LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL DEL COMERCIO-OMC (WORLD
TRADE ORGANIZATION-WTO) es una
entidad internacional que vela por las normas que rigen el comercio entre
países. El objetivo de la OMC es ayudar a los productores de bienes y
servicios, exportadores e importadores, y facilitar sus actividades
comerciales. Los países miembros representan alrededor del 95% del
comercio mundial.
Orígenes de la OMC
La Organización Mundial del
Comercio hunde sus raíces en los Acuerdos Generales sobre
Aranceles Aduaneros y Comercio (General Agreement on Tariffs and Trade-GATT),
firmados poco después de finalizar la II Guerra Mundial. El GATT
pretendía establecer un “código de buena conducta”, entre los países firmantes y favorecer el comercio internacional
reduciendo los aranceles, según un principio de reciprocidad. En enero de 1948,
23 países, entre los que figuraban EE.UU, Reino Unido, Francia, India,
China, Sudáfrica o Siria firmaban el acuerdo de constitución.
Creación de la OMC
La siguiente fecha relevante la
encontramos en 1986, cuando los miembros aprobaron iniciar una ronda de negociaciones
comerciales multilaterales, destinada a sustituir y ampliar el conjunto de
acuerdos, entonces en vigor. Estas largas conversaciones internacionales
culminaron en 1994, ampliando las obligaciones contractuales de los
firmantes y ampliando los campos de actuación. Así se estableció la creación de
la OMC. Una emergente Comunidad Económica
Europea junto a 75 países miembros del GATT se
convirtieron en miembros fundadores de la OMC el 1
de enero de 1995. Los otros 52
miembros del GATT ingresaron en la OMC durante los 2 años
posteriores. Desde entonces, otras 21 naciones han ingresado en este organismo
internacional y 28 están actualmente negociando su inclusión.
En la actualidad, la OMC está integrada por 160 países, que representan más o menos el 95% del comercio
mundial. Las decisiones de este organismo internacional son adoptadas por
el conjunto de los países miembros. Normalmente por consenso. Aunque también
es posible recurrir a la aprobación de acuerdos por mayoría de los votos
emitidos, si bien ese sistema nunca ha sido utilizado en la OMC y sólo se empleó -en contadas ocasiones- en el
marco de su predecesor, el GATT. Todos los acuerdos de la OMC
deben ser ratificados por los parlamentos nacionales de los países miembros. El
órgano superior de adopción de decisiones de la OMC
es la Conferencia Ministerial, que se reúne al menos una vez cada dos
años.
Según se lee en su
página web –construida en los tres idiomas oficiales del organismo, inglés,
francés y español-,
“los acuerdos los Miembros de la OMC” están
encaminados a construir “un sistema de comercio no discriminatorio que precisa
de sus derechos y obligaciones”. En este sentido, “todos los países reciben
garantías de que en los mercados de los demás países se otorgará a sus
exportaciones un trato equitativo y uniforme y todos ellos se comprometen a
hacer otro tanto con las importaciones dirigidas a sus propios mercados”. La
OMC. Áreas de Negociación: Mercancías, Propiedad
Intelectual, Solución de Diferencias, Examen de Políticas Comerciales y Servicios.
Retos de la OMC
El último acuerdo relevante
para impulsar el comercio se alcanzó en diciembre de 2013 en Bali
(Indonesia) y constituye el primero de alcance global desde la creación de
la OMC en 1995. Y ha constituido un imprescindible impulso a un organismo
que ha sido incapaz de cerrar acuerdos importantes, en favor del comercio
mundial, en más de 10 años de infructuosas negociaciones entre sus miembros. De
hecho, muchos de los representantes del organismo eran conscientes de que un
nuevo fracaso o de posponerse en el tiempo el acuerdo, habría condenado a la OMC a la práctica irrelevancia
internacional, en beneficio de los pactos bilaterales o regionales firmados al
margen del organismo.
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OMC,
LA DIALÉCTICA DE LA CRISIS, UNA AMBIGÜEDAD PROLÍFERA.
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CLAE.
Viernes 18 de octubre del 2019.
A veces tememos
que la insistencia en analizar problemas actuales desde la óptica de una férrea
oposición al capitalismo sea llanamente una mera expresión de obsesiones
personales.
Hace
pocos días mientras caminaba por las calles de Ginebra, en la zona de
los organismos internacionales, me topé de lleno con la sede de la Organización
Mundial del Comercio (OMC). Y, obviamente, no pude de dejar de pensar sobre
la anunciada crisis económica y social mundial, o la irrupción del
síndrome de desocupación masiva, además de la cercanía amenazante de los
limites ecológicos al crecimiento globalizado, el descontrol
manifiesto sobre el comercio mundial, la ciencia, la tecnología, el futuro del
trabajo, etc.
En
pocos metros de calles empedradas, bañadas por siglos de historia, casi como en
un sueño, advertía como se había desbaratado la idea de progreso
lineal e inagotable sobre el cual el imaginario de las sociedades modernas veía
recortarse en el horizonte, el futuro idílico del capitalismo triunfante.
Claro
que los sueños no son pertinentes en estos casos (además
de ser en general de poca duración), sobre todo cuando las crisis de las
estructuras tradicionales de la política nos ponen en manos del mercado,
para la recreación y regulación de la sociedad entre el paraíso neoliberal
y las más diversas formas del apocalipsis, y los seres humanos intentamos
elaborar nuestras propias profecías.
La crisis se diluye en el discurso
La
edición de 2019 del Informe sobre el Comercio Mundial de la OMC subraya que los
servicios se han convertido en el componente más dinámico del comercio
internacional y que su papel seguirá ampliándose en los próximos decenios.
Recomienda,
por un lado, la necesidad de intensificar la cooperación en la comunidad
internacional para apoyar esa expansión, y por el otro a través de la
experiencia obtenida, ayudar a los mercados del trabajo a ajustarse a la
globalización. Todo un programa, ¿acaso hemos conocido otro en los últimos dos
decenios?
Fuimos
estudiando algunos informes premonitorios anunciando la crisis que
se viene, que algunos ya la resienten como el azote de la injusticia, otros la
esperan para el 2020: al menos los datos de los diferentes organismos
internacionales así nos lo confirman. No obstante, y a pesar del empirismo
elocuente, siempre queda la duda sobre los aspectos teóricos de la crisis, o
a su dialéctica. Fundamentalmente en su valoración discursiva.
Así,
por ejemplo, el 8 de octubre en las palabras de bienvenida de la plenaria
inaugural del Foro Público de 2019, el Director General de la OMC Roberto
Azevêdo subrayó la necesidad de “adaptarse a un entorno
comercial mundial en rápida evolución, y de cómo hacerlo más sostenible e
inclusivo”. Em el informe presentado pot Azevedo al día siguiente se
soslayan los indicadores de la crisis, guerra comercial incluida.
Sin
dudas que la semántica desempeña un rol importante en la minimización de los
hechos, de lo que realmente ocurre: para eso se emplean eufemismos con
los cuales se pretenden ocultar la realidad. La negación que evidencian
estos hechos es un exponente genuino de una mentira vital. Si la fuerza de
los hechos es demasiado brutal como para poder ser ignorada, siempre es posible
alterar su significado.
La
mentira vital, escondida, protegida por el silencio, la coartada y la negación
no se revela. Los indicios son minimizados, cuando no
ridiculizados o explicados de una u otra manera. En este sentido hemos visto
muchos líderes mundiales, manifestar su enojo cuando se hace referencia a
esta problemática. La connivencia se sostiene desviando la atención del hecho
concreto (la crisis) o reformulando su significado a fin de que resulte
aceptable.
A
través de estos ejemplos, podemos observar la fuerza que tiene una atención
desviada para ocultar una realidad histórica, que no es más que la profunda
crisis del capitalismo. Las lagunas de la experiencia disimuladas por los
huecos en el vocabulario, se hace legión en algunos de los informes.
Es
necesario ofrecer una mirada más lúcida al analizar uno o dos aspectos que
cubren el área marginal de la conciencia, estos velos suelen aparecer en los campos
de mayor importancia para nosotros, en nuestros pensamientos, en nuestras
relaciones y fundamentalmente en la construcción de una realidad.
Nuestro
objetivo es reflexionar sobre un problema colectivo, pero
si somos inducidos con tanta facilidad a ese sueño sutil del sistema
capitalista, ¿cómo podemos hacer para despertar de él? Nos parece que el primer paso en esa dirección seria
comprender por qué estamos dormidos.
Eduardo
Camín, analista uruguayo acreditado en ONU-Ginebra, asociado al Centro
Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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