SEÑOR PRESIDENTE. “Usted está acusado de enriquecerse presuntamente en
forma ilícita en la dictadura y de evadir impuestos de bienes inmuebles durante
treinta años. Todo ello hizo que una leve alza en el precio del
metro fuera la gota que rebasó el vaso, unida a una descontrolada y brutal
represión policial sobre estudiantes secundarios”.
Pero,
señor Presidente, usted y el gobierno que dirige se equivocan de objetivo:
El pueblo no es el enemigo sino la víctima, y al pueblo hay que protegerlo y no castigarlo con
medidas de excepción. “¡Hemos perdido el miedo!”, dicen chilenas y chilenos
en redes sociales, “¡Chile despertó!”, es uno de los lemas de este movimiento social
espontáneo que ya comienza a organizarse. “¡Esto no ha hecho más que
empezar!”, aseguran otros. “¡Tenemos que seguir!”, afirma un campesino al
ver cómo ante las protestas, aquel río seco ayer fluye hoy a caudales después
de que una importante empresa liberase el agua injustamente arrebatada a
quienes subsisten de la agricultura. Por nuestra parte, seguimos y
seguiremos muy atentos a lo que ocurre en Chile. Sepan que las violaciones de los derechos humanos que se están
cometiendo y los crímenes perpetrados en contra de la población civil, esta
vez no quedarán en la impunidad porque, además de la Fiscalía de Chile y del
Instituto Nacional de Derechos Humanos, existe la Jurisdicción Universal, existe
la Corte Penal Internacional, el Sistema Interamericano de Derechos Humanos
y una comunidad internacional atenta y vigilante,
que no permitirá que en Chile se vuelvan a repetir los horrores del pasado”.
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El Juez español Baltazar Garzón. el mismo que detuvo al dictador y criminal fascista Pinochet, hoy dirige una Carta-Comunicación al presidente Piñera, precisamente el mentiroso de su famoso e inexistente "Oasis" latinoamericano, cuando en realidad era el epicentro de la mayor crueldad de violación de los Derechos Humanos y el país de la más vil, salvaje e inhumana Desigualdad Económico-Social. Hoy vemos las consecuencias de un Pueblo, de una Ciudadanía marcando un hito histórico: "hemos perdido el miedo", "Chile despertó", de nuevas formas de lucha colectiva, protesta social y Rebelión Popular.
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LA CARTA DE BALTASAR GARZÓN A PIÑERA, EL
NEOLIBERAL DE LOS "TIEMPOS MEJORES" PARA CHILE.
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Cuelgo aquí la valiente carta que el juez Baltazar Garzón envió a Sebastián Piñera, el Presidente más insensible e inepto de los últimos 30 años.
“Usted está acusado de enriquecerse presuntamente en forma ilícita en la dictadura y de evadir impuestos de bienes inmuebles durante treinta años. Todo ello hizo que una leve alza en el precio del metro fuera la gota que rebasó el vaso, unida a una descontrolada y brutal represión policial sobre estudiantes secundarios”.
Señor Presidente:
Soy
Baltasar Garzón, el juez español que ordenó la detención de Augusto Pinochet en
Londres el 16 de octubre de 1998. No, le conozco, ni he mostrado
interés en hacerlo. Sí lo he hecho con todos los demás presidentes democráticos
de su país, al que tanto quiero. Quizás por el cariño hacia el pueblo chileno y
por la defensa que siempre he hecho de las víctimas, mi defensa de los pueblos
originarios y de los más vulnerables, he decidido dirigirle esta misiva con
profundo dolor e indignación por lo que está ocurriendo en Chile.
Señor
Presidente, tal parece que chilenas y chilenos han dicho
basta. Y lo están diciendo fuerte y claro. Se trata de un estallido social
espontáneo que no está dirigido por partido político alguno. Una simple
protesta estudiantil por el alza en el billete de metro, severamente reprimida
por la policía, Carabineros de Chile, fue la mecha que encendió la rabia y la
ira acumulada durante casi treinta años. Ellos han sido los ejecutores de una
medida política ordenada por su gobierno.
Señor
Presidente, convendrá conmigo que, debajo del pretendido
milagro económico que muchos atribuyen a Pinochet, un modelo de desarrollo
mantenido por la transición chilena y la posterior democracia, se esconde el
triste récord de ser uno de los diez países más desiguales del mundo, al
mismo nivel de Ruanda, según el índice Gini aplicado por el Banco
Mundial. Es cierto que en el país existe desarrollo y mucha riqueza, pero sólo
para una reducida élite política y empresarial. Asimismo, Chile posee
también unas cifras macroeconómicas inmejorables, con un sostenido crecimiento
durante décadas, pero con un paulatino y constante empobrecimiento y endeudamiento
de la inmensa mayoría de la ciudadanía, que este año alcanzó su máximo
histórico, según la prensa y el propio Banco Central. Su país, señor
Presidente, también ingresó hace años en el selecto club de las naciones ricas,
la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), como
flamante país desarrollado, con altos niveles de productividad y
competitividad, pero, nuevamente, a costa de bajos salarios de los trabajadores
y de una casi total desprotección social.
Como
la máxima autoridad política, usted debe saber que la Constitución que rige
actualmente en Chile fue adoptada en plena dictadura militar, mediante la
celebración de un referéndum que tuvo lugar mientras los testaferros de
Pinochet torturaban, asesinaban y desaparecían a los opositores políticos. Esa
Constitución experimentó varias modificaciones para hacer posible la transición
y luego la entrada en democracia, y ha sido reformada después en innumerables
ocasiones, pero su espíritu y su orientación sigue siendo la misma. No hay un
Estado “social” y democrático de Derecho, sino un Estado “liberal” o
“neoliberal” o “subsidiario” de Derecho. Ello implica que, salvo excepciones,
los servicios públicos del Estado son de mala calidad, pensados para personas
de muy escasos recursos o indigentes, por lo que quien quiera acceder a ellos
en condiciones adecuadas, debe contratarlos en el mercado. Así ocurre con la
educación, con la sanidad, con las pensiones, con el transporte y con un largo
etcétera. Realmente, pese a los esfuerzos de algunos gobiernos progresistas, no
existe Estado de Bienestar. En la lógica neoliberal el Estado debe ser pequeño,
lo más pequeño posible, por lo que si alguien quiere acceder a servicios de
calidad, debe pagarlos con sus propios recursos, convirtiendo así a ciudadanas
y ciudadanos en meros consumidores de servicios privados.
Es
por ello, señor Presidente, que en los últimos años se han dejado ver las
protestas de estudiantes secundarios y universitarios, de pensionistas, de
trabajadores que reclaman un sueldo digno, sin que sus demandas hayan sido
debidamente atendidas. Se ha hecho patente el descontento, la falta de
expectativas, la indiferencia de las autoridades y sus promesas incumplidas,
sumado a millonarios escándalos de corrupción de grandes empresas, de
políticos, incluso del Ejército, del propio cuerpo de Carabineros de Chile y,
cómo no, de usted mismo. Usted está acusado de enriquecerse presuntamente en
forma ilícita en la dictadura y de evadir impuestos de bienes inmuebles durante
treinta años. Todo ello hizo que una leve alza en el precio del metro fuera la
gota que rebasó el vaso, unida a una descontrolada y brutal represión policial
sobre estudiantes secundarios.
La violencia engendra violencia
Quizás no le guste oír esto, pero usted, como presidente, frente a una protesta social sin precedentes en democracia, y con los neoliberales herederos de Pinochet que gobiernan actualmente el país, no han encontrado mejor salida que implementar una estrategia que conocen muy bien: acudir al Ejército para que los militares nuevamente salgan a la calle a reprimir a la gente.
De más está decir que la violencia engendra más violencia, que no se puede combatir el fuego con gasolina, que con los militares en la calle tarde o temprano habrá heridos graves y más muertos. El ejército no está preparado para controlar el orden público, sino para hacer la guerra, para doblegar al enemigo o destruirlo. Siempre que los militares salen a la calle, incluso si es para “combatir” o “luchar” en una supuesta guerra a la delincuencia, las cosas no han hecho más que empeorar. La delincuencia, los saSiempre que los militares salen a la calle, incluso si es para “combatir” o “luchar” en una supuesta guerra aqueos y desmanes no cesan, sino que a ellos se suma la violencia estatal, que se ejerce de manera indiscriminada y que luego se oculta de la peor manera para garantizar su impunidad. Pero, señor Presidente, usted y el gobierno que dirige se equivocan de objetivo: El pueblo no es el enemigo sino la víctima, y al pueblo hay que protegerlo y no castigarlo con medidas de excepción.
“¡Hemos perdido el miedo!”, dicen chilenas y chilenos en redes sociales, “¡Chile despertó!”, es uno de los lemas de este movimiento social espontáneo que ya comienza a organizarse. “¡Esto no ha hecho más que empezar!”, aseguran otros. “¡Tenemos que seguir!”, afirma un campesino al ver cómo ante las protestas, aquel río seco ayer fluye hoy a caudales después de que una importante empresa liberase el agua injustamente arrebatada a quienes subsisten de la agricultura.
Por
nuestra parte, seguimos y seguiremos muy atentos a lo que ocurre en Chile.
Sepan que las violaciones de los derechos humanos que se están cometiendo y los
crímenes perpetrados en contra de la población civil, esta vez no quedarán en
la impunidad porque, además de la Fiscalía de Chile y del Instituto Nacional de
Derechos Humanos, existe la Jurisdicción Universal, existe la Corte Penal
Internacional, el Sistema Interamericano de Derechos Humanos y una comunidad
internacional atenta y vigilante, que no permitirá que en Chile se vuelvan a
repetir los horrores del pasado.
No
le quepa duda, señor Presidente, que no somos de la opinión del secretario
general de la OEA, que echa la culpa de todo lo que ocurre en Latinoamérica a
Cuba, Venezuela, Rafael Correa, Lula da Silva, Cristina Fernández de Kirchner o
Alberto Fernández y de quienes discrepan de la ola neoliberal que nuevamente
con el patrocinio del norte, como aconteciera en los años 70, asola el
continente. Esta vez no nos vamos a dejar engañar ni
humillar por aquellos que de nuevo quieren avasallar y acabar con la
resistencia y expresión democráticas del pueblo.
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