“Discursos
morales y globalización. Ahora bien ¿por
qué los discursos morales cobran tanta notoriedad política en la época en que
hoy vivimos? Los debates siempre estuvieron presentes con
énfasis distintos y según las realidades construidas en cada país, así como
lo religioso siempre fue un factor cultural importante, tendiendo a ser
intrascendente en algunas sociedades de consumo del primer mundo, pero pasando
en realidad a convertir otros factores en la dimensión de la adhesión y
feligresía que comporta una religión. Desde
el mundo del consumo o la tecnología, pasando a las nuevas religiones
del cuerpo o de la alimentación sana, que más allá de ser una forma de vida buena, funciona
como una nueva religión, que además incorpora a los miedos y sus demonios
para asegurar la feligresía; las enfermedades, las hecatombes, las guerras
o las invasiones extraterrestres, que suenan como guiones de películas, en
realidad son nuevos parámetros en los que el sistema centra su seguridad más
allá de la participación ciudadana y civismo militante, en el culto al
individualismo. Por eso la
moralidad o la teoría sobre los comportamientos correctos en sociedad, no sólo se
centran en la legalidad sino en lo religioso, y lo correcto en este discurso
termina siendo la versión dogmática de la Biblia, acompañada e
interpretada “divinamente” por pastores y sacerdotes que juzgan a la
sociedad mundana y la instan a volver al camino correcto”.
“Pero esta condición religiosa e
ideológica termina haciendo colisión con la globalización que
impuso al mercado como parámetro de convivencia, de la
competencia como forma de triunfo, y de la identidad como un derecho
que da cabida a la ciudadanía; este ideal liberal en marcha y empujado por
no sólo un mundo que creo nuevas y múltiples maneras de ser-pertenecer y
participar, se confronta con las realidades de la diversidad de conflictos que
hacen a un mundo cada vez más global y capitalista, con más hambre y desigualdades,
mayores migraciones mundiales de los pobres buscando nuevas oportunidades,
ricos cada vez más ricos tras de transnacionales sin país ni nación junto a
operadores políticos mundiales que legalizan la explotación y la exclusión
mundial. El neoliberalismo como discurso cipayo para nuestros países se impone como discurso de acceso
a la globalización, vendiendo la imagen de acceso al primer mundo, siempre
y cuando el mercado libre permita junto a la flexibilización de la mano
de obra barata, el libre acceso a las materias primas y empresas del tercer
mundo”.
“Sin embargo, esta versión del mundo
globalizado que no dejó de crear la versión mágica e ilusoria del mundo feliz, tenía como
límite al propio capitalismo que no deja de enriquecer a unos sobre la miseria
y la explotación de la mayoría; y las ilusiones no duran mucho, y los
movimientos sociales e insurreccionales desarrollan estrategias de resistencia
y de enfrentamiento generando quiebres y grietas en el sistema globalizador y
concatenado del capitalismo mundial. Gobiernos
progresistas, más bien nacionalistas son
los que empiezan a ser parte de las opciones en el primer mundo, así como en
nuestros países latinoamericanos. El discurso antiglobalización y anti
neoliberal se posesiona como realidad frente a la miseria y permite que
nuevos actores políticos movilizados e insurrectos abran brecha en los procesos
políticos formales de la democracia liberal y permitan llegar al gobierno a la nueva
izquierda fundamentalmente nacionalista y populista que empezó a hacer cambios
y transformaciones sociales en contraste con el
neoliberalismo salvaje, y el imperialismo geopolíticamente dominante.
/////
El feminismo como movimiento social progresivo y pluricultural. El feminismo no busca elevar a la
mujer al rango del hombre como si fuese el hombre el ser modelo que queremos
alcanzar como mujeres, el feminismo busca la igualdad en Derechos y en la
capacidad de decidir cómo queremos definirnos libremente.
***
GLOBALIZACIÓN
E "IDEOLOGÍA DE GÉNERO".
*****
Juan Carlos Pinto Quintanilla.
Rebelión jueves 10 de octubre del 2019.
Análisis crítico sobre la mundialización y la
supuesta “ideología de género”.
Género
y patriarcado
Decía Simone de Beauvoir que el papel del género es
una construcción social de roles establecidos por la sociedad, que mujer no se
nace sino se hace socialmente, marcando claramente una reivindicación de
identidad en medio de una visión profundamente patriarcal, conservadora y
religiosa que había mantenido una definición fundamentalmente biológica para
referirse a las diferencias de género.
Quien define lo que es y cómo debe ser sino la
estructura de poder dominante que establece el sentido común de las creencias y
de los hábitos sociales, que preserva una manera de organizar el mundo.
De esta manera el eje articulador de la cultura a
pesar de su cuestionamiento liberal dentro el capitalismo, siempre
estuvo marcado por la esencia religiosa que marcó el dogma sobre la
espiritualidad de los pueblos. Las religiones en definitiva desde una perspectiva
mágica y divina, empoderaron el poder patriarcal, y por tanto la forma
familiar, social y estatal de establecer quien tiene el poder de
institucionalmente sostener el orden impuesto y también sobre los
cuerpos.
Resistencias
y mundo pluriversal.
Ahora bien, en un mundo que no ha cesado de cambiar
dentro el capitalismo, también se gestaron las resistencias y afloraron las
identidades sometidas, que aún en el orden liberal demandaron a la sociedad y a
los Estados, la posibilidad de ser parte de la construcción social frente a la
visión monocultural del poder patriarcal y autoritario
Se multiplicaron los pensamientos múltiples y los
movimientos sociales, femeninos y de las diversidades; junto a otras luchas
pendientes que tienen que ver con un mundo pluriversal donde las diversidades
étnicas ya no son una “etapa” rumbo a la uniformización del mercado, sino
que se reivindican como la identidad con la que se presentan ante el mundo. Lo
propio con las diversidades sexuales, que de la persecución, tortura y
asesinato pasan a la reivindicación del derecho a ser ante el mundo lo que
sienten que son y no lo que el sistema imperante y patriarcal dice que deben
ser.
Es una revolución liberal desatada por el auge del
individualismo, que inicialmente estuvo emparentada con el Capitalismo y su
necesidad de afirmar propiedad privada como la esencia del individualismo, pero
que más tarde entró en conflicto por cuanto el exceso de libertades demandadas
por el liberalismo, ponía en peligro la propia gobernabilidad
deseada del capitalismo y su prioridad en el mundo del mercado.
Mientras el Muro
caía, y dejaba lugar al discurso del mundo capitalista como unipolar, al margen de la institucionalidad
democrática o no del mundo occidental, las nuevas identidades que se sienten agredidas
por el mundo cultural del mercado, que tan sólo las comercializa o las usa como
un símbolo de la “libertad”; impulsan reivindicaciones y a crecer la
organización de las mujeres y de las diversidades que no sólo reclaman “tolerancia”
social, sino ser parte de la construcción del mundo, y por tanto romper con
el monopolio cultural y político de quienes lo dominan desde el patriarcado y
desde el absolutismo político de los Estados.
Movimientos
sociales y el feminismo.
Dichos movimientos, ya desde los años 60,
sobrepasan en todo momento las instituciones creadas por el Estado para
participar en política; desde los partidos o bien desde las autoridades
elegidas para la representación de los intereses de la ciudadanía. Son los
movimientos sociales antibelicistas contra la guerra de Vietnam, son las
revueltas estudiantiles del 68 francés pero también del Tlatelolco mexicano, es
el movimiento hippie, es el movimiento negro contra el racismo, es el movimiento
carcelario alternativo de las cárceles abiertas y junto a otros es el movimiento feminista; en
definitiva son los excluidos y marginados del sistema que toman la palabra y
las calles, que confrontan la institucionalidad.
Pero al propio tiempo será la misma institucionalidad la que se encargará de transformar la radicalidad en conformismo, en moda y aunque ese embate histórico forzó a la sociedad hacia el reconocimiento de derechos fundamentales más allá de lo formal… también se canceló el tiempo de las transformaciones culturales, en espera de un nuevo momento.
Pero al propio tiempo será la misma institucionalidad la que se encargará de transformar la radicalidad en conformismo, en moda y aunque ese embate histórico forzó a la sociedad hacia el reconocimiento de derechos fundamentales más allá de lo formal… también se canceló el tiempo de las transformaciones culturales, en espera de un nuevo momento.
Entonces en medio de este proceso
institucionalizador, un tipo de discurso feminista (más no el
movimiento social de las mujeres, que desde su realidad y con sus propios
liderazgos impulsaron la radicalidad del cambio revolucionario con un discurso
antisistema capitalista ligado a la despatriarcalización) se convirtió en
discurso electoral, en construcción institucional de fundaciones y Ongs;
que contaron con ingentes recursos para luchar por un feminismo descafeinado,
que busque igualdad de oportunidades laborales y de competencia en el mismo
mundo del mercado; muchas organizaciones buscaron potenciar la participación
laboral y social de las mujeres, mientras las reivindicaciones políticas
servían para que sectores intelectuales y de la pequeña burguesía se empoderen
con los sectores de poder y en la emergencia de una democracia que busca ser
liberal, pero nunca más radical.
Llegó el tiempo en que todos los organismos
internacionales, pusieron como variable fundamental de sus
financiamientos a gobiernos y Ongs, el que la variable de género fuese tomada
en cuenta, que en sí fue un avance importante en el camino de la
democratización social, sin embargo la direccionalidad política se quedó en
el caso del tercer mundo, en la formación artesanal para lograr mejores
recursos de vida o en la asociación de sectores populares para emitir el mismo
discurso asimilador del proceso de domesticación generado desde siempre.
Entonces las iglesias junto a Ongs toman el impulso
de emitir el discurso junto a apoyo económico y promoción social, de esta
manera una vez más el discurso emitido como repetición es profundamente conservador,
y paulatinamente van centrando su discurso en torno a que los cambios
revolucionarios y de equidad son parte de la invención diabólica y
finalmente se termina centrando en que el cuerpo de las mujeres le pertenece a
dios y que nadie salvo él puede interrumpir la obra divina del embarazo;
idea que coincide plenamente con la tradición patriarcal absorbida por nuestras
culturas en torno al patrimonio fundamental de los hombres y en definitiva que
solo ellos pueden decidir la existencia de su descendencia, dejando a las
mujeres el papel de “incubadoras” del patrimonio de la descendencia masculina.
Como menciona Ignacio López Vigil, la Biblia en
definitiva es un libro inspirada en la fe, escrita por testimonios de vida que
sin embargo expresan la visión patriarcal de ese tiempo, no “la mirada
divina” de que dios santifica el patriarcalismo, como algunas
iglesias pretenden justificar apelando al dogmatismo.
Discursos
morales y globalización
Ahora bien ¿por qué los discursos morales cobran
tanta notoriedad política en la época en que hoy vivimos? Los debates
siempre estuvieron presentes con énfasis distintos y según las realidades
construidas en cada país, así como lo religioso siempre fue un factor
cultural importante, tendiendo a ser intrascendente en algunas sociedades
de consumo del primer mundo, pero pasando en realidad a convertir otros
factores en la dimensión de la adhesión y feligresía que comporta una religión.
Desde el mundo del consumo o la tecnología, pasando
a las nuevas religiones del cuerpo o de la alimentación sana, que más
allá de ser una forma de vida buena, funciona como una nueva religión, que
además incorpora a los miedos y sus demonios para asegurar la feligresía;
las enfermedades, las hecatombes, las guerras o las invasiones extraterrestres,
que suenan como guiones de películas, en realidad son nuevos parámetros en los
que el sistema centra su seguridad más allá de la participación ciudadana y
civismo militante, en el culto al individualismo.
Por eso la moralidad o la teoría sobre los
comportamientos correctos en sociedad, no sólo se centran en la legalidad sino
en lo religioso, y lo correcto en este discurso termina siendo la versión
dogmática de la Biblia, acompañada e interpretada “divinamente” por pastores y
sacerdotes que juzgan a la sociedad mundana y la instan a volver al
camino correcto.
Pero esta condición religiosa e ideológica termina haciendo colisión con la globalización que impuso al mercado como parámetro de convivencia, de la competencia como forma de triunfo, y de la identidad como un derecho que da cabida a la ciudadanía; este ideal liberal en marcha y empujado por no sólo un mundo que creo nuevas y múltiples maneras de ser-pertenecer y participar, se confronta con las realidades de la diversidad de conflictos que hacen a un mundo cada vez más global y capitalista, con más hambre y desigualdades, mayores migraciones mundiales de los pobres buscando nuevas oportunidades, ricos cada vez más ricos tras de transnacionales sin país ni nación junto a operadores políticos mundiales que legalizan la explotación y la exclusión mundial.
Pero esta condición religiosa e ideológica termina haciendo colisión con la globalización que impuso al mercado como parámetro de convivencia, de la competencia como forma de triunfo, y de la identidad como un derecho que da cabida a la ciudadanía; este ideal liberal en marcha y empujado por no sólo un mundo que creo nuevas y múltiples maneras de ser-pertenecer y participar, se confronta con las realidades de la diversidad de conflictos que hacen a un mundo cada vez más global y capitalista, con más hambre y desigualdades, mayores migraciones mundiales de los pobres buscando nuevas oportunidades, ricos cada vez más ricos tras de transnacionales sin país ni nación junto a operadores políticos mundiales que legalizan la explotación y la exclusión mundial.
El neoliberalismo como discurso cipayo para
nuestros países se impone como discurso de acceso a la globalización,
vendiendo la imagen de acceso al primer mundo, siempre y cuando el mercado
libre permita junto a la flexibilización de la mano de obra barata, el libre acceso
a las materias primas y empresas del tercer mundo.
Sin embargo esta versión del mundo globalizado que no dejó
de crear la versión mágica e ilusoria del mundo feliz, tenía como límite al
propio capitalismo que no deja de enriquecer a unos sobre la miseria y la
explotación de la mayoría; y las ilusiones no duran mucho, y los movimientos
sociales e insurreccionales desarrollan estrategias de resistencia y de
enfrentamiento generando quiebres y grietas en el sistema globalizador y
concatenado del capitalismo mundial.
Gobiernos progresistas, más bien nacionalistas son los que
empiezan a ser parte de las opciones en el primer mundo así como en nuestros
países latinoamericanos. El discurso antiglobalización y anti neoliberal se
posesiona como realidad frente a la miseria y permite que nuevos actores
políticos movilizados e insurrectos abran brecha en los procesos políticos
formales de la democracia liberal y permitan llegar al gobierno a la nueva
izquierda fundamentalmente nacionalista y populista que empezó a hacer cambios
y transformaciones sociales en contraste con el neoliberalismo salvaje, y el
imperialismo geopolíticamente dominante.
Perú.
Movimiento ultraconservador. Iglesias Evangélicas, Congresistas
fujimoristas, algunos medios de comunicación, y otros sectores de ONGs.
religiosas - han logrado construir un movimiento sobre la base de la
llamada "Ideología de Género" y han desatado en el país toda una campaña
demoledora contra la Educación Nacional. Esta presente la derecha más cavernaria, ultraconservadora y ligada a la corrupción.
***
Nueva
derecha conservadora y religiones
Entonces el mundo conservador y religioso, que se
mantuvo a la defensiva pero cuidando sus intereses en el mercado, también ve
una brecha de resistencia para potenciar su propia posición en el
enfrentamiento antiglobalización, y se alinea en la defensa del nacionalismo de
sus países, contra la violencia, en defensa de la vida y contra el ecocidio
capitalista.
Esta nueva fuerza política mundial empezó a crecer y hacerse fuerte, en el crecimiento de la derecha europea y finalmente en la elección de un presidente republicano en EUA como Trump, que expresa plenamente esta nueva condición de la política aparentemente anti globalizante y si nacionalista, enfrentada con el mundo en la protección de sus propios intereses, enfrentado con la diversidad que asume como amenaza a su propia identidad, y buscando recuperar a la familia tradicional como expresión nacionalista, frente a la diversidad sexual globalizante y los “feminismos que la destruyeron”, junto a la defensa de la vida como consigna contra el aborto que es desde este discurso un extremo intolerable de la democracia liberal.
Esta nueva fuerza política mundial empezó a crecer y hacerse fuerte, en el crecimiento de la derecha europea y finalmente en la elección de un presidente republicano en EUA como Trump, que expresa plenamente esta nueva condición de la política aparentemente anti globalizante y si nacionalista, enfrentada con el mundo en la protección de sus propios intereses, enfrentado con la diversidad que asume como amenaza a su propia identidad, y buscando recuperar a la familia tradicional como expresión nacionalista, frente a la diversidad sexual globalizante y los “feminismos que la destruyeron”, junto a la defensa de la vida como consigna contra el aborto que es desde este discurso un extremo intolerable de la democracia liberal.
Este nuevo recambio en la política mundial, es el
que da paso a que las miradas conservadoras se alineen y refuercen esta
estrategia mundial dentro el propio capitalismo.
Estas posiciones político-morales siempre
estuvieron viviendo bajo el ala del sistema, como asumiendo ser su conciencia y
su control; entonces el enfrentamiento con el neoliberalismo como expresión de
la globalización, encuentra como aliados circunstanciales a fuerzas
conservadoras y al progresismo de izquierda, que por razones distintas
enfrentan al neoliberalismo político vigente.
Esta coincidencia permitió que estas
interpelaciones morales se sumaran en casos al discurso político anti
neoliberal y que en casos los sectores populares de las iglesias se alinearan
con el voto progresista. A manera de ejemplo anecdótico, en el pasado
neoliberal, el sacerdote impulsor de las comunidades de base y férreo
defensor de las organizaciones Julio Terrazas,
siendo nombrado cardenal en el nuevo tiempo del progresismo, se convirtió
en un acérrimo enemigo de la nueva izquierda y un aliado de los sectores más
conservadores.
Y es que el nuevo momento abierto por gobiernos
progresistas en el continente, generó nuevas rupturas en el sistema, o más bien
que se visibilizaran las posiciones políticas de la derecha conservadora, que
rápidamente fueron virando hacia el proto fascismo, en sus propuestas
electorales, en su discurso y bajo el ala más conservadora que bajo los
mismos términos políticos había encumbrado a Trump como referente mundial, a
las derechas en crecimiento en Europa, al macrismo en la Argentina y finalmente
a Bolsonaro en Brasil.
Es entonces que empieza una nueva disputa mundial
con las víctimas de siempre. Donde el nacionalismo proto fascista de quienes
esconden sus intereses bajo el patrioterismo excluye a los otros (o sea al
resto del mundo, a no ser que sean ricos), genera diferencias y exalta la
discriminación, enfrenta la diversidad que somos y busca arrasar con la
pluralidad del discurso liberal, y donde están los indígenas y los
migrantes son vistos como causantes del desequilibrio y las crisis nacionales
del primer mundo (y también de los que se creen parte de él), donde la
territorialidad es vista como un derecho “nacional de sobrevivencia” frente al
mundo, mientras el intervencionismo para las potencias mundiales, sigue siendo
“un derecho internacional” en procura de la preservación del sistema mundial y
de sus intereses energéticos.
Sobre
la “ideología de género”
Es en este nuevo discurso que termina de incubarse
la expresión “ideología de género” para mostrar ante el mundo que es el exceso
liberal y la globalización las que han transgredido el límite moral de lo
permitido, que la verdadera lucha es contra el exceso de democracia que ha
permitido que las mujeres tomen decisiones sobre sí mismas, sobre sus cuerpos,
y en definitiva hayan contribuido a la “destrucción de las familias en el
mundo actual”; postura anti abortista que busca recuperar el destino manifiesto
de la maternidad en esta sociedad que “sólo puede tener equilibrio en el patriarcalismo
vigente”.
Todo este movimiento y su éxito inicial en los
votantes tiene que ver con una estrategia, la del cansancio alentado en la
ciudadanía para culpar a la política por todos los males, a las decisiones
liberales o izquierdistas, en definitiva, en la búsqueda de la despolitización
de los votantes y las organizaciones sociales, que en definitiva apelen como al
único resguardo a la moralidad tradicional y la religión, como reservas
fundamentales a proteger.
Las campañas casi solitarias de Trump contra la
institucionalidad partidaria, y lo propio con el Macrismo o el veloz ascenso
político de Bolsonaro, tienen que ver más con el descontento alentado,
en la apelación a la espiritualidad y moralidad de las personas, a las familias
como resguardo moral, en definitiva a la desideologización social y política,
donde en definitiva liderazgos como los de Trump o Bolsonaro con un
discurso antisistémico y nacionalista, violatorio de los derechos
fundamentales de la diversidad a nombre de la familia y reivindicatorio de
la industria nacional y del derecho patriótico sobre el territorio; es
justificado por el mesianismo religioso de las miles de sectas que junto a los
descontentos militantes se han convertido en el colchón de votación y de
movilización de la nueva tendencia neo conservadora.
Quienes alientan este debate parten de que el manejo del concepto de “ideología” está referido a la noción falsa o creada sobre la realidad, así como el de género que también en una visión simplista y dogmática, se referiría tan sólo a las diferencias biológicas.
Quienes alientan este debate parten de que el manejo del concepto de “ideología” está referido a la noción falsa o creada sobre la realidad, así como el de género que también en una visión simplista y dogmática, se referiría tan sólo a las diferencias biológicas.
En definitiva se pretende desde esta visión
conservadora, recuperar una visión dogmática y retrógrada, que
hacen pasar como única verdad: el que el tema del
género es una invención “ideológica” para
justificar la existencia de sólo dos sexos y que los roles están
establecidos de forma divina: mujeres madres y subordinadas al patriarcalismo
dominante.
Qué tal si partimos de una mirada distinta, y empezamos a ver la Ideología, no sólo como un arma del sistema para manipularnos y controlarnos, sino como una afirmación de lo que somos y de lo que queremos ser-construir, que encontremos como perspectiva que la realidad no sólo es lo que se ve, sino que es lo que quiere ser, entonces podremos entender a un mundo más abierto a los cambios y que se deja sorprender por las revoluciones de las que participa.
Qué tal si partimos de una mirada distinta, y empezamos a ver la Ideología, no sólo como un arma del sistema para manipularnos y controlarnos, sino como una afirmación de lo que somos y de lo que queremos ser-construir, que encontremos como perspectiva que la realidad no sólo es lo que se ve, sino que es lo que quiere ser, entonces podremos entender a un mundo más abierto a los cambios y que se deja sorprender por las revoluciones de las que participa.
En ese camino el género no es un biologismo, son
maneras diversas de mirar la realidad, de interpretarla y de vivirla, donde
la reproducción es un factor de existencia, pero no el único y son
múltiples las formas en las que nos hacemos parte de la vida para seguirla
multiplicando.
Es posible entender esta manera distinta de ver el
mundo en proceso de cambio, cuando se asume que; las transformaciones sociales
han generado la posibilidad de liberarnos de tabúes y prejuicios religiosos y
de “sentido común” que han sometido históricamente a mujeres y diversidades
sexuales al poder patriarcal, así como a los oprimidos y explotados del sistema
capitalista; que en democracias que se radicalizan como consecuencia de un
mayor protagonismo social, donde existen conflictos y retos nuevos,
junto a más demandas y mayores responsabilidades comunes para construir un
mejor mundo donde quepan todos.
La Democracia Intercultural
es un camino a esa comprensión y a una construcción colectiva con la
diversidad que somos, y más allá del concepto y el enfrentamiento con
posiciones dogmáticas y discriminadoras, sexistas y racistas; quiere
expresar nuestra capacidad humana y ciudadana para proponer caminos desde la
formación de la conciencia crítica camino a la descolonización; en la que trabajemos cada uno y de manera comunitaria, para
que lo diverso sea una cualidad y no un prejuicio que nos separa.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario