“Las ventas de armas. Estados Unidos es el mayor vendedor de armas
en el mundo. Esta venta de armas establece un círculo vicioso.
La venta de un tipo de armas exige la creación de un modelo de ese mismo tipo,
pero más avanzado. Por ejemplo, después de vender o entregar más de
4,000 aviones F-16 a gobiernos extranjeros se argumentó que Estados
Unidos necesitaba un avión supuestamente superior, como el F-35 Joint Strike
Fighter, para enfrentar eventuales ataques a Estados Unidos con su propio
F-16. Listo para el mercado, Estados Unidos vendió F-35 a varios países
aliados, pero al senador cubano-americano Marco Rubio (R-FL) no le pareció
suficiente y con fecha 6 de agosto de 2019, junto con el senador Pat Toomey
(R-Pa), enviaron una carta al Secretario de Defensa Mark Esper alegando
que Estados Unidos se beneficiaría con más F-35 alrededor del mundo [sobre todo
–digo yo- los fabricantes de aviones militares]. Lo mismo que señalamos con
el F-16 sucede con el F-35 y se argumenta ya que Estados Unidos necesita un
nuevo avión de tecnología aún más avanzada. De este
modo, la venta de armas en el extranjero genera demandas artificiales de
nuevas, más poderosas y, por supuesto, más costosas armas”.
“La influencia de los exmilitares. Miles de
generales, coroneles, almirantes y otros altos oficiales retirados trabajan como
ejecutivos o asesores en las industrias de guerra y ofrecen
a las corporaciones su influencia en el Pentágono, en el Congreso y en
otras instancias para la promoción de nuevos proyectos. Los delirios de hegemonía
mundial, que exigen el sostenimiento y ampliación de una enorme red de
costosísimas bases militares que abarca a todos los continentes. El nuevo presupuesto (para 2021) continúa la tendencia ascendente de gastos
militares, agravada por concomitantes reducciones en los fondos destinados a la
protección del medioambiente, salud, educación y asistencia social. Además de
los gastos militares propiamente dichos, se asignan cifras alucinantes para proyectos espaciales con el objetivo de alcanzar el planeta
Marte, y cantidades sustanciales para la construcción del faraónico muro
fronterizo”.
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EEUU: UN BARCO QUE SE HUNDE POR EL PESO
DE SUS PROPIAS ARMAS.
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ALAI.
América latina en Movimiento.
Viernes 6 de
marzo del 2020.
El
costo de las guerras imperiales y delirios de hegemonía global es incalculable. El
norteamericano Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, estimó en tres
trillones de dólares el costo de la guerra en Irak, a lo que habría que
añadir otros 2 trillones para cubrir los gastos invisibles como es la
atención médica y la asistencia social, de por vida, a los miles de soldados
que regresan lisiados o con traumas mentales. Otras cantidades astronómicas
han sido destinadas a la guerra en Afganistán, que después de causar enorme
destrucción y la pérdida de la vida de miles de seres humanos, parece
terminar ahora, después de casi veinte años, con un pacto con el Talibán
para la retirada de las tropas estadounidenses.
El presupuesto de
guerra anual de Estados Unidos superó en 2008, por
primera vez en la historia, el trillón de dólares. Los gastos de defensa
se duplicaron, paradójicamente, desde la terminación de la guerra fría.
Alrededor de un 40% del presupuesto es “black”, es decir, corresponde a
proyectos secretos, clasificados, que escapan a todo control institucional.
El presupuesto militar de Estados
Unidos supera la suma de los de China, Rusia, Francia, Reino Unido,
Japón, Alemania, Italia, Corea del Sur y la India. No hay que ser
economista para comprender que estos gastos son insostenibles.
Este criterio es compartido
por la mayoría de los economistas norteamericanos. ¿Por qué, entonces, Estados
Unidos continúa hundiéndose con el peso de sus gastos militares? Son varios
los factores y trataré de explicar muy brevemente los que considero
principales:
1.- El mito generalizado
de que la industria militar es fuente de numerosos empleos. Por
el contrario, la priorización de la industria militar en la utilización de los
recursos humanos y materiales determina que los sectores productivos de la
industria pierdan sus mejores cuadros, la infraestructura no se renueve al
ritmo necesario, las innovaciones tecnológicas se retrasen y, a la larga, la
industria nacional pierda competitividad frente a la extranjera, se pierdan
mercados y desaparezcan muchísimos más empleos que los que crea la industria
militar.
2.- La maquinaria
electoral. Cuando el complejo militar-industrial intenta la aprobación por el
Congreso de un gran proyecto militar como, por ejemplo, la
fabricación de un nuevo tipo de bombardero, ofrece subcontratos en el mayor
número posible de Estados y distritos electorales de la nación. El
congresista que se oponga al proyecto será acusado ante sus electores de
oponerse a la creación de nuevas fuentes de trabajo. Esto explica por qué,
generalmente, a pesar del gasto adicional que encierra, la fabricación de
piezas para un mismo proyecto se distribuye entre diferentes Estados del país.
3.- Los intereses
creados. Además del presupuesto del Departamento de Defensa, hay
otros numerosos gastos militares camuflados en los presupuestos de los departamentos
de Estado, Tesoro, Energía, CIA, Veteranos, Seguridad Nacional, y otras
muchas agencias, por lo que el interés en mantener altos presupuestos militares
abarca a gran número de sectores dentro y fuera del gobierno.
4.- La corrupción
existente entre los altos oficiales de las fuerzas armadas, los
ejecutivos civiles de la industria armamentista y políticos sin escrúpulos en
busca de reelección.
5.- El ejército de
cabilderos que trabaja para obtener los votos de los congresistas,
ofreciéndoles sustanciales contribuciones a sus campañas
electorales, subcontratos para sus distritos, cargos de ejecutivos en las
corporaciones o, inclusive, sobornos sin tapujos.
6.- Las ventas de
armas. Estados Unidos es el mayor vendedor de armas en el mundo.
Esta venta de armas establece un círculo vicioso. La venta de un tipo de armas
exige la creación de un modelo de ese mismo tipo, pero más avanzado. Por
ejemplo, después de vender o entregar más de 4,000 aviones F-16 a gobiernos
extranjeros se argumentó que Estados Unidos necesitaba un avión supuestamente
superior, como el F-35 Joint Strike Fighter, para enfrentar eventuales ataques
a Estados Unidos con su propio F-16. Listo para el mercado, Estados Unidos
vendió F-35 a varios países aliados, pero al senador cubano-americano Marco
Rubio (R-FL) no le pareció suficiente y con fecha 6 de agosto de 2019,
junto con el senador Pat Toomey (R-Pa), enviaron una carta al Secretario de
Defensa Mark Esper alegando que Estados Unidos se beneficiaría con más F-35
alrededor del mundo [sobre todo –digo yo- los fabricantes de aviones
militares]. Lo mismo que señalamos con el F-16 sucede con el F-35 y se
argumenta ya que Estados Unidos necesita un nuevo avión de tecnología aún
más avanzada. De este modo, la venta de armas en el extranjero genera demandas
artificiales de nuevas, más poderosas y, por supuesto, más costosas armas.
7.- La influencia de
los exmilitares. Miles de generales, coroneles, almirantes y
otros altos oficiales retirados trabajan como ejecutivos o asesores en las
industrias de guerra y ofrecen a las corporaciones su influencia en el
Pentágono, en el Congreso y en otras instancias para la promoción de nuevos
proyectos.
8.- Los delirios de
hegemonía mundial, que exigen el sostenimiento y ampliación de
una enorme red de costosísimas bases militares que abarca a todos los
continentes.
El nuevo presupuesto
(para 2021) continúa la tendencia ascendente de gastos militares,
agravada por concomitantes reducciones en los fondos destinados a la protección
del medioambiente, salud, educación y asistencia social. Además de los gastos
militares propiamente dichos, se asignan cifras alucinantes para proyectos
espaciales con el objetivo de alcanzar el planeta Marte, y cantidades
sustanciales para la construcción del faraónico muro fronterizo.
Con la administración
Trump, el complejo militar-industrial está disfrutando de sus mejores días, lo
cual significa que ingentes recursos materiales y humanos
que podrían servir para el bienestar de la sociedad serán destinados a la
fabricación de chatarra bélica.
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