viernes, 18 de octubre de 2019

OMC, LA DIALÉCTICA DE LA CRISIS, UNA AMBIGÜEDAD PROLÍFERA.

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LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL DEL COMERCIO-OMC (WORLD TRADE ORGANIZATION-WTO) es una entidad internacional que vela por las normas que rigen el comercio entre países. El objetivo de la OMC es ayudar a los productores de bienes y servicios, exportadores e importadores, y facilitar sus actividades comerciales. Los países miembros representan alrededor del 95% del comercio mundial.
Orígenes de la OMC
La Organización Mundial del Comercio hunde sus raíces en los Acuerdos Generales sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (General Agreement on Tariffs and Trade-GATT), firmados poco después de finalizar la II Guerra Mundial. El GATT pretendía establecer un  “código de buena conducta”, entre los países firmantes y favorecer el comercio internacional reduciendo los aranceles, según un principio de reciprocidad. En enero de 1948, 23 países, entre los que figuraban EE.UU, Reino Unido, Francia, India, China, Sudáfrica o Siria firmaban el acuerdo de constitución.
Creación de la OMC
La siguiente fecha relevante la encontramos en 1986, cuando los miembros aprobaron iniciar una ronda de negociaciones comerciales multilaterales, destinada a sustituir y ampliar el conjunto de acuerdos, entonces en vigor. Estas largas conversaciones internacionales culminaron en 1994, ampliando las obligaciones contractuales de los firmantes y ampliando los campos de actuación. Así se estableció la creación de la OMC. Una emergente Comunidad Económica Europea junto a 75 países miembros del GATT se convirtieron en miembros fundadores de la OMC el 1 de enero de 1995. Los otros 52 miembros del GATT ingresaron en la OMC durante los 2 años posteriores. Desde entonces, otras 21 naciones han ingresado en este organismo internacional y 28 están actualmente negociando su inclusión.
En la actualidad, la OMC está integrada por 160 países, que representan más o menos el 95% del comercio mundial. Las decisiones de este organismo internacional son adoptadas por el conjunto de los países miembros. Normalmente por consenso. Aunque también es posible recurrir a la aprobación de acuerdos por mayoría de los votos emitidos, si bien ese sistema nunca ha sido utilizado en la OMC y sólo se empleó -en contadas ocasiones- en el marco de su predecesor, el GATT. Todos los acuerdos de la OMC deben ser ratificados por los parlamentos nacionales de los países miembros. El órgano superior de adopción de decisiones de la OMC es la Conferencia Ministerial, que se reúne al menos una vez cada dos años.
Según se lee en su página web –construida en los tres idiomas oficiales del organismo, inglés, francés y español-, “los acuerdos los Miembros de la OMC” están encaminados a construir “un sistema de comercio no discriminatorio que precisa de sus derechos y obligaciones”. En este sentido, “todos los países reciben garantías de que en los mercados de los demás países se otorgará a sus exportaciones un trato equitativo y uniforme y todos ellos se comprometen a hacer otro tanto con las importaciones dirigidas a sus propios mercados”. La OMC. Áreas de Negociación: Mercancías, Propiedad Intelectual, Solución de Diferencias, Examen de Políticas Comerciales y Servicios.
Retos de la OMC
El último acuerdo relevante para impulsar el comercio se alcanzó en diciembre de 2013 en Bali (Indonesia) y constituye el primero de alcance global desde la creación de la OMC en 1995. Y ha constituido un imprescindible impulso a un organismo que ha sido incapaz de cerrar acuerdos importantes, en favor del comercio mundial, en más de 10 años de infructuosas negociaciones entre sus miembros. De hecho, muchos de los representantes del organismo eran conscientes de que un nuevo fracaso o de posponerse en el tiempo el acuerdo, habría condenado a la OMC a la práctica irrelevancia internacional, en beneficio de los pactos bilaterales o regionales firmados al margen del organismo. 
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OMC, LA DIALÉCTICA DE LA CRISIS, UNA AMBIGÜEDAD PROLÍFERA.
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Eduardo Camín.

CLAE.

Viernes 18 de octubre del 2019.

A veces tememos que la insistencia en analizar problemas actuales desde la óptica de una férrea oposición al capitalismo sea llanamente una mera expresión de obsesiones personales.

Hace pocos días mientras caminaba por las calles de Ginebra, en la zona de los organismos internacionales, me topé de lleno con la sede de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Y, obviamente, no pude de dejar de pensar sobre la anunciada crisis económica y social mundial, o la irrupción del síndrome de desocupación masiva, además de la cercanía amenazante de los limites ecológicos al crecimiento globalizado, el descontrol manifiesto sobre el comercio mundial, la ciencia, la tecnología, el futuro del trabajo, etc. 

En pocos metros de calles empedradas, bañadas por siglos de historia, casi como en un sueño, advertía como se había desbaratado la idea de progreso lineal e inagotable sobre el cual el imaginario de las sociedades modernas veía recortarse en el horizonte, el futuro idílico del capitalismo triunfante.

Claro que los sueños no son pertinentes en estos casos (además de ser en general de poca duración), sobre todo cuando las crisis de las estructuras tradicionales de la política nos ponen en manos del mercado, para la recreación y regulación de la sociedad entre el paraíso neoliberal y las más diversas formas del apocalipsis, y los seres humanos intentamos elaborar nuestras propias profecías.

La crisis se diluye en el discurso

La edición de 2019 del Informe sobre el Comercio Mundial de la OMC subraya que los servicios se han convertido en el componente más dinámico del comercio internacional y que su papel seguirá ampliándose en los próximos decenios.

Recomienda, por un lado, la necesidad de intensificar la cooperación en la comunidad internacional para apoyar esa expansión, y por el otro a través de la experiencia obtenida, ayudar a los mercados del trabajo a ajustarse a la globalización. Todo un programa, ¿acaso hemos conocido otro en los últimos dos decenios?

Fuimos estudiando algunos informes premonitorios anunciando la crisis que se viene, que algunos ya la resienten como el azote de la injusticia, otros la esperan para el 2020: al menos los datos de los diferentes organismos internacionales así nos lo confirman. No obstante, y a pesar del empirismo elocuente, siempre queda la duda sobre los aspectos teóricos de la crisis, o a su dialéctica. Fundamentalmente en su valoración discursiva.

Así, por ejemplo, el 8 de octubre en las palabras de bienvenida de la plenaria inaugural del Foro Público de 2019, el Director General de la OMC Roberto Azevêdo subrayó la necesidad de “adaptarse a un entorno comercial mundial en rápida evolución, y de cómo hacerlo más sostenible e inclusivo”. Em el informe presentado pot Azevedo al día siguiente se soslayan los indicadores de la crisis, guerra comercial incluida. 

Sin dudas que la semántica desempeña un rol importante en la minimización de los hechos, de lo que realmente ocurre: para eso se emplean eufemismos con los cuales se pretenden ocultar la realidad. La negación que evidencian estos hechos es un exponente genuino de una mentira vital. Si la fuerza de los hechos es demasiado brutal como para poder ser ignorada, siempre es posible alterar su significado.

La mentira vital, escondida, protegida por el silencio, la coartada y la negación no se revela. Los indicios son minimizados, cuando no ridiculizados o explicados de una u otra manera. En este sentido hemos visto muchos líderes mundiales, manifestar su enojo cuando se hace referencia a esta problemática. La connivencia se sostiene desviando la atención del hecho concreto (la crisis) o reformulando su significado a fin de que resulte aceptable.

A través de estos ejemplos, podemos observar la fuerza que tiene una atención desviada para ocultar una realidad histórica, que no es más que la profunda crisis del capitalismo. Las lagunas de la experiencia disimuladas por los huecos en el vocabulario, se hace legión en algunos de los informes.

Es necesario ofrecer una mirada más lúcida al analizar uno o dos aspectos que cubren el área marginal de la conciencia, estos velos suelen aparecer en los campos de mayor importancia para nosotros, en nuestros pensamientos, en nuestras relaciones y fundamentalmente en la construcción de una realidad.
Nuestro objetivo es reflexionar sobre un problema colectivo, pero si somos inducidos con tanta facilidad a ese sueño sutil del sistema capitalista, ¿cómo podemos hacer para despertar de él? Nos parece que el primer paso en esa dirección seria comprender por qué estamos dormidos.

 Eduardo Camín, analista uruguayo acreditado en ONU-Ginebra, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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