HOSPITAL DE BEIJING CONFIRMA QUE EL NUEVO CORONAVIRUS ATACA EL
SISTEMA NERVIOSO CENTRAL
Médicos
del Hospital Ditan de Beijing afiliado a la Universidad de Ciencias Médicas de
la Capital, una institución designada que trata COVID-19, la
neumonía causada por el nuevo coronavirus, anunciaron hoy jueves que han curado
a un paciente masculino cuyo líquido cefalorraquídeo tenía el virus. Estudios
anteriores muestran que COVID-19 puede atacar múltiples órganos, incluyendo
riñones, hígados y corazón, pero no había registros sobre el daño del
sistema nervioso central. El paciente, de 56 años, fue diagnosticado con
COVID-19 el 24 de enero en el hospital. Tenía síntomas graves y no
respondió al tratamiento regular, según un comunicado del hospital. En la
unidad de cuidados intensivos (UCI) el paciente desarrolló síntomas
asociados con la disminución de la conciencia, aunque
no había signos anormales en las imágenes de tomografía computada de su cráneo.
El
personal médico entonces llevó a cabo la secuenciación de genes en muestras de
su líquido cefalorraquídeo y confirmó la presencia del nuevo coronavirus, diagnosticando al paciente COVID-19 con encefalitis, una inflamación del cerebro. Después
del tratamiento de la encefalitis viral, los síntomas neurológicos del
paciente desaparecieron gradualmente. Fue trasladado a la sala infecciosa
el 18 de febrero y fue dado de alta del hospital el 25 de febrero.
Liu Jingyuan, director de la UCI del hospital y médico responsable del paciente, dijo que una vez que se descubre que un paciente COVID-19 tiene trastornos de la conciencia, el personal médico debe considerar la posibilidad de infecciones del sistema nervioso y llevar a cabo pruebas de líquido cefalorraquídeo a tiempo, para evitar el diagnóstico tardío y reducir aún más la tasa de mortalidad de los pacientes en estado crítico.
Liu Jingyuan, director de la UCI del hospital y médico responsable del paciente, dijo que una vez que se descubre que un paciente COVID-19 tiene trastornos de la conciencia, el personal médico debe considerar la posibilidad de infecciones del sistema nervioso y llevar a cabo pruebas de líquido cefalorraquídeo a tiempo, para evitar el diagnóstico tardío y reducir aún más la tasa de mortalidad de los pacientes en estado crítico.
Investigadores han descubierto previamente que los virus del SARS y
el MERS también pueden invadir el
sistema nervioso de los pacientes. Hasta el miércoles, el Hospital Ditan
ha ofrecido atención médica a 150 pacientes infectados con COVID-19 y
encontró un caso con inflamación cerebral. La Comisión Nacional de Salud
de China publicó el martes la última versión del plan nacional de
diagnóstico y tratamiento para COVID-19, en la que
se menciona que la enfermedad podría causar congestión, edema y degeneración
neuronal en tejidos cerebrales.
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EL CORONAVIRUS Y LA SOCIEDAD DE LA
MENTIRA GLOBAL.
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Por Pedro Luis Angosto | 28/02/2020 | Mentiras y
Medios.
Fuentes: Nueva Tribuna
Rebelión jueves 5 de marzo del 2020.
Durante
el año pasado se registraron en España 277.000 casos de cáncer. La mitad de los enfermos morirán en un plazo
inferior a cinco años, sufriendo durante el resto de su vida un calvario
indecible de idas y venidas al hospital, de quimio y radioterapia, de dolor
y sufrimiento y de miedo indescriptible. En una sociedad avanzada y
civilizada, las investigaciones para curar o paliar el cáncer, las enfermedades
cardíacas y las degenerativas deberían ocupar un lugar preeminente,
dedicándoles todos los medios económicos posibles. Del mismo modo, en un mundo
civilizado y justo, la Organización
Mundial de la Salud, en vez de callar, debería
denunciar los precios altísimos de los tratamientos para esas enfermedades que
están arruinando a los sistemas estatales de salud, declarar la libertad
de todos los países copiar cualquier medicamento que sirva para mejorar la vida
de los enfermos y condenar el reparto mafioso y monopolístico de los
nuevos tratamientos por parte de los grandes laboratorios. No lo hace, mira
para otro lado, y la curación de esas enfermedades que tanto dolor causan a
tantísima gente se pospone hasta que la mafia quiera.
El
año pasado murieron en España por
accidente laboral casi setecientas personas,
resultando heridos de gravedad o enfermos debido al trabajo varios miles de
personas. Las causas están claras, precariedad laboral, jornadas
interminables, destajo, escasas medidas de seguridad y explotación. Ningún organismo estatal ni
mundial alerta sobre el deterioro de las condiciones de trabajo ni esas
víctimas, que podrían haberse evitado con muy poca inversión, abren los
telediarios ni ocupan más de su tiempo.
No creo
que nada de lo que pasa en el mundo sea por casualidad, ni que los informativos
ignoren inocentemente el número de muertos por guerras
absurdas que cada año asolan al mundo de los pobres
En
2019, seis mil españoles murieron de gripe, una
enfermedad tan común como el sarampión que mata todos los
años a miles de personas en África sin
que la OMS exija a los Estados miembros que aporten las vacunas necesarias
-que valen cuatro perras- para evitar ese genocidio silencioso. Al fin y al
cabo, la mayoría son negros.
En
2018, más de cuarenta mil personas murieron en España por la contaminación ambiental,
siendo directamente atribuibles a esa misma causa el fallecimiento de ochocientas
mil personas en la Unión Europea y casi nueve
millones en el mundo, aparte de los millones y millones que padecen
enfermedades crónicas que disminuyen drásticamente su calidad de vida.
En
2017 más de seis millones de niños murieron de
puta hambre en el mundo mientras en los países
occidentales se tiran a la basura toneladas y toneladas de alimentos. Ese
mismo año, más de dos mil millones de personas trabajaron jornadas superiores a
15 horas por menos de 10 euros al día. Ningún informativo, ningún periódico,
ninguna radio lleva días y días insistiendo machaconamente en esa tragedia que
martiriza a diario a media humanidad y amenaza con llevarnos a todos a
condiciones de vida insufribles.
La
suspensión del Congreso Internacional de Móviles de Barcelona
-Congreso que probablemente no se vuelva a celebrar tal como lo hemos conocido
en años sucesivos- no se debió al coronavirus,
sino a la exhibición que las grandes tecnológicas
chinas iban a hacer sobre sus avances en el 5G
Hace
unas semanas surgió en una región de China un virus que causa neumonía y tiene una incidencia mortal
menor al uno por ciento. Los medios de comunicación de todo el mundo,
acompañados con las redes sociales de la mentira global, decidieron que
ese era el problema más terrible que había azotado al mundo desde los tiempos
de la peste bubónica del siglo XIV que diezmó la población de Europa en casi un
tercio. No hay telediario, portada de periódico por serio que sea o red
social en la que el coronavirus no ocupe un lugar preferente y reiterativo hasta
la saciedad, como si no tuviésemos bastante con las enfermedades ya
conocidas que matan de verdad a muchísima gente después de largos periodos de
sufrimiento y tortura vital. No sé cómo surgió ese nuevo virus, tampoco
si es nuevo, carezco de conocimientos científicos para ello, lo único
que sé es lo que cuentan los especialistas, y es que apenas mata ni deja
secuelas importantes. Pese a ello, a que lo saben, los informativos siguen
creando alarma a nivel mundial. ¿Por qué?
No creo que nada de lo que pasa en el mundo sea por casualidad, ni que los informativos ignoren inocentemente el número de muertos por guerras absurdas que cada año asolan al mundo de los pobres. Vivimos un tiempo de relevos, la potencia hegemónica –Estados Unidos– tiene por primera vez desde el final de la Guerra Fría un serio competidor que se llama China. Ese competidor fue alimentado desde los años ochenta por las potencias occidentales debido a su enorme población, a su pobreza y a los salarios bajísimos de sus trabajadores. Han pasado cuarenta años y lo que entonces pareció una decisión magnífica para acabar con los Estados del Bienestar, abaratar costes e incrementar riquezas de modo exponencial, ha tomado otro cariz y ahora esa potencia pobre produce casi el 18% de todo lo que se fabrica en el mundo y está en disposición de dar el gran salto que la coloque en como primera potencia mundial, algo que será inevitable haga lo que haga Trump y sus amigos porque tienen el capital, la tecnología y la mano de obra necesaria. La suspensión del Congreso Internacional de Móviles de Barcelona -Congreso que probablemente no se vuelva a celebrar tal como lo hemos conocido en años sucesivos- no se debió al coronavirus, sino a la exhibición que las grandes tecnológicas chinas iban a hacer sobre sus avances en el 5G. Se trataba de impedir de cualquier manera que los chinos pudiesen demostrar que hay campos en los que ya están por delante de Estados Unidos y, por supuesto, de Europa. No hay otra explicación ni otra razón. Con la cancelación del congreso de Barcelona y la información apocalíptica sobre las consecuencias de la expansión del coronavirus se daba un paso más en la nueva guerra fría que se ha inventado Donald Trump, dejando claro a China que todo vale en la guerra y que su ascenso al primer puesto les va -nos va- a costar sangre, sudor y lágrimas.
El
coronavirus es una enfermedad que no arroja datos
alarmantes, primero porque no se expande al ritmo de las grandes
epidemias que ha sufrido el mundo, segundo porque tampoco los
porcentajes de mortandad son equiparables a los de otras plagas como la “gripe
española”. Sin embargo, y dentro de un lenguaje medieval, se está
intentando crear pánico a escala global y por eso cada día nos cuentan
el nuevo caso que se ha descubierto en Italia, Croacia, Malasia o Torrelodones, uno por uno, haya
dado muestras de quebranto o no. Se trata de alimentar el bicho del miedo a
escala global con fines estrictamente políticos y económicos, y nunca antes
como hoy, en la sociedad de la desinformación,
han existido tantos medios para imponer las mentiras como verdades
absolutas al servicio de intereses bastardos. El coronavirus no es el
fin del mundo ni nada que se le parezca, es una enfermedad normal,
como tantas y con poca mortandad, pero la manipulación
mediática interesada puede llevarnos a una crisis de consecuencias devastadoras.
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