JORGE LÓPEZ: ACTOR DE ‘ÉLITE’ SOBRE PROTESTAS EN
CHILE: “VIOLENTOS SON LOS QUE PROVOCAN LA DESIGUALDAD” usó su red social para apoyar la causa que está
detrás de las manifestaciones en Santiago. Envió un corto y contundente
mensaje. Por medio de Instagram, el actor de Élité, quien es
de nacionalidad chilena, envió un breve mensaje
a sus compatriotas que protestan contra las medidas gubernamentales. El último fin de semana se
intensificaron las manifestaciones, encabezadas por jóvenes, en varios puntos
de la Región Metropolitana, por ello el Gobierno decretó dos toques de queda
en menos de 24 horas
“CHILE DESPERTÓ”, se lee en la publicación de la RED SOCIAL. Además, que participa en la serie de Netflix, colgó
una imagen que revela su sentir respecto a la crisis en su país. “Violentos
son los que provocan la desigualdad social, no lo que luchan contra ellos”, refiere textualmente el dibujo donde aparecen varios
manifestantes. Los seguidores del actor lo apoyan y comentaron la publicación,
la cual fue subida el domingo 20 de octubre, fecha en que el gobierno
de Sebastián Piñera declaró otro Toque de Queda en Chile.
OTRA PATINADA DEL PRESIDENTE PIÑERA EN SU MENSAJE. LOS
PARTIDOS POLÍTICOS SON “CERO” EN LA PROTESTA CIUDADANA. SU MENSAJE: “Mañana (martes) me reuniré con presidentes de partidos,
tanto de gobierno como de oposición, para poder explorar y ojalá avanzar hacia
un acuerdo social que nos permita a todos unidos acercarnos con rapidez,
eficacia y también con responsabilidad hacia mejores soluciones a los problemas
que aquejan a los chilenos”, afirmó el mandatario en su mensaje público. Otra
farsa, para eludir la responsabilidad Política. Señor y que pasó con su
“OASIS”, no era de IGUALDAD Social, pero sí de la más Vil, inhumana y salvaje
DESIGUALDAD SOCIAL en América latina.
CHILE ES
DESIGUAL. Si se ordenaran las
regiones del mundo, dice Contreras, Latinoamérica aparece como una
región de alta desigualdad. Y nuestro país en ese panorama, aparece sobre el
promedio. “En el contexto internacional, Chile es lejos el más desigual de la OCDE
con una concentración del 1% en torno al 25% de la riqueza.
LA CAUSA PRINCIPAL es la crisis total del Modelo
neoliberal, Modelo asfixiado por la CORRUPCIÓN y destruido por la vil, salvaje
e inhumana DESIGUALDAD SOCIAL.
1/. ORIGEN DE PROTESTAS SOCIALES, LA DESIGUALDAD ECONÓMICO
SOCIAL. CHILE el séptimo país más DESIGUAL
del Mundo. Hoy se pronunció, como respuesta a PIÑERA. “Violentos
son los que provocan la desigualdad social, no lo que luchan contra ellos”.
2/. EL CONTINENTE MÁS DESIGUAL DEL MUNDO ES AMÉRICA LATINA. EN tanto que CHILE, como país se mantiene en ese nivel
de alta DESIGUALDAD SOCIAL donde 1% de
la población acumula el 25% de la riqueza generada en el país. Muestra que tiene unas bases históricas muy fuertes.
También dentro de los 34 países de la OCDE el más DESIGUAL es CHILE.
3/. EL ESTUDIO SOBRE CHILE Y LA DESIGUALDAD ECONÓMICO-SOCIAL es responsabilidad de la Dra. MÉNDEZ, Economista de la
Universidad Católica de Chile y la Investigación del PNUP denominada “Desiguales:
Orígenes, Cambios y Desafíos de la brecha social en Chile”.
Investigación que ahondó
en el análisis más completo que se ha realizado sobre la temática. “La desigualdad es
parte de la historia de Chile.
4/. COMO EXPLICAMOS ESTA VIL, INJUSTA E INHUMANA
DESIGUALDAD SOCIAL. Privatización de la EDUCACIÓN y la SALUD, Bajos
SALARIOS. Increíble – pero solo es posible con mentes enfermas de una derecha
ultraconservadora y élites políticas enquistadas en el PODER – PRIVATIZAR
el servicio del AGUA en un año de extrema SEQUÍA – y lo terrible,
condena a la MISERIA ABSOLUTA a los JUBILADOS y “flores y
aplausos” para las AFPs (Aquí se Fabrican Pobres). Reventó el falso “OASIS” de PIÑERA, con la suba de los PASAJES
del Subte. Santiago. Pablo Raúl lunes 21 de octubre del 2019.
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CHILE:
A UN METRO DE LA INSURRECCIÓN.
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Gabriel Morales.
Carcaj
Rebelión martes 22 de
octubre del 2019.
Las ruinas no nos dan miedo. Sabemos que no vamos a
heredar nada más que ruinas, porque la burguesía tratará de arruinar el mundo
en la última fase de su historia. Pero -le repito- a nosotros no nos dan miedo
las ruinas, porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Ese mundo
está creciendo en este instante (Buenaventura Durruti)
El capitalismo ha dejado caer su máscara
democrática. El paraíso neoliberal chileno se desgarra y saca sus garras ante
la revuelta popular, que viene desde los subterráneos del Metro de Santiago,
salió a la superficie y se expandió arrasándolo todo. Son los
estallidos de la insubordinación popular que ha venido gestándose desde hace
años de forma subterránea, alimentada en el diario descontento, haciendo eco de
la reciente revuelta ecuatoriana, y encontrando hace tan solo unos días
atrás su propia chispa en el alza de los pasajes del Metro.
Fueron solo 30 pesos de aumento, pero es la
violencia del sistema entero, con toda su injusticia y desigualdad, lo que está
representado en el alza. “No es por 30 pesos, es por 30 años”, dicen las
pancartas.
¿Y quiénes podían haber iniciado esta
revuelta sino lxs estudiantes, que han sido precisamente los sujetos más
criminalizados en estos últimos meses? En junio el Gobierno había mandado a
militarizar los liceos, y los estudiantes salieron ahora a las estaciones del
Metro y centraron sus acciones en la repentina alza de los pasajes. Mediante
una efectiva acción directa y colectiva, saltando o pasando por debajo de los
torniquetes del Metro, lxs estudiantes abrieron las puertas de la rebeldía
e invitaron al resto de la gente a pasar sin pagar, a esos casi tres millones
de esclavos convertidos en usuarios que viven buena parte de sus vidas
hacinados en los túneles subterráneos de la ciudad, y endeudándose por eso.
¿Cómo no hacer caso al llamado a evadir?
“¡Evadir, no pagar, otra forma de luchar!” fue una de
las consignas que acompañaron las evasiones masivas, descubriendo lo que en el
fondo ya intuíamos: que en cada carga de la Bip le inyectábamos plata a gran
parte del circuito capitalista cuyos edificios arden esta noche, como los
bancos y AFP.
Esto sucede porque el sistema del Metro está
intensamente interconectado, pero no sólo con la superficie vial y el sistema
de transporte superficial, sino también con la red financiera que vehicula gran
parte de los capitales públicos y privados hacia las fortunas de las pocas
familias dueñas de Chile y de nuestras vidas; los dueños de las empresas
para las cuales trabajamos, las cadenas que fabrican los productos que
consumimos y los mismos supermercados que nos los venden, los medios de
comunicación que ocupamos, los equipos de fútbol que seguimos, las
universidades donde elegimos estudiar y las AFP que nos roban gran parte de
nuestros sueldos. ¿Cómo no evadir, entonces, cómo no destruir los validadores,
las estaciones? Esa es la pregunta que ya no nos dejará de asaltar jamás.
La acción colectiva ha
demostrado su eficacia y su potencia. Consiguió rápidamente
interrumpir el flujo continuo del transporte público hasta lograr su
paralización total, sin banderas ni consignas partidistas. Frente a esto, la
represión policial ha sido desde un comienzo desmedida: hemos visto
repetidamente durante la semana a los pacos pegándole lumazos a lxs
estudiantes, disparando balines a los cuerpos de lxs manifestantes, y tirando
bombas lacrimógenas directamente a los rostros de nuestrxs compañerxs, sin
importarles la presencia de niñxs o ancianxs.
La protesta no tardó en emerger a la superficie, a
las calles, para interrumpir el orden de la ciudad y traer a la luz consigo
todos los casos de abusos sistemáticos que antes nos parecían aislados -las
miserables pensiones, los aumentos en las cuentas de luz e implementación de
medidores inteligentes, el robo del agua, la discusión por la reducción de la
jornada laboral y la flexibilización del trabajo, el progresivo aumento de los
arriendos, etc.-.
Mientras tanto, la prensa oficial sólo muestra el
caos y difunde una sensación de pánico generalizado. Se repiten
imágenes de los supermercados, farmacias, buses y estaciones del Metro en
llamas, sin mostrar los múltiples videos de los enormes abusos
policiales cometidos. Pero el pueblo, cansado de la
opresión, de la represión y la injusticia, está librando una lucha ya no contra
el alza, sino contra todo lo que significa la precarización de las vidas, y
está consiguiendo abrir una herida en el centro del sistema de la cual
difícilmente éste podrá recuperarse. La normalidad se encuentra felizmente
quebrada.
Felizmente, digo, porque lo que nos parecía más
grave hasta ahora no era solo que este mundo se estuviera cayendo a pedazos,
que las deudas nos acogotaran todos los meses para tratar de satisfacer
nuestras necesidades básicas, o que hasta la comunidad científica
estuviese de acuerdo en que el planeta será inhabitable en tres décadas, mientras
el extractivismo no descansa un segundo. Lo
que nos parecía en verdad más grave era que, ante toda la evidencia del
desastre, pudiésemos seguir viviendo nuestras vidas como si nada ocurriese: yendo,
como siempre, de nuestra casa al trabajo, al liceo, universidad o
instituto, y de vuelta a la casa otra vez como si nada. Después de los
últimos días ya no podremos decir lo mismo. Algo se ha removido en nosotrxs.
Y todxs quienes albergamos un mundo nuevo en el corazón sentimos que algo
ha comenzado a agitarse.
La ministra secretaria general de Gobierno llamó
ayer a “normalizar la ciudad”, pero la ciudad se
ha transformado hace rato en un campo de batalla, y ha sido bloqueada
por el pueblo en sus principales canales de transporte y comunicación.
Los flujos normales han sido completamente paralizados. El llamado del
Gobierno es a recuperar lo antes posible la normalidad, limpiar las calles,
asegurar las tiendas, rehabilitar los semáforos y reestablecer la normal
circulación de trabajadores y mercancías. Pero si de algo podemos estar seguros
es de que la normalidad ya no es posible.
Lo único que ahora existe, en cambio, es la
violencia desmedida y desnuda que la normalidad camufla: la brutal
represión policial y militar, las balas y bombas lanzadas sobre la
gente, los cobardes asesinatos de nuestrxs compañerxs, así como
la inmensa brecha entre ricos y pobres, la
miseria silenciada, la evasión legal y sin sanción de los dueños de Chile,
los derechos sociales privatizados desde la dictadura.
Desde el viernes la red del Metro se encuentra
destruida. Ayer, Vecinxs de muchas comunas de la ciudad comenzaron a
ocupar las plazas, saliendo a reunirse en medio del enorme despliegue
policial, solo para manifestarse y compartir su descontento. Se
levantaron barricadas en la mayoría de las
comunas de Santiago, en la mayoría de las ciudades de Chile.
Ayer 19 de octubre se ha decretado Estado de
Emergencia, un arma del gobierno empresarial
para tratar de silenciar el permanente estado de emergencia en el
que vivimos. Piñera llama al diálogo, mientras declara Estado de
Emergencia y llama a los militares a las calles. ¿Qué tipo de diálogo es
posible en esas circunstancias? Al menos ninguno que nos favorezca.
Salen los pacos y milicos, los verdaderos
delincuentes que han robado miles de millones de pesos, a reestablecer
el orden público. La razón dictatorial está desnuda en el centro de la
querida democracia. Luego, en la tarde, el
general Javier Iturriaga decreta toque de queda (que no había
sido implementado desde 1987). En la noche, la locomoción sigue paralizada y la
gente continúa en las calles. En un gesto de hospitalidad, lxs compañerxs por
todas partes ofrecen sus casas para alojar a quienes lo necesiten.
Miles de personas en todo el país decidimos no
retroceder, no volvernos a nuestras casas, y preferimos quedarnos en la calle
bailando, caceroleando, gritando, haciendo bulla, resistiendo a las balas y
gases lacrimógenos. Los milicos pasean armados por las calles,
golpeándonos y disparándonos, paseando con sus tanques, helicópteros, fusiles y
todo el aparataje que poseen para defender los privilegios de la oligarquía.
Se pensaba que la presencia de los militares en las
calles el día de ayer iba a tener un efecto disuasivo en el pueblo. Creían
que nos íbamos a retirar a nuestras casas en silencio, pero no: ver a los
milicos en nuestros barrios ha reactivado el dolor de nuestra memoria
histórica. Así que desafiamos el toque de queda, protestamos y nos rebelamos
contra la militarización de los espacios públicos. Resistimos a la
verdadera violencia ejercida en nuestros territorios.
El Gobierno, en tanto, responde igual que
siempre, reprimiendo a la vez que evadiendo el problema, reduciendo las
protestas a un asunto de seguridad pública, acusándonos a lxs manifestantes
de ser “delincuentes”. Pero precisamente ese, que era uno de los
significantes que había triunfado en Chile en las últimas décadas, ahora
se encuentra vacío y ha caído en el descrédito. Y la gran cantidad de casos de corrupción
de las altas esferas del poder -Soquimich, Penta, Pacogate,
milicogate, etc.- ha acelerado esa caída. ¿Qué sentido tiene tratar de
delincuente a alguien que rompe un sensor bip, mientras los grandes
delincuentes siguen evadiendo millonarios impuestos, sobornando jueces y
quedando libres de condena? ¿Qué sentido tiene criminalizar la evasión
mientras el presidente es el campeón
nacional de la evasión fiscal y del no pago de contribuciones?
Durante estos días de intensas movilizaciones, el
poder no ha hecho más que intentar por todos los medios criminalizar
el comportamiento de los manifestantes, pero la lógica de la revuelta es
ciega para el poder; no tiene rostro, no tiene líder, ni bandera, ni
partido. La insurrección popular esta vez no tiene planificación global, sino que
responde a una multitud de acciones espontáneas, desplegándose y coordinándose
en la acción. Y ahora tenemos a nuestro favor, además de diversas experiencias
de organización en pequeños colectivos, una opinión pública cada
vez más favorable a las demandas sociales.
Ahí es donde el relato del poder se queda corto. No
es capaz de explicar ni entender lo que está sucediendo. Insiste en
tratar las manifestaciones como hechos delictuales aislados, en
criminalizar a las personas que protestan, evaden, cacerolean, levantan barricadas
o destruyen sus preciados símbolos de estatus.
Aunque los títeres del gobierno y los medios intenten
desplazar el debate, sabemos que el problema no tiene que ver con la violencia,
o al menos no en los términos en que ellos lo quieren plantear.
Por supuesto que usamos y seguiremos usando la
violencia, pero nuestra violencia
es mayoritariamente contra la propiedad,
contra los símbolos de la división y la injusticia social, y contra aquellos
policías que nos reprimen. En cambio, la violencia política y económica, la
violencia policial y militar es contra nuestrxs cuerpos y contra
nuestras vidas. A la violencia contra la propiedad en Chile se le
responde con balas asesinas.
Nuestra violencia, al
contrario de la suya, no busca la muerte, pero busca sin embargo algo mucho
peor para ellos: la total decapitación
del poder. Lo que ellos llaman
violencia es en realidad la acción directa que muestra la fragilidad
de los propios símbolos de su poder. En nuestra ética, las vidas no
tienen el mismo valor que las cosas. Las primeras hay que defenderlas, las
segundas, en cambio, no nos importa destruirlas. No nos asustan las ruinas.
Por eso, los saqueos que han ocurrido y los que
vendrán son insignificantes ante el saqueo sistemático y la devastación
capitalista de la tierra, los cuerpos, los servicios básicos y las relaciones
humanas. Y son insignificantes, sobre todo, ante el asesinato de
nuestrxs compañerxs a manos de milicos armados en este monstruoso instante en
el que escribo, con todo el peso de la noche encima.
Chile está en llamas. Arden
estaciones del metro y peajes de las carreteras, arden buses del Transantiago,
cajeros automáticos, bancos y supermercados. Se
registran múltiples ataques a estaciones de policía y edificios del gobierno.
Hay vidrios quebrados, humo y ceniza por todo el país.
¿Cómo es posible que unas simples
manifestaciones estudiantiles en el metro hayan generado la
interrupción total del transporte, primero, y luego la respuesta policial más
brutal, dejando en un par de días al desnudo la dictadura encubierta en la que
vivimos?
Esto sólo se entiende en el contexto de un país
donde los derechos sociales han sido secuestrados por
empresas privadas y entregados a un mercado que depende en última instancia
de que todxs paguen su pasaje, su arriendo o hipoteca, sus deudas y
matrículas. Las evasiones de los estudiantes fueron ejemplares en
ese sentido, porque invitaban a todos los usuarios a no pagar. Y la fuerza de
ese ejemplo es lo que más teme el poder.
Esta noche se derrumbó la legitimidad del
capitalismo chileno. Y como dijo alguna vez Durruti,
cuando los ricos ven que el poder se les escapa de las manos, recurren al
fascismo para proteger sus privilegios. Ahora los milicos están en las
calles repartiendo balas a destajo. ¿Cuántos muertos contaremos al amanecer?
Desde el 2011 hasta ahora, no estábamos durmiendo. Nos
hemos reunido, hemos conversado, intercambiado experiencias de lucha y
resistencia, hemos ido fortaleciéndonos en nuestras propias organizaciones,
territoriales, feministas, ecológicas y antiextractivistas, de la economía
popular y solidaria, de la disidencia sexual o desde la pedagogía
crítica, hemos articulado distintas luchas, y hemos mejorado
exponencialmente nuestra capacidad de acción. Nuestro instinto de desobediencia
ha crecido igualmente. Hemos aprendido a ocupar mejor las redes sociales para agilizar nuestra comunicación,
y a desconfiar de ellas como dispositivos policiales. Somos mucho más rápidxs y
estamos mejor organizadxs, somos más solidarixs y más desobedientes que antes.
Nos convoca y nos une ahora la lucha por el bien
común y la vida en sus múltiples manifestaciones, así como la
resistencia ante la dictadura implacable del capital. Sabemos que las
soluciones a nuestros problemas no vendrán de parte del Estado ni de la elite empresarial. El mundo nuevo lo construiremos
nosotrxs, y lo celebraremos bailando, pensando y combatiendo colectivamente.
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