dosis de autoestima colectiva.
Las huelgas de hambre de los presos de la CAM (entre 2006 y 2008), consiguieron apoyo de una parte de la sociedad blanca, que se consolida con el asesinato de Matías Catrileo (2008) y conoce un salto impresionante un año atrás, cuando se produjo el crimen de Camilo Catrillanca (el 14 de noviembre de 2018).
Durante 15 días, miles de personas cortaron calles,
encendieron fogatas y golpearon cacerolas en más de 30 ciudades. Este es un
antecedente importante de lo que sucede ahora y explica por qué tantas personas
ondean banderas mapuches en las manifestaciones: el pueblo mapuche es un
referente ético y político para todo Chile.
El segundo movimiento que converge es el
estudiantil, en particular los secundarios. En 2001 se produjo el
«mochilazo», que además de grandes manifestaciones produjo una ruptura en
la organización estudiantil controlada por el Partido Comunista. De ella
nació una articulación horizontal, llamada Asamblea Coordinadora de Estudiantes
Secundarios (ACES), que practicó una nueva cultura política.
En 2006 sucedió la «revolución pingüina», con 400
colegios paralizados. En 2011 el movimiento desbordó todo lo imaginable, con la
toma de estaciones de TV, 600 colegios tomados y decenas de institutos
que siguieron el curso bajo control estudiantil y de docentes solidarios. La
respuesta de la población a la brutal represión del 4 de agosto, fue la masiva
ocupación de barrios, con caceroleos y fiesta/protesta hasta la madrugada, como
en las «jornadas nacionales» contra el régimen de Pinochet en la década
de 1980.
Finalmente, el año pasado miles de mujeres ocuparon
32 facultades y varios secundarios, denunciaron a connotados catedráticos y
docentes por acoso, abuso y violencia, y profundizaron una lucha que había
estallado en 2015 con un masivo 8 de marzo y las marchas del “Ni Una Menos”. De la mano de ese movimiento, se
multiplican las organizaciones feministas, entre ellas grupos de mujeres
mapuche y de sectores populares.
Estos tres movimientos (y otros como los pensionistas), convergen desde principios de octubre, sumando y multiplicando lo que ya venían haciendo en las últimas décadas. Un estallido no espontáneo, porque buena parte de las y los jóvenes ya habían ensayado, en escalas apenas menores, lo que están haciendo ahora, aunque con resultados más modestos.
Estos tres movimientos (y otros como los pensionistas), convergen desde principios de octubre, sumando y multiplicando lo que ya venían haciendo en las últimas décadas. Un estallido no espontáneo, porque buena parte de las y los jóvenes ya habían ensayado, en escalas apenas menores, lo que están haciendo ahora, aunque con resultados más modestos.
En Ecuador se trata de un levantamiento planificado
o, mejor, de la repetición con novedades de lo que viene haciendo la Confederación
de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie).
Como hemos visto en otro análisis (Gara, 14/10/2019), la principal novedad
en esta ocasión fue que varios miles se sumaron a la ocupación de los indígenas
de Quito. Los jóvenes urbanos aportaron su cuota de radicalidad y odio a la
policía. Las clases medias se solidarizaron con alimentos, mantas, ropa y
donaciones de todo tipo. Los estudiantes forzaron la apertura de
universidades públicas y privadas para albergar y alimentar indígenas y
sectores populares.
Las mujeres realizaron una gigantesca marcha en la que confraternizaron las feministas académicas con indígenas de la sierra y la Amazonía. La larga experiencia de la Conaie, desde el primer levantamiento en 1990, le permitió poner punto final al levantamiento cuando vislumbraron que los partidos pretendían montarse encima de la movilización, los presos y los muertos, para sacar partido de la lucha.
Las mujeres realizaron una gigantesca marcha en la que confraternizaron las feministas académicas con indígenas de la sierra y la Amazonía. La larga experiencia de la Conaie, desde el primer levantamiento en 1990, le permitió poner punto final al levantamiento cuando vislumbraron que los partidos pretendían montarse encima de la movilización, los presos y los muertos, para sacar partido de la lucha.
Se retiraron, pero no se desmovilizaron. Pusieron
en pie el Parlamento Indígena y de los Pueblos, una alianza entre todos
los sectores populares para comenzar una minga (trabajo colectivo) que debe
establecer medidas para salir del modelo neoliberal. Este trabajo es más difícil que resistir en las barricadas,
porque no existe un modelo alternativo al neoliberal y extractivista, ya listo
para ponerlo en marcha.
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