"TIEMPO EXTRAORDINARIO. Por último,
hay tres factores generales que recorren el escenario actual que
deben llamarnos a la reflexión. En primer lugar, estamos asistiendo a levantamientos
populares en todo el mundo (desde Hong
Kong, Egipto y Cataluña, hasta América del Sur). Estos
operan en un contexto de aumento de las desigualdades sociales, así como
también de un notorio empoderamiento de las extremas derechas. Antes que una
supuesta viralización –como sostienen algunos–, van surgiendo masivos
movimientos de resistencia civil que frente a un hecho particular –una
medida de gobierno, que los perjudica–, toman conciencia de la injusticia y
del daño moral, del proceso de creciente elitización del mundo contemporáneo. No
se trata de contagio, sino de un proceso de liberación cognitiva, tal como
dije, que, en sucesivas oleadas locales, mueve las placas tectónicas (utilizo
la potente imagen de un analista chileno), generando un nuevo clima de época, lo que a su
vez tiene por respuesta la profundización del estado de excepción".
"En segundo lugar, en América Latina no existen
en la actualidad fuerzas político-partidarias de izquierdas capaces de
constituirse en articuladoras de los nuevos procesos sociales
anti-neoliberales. En la actualidad una parte importante de las
izquierdas están agotadas, cuando no desacreditadas, luego de la experiencia de
los progresismos realmente existentes, cuyo balance –ambivalente y desigual,
según los países– todavía está siendo debatido en la región. El retorno del
peronismo en Argentina, con Alberto Fernández, aún no es posible
interpretarlo como una vuelta tout court del kirchnerismo.
Probablemente se trate de un gobierno de centro, con algunas medidas de
centro-izquierda, en un contexto de vacas flacas, y de enorme emergencia
económica, social y financiera".
"En tercer lugar, lo novedoso en América
Latina es la fragilidad del escenario político pos progresista
emergente, que viene acompañado por la amenaza de un backlash,
de una reacción virulenta en contra de la expansión de derechos, de retorno de
lo reprimido, capaz de desplegarse a través de peligrosas cadenas de equivalencia,
que engarza tanto con las nuevas derechas tradicionalistas como con los
fundamentalismos religiosos. En Brasil, esas corrientes sociales
encontraron una sorpresiva traducción y una convergencia política electoral, que
dieron nacimiento a una nueva derecha radical, con Jair Bolsonaro.
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Dra. Mariestella Svampa.
***
AMÉRICA
LATINA. ¿HACIA DÓNDE SE
MUEVEN LAS PLACAS TECTÓNICAS?
*****
Maristella
Svampa.
Brecha.
Lunes 28 de
octubre del 2019.
Octubre en el espejo muestra el rostro de una
América Latina convulsionada. Nuevamente asoma la imagen del “volcán
latinoamericano”. Ecuador y Chile lideran este proceso a través de
levantamientos sociales y movilizaciones masivas que rechazan medidas de corte
neoliberales, en medio de escenarios de toque de queda, estado de
excepción y fuerte represión estatal.
EN LAS CALLES. En un
Ecuador sin Rafael Correa, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del
Ecuador (CONAIE) volvió a probar su poder de fuego “destituyente”,
dejando a Lenín Moreno expuesto a la posibilidad de un fin de mandato
precoz si no retrocedía en las medidas; pero también volvió a colocar en la
agenda el antineoliberalismo, de la mano de la exigencia de plurinacionalidad. Nuevas
generaciones salieron a protestar a la calle: sectores indígenas, clases medias
y jóvenes urbanos excluidos. Las mujeres, desde feminismos populares,
comunitarios y antipatriarcales, también fueron protagonistas. Luego
del triunfo popular, con la derogación del decreto 883 (ligado a la suba de los
combustibles), gran parte de las deudas sociales siguen hoy pendientes, sin un
horizonte claro que indique el camino de cómo capitalizar esa fabulosa energía
colectiva desplegada ni cómo salir del encierro neoliberal, con una economía
dolarizada y asentada en commodities.
En Chile, la
continuidad de los acuerdos asentados tras la salida del poder de Augusto
Pinochet mantuvo muchos de los pilares construidos en los años de la dictadura.
Estos acuerdos siempre se han hecho notar y los partidos políticos no
parecen representar ni mucho menos conducir la protesta social.
Lo que adviene
en Chile es un inédito ensayo generalizado de desobediencia civil, de
liberación cognitiva1, en el cual
la bronca radical de los varones y mujeres más jóvenes (estudiantes,
pero también quienes pertenecen a urbanos excluidos) se mezcla con los
caceroleos de clases medias, cada vez más instaladas en la franja de la
desilusión, frente a una fiesta neoliberal que no los tiene como invitados.
El terremoto político que sacudió las estructuras de un modelo neoliberal fracasado totalmente, en primer lugar, a consecuencia de la extrema Desigualdad Económico-sovial.
***
Las protestas hicieron estallar el modelo chileno
por los aires, ese modelo con el que todas las derechas regionales y globales se
enseñoreaban al señalar como horizonte deseable. Las protestas muestran las
heridas que en los cuerpos dejan las enormes aspas de la desigualdad (en
términos de derechos básicos, como el transporte, la salud, la educación; y en
términos de violencia estatal). El presidente Piñera
puso a los militares en la calle y disparó los peores fantasmas de la
dictadura, en un accionar que derivó en muertes, abusos y violaciones
de derechos humanos. Como afirma el geógrafo chileno Enrique Aliste, "hemos
retrocedido 35 años en menos una semana". Luego del insólito “estamos
en guerra” de hace unos días, Piñera acaba de pedir perdón, y
ensaya una estrategia de “alivio”, lo que en el plano simbólico
implica un retroceso mayor. Después de todo, Piñera se había comparado
con Ulises, diciendo que se taparía con
cera en los oídos para no caer en la tentación de los cantos de sirena
populistas (Cooperativa, 17/10/2019).
La nota inesperada la aportó Bolivia, donde la
decisión del tribunal electoral de suspender (por 20
horas) el conteo rápido de los resultados de la elección presidencial del pasado
20 de octubre, trajo lógicas sospechas de fraude, y sumó más “convulsión social” al
continente, además de indignación nacional e internacional. El otrora
esperanzador “binomio plurinacional” (Evo
Morales-Álvaro García Linera) se convirtió a lo largo de los años en
el “binomio oficialista”, y luego del referéndum de 2016 (que no
logró frenar la obsesión de Morales por continuar en el poder), en lo
que algunos llaman socarronamente el “binomio inconstitucional. Y frente
a esto, un sector radical de la oposición, sobre todo en Santa Cruz,
parcialmente remozada, busca aprovechar la crisis para tratar de recuperar
espacio en el tablero político boliviano.
Todo esto requiere matices, pero
¿quién
podría negar la deriva política de Morales, quien nació del ciclo de luchas
anti-neoliberal, de las entrañas de los movimientos sociales, que tanta
repercusión tuviera en términos políticos y simbólicos en la región
latinoamericana? Su afán reeleccionista es la ilustración más cabal de
lo que ha significado la concentración del poder durante el ciclo progresista.
No hay margen de idealización posible para quien fuera considerado el “primer
presidente indígena de América Latina”, frente a esta condenable obsesión
por permanecer en el poder. Algo que, sin embargo, no debe hacernos olvidar las
transformaciones sociales positivas operadas en la sociedad boliviana,
en el marco de una envidiable estabilidad económica. Esperemos que la auditoria
de la OEA se realice y cierre este penoso, pero poco olvidable suceso, y
Morales acepte los resultados de la votación.
En este contexto tan poco ordinario, este fin de
semana Argentina y Uruguay salen a votar por un nuevo presidente,
en un contexto de acentuada polarización.
TIEMPO EXTRAORDINARIO. Por último,
hay tres factores generales que recorren el escenario actual que
deben llamarnos a la reflexión. En primer lugar, estamos asistiendo a levantamientos
populares en todo el mundo (desde Hong
Kong, Egipto y Cataluña, hasta América del Sur). Estos
operan en un contexto de aumento de las desigualdades sociales, así como
también de un notorio empoderamiento de las extremas derechas. Antes que una
supuesta viralización –como sostienen algunos–, van surgiendo masivos
movimientos de resistencia civil que frente a un hecho particular –una
medida de gobierno, que los perjudica–, toman conciencia de la injusticia y
del daño moral, del proceso de creciente elitización del mundo contemporáneo. No
se trata de contagio, sino de un proceso de liberación cognitiva, tal como
dije, que, en sucesivas oleadas locales, mueve las placas tectónicas (utilizo
la potente imagen de un analista chileno2), generando un nuevo clima de época, lo que a su
vez tiene por respuesta la profundización del estado de excepción.
En segundo lugar, en América Latina no existen
en la actualidad fuerzas político-partidarias de izquierdas capaces de
constituirse en articuladoras de los nuevos procesos sociales
anti-neoliberales. En la actualidad una parte importante de las
izquierdas están agotadas, cuando no desacreditadas, luego de la experiencia de
los progresismos realmente existentes, cuyo balance –ambivalente y desigual,
según los países– todavía está siendo debatido en la región. El retorno del
peronismo en Argentina, con Alberto Fernández, aún no es posible
interpretarlo como una vuelta tout court del kirchnerismo.
Probablemente se trate de un gobierno de centro, con algunas medidas de
centro-izquierda, en un contexto de vacas flacas, y de enorme emergencia
económica, social y financiera.
El retorno del peronismo al Gobierno en Argentina. Alberto Fernández, sepultó políticamente al sr. Macri, el "niño salvador del neoliberalismo" que fracaso de principio a fin.
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En tercer lugar, lo novedoso en América
Latina es la fragilidad del escenario político pos progresista
emergente, que viene acompañado por la amenaza de un backlash,
de una reacción virulenta en contra de la expansión de derechos, de retorno de
lo reprimido, capaz de desplegarse a través de peligrosas cadenas de equivalencia,
que engarza tanto con las nuevas derechas tradicionalistas como con los
fundamentalismos religiosos. En Brasil, esas corrientes sociales
encontraron una sorpresiva traducción y una convergencia política electoral, que
dieron nacimiento a una nueva derecha radical, con Jair Bolsonaro.
Así, las fuerzas de extrema derecha y de derecha
neoliberal que recorren el continente son cada vez mayores: la tercera fuerza
en Bolivia es liderada por un pastor evangélico, nacido en Corea del
Sur, Chi Hyun Chung, que tuvo el 8,77 por ciento, y es conocido como el “Bolsonaro
boliviano”. En Ecuador no son pocos los que
sostienen que Lenín Moreno es la transición hacia un futuro gobierno de
derecha plena, liderado por Jaime Nebot, alcalde de Guayaquil, el mismo
que tuvo las expresiones abiertamente racistas para con los indígenas
movilizados. En Argentina, el debate
presidencial, que enfrentó a seis candidatos, todos hombres, ilustró
una cruda realidad: tres de ellos son abiertamente de derecha (dos de
ellos, de extrema derecha como José Luis Espert y Juan José Gómez
Centurión); dos de centro (en el caso de Alberto Fernández, con elementos de centro
izquierda) y un solo candidato es de izquierda (el del Frente de Izquierda, que articula a varias
fuerzas trotskistas y postula a Nicolás del Caño).
Así, es posible que estemos ingresando a un “tiempo
extraordinario”, en el cual la liberación cognitiva de las multitudes y la
conciencia del daño mueven las placas tectónicas de
la transición, pero a ciencia cierta, en un contexto tan enrarecido
ideológicamente, no sabemos hacia qué transición nos estamos dirigiendo.
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1. El proceso de liberación cognitiva, según Mc
Adam, “alude a la transformación de la conciencia de los potenciales
participantes en una acción colectiva. Ésta se da en tres sentidos, que
a su vez son acumulativos (es decir, se deben dar de manera secuencial, en
fases): primero el sistema pierde legitimidad; a continuación, los
afectados por un problema salen de su aletargamiento, superan el fatalismo o
resignación y exigen cambios saliendo de su estado de inacción; finalmente,
se genera un nuevo sentido de eficacia al percibir expectativas de éxito
y logro de resultados a través de la acción colectiva”. Citado en N.
García Montes.
2. Véase Fuego y furia en el «oasis» chileno de
Noam Titelman (Nueva Sociedad, octubre de 2019)
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