LA CRISIS DE LA DEMOCRACIA LIBERAL. ¿Puede
sobrevivir la democracia sin prosperidad económica que no incluya una parte muy
sustancial de la población? No parece casualidad que
los ataques al régimen democrático se den después de crisis económicas. La
gran depresión de los años treinta y la gran recesión a raíz de la crisis
financiera de 2007-2009 parecen abonar la tesis de que la democracia necesita
una clase media muy amplia para florecer y mantenerse. En efecto, el
populismo ha subvertido, y eliminado en algunos casos, las democracias. El
ejemplo de los fascismos de los años treinta es desgarrador. Ahora el resurgir
del nacionalismo excluyente no se da sólo en las autocracias como Rusia,
China o Turquía, también en las democracias consolidadas cono EE.UU., el
Reino Unido o Italia, por no hablar de algunos países del Este de Europa.
En ellos impera la máxima “América –o el país que sea– primero”. El
referéndum del Brexit y la elección de Trump han puesto de manifiesto la
facilidad en la manipulación de procesos democráticos. Las campañas de
desinformación bien organizadas y potenciadas por las redes sociales con
empresas que sólo quieren el beneficio a corto plazo no tienen en cuenta las
grandes externalidades negativas que la propagación de noticias falsas comporta
para la sociedad.
El resultado es que buena
parte de los electores de los países desarrollados han dado la espalda a los
partidos políticos tradicionales. Eso
ha sido así por el descontento de la clase media, que ha sufrido las
consecuencias de la globalización con la competencia de mano de obra
barata de países emergentes, ya sea por la inmigración o por las
importaciones, así como por el cambio tecnológico. En efecto, la globalización ha sido muy eficaz al hacer surgir una
clase media en los países emergentes como China, pero la clase media en los
países desarrollados se ha estancado. Los partidos tradicionales no han sabido
dar respuesta a la situación limitándose a decir, implícita o explícitamente,
“no se preocupen, ya mejorará la situación”. Naturalmente, cuando uno ve que su
puesto de trabajo desaparece y no encuentra otro, y que para los jóvenes
encontrar un trabajo decente es misión imposible, entonces el terreno está
abonado a los populistas y demagogos. Estos señalan los problemas reales, pero
dan soluciones que no lo son, además de culpabilizar a algún colectivo como
pueden ser los inmigrantes. El caso de Italia es paradigmático. La coalición
antisistema de la derecha xenófoba y del Movimiento 5 Estrellas promete rebajar
impuestos y repartir dinero, ignorando los principios económicos más básicos, y
amenaza con salir del euro. Los políticos populistas amenazarían con salir del
euro, y no sería la primera vez, teniendo en cuenta que eso crearía un problema
en el sistema europeo. El presidente Mattarella ha
parado el golpe vetando al euroescéptico ministro Savona y de rebote al
candidato a primer ministro, con currículum inflado, Conte.
¿Es posible el escenario
de una salida de Italia del euro? De hecho, en el programa inicial de la
coalición italiana se pedía la cancelación de la deuda en manos del Banco
Central Europeo. Es
una muestra de la inexperiencia de los nuevos políticos italianos. No se dieron
cuenta de que al haber puesto esto en el programa se dificultaba que el BCE, con Draghi al frente, acudiera al rescate de
Italia si los acreedores internacionales no le renovaban el crédito.
La confianza en que todo se arreglará de una manera u otra para evitar el
desastre puede no estar bien fundamentada, no siempre el presidente de la
República acierta. Harold James, historiador de la Universidad de Princeton,
ha dejado patentes las lecciones que se pueden extraer de la caída de la
República de Weimar y del ascenso del partido nazi en el poder en la Alemania
de la década de los años treinta del siglo pasado. James nos recuerda la
fragilidad del sistema democrático en una crisis económica en que las
constituciones no necesariamente protegen el sistema (la de Weimar era
considerada un modelo, incluso Max Weber participó en su diseño). La República
no sobrevivió a una disolución prematura del Parlamento con un presidente
Hindenburg debilitado, indicando que la democracia no había funcionado; ni al
referéndum sobre las reparaciones de la Primera Guerra Mundial, campo abonado a
la demagogia; ni a una cultura política en la que los líderes demonizan a los
oponentes. La coincidencia de los partidos y las estructuras políticas
establecidas al no abordar los problemas de fondo de la sociedad dejan el campo
a las propuestas populistas y, a veces, al gobierno de los jueces. Este ha sido
el caso de Italia, y los resultados no han sido buenos.
La crisis política,
tanto en España como en Catalunya, necesita grandes dosis de regeneración y de
liderazgo para
afrontar cuestiones como el legado de la crisis, la corrupción, la
preparación para el cambio tecnológico digital y la estructura del Estado
con el encaje de Catalunya como tema
prominente (aparte de la división interna dentro de Catalunya). No hay tiempo
ya para la complacencia, el sistema democrático tiene que demostrar
resultados. Las organizaciones de la sociedad civil, ante una dinámica
política destructiva, harán bien en dejar de lado la
influencia como lobby de intereses y reclamar un marco político que resuelva
los problemas de la sociedad. Fuente, Xavier Vives. La Vanguardia.
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Dr. En Sociología. Manuel Castells.
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"HAY UNA FALTA DE CONFIANZA EN LA
DEMOCRACIA LIBERAL TAL Y COMO ESTA EXISTE":
El análisis del sociólogo Manuel Castells
sobre la crisis política en Chile
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El Mostrador.
Martes 19 de
noviembre del 2019
El destacado sociólogo y economista
español visitó Chile para ver de cerca el estallido social que sacude al país
hace ya casi un mes.
El académico explicó que el fenómeno no es algo excepcional, sino que es una tendencia
global y, a su juicio, el gran problema es el capitalismo, "que
si bien genera crecimiento, produce mucha desigualdad, lo que lo hace muy
inestable y con cuadros de crisis recurrentes". Bajo esa premisa,
el intelectual apuntó a una "crisis de la gestión de la crisis”
producto de la falta de credibilidad y legitimidad de las instituciones y
procedimientos democráticos. A raíz de esto, dijo,
"se produce un
bloqueo y los ciudadanos, al advertir eso, optan por salirse del marco, lo
desbordan y ahí vienen las explosiones sociales". Para Castells, la
única forma para superar la crisis es "intentar tender puentes entre las
fuerzas políticas de gobierno y oposición, izquierdas y derechas, para encauzar
lo que sucede, a través de acuerdos dónde todos cedan y siempre de manera
transparente".
A pesar de que, ante la coyuntura
nacional, el equipo organizador de Puerto de Ideas Valparaíso decidió cancelar
el Festival, el destacado sociólogo y economista español Manuel Castells
decidió mantener en pie su concurrencia y realizó una conferencia titulada "La Crisis Global de la Democracia Liberal", la que originalmente estaba programada
como actividad inaugural del encuentro.
El profesor emérito de Sociología de
la Universidad de California, Berkeley y profesor de Comunicación en la
Universidad del Sur de California visitó
el país y comentó, en entrevista con El Mercurio, la "tormenta
social" por la que atraviesa Chile.
Durante su exposición Castells, señaló que lo que ocurre en Chile, el estallido social, no es algo excepcional, sino que es un fenómeno
global. A juicio del sociólogo, esto se debe a que actualmente
"el capitalismo
exhibe una inestabilidad de los mercados financieros globales como fruto de la
crisis del 2008, que ha tenido grandes repercusiones que, entre otras cosas,
han llevado a un recorte masivo del gasto social y a una disminución de las redes
del Estado de bienestar".
Lo anterior, según señala Castells,
ha puesto en el centro de la discusión las cuestiones propias de la desigualdad, "que ha crecido enormemente
en el mundo, aunque en Chile haya disminuido un poco".
Para fundamentar esto último, el
sociólogo cita el índice que mide la desigualdad en los países, el índice de
Gini, que en el caso de Chile se sitúa muy por sobre el de países de la OCDE.
"Por
lo tanto, el gran problema del capitalismo es que si bien genera crecimiento,
produce mucha desigualdad, lo que lo hace muy inestable y con cuadros de crisis
recurrentes", señaló
al matutino.
La desigualdad es la clave del descontento y, de
acuerdo a lo señalado por Castells,
"esto genera condiciones de insatisfacción", sin embargo, no
es lo único.
"También
concurren causas propiamente políticas y sistémicas. El tipo de democracia
liberal en que nos encontramos también forma parte de este cuadro de crisis, y
no verlo sería simple miopía", destacó.
El intelectual asegura que la democracia se ha ido
debilitando fuertemente en ciertos lugares del planeta. "Pensemos en
América Latina", dice,
"donde la mayor
parte de los países la ha conseguido a costa de sangre, sudor y lágrimas. Si observamos los datos,
vemos que la gran mayoría de las poblaciones en estos países no cree en las
instituciones que los representan. Hay una falta de confianza en la democracia
liberal tal y como esta existe", explicó.
Paradoja
Respecto a la falta de confianza en la
democracia, Castells dice que nos encontramos en una paradoja ya que, a
su juicio,
"a las personas
no les gusta la democracia en que les toca vivir y es verdad que en aquello los
políticos son responsables, pero me parece que se exagera".
"Algunas de las
críticas a los dirigentes políticos me resultan algo injustas. No todos son
corruptos, no todos son oportunistas, no todos están vendidos a poderes
financieros; sin embargo, la gente lo piensa así y hay que lidiar con
ello",
comentó.
Bajo esa premisa, apuntó a las redes
sociales.
"Son
manipulación de información, sin filtros profesionales, que han adquirido
enorme importancia en campañas políticas", argumentó comparándolas con los
medios tradicionales, a los que les queda solo una esperanza: "la
credibilidad", dice.
Dignidad
Un plano aéreo de la Plaza Italia
de Santiago muestra un gigantesco rayado que dice "dignidad",
el concepto es clave y es común verlo en pancartas de manifestantes e incluso
en gritos como "el pueblo, el pueblo, el pueblo dónde está, el
pueblo está en la calle pidiendo dignidad".
Para Manuel Castells, movimiento tras movimiento, sin comunicarse entre
ellos, la demanda central con palabras distintas en cada idioma ha sido solo
una: dignidad.
"Llego a Chile
y las personas con las que he hablado, de diferentes sectores, me dicen
exactamente lo mismo.
Hay que ver bien cuál es el concepto que hay detrás, pero para mí dignidad
quiere decir el reconocimiento de que soy un ser portador de derechos y que, en
términos políticos, me tienen que rendir cuentas y respetar", apuntó.
"Por eso, sin
educación, salud, sueldos mínimos, empleos, la dignidad es un concepto vacío. Dignidad es la más profunda referencia a la
calidad de ser humano que tenemos las personas" señaló el
sociólogo.
Navegar en medio de una tormenta
Sin duda el mundo político tiene una
tarea de alta complejidad, la que se compara con "navegar en medio de
una tormenta", dice Castells, pero sí se puede lograr, asegura.
¿Cómo? Según dijo en la entrevista, la
clave para superar este tipo de crisis está en la gestión política.
"Lo que suele
presentarse es una 'crisis de la gestión de la crisis', producto de la falta de
credibilidad y legitimidad de las instituciones y procedimientos
democráticos". Pero, si los instrumentos para gestionar la crisis no
tienen legitimidad, no existen o están desestructurados, "no podemos hacer
nada", sentencia.
A raíz de esto "se produce
un bloqueo y los ciudadanos, al advertir eso, optan por salirse del marco, lo
desbordan y ahí vienen las explosiones sociales".
Para Castells, la única forma para
superar la crisis es
"intentar
tender puentes entre las fuerzas políticas de gobierno y oposición, izquierdas
y derechas, para encauzar lo que sucede, a través de acuerdos dónde todos cedan
y siempre de manera transparente".
Violencia en las manifestaciones
Respecto a los hechos de violencia, Castells
dice que lo que ahora estamos viendo, en una segunda oleada de insatisfacción
ciudadana que empieza más o menos hace un año,
"es
que en países donde no ha habido casi ninguna respuesta ya no se presentan
movimientos articulados: vemos explosiones sociales donde la gente no puede
más, y dice “basta”.
Eso sí, comenta que las explosiones
sociales no tienen por qué ser en sí violentas.
"Pero no podemos
negar que esta existe, y la razón parecería ser que hay quienes piensan que, si
no emprenden acciones más duras, nadie les hará caso. Y procuran ocupar sitios
simbólicos, interceptar comunicaciones, etc. La diferencia con hace pocos años es que ahora
las personas no tienen miedo".
Finalmente, frente al actual de las
fuerzas policiales, muchas veces calificado como excesivo y que viola los Derechos
Humanos, Castells
recomienda que se debe tener mucho cuidado en la forma de contener la violencia
en los márgenes de esas protestas sociales.
"Evitar por
todos los medios que se convierta en un elemento que acelere y radicalice las
manifestaciones, haciendo entonces que la parte más amplia de los que protestan
pacíficamente se añada a la violencia. Hay que saber
cómo se reprime y para ello existen tácticas sofisticadas", concluyó.
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