“La FED es quien fija
la política monetaria de Estados Unidos y, por extensión,
del mundo, emitiendo dólares a mansalva, con el respaldo, finalmente, de las
fuerzas armadas (las de Estados Unidos y las de la OTAN). Los
megacapitales que fijan la marcha del mundo, es decir: el ámbito financiero
global, tiene hoy día un poder pavoroso, inconmensurable. Mientras que la masa mundial de bienes se ha cuadriplicado
en estos últimos 30 años, la masa monetaria se multiplicó por 40.
Es decir: los bancos, los megabancos con poder mundial, tienen un control
desmedido del planeta. Desde hace varias décadas el
capitalismo productivo fue dando lugar a un capitalismo basado
crecientemente en la especulación financiera. El mundo
del dinero especulativo fue desplazando en su desarrollo a la industria, así como la industria dieciochesca desplazó a la producción
agropecuaria -fuente principal del modo de producción feudal- en
tanto dominadora de la escena sociopolítica”.
“Hoy día esos capitales financieros tienen una
preponderancia definitoria, marcan el rumbo planetario, definen la arquitectura del sistema
global. Son transnacionales, se
mueven a velocidades de vértigo, invierten en lo que dé ganancias, no tienen
sentimientos ni espíritu solidario (¿acaso el capitalismo podría tenerlo?). Manejan
sectores cada vez más crecientes del mundo, invirtiendo muchas veces en el aparato
productivo de bienes fácticos -industria, servicios,
comercio- controlando integralmente los circuitos capitalistas (materias primas, elaboración, distribución, mercadeo), siendo quien aporta las grandes sumas de dinero necesarias
para generar la producción en su conjunto”.
/////
CAPITAL FINANCIERO MUNDIAL: EL
NEOLIBERALISMO NO TERMINÓ. LA LUCHA SIGUE.
*****
Marcelo Colussi.
ALAI. América latina en Movimiento.
Jueves 14 de noviembre del 2019.
“Un total de 737 accionistas -un 0,123%- controlan el
80% del valor de más de 43.000 compañías multinacionales.” Narciso Pizarro
“Robar un banco es delito. Pero
más delito aún es fundarlo.” Bertolt
Brecht
Las recientes revueltas populares en diversos países del mundo (Irak,
El Líbano, Egipto, Francia, Haití, Honduras, Chile, Ecuador) podrían hacer
creer que los modelos neoliberales vigentes están en crisis, están siendo
derrotados. En realidad, más que estar en
crisis, están produciendo estragos inconmensurables en las poblaciones, pero
para quienes los implementan y se benefician de ellos, no están en ninguna
crisis. Por el contrario, están sumamente saludables.
No caben dudas que los pueblos que sufren esas políticas ya están hartos, hambreados, empobrecidos
como nunca antes, hastiados de los engaños de los políticos, faltos de proyecto
alternativo. Están desesperados, evidentemente, lo cual los hace salir a
protestar en forma visceral. Pero esa energía, ese tremendo descontento,
además de ilusionarnos y hacernos creer que las cosas están cambiando -estamos
esperando ese cambio en forma ansiosa- no encuentra los canales adecuados para
transformar la realidad. Los cacerolazos se enfrentan a balas reales, y sin una
conducción revolucionaria con proyecto claro, no puede haber revolución. Puede
haber cambios importantes desde las casas de gobierno con planes de contenido
social, como los que promovían el MAS en Bolivia, o el PT en Brasil. Pero
por la vía de las democracias formales no se pueden consolidar las
transformaciones. Con esos dos ejemplos podemos ver cómo terminan las cosas.
Pero sí, como hay mucho malestar en la gente, definitivamente hay ebullición,
hay protestas, hay movilizaciones.
Como bien lo dice Susana
Merino:
“El planeta se ha transformado en una enorme caldera
donde se cocina un guiso para pocos y en la que sin orden ni proporción se
mezclan los más insólitos e imprevistos ingredientes creados por el ser humano: divisas y otros muy diversos derivados financieros tales como SWAPS,
acuerdos a futuro (forward) OTCs (operaciones “over de counter”), CDS (Credit
Default Swaps, o permutas de incumplimiento crediticio), los CFD, los contratos
de futuros, los bonos estatales, los fondos de inversión y las opciones,
calificados todos como armas de destrucción masiva, instrumentos en suma
puramente especulativos y en permanente ebullición que según el premio nobel de
economía Maurice Allais han convertido al mundo en un “enorme casino” destinado
a sustentar la “pleonexia”, como llamaban los griegos al
insaciable apetito de riquezas que Platón calificó como verdadera “enfermedad
moral”, generando un potaje en permanente ebullición al servicio de
un reducidísimo núcleo de seres humanos.”
Para saber dónde estamos parados
y qué procede en consecuencia, es importante no perder de vista la situación
real. “Análisis concreto de la realidad concreta”, podría decirse. Es
decir: análisis muy exhaustivo de cómo están las cosas, cómo marcha el mundo, y
qué se puede -o qué se debería- hacer para intentar cambiar su curso.
Por lo pronto, la
globalización neoliberal que se ha impuesto estas últimas
décadas, definitivamente está muy viva, no ha muerto. “Los muertos que vos
matáis gozan de buena salud”. Los megacapitales financieros que manejan
buena parte del mundo (excluidas China y Rusia, y algunos otros países
que no caen bajo su égida: Cuba, Norcorea, Irán, Irak y Libia cuando lo intentaron) están cada vez más robustos. El
monstruoso, infame y vil golpe de Estado en Bolivia (principal fuente mundial de litio, gran reserva de hierro, de zinc,
de gas natural, tras todo lo cual van esos capitales) lo demuestra en forma
palmaria.
Seamos racionales en el análisis
y no nos dejemos ganar por la pasión espontánea: las protestas que se dieron en
buena parte del mundo fueron importantes rebeliones que marcan el camino, sin
dudas, pero que no lograron conmover los cimientos de la estructura capitalista
mundial. Ningún presidente fue removido de su cargo (Evo Morales sí), y
los megacapitales globales no perdieron un centavo (y ahora caerán como buitres sobre las
reservas minerales del Estado Plurinacional de Bolivia).
¿Qué son esos megacapitales que
establecen los planes neoliberales de los que casi nada puede escapar? Son los verdaderos dueños del planeta, de sus recursos naturales y de
sus poblaciones. El mundo del libre mercado (el “mundo libre” se le
llamaba durante la Guerra Fría, en oposición al “reino de las tinieblas del
infierno socialista”) se mueve en torno al dólar. Irak, con Saddam Hussein a
la cabeza, y la Libia de Mohamed Khadafi (a la sazón, país con el menor
índice de pobreza en toda África) intentaron salirse de la esfera del dólar
vendiendo su petróleo en otra moneda, y ahí están los resultados: muertos
ellos, sus países invadidos y sus sociedades en crisis.
El dólar es fijado por el llamado
“Banco Central” de Estados Unidos, que es el país donde oficialmente se imprime
esa moneda. Pero en realidad, ese Banco
Central es otra cosa; toma el nombre de Sistema de la Reserva Federal (en
inglés: Federal Reserve System, también conocido como Reserva Federal
o, más comúnmente, como FED), aunque… ni es reserva ni es enteramente
federal. No es Reserva, porque por ley no mantiene ningún fondo en reserva, y
no es estrictamente Federal, por cuanto es un banco público-privado, con
participación de la gran banca empresarial privada.
La FED es quien fija la política
monetaria de Estados Unidos y, por extensión, del mundo,
emitiendo dólares a mansalva, con el respaldo, finalmente, de las fuerzas
armadas (las de Estados Unidos y las de la OTAN).
Los megacapitales que fijan la marcha del mundo, es
decir: el ámbito financiero global, tiene hoy día un poder pavoroso, inconmensurable. Mientras que la masa mundial de bienes se ha cuadriplicado
en estos últimos 30 años, la masa monetaria se multiplicó por 40.
Es decir: los bancos, los megabancos con poder mundial, tienen un control
desmedido del planeta. Desde hace varias décadas el capitalismo productivo fue
dando lugar a un capitalismo basado crecientemente en la especulación
financiera. El mundo del dinero especulativo fue desplazando en
su desarrollo a la industria, así como la industria
dieciochesca desplazó a la producción agropecuaria -fuente principal del
modo de producción feudal- en tanto dominadora de la escena sociopolítica.
Hoy día esos capitales financieros tienen una
preponderancia definitoria, marcan el rumbo planetario, definen la arquitectura del sistema
global. Son transnacionales, se
mueven a velocidades de vértigo, invierten en lo que dé ganancias, no tienen
sentimientos ni espíritu solidario (¿acaso el capitalismo podría tenerlo?). Manejan
sectores cada vez más crecientes del mundo, invirtiendo muchas veces en el aparato
productivo de bienes fácticos -industria, servicios,
comercio- controlando integralmente los circuitos capitalistas (materias primas, elaboración, distribución, mercadeo), siendo quien
aporta las grandes sumas de dinero necesarias para generar la producción en su
conjunto.
La OTAN es la instancia militar mundial (de
Estados Unidos y de Europa Occidental) que sostiene a todo el sistema del petrodólar, obligando bajo amenaza
militar a los diversos países a comerciar en esa moneda. Quienes se salen de
ese sistema son declarados miembros del “Eje del mal” (y eventualmente
destruidos). Es por este motivo que más de tres millones de soldados
estadounidenses están acantonados en casi 1,500 bases militares
dirigidas por Washington a lo largo y ancho del globo, en 120 países. ¿Para
qué? ¡Para cuidar a esos megacapitales y a los ostentosos privilegios de sus
propietarios!
Esos inconmensurables capitales
tienen nombre y apellido: son los poderosos grupos económicos que
dirigen las finanzas mundiales, y a través de sus bancos, con los
llamados fondos de inversión, manejan incontables empresas
multinacionales dedicadas a todos los rubros: energéticos,
armamentos, alimentación, comunicaciones, transportes, industria química. Entre los más connotados se encuentran Goldman
Sachs, Rockefeller, JP Morgan, Loeb Kuhn, Lehman, Du Pont, Rothschild,
Warburg, Lazard, Israel Moses Seifs.
Manejando las finanzas internacionales del mundo capitalista (ahora
enfrentados a los grandes capitales chinos), tienen como organismos operativos
a los brazos técnicos de Bretton Woods:
el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. El dólar
intenta seguir mandando, y las políticas neoliberales que vienen aplicándose
desde los 70/80 del siglo pasado, siguen impertérritas, más allá de las
protestas que actualmente vemos.
“Los imperios económicos están interesados en promover el endeudamiento de los gobiernos. Cuanto más grande es la deuda, más costosos son los intereses. Pero además pueden exigir al presidente de turno privilegios fiscales, monopolios de servicios, contratos de obras, etc. Si este gobierno no acepta, provocarán su caída, promoviendo disturbios y huelgas que al empobrecer a la nación los obliga a claudicar ante sus exigencias”, tal como perfectamente lo dijera el historiador estadounidense Carroll Quigley. Se mueven con pasos muy finamente estudiados, saben lo que hacen y dónde quieren llegar y, de momento, parecieran tener casi todo el planeta bajo control.
El neoliberalismo, lamentablemente, no está derrotado, no está de
salida. Los pueblos están diezmados, sin dudas; los capitales no. Aunque
apoyemos fervientemente todo alzamiento popular, no podemos decir que esas
políticas están derrotadas, ni en vías de serlo muy prontamente. Los recursos
naturales del mundo siguen siendo saqueados por ese capitalismo voraz,
y cuando se intenta defenderlos con espíritu nacionalista: golpe de Estado,
como el recién acontecido en Bolivia, o ahogo insoportable, como en Venezuela.
Con China y con Rusia no se meten porque el poder militar de estas
potencias se los impide. Pero ganas no le faltan.
Cuando en 1963 el presidente de Estados Unidos John Kennedy, que no era socialista
precisamente, intentó transformar la FED con un famoso decreto
presidencial (Executive order number 11110),
evitando que fuera ese banco quien emitiera los dólares, para pasar a
hacerlo el gobierno central (ahorrándose así los intereses que Washington debe
pagarle a esa banca privada al contraer créditos), al poco tiempo fue
asesinado. Y todavía no existían formalmente lo que ahora llamamos
neoliberalismo.
Con todo lo dicho no se quiere restar importancia a
las protestas populares que se han encendido recientemente. Por el
contrario, ese es el camino: la insurgencia popular,
el levantamiento de los pueblos. Pero
sin proyecto organizado y conducción certera no se pasa de los cacerolazos, no
se conmueven las políticas trazadas. El neoliberalismo,
mal que nos pese, está demasiado firmemente enraizado. Pero la lucha sigue.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario