"Factor
Evo. Es claro que Evo Morales
sigue siendo un líder que interpela a una amplia mayoría social en
Bolivia, pero que ha ido perdiendo la confianza de las clases medias urbanas,
en un país que paradójicamente se ha ido desplazando de rural a urbano
en la medida en que se sacaba de la pobreza a casi 3 millones de personas
(la extrema pobreza pasó del 38’4% en 2005 a menos del 15%
actual). Pero se construyeron millones de consumidores sin politizar (o
más bien, politizados por los medios de comunicación) que han estado a punto de
ser los verdugos del proceso de cambio boliviano, de manera similar a lo
sucedido en Argentina en 2015".
"2019-2025. En 2025
Bolivia festeja su 200 aniversario de la independencia republicana que
encabezó, dando su nombre al país, el Libertador Simón Bolívar. Esta
segunda y definitiva independencia, y probablemente el cierre de un
ciclo constituyente que comenzó antes de la victoria de Evo en 2005 (más
bien allá por los 90s con las marchas indígenas en defensa de la tierra, el
territorio, y la soberanía sobre los recursos naturales), se presenta como el
momento más complicado para un gobierno que reinicia en enero 2020 con el
nivel de deslegitimación más alto de sus 14 años de historia".
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CUATRO
CLAVES PARA ENTENDER LA BOLIVIA DE EVO 2019-2025.
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Katu
Arkonada.
Rebelión
martes 29 de octubre del 2019.
¿Cómo es posible que en el país con mayor
crecimiento de la región se ponga en duda la continuidad del presidente
responsable de su estabilidad política y económica?
Para responder a esta pregunta vamos a intentar
ensayar no una, sino varias respuestas.
Proceso
electoral. Aunque se ha explicado varias
veces desde el domingo de las elecciones, no ha habido ninguna manipulación de
los resultados. De hecho, ningún líder o partido opositor en Bolivia ha
presentado ni una sola prueba de fraude, y las actas escaneadas de cada mesa
electoral, donde había fiscalización de cada partido político, se pueden
consultar en línea en la web del Órgano Electoral Plurinacional (OEP).
Lo que sí hubo es una muy mala gestión de los
resultados. En primer lugar, por parte del OEP, que paró la Transmisión de
Resultados Electorales Preliminares (TREP)en el 83% una vez que empezó a
cargar las actas del cómputo oficial de resultados.
Pero también hubo una pésima gestión comunicativa
del gobierno boliviano cuando la oposición interna y externa comenzaron a
hacer su trabajo cuestionando los resultados y no supo dar una explicación
clara y certera de lo que estaba sucediendo, allanando el camino para que la
OEA y las trasnacionales de la información (con Jorge Ramos a la cabeza),
que no han cuestionado al gobierno de Piñera por imponer una dictadura
violenta y sangrienta en Chile, pudieran sembrar la duda en la opinión
pública internacional. De hecho, la mala gestión comunicativa es solo la
culminación de un 2019, y especialmente de una campaña electoral, donde no
se logró comunicar nunca para qué se quería la reelección de Evo.
Mesa
y Chi. Estos dos factores también son importantes para
entender los resultados. En principio parece difícil de entender como el
vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada y presidente más timorato de la
historia, un candidato sin estructura política, haya podido alcanzar en 2019
un 36% de los votos y casi forzar una segunda vuelta que con toda seguridad
le hubiese convertido en presidente. También parece difícil de entender como Chi
Hyun Chung, un pastor evangélico desconocido y con un discurso homófobo
y misógino, haya podido quedar tercero alcanzando más de medio millón de
votos (8’78%).
La respuesta es más sencilla de lo que parece, y es
que una parte importante de la ciudadanía no ha votado por Mesa, sino contra
Evo, aun si el candidato opositor no les convencía. A su vez Chi ha
acumulado el voto duro más reaccionario, doblando el porcentaje obtenido
por Oscar Ortiz, representante de la derecha cruceña, que quedó en
cuarto lugar.
Eso sí, es importante mencionar que la suma de
Mesa, centro-derecha, Ortiz, derecha, y Chi, ultraderecha, suma el 49’53% de
los votos. Si le sumamos el resto de opciones electorales de derecha que
sacaron porcentajes pequeños, la suma supera ampliamente la mayoría de votos.
Podemos concluir por tanto que Evo Morales ha ganado las elecciones en primera
vuelta más por deméritos de la oposición, que no fue capaz de unirse
ni de construir ni un candidato ni una alternativa electoral sólida,
que por méritos del oficialismo. De hecho, es necesario reflexionar la pérdida
progresiva del voto que va más allá del núcleo duro del MAS-IPSP, voto
que en 2005 fue del 51%, en 2009 del 64% y en 2014 del 61%,
bajando al 49% en el referéndum de 2016 y al 46% en 2019.
Factor
Evo. Es claro que Evo Morales
sigue siendo un líder que interpela a una amplia mayoría social en
Bolivia, pero que ha ido perdiendo la confianza de las clases medias urbanas,
en un país que paradójicamente se ha ido desplazando de rural a urbano
en la medida en que se sacaba de la pobreza a casi 3 millones de personas
(la extrema pobreza pasó del 38’4% en 2005 a menos del 15%
actual). Pero se construyeron millones de consumidores sin politizar (o
más bien, politizados por los medios de comunicación) que han estado a punto de
ser los verdugos del proceso de cambio boliviano, de manera similar a lo
sucedido en Argentina en 2015.
2019-2025. En 2025
Bolivia festeja su 200 aniversario de la independencia republicana que
encabezó, dando su nombre al país, el Libertador Simón Bolívar. Esta
segunda y definitiva independencia, y probablemente el cierre de un
ciclo constituyente que comenzó antes de la victoria de Evo en 2005 (más
bien allá por los 90s con las marchas indígenas en defensa de la tierra, el
territorio, y la soberanía sobre los recursos naturales), se presenta como el
momento más complicado para un gobierno que reinicia en enero 2020 con el
nivel de deslegitimación más alto de sus 14 años de historia.
Y si ya en febrero de 2016 la ciudadanía no entendió
(no se le explicó en realidad) la necesidad de un referéndum, toca ahora
hacer pedagogía de la necesidad de terminar lo que se empezó. De la
necesidad de profundizar el proceso de cambio y apretar el acelerador de la revolución en salud y justicia, los grandes
pendientes del proceso. Asimismo, solo una verdadera revolución cultural, que impulse
la formación política y la memoria historia, serán garantía de
defensa de lo conquistado. Pero para ello, y como la gente no come ideología, es necesario cuidar más que nunca
la estabilidad económica y la redistribución de la riqueza.
Y todo ello, ante los cantos de sirena de
quienes quieren bajar banderas y construir un proceso light para las
clases medias clásicas, apostando por hacer palanca
en tu núcleo duro, aquel que, cuando las cosas se ponen complicadas, nunca te
abandona.
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