lunes, 23 de marzo de 2020

BRASIL: POR SI FUERA POCO, UNA CRISIS CON CHINA.

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CIUDADANOS, 2 hechos dos acontecimientos ejecutados por un "ineficiente" "desubicado" y candidato a "dictador fascista" del presidente Bolsonaro, lo pintan de cuerpo entero, como esta destruyendo la Economía y la Democracia, de todo un país que hace unos cinco años se consideraba entre el sexta a séptima economía mundial, incluso mantenía una posición de privilegio en los países de  economías emergentes: el Grupo de países BRICHS. Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Todo ello esta hoy en un inmenso despeñadero. Lean los dos artículos.

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CORONAVIRUS: BOLSONARO DIO MARCHA ATRÁS CON LA SUSPENSIÓN DE TRABAJADORES POR CUATRO MESES SIN SUELDO
Tuvo que dejar sin efecto su insólito decreto contra los efectos de la pandemia en Brasil
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Darío Pignotti.

Página/12 lunes 23 de marzo del 2020.

Desde Brasilia
Jair Bolsonaro autorizó suspender los contratos de trabajo por cuatro meses y ratificó su decisión de no decretar la cuarentena para frenar el coronavirus que en seis días pasó de dos a veinticinco muertos. Horas después, se vio obligado a retroceder y dejó sin efecto su insólito decreto.
A través de una medida publicada en la noche del domingo en el Diario Oficial de la Unión determinó que los patrones están eximidos de abonar los salarios a partir de hoy y durante 120 días. "Nadie está dimitiendo a nadie", justificó hoy a la mañana ante los periodistas apostados frente al Palacio de Alvorada, en Brasilia.

"Esta es una manera de preservar los empleos, se acorta el período de pre-aviso (suspensión contrato) y se permite que se den vacaciones (anticipadas), esto es mejor que ser dimitido". Cuando se le consultó si se arbitrarán medidas para compensar el mazazo esquivó la respuesta dejándola a cargo del ministro de Economía, Paulo Guedes, un funcionario que trabajó con el dictador Augusto Pinochet, a quien le elogia las reformas laboral y previsional. En el decreto se permite, no se obliga, que los empleadores "concedan una ayuda compensatoria".

"Los gobiernos de varios países pagarán los salarios de los empleados para evitar dimisiones, mientras Bolsonaro penaliza al trabajador en medio de la pandemia", reprobó Gleisi Hoffmann, presidenta del Partido de los Trabajadores.

Con casi 12 millones de desocupados Brasil puede saltar a 40 millones según una proyección de la consultora privada XP.

Al mismo tiempo que Bolsonaro intentaba mostrar las cualidades de su decreto laboral ante los movileros, el Banco Central anunciaba la liberación de 68 mil millones de reales (13.600 millones dólares) para la banca privada en la forma de reducción del 8 por ciento de depósitos compulsivos. Mientras tanto, en el Supremo Tribunal Federal ingresó una acción promovida por gobernadores de la región nordeste contra los recortes impuestos a la Bolsa Familia por Bolsonaro y el ministro Guedes.

El capitán retirado del ejército justificó este lunes su decisión de no imponer una cuarentena nacional, al contrario de lo que han hecho varios gobernadores. Una periodista le preguntó si le preocupa que su imagen esté cayendo junto con el rechazo que causa su posición (negación) ante el Covid-19. Este domingo ocurrió el sexto cacerolazo consecutivo en varias capitales donde volvieron a escucharse consignas como "Fuera Bolsonaro" e "Impeachment". El gobernante se enojó con la periodista que lo indagó sobre las encuestas, a quien acusó de comportarse de manera "antipatriótica".

El caso brasileño se proyectaba como una rareza mundial, con un gobierno empecinado en darle la espalda al coronavirus. La consultora norteamericana Eurasia Group catalogó al jefe de Estado brasileño como el más "ineficiente" del mundo en el combate contra la pandemia. La reacción adversa al decreto en contra de los trabajadores obligó a Bolsonaro a dar marcha atrás.

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BRASIL: POR SI FUERA POCO, UNA CRISIS CON CHINA.
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Erik Nepomuceno.

Página/12 domingo 22 de marzo del 2020.


Desde Río de Janeiro. En un solo día, el viernes 20, Brasil vivió una formidable secuencia de turbulencias: el número de casos confirmados de coronavirus se acercó a mil, se constató que el crecimiento ocurre a una velocidad comparable al registrado en Italia al principio del surto, el ministro de Salud Luiz Henrique Mandetta anunció para abril un “colapso” en el sistema público del sector, el gobierno divulgó su nueva proyección de expansión de la economía para cero por ciento y el ultraderechista presidente Jair Bolsonaro afirmó que “por ahora” decretar el estado de sitio "no está en nuestro radar”.

Aprovechó para recordar, con todas las letras, que en caso de que se llegue a esa necesidad, no habría dificultades para implementarla (dependería de aprobación por parte del Congreso, pero siempre existe la salida de un autogolpe sin más demoras).

Impacta que un capitán retirado del Ejército por actos de indisciplina diga todo eso cercado por generales de variadas estrellas, algunos en actividad, la mayoría en retiro, sin que a ninguno de ellos se les ocurra la necesidad de manifestarse. Lo ideal, que sería hacer callar al despotricado presidente, no ocurrirá tan temprano. Pero el silencio es inquietante y estruendoso.

Es decir: una economía colapsada (analistas del mercado financiero hablan claramente de una recesión de hasta el 4%), sistema de salud colapsado, y la democracia, en manos de un ultraderechista desequilibrado, acercándose al colapso. Y no hay salida a la vista.

Todo eso en un solo día sirvió para ocultar otro campo de crisis: Bolsonaro intentó hablar por teléfono con el presidente chino, Xi Jinping, quien se negó a atender la llamada.

El motivo: hace unos días el diputado nacional Eduardo Bolsonaro, uno de los tres hijos hidrófobos del presidente, divulgó por tweet mensajes durísimos acusando a China de ser responsable por la pandemia del coronavirus y, de paso, pidió que se instale un régimen de libertad en el país.

De inmediato el embajador chino en Brasil, el veterano diplomático Yang Wanming, emitió una nota contundente, diciendo que Eduardo, que integró la comitiva del papá a Florida, volvió del viaje contaminado por un “virus mental”.

Se trató de una mención casi explícita al vasallaje de Bolsonaro frente a su mito Donald Trump, alineándose de manera radical con la política de Washington de confrontación con China.

Le tocó entonces al ministro de Aberraciones Exteriores (perdón: Relaciones), el patético Ernesto Araujo, entrar al ruedo. En un comunicado oficial sin nexo ni lógica, exigió que el embajador chino pidiese disculpas al gobierno brasileño. Veteranos diplomáticos en actividad se sorprendieron y se asustaron con el tono de la nota de su jefe, absurda en todos los sentidos.

Y para no dejar dudas sobre la gravedad del caso, la negativa del presidente chino a hablar por teléfono con su desequilibrado par brasileño elevó la temperatura a niveles más que preocupantes. Lo que se comenta por aquí es que mientras el diputado Eduardo Bolsonaro no pida disculpas por sus enloquecidas palabras, la tensión no hará más que subir.

Los chinos – la tan nombrada paciencia china… – sabrán esperar. El problema es si Brasil podrá esperar. Además de ser el país que ofrece al gobierno de Bolsonaro el mayor superávit comercial, China es un país clave para la economía brasileña, gracias a sus pesadísimas inversiones en Brasil. En términos de comercio exterior, basta un ejemplo: el mercado chino es el destino de 78 por ciento de las exportaciones brasileñas de soja. Perder ese mercado hundiría de manera tenebrosa la ya muy caótica economía del país presidido por ese esperpento. 

¿Más? Sí, sí, hay más.

Varios gobernadores, principalmente de estados del nordeste, piden ayuda a China para dar combate a la pandemia en su región, que es muy pobre. Piden no solo equipos, como respiradores artificiales, sino directamente ayuda médica, medicinas incluidas.

Bolsonaro también pierde precioso tiempo en guerrear a los gobernadores de los dos principales estados brasileños, San Pablo y Rio de Janeiro. Los critica duramente porque adoptaron medidas de combate a la circulación de gente, determinando cuarentenas domiciliares. Dice que, con eso, ambos perjudican a la economía. El país, rigurosamente convulsionado por un acumulado de crisis absolutamente sin precedentes, tiene como presidente a semejante aberración.

Con 40 por ciento de la fuerza laboral trabajando en condiciones precarias, con – en Rio de Janeiro – poco más de dos millones de moradores en “favelas”, o sea, villas miserables en que lo común es hasta seis personas acumuladas en poco más de treinta metros cuadrados, nadie sabe prever la dimensión del genocidio que podrá ocurrir.

Se calcula que en todo Brasil alrededor de veinticinco millones de personas viven en situación semejante, en los grandes centros urbanos. Vivimos en un mundo a la deriva. Y en ese mundo, Brasil es presidido por un energúmeno sin rumbo.

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