“La sociedad capitalista del siglo XX e inicios del XXI había
convertido en un derecho civilizatorio la movilidad humana, por lo que restringirla se convertía en un problema.
De pronto el coronavirus hace posible lo impensable, el temor a viajar
se va instalando en el imaginario colectivo social y el número de
viajeros cae drásticamente hasta que no solo es esperado, sino exigido, que en
cientos de países se prohíba viajar. No movernos del lugar pareciera ser el
meta mensaje”. Del terror a viajar se pasa al horror
por el contacto humano, como si el vecino,
el amigo, la persona que encontramos en el metro, el autobús
o la calle fuera un potencial vector, un peligro para nuestra salud. Los cimientos
de la vieja sociabilidad de la primera,
segunda e incluso de la tercera revolución industrial se ven
cuestionados. La deshumanización adquiere una nueva escala y el desencuentro se
convierte en un “acto responsable”. Se naturaliza el desencuentro
humano. Podemos vivir sin estar en contacto con los otros y otras
parecieran ser el mensaje que se instala en la civilización humana".
“El horror causado por los miles de muertos en
todo el orbe hace que sectores populares y la clase
media invoquen medidas autoritarias de control. Se eclipsa la noción
democrática de la toma de decisiones por una apelación colectiva a la “manus
military”. Los estados de alerta, emergencia y de suspensión de
garantías se hacen “inevitables” y surge el primer Estado de sitio planetario. El autoritarismo
emerge con base social, el fascismo tecnológico de la cuarta revolución industrial es
un rio desbocado que se abre paso. “Los y las trabajadores
habíamos construido una identidad de nuestra labor que nos hacía
imprescindibles y de pronto encontramos que la sociedad puede
marchar, con un nuevo modelo de organización, sin muchos de los
trabajos a los cuales estamos acostumbrados se realicen. Cobran sentido
posible y práctico las afirmaciones de Klaus Snowb, creador del Foro
Mundial de Davos, respecto a que el desembarco de la cuarta revolución
industrial traería millones de desempleos en el mundo, porque muchos
de los trabajos que veníamos realizando, asociados al mundo del trabajo
y el consumo en las tres revoluciones industriales precedentes ya
no tendrían razón de ser. Se construye la
hegemonía social respecto a que muchos trabajos son prescindibles”.
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EN CASA Y SIN TOCAR A LOS OTROS:
CORONAVIRUS O REINGENIERÍA SOCIAL A ESCALA PLANETARIA.
*****
Luis Bonilla-Molina.
América latina en Movimiento.
ALAI martes 17 de marzo del 2020.
Preámbulo.
Nuestro modelo societal capitalista se estructuró
alrededor de la producción de mercancías y el consumo, con
una epistemología derivada de la primera y segunda revolución industrial.
Lo que llamamos pensamiento moderno adquirió forma cotidiana a partir del uso
del desarrollo científico y tecnológico para nuestra realidad inmediata, así
como con los requerimientos para el impulso de una aceleración
de la innovación de esta ciencia y tecnología.
La escuela y la universidad
adquirieron especial relevancia como potenciales generadores del conocimiento y
la formación profesional indispensables para la gobernanza (ciudadanía,
consumo, hegemonía ideológica), pero esencialmente para la dinamización de esta
aceleración de la innovación. La escuela y la universidad jugaban un
papel adicional de contención de los más chicos y jóvenes, mientras, el padre
primero, y luego también las madres se incorporaban al mundo del trabajo. Los
salarios usados para el consumo, cada vez más precario, cerraban el círculo de
la sociedad capitalista de la primera y segunda revolución industrial.
El encuentro humano articulaba y expresaba el consumo,
sus modalidades y nuevas expectativas. Basta ver toda la
publicidad del siglo XX para darnos cuenta que encuentro humano, mercancías y
consumo formaban la triada cotidiana de la sociedad capitalista.
La escuela y la universidad contribuyeron a la
aceleración de la innovación científica y tecnológica que
demandaba el capitalismo, hasta que en los sesenta del siglo XX ocurrió el
desembarco de la tercera revolución industrial. Este nuevo periodo
generó una nueva fase de concentración del esfuerzo orientado a la aceleración
de la innovación, ahora relocalizados en laboratorios privados.
Esto se debió a dos grandes agendas, la primera elevar la eficacia
entre costos y resultados y segundo, soslayar los controles éticos pues
mucho del esfuerzo investigativo estaba orientado al complejo industrial
militar (guerra bacteriológica, genoma humano, armamento con soporte
informático, biología digital, conocimiento profundo y control de la
mente humana, entre otros). Con la llegada de la globalización
económica y la mundialización cultural de
los ochenta, pero muy especialmente en los noventa, una parte
importante de los(as) científicos universitarios pasan a trabajar en
laboratorios privados o bajo la tutela y juramento de secreto impuesto por las
grandes corporaciones.
La escuela y la universidad no lograron captar la nueva
dinámica a pesar que surgieron múltiples voces que alertaron
sobre algunas de las expresiones de esta nueva realidad. Era mucho lo que el
capitalismo informático de la tercera revolución industrial requería cambiar;
pasar del modelo disciplinar a un enfoque transdisciplinario resultaba un
giro de ciento ochenta grados en las rutinas, performances y estructuras
institucionales y, las instituciones educativas lejos de movilizarse
se paralizaron. Hablaron mucho de transdisciplinariedad, pero siguieron
operando sobre una lógica disciplinar ya obsoleta para el gran capital
Desprovistas de una mirada de lucha de clases, las
dinámicas institucionales de las escuelas y universidades no
fueron capaces de captar que el movimiento incesante constituye
una característica de las resistencias anticapitalistas. Consideraron
que eran útiles como venían trabajando y que ahora habían surgido nuevas
instituciones que harían lo que ellas no estaban dispuestas a hacer. Este fue
un error estratégico porque no percibieron que estaban dejando en
manos de otros el epicentro del conocimiento vinculado a la aceleración de la
innovación.
La convergencia de los conocimientos científicos y
tecnológicos de última generación (genoma humano,
nanotecnología, conexión 5G, inteligencia artificial, big data,
robótica, neuronas digitales, biología digital) abrieron paso a la
construcción de un curso hacia la cuarta revolución industrial.
Pero la cuarta revolución demanda una nueva estructura social, derivada
del nuevo modelo de producción en ciernes y de las
dinámicas de trabajo y consumo que de ello se generen. Ahora se trata de un
giro de trescientos sesenta grados, pero es espiral ascendente y con tendencia
concéntrica, que implica modificar todas las estructuras sociales existentes. El
capitalismo cognitivo del siglo XXI se abría paso y consolidaba.
En múltiples artículos y conferencias de los últimos años
insistí en trabajar varios escenarios y análisis proyectivos de la cuarta
revolución industrial. Uno de ellos, con mayores probabilidades teóricas
colocaba a la casa como el epicentro del trabajo, el consumo, la educación y
la gobernabilidad. Pero ello implicaba un proceso de reeducación sin
precedentes, algo que no era fácil instrumentar para una reingeniería social
de tal magnitud.
El problema es que el desembarco de la cuarta revolución
industrial está a la vuelta de la esquina; entonces para el
capital se trataba de resolver una ecuación tan compleja en el corto plazo,
mientras que para muchas de las resistencias anticapitalistas este debate les
solía resultar un ejercicio de ciencia ficción. La realidad nos demostraría
que para el capitalismo cualquier barrera es posible derrumbarla.
Coronavirus: la
pandemia del miedo.
De pronto, irrumpe en el escenario una pandemia con
impacto profundo en toda la sociedad global, el
coronavirus. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS)
“los coronavirus
son una extensa familia de virus que pueden causar enfermedades tanto en
animales como en humanos. En los humanos, se sabe que varios coronavirus causan
infecciones respiratorias que pueden ir desde el resfriado común hasta
enfermedades más graves como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) y
el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS). El coronavirus que se ha
descubierto más recientemente causa la enfermedad por coronavirus COVID-19. La
COVID-19 es la enfermedad infecciosa causada por el coronavirus que se ha
descubierto más recientemente. Tanto el nuevo virus como la enfermedad eran
desconocidos antes de que estallara el brote en Wuhan (China) en diciembre de
2019.” (OMS, 2019)
Ya la humanidad había presenciado con temor el
surgimiento de pandemias como el H1N1 y la epidemia de Ebola
(1976-2016), con brotes intermitentes. Sin embargo, ninguna de ellas había
alcanzado la diseminación del Coronavirus. No voy a entrar en el debate
respecto a su es un virus de mutación natural o fue creado en laboratorio,
porque no dispongo de los elementos de convicción suficientes para afirmar ni
lo uno ni lo otro. Lo que si es cierto que en menos de tres meses más de
ciento veinticinco países sufrieron el impacto del virus.
Pero ahí comienzan las explicaciones que construyen una
nueva hegemonía social. Se señala que el Coronavirus se extiende
fundamentalmente por el relacionamiento humano y al entrar en contacto con
superficies donde este depositada de manera residual la cepa del virus. Se
culpa a los viajeros, especialmente de vuelos aéreos y los cruceros, de
ser los trasmisores y difusores del virus.
La sociedad capitalista del siglo XX e inicios del XXI
había convertido en un derecho civilizatorio la movilidad humana,
por lo que restringirla se convertía en un problema. De pronto el coronavirus
hace posible lo impensable, el temor a viajar se va instalando en el imaginario
colectivo social y el número de viajeros cae drásticamente hasta que no solo
es esperado, sino exigido, que en cientos de países se prohíba viajar. No
movernos del lugar pareciera ser el meta mensaje.
Del terror a viajar se pasa al horror por el contacto
humano, como si el vecino, el amigo, la persona
que encontramos en el metro, el autobús o la calle fuera
un potencial vector, un peligro para nuestra
salud. Los cimientos de la vieja sociabilidad de la primera, segunda e
incluso de la tercera revolución industrial se ven cuestionados. La deshumanización adquiere
una nueva escala y el desencuentro se convierte en un “acto responsable”.
Se naturaliza el desencuentro humano. Podemos vivir sin estar en
contacto con los otros y otras parecieran ser el mensaje que se instala en la civilización
humana.
El horror causado por los miles de muertos en todo el
orbe
hace que sectores populares y la clase media invoquen medidas autoritarias
de control. Se eclipsa la noción democrática de la toma de
decisiones por una apelación colectiva a la “manus military”. Los
estados de alerta, emergencia y de suspensión de garantías se hacen “inevitables”
y surge el primer Estado de sitio planetario.
El autoritarismo emerge con base social, el fascismo
tecnológico de
la cuarta revolución industrial es un rio desbocado que se abre paso.
Terror, miedo, globalizado.
Los y las trabajadores habíamos construido
una identidad de nuestra labor que nos hacía imprescindibles y de pronto
encontramos que la sociedad puede marchar, con un nuevo modelo de
organización, sin muchos de los trabajos a los cuales estamos
acostumbrados se realicen. Cobran sentido posible y práctico las afirmaciones
de Klaus Snowb, creador del Foro Mundial de Davos, respecto a que
el desembarco de la cuarta revolución industrial traería millones de
desempleos en el mundo, porque muchos de los trabajos que veníamos
realizando, asociados al mundo del trabajo y el consumo en las tres
revoluciones industriales precedentes ya no tendrían razón de ser.
Se construye la hegemonía social respecto a que muchos trabajos son
prescindibles.
Durante semanas, la sociedad
comienza a reordenarse desde la casa. Se educa o expande el consumo “online”
o el “Delivery”. Se promueve con hechos la nueva educación para
el consumo. Millones de seres humanos entran en contacto acelerado con
algo que aún les resultaba etéreo e incómodo, el nuevo modelo de consumo en
casa.
El sueño dorado del capitalismo cognitivo del
siglo XXI se muestra en la cotidianidad. Millones de seres
humano son lanzados a la educación en casa, una nueva experiencia que
parecía imposible cuando solo unos atrás comenzamos a señalarlo como un Apagón
Pedagógico Global (APG), un escenario factible para la reingeniería social
en ciernes, algo que trabajaremos nuevamente los próximos días en artículos por
separado. Ya académicos como Norman Antonio Boscán y Jesús Alemancia
comenzaron a exponer sus implicaciones en sociedades como la panameña. Para
poder concretar el salto, se ensayan plataformas y propuestas, mientras
las familias aprenden colectivamente que es posible educar en casa, sin
el acompañamiento de docentes, creando confusión sobre las diferencias
entre enseñar a aprender y recibir información.
El miedo le construyó condiciones de posibilidad a un
nuevo paradigma social. El miedo cohesionó mentalidades
y forzó a ver nuevos caminos de cruce entre aceleración de la innovación y
modelo de organización societal. Mientras tanto, en las élites
superestructurales de poder, la pugna interburguesa continua con
dos escenarios posibles: guerra para resolver las diferencias o integración
del capital trasnacional para dar paso al nuevo
imperio tricéfalo extraterritorial. Veremos en los próximos meses y
años (¿) el curso de esta puja.
Todo lo anterior dejará una huella imborrable en la
epistemología ciudadana de los individuos de una sociedad cada vez más
mundializada culturalmente, en la cual la diversidad es suprimida, considerada
una anormalidad, creándose superfluos estereotipos de simulación de esas
diversidades.
Después de la crisis
una nueva hegemonía capitalista se habrá instalado
Es previsible que en meses se supere la pandemia del
Coronavirus. El modelo de control ensayado por China moldeará el curso de la resolución de esta
crisis colectiva en materia de salud.
Todo vivirá la apariencia de volver a la “normalidad”
pero ya no seremos los mismos. La hegemonía sobre una nueva forma de
construir las sociedades del capitalismo de la cuarta revolución
industrial será ya no utopía, sino algo posible para miles de millones de
hombres y mujeres en todo el planeta.
La nueva normalidad estará preñada de
certezas sobre la necesidad de repensar la casa, como escenario de vida,
trabajo, educación, salud, seguridad y gobernabilidad. El mundo se nos hará
incontrolable y la tranquilidad de lo que podemos moldear tendrá en la casa un
espacio privilegiado.
Seguramente vendrán nuevas crisis y
otras formas de consolidar la hegemonía para la nueva sociedad, pero la
semilla del “nuevo” modelo capitalista ha sido sembrado. Es hora
que las resistencias capitalistas se atrevan a pensar esta nueva realidad,
que ya no es un teorema, sino que se nos ha mostrado como una realidad
concreta.
Epílogo: la era de la
singularidad está cerca, en la frontera final de la cuarta revolución
industrial
Entre la primera revolución industrial y el cambio
drástico que implica la cuarta revolución industrial mediaron dos siglos.
Esto nos puede dar la falsa certeza que habrá que adaptarnos a lo nuevo porque
esto nos marcará para el resto de nuestras vidas.
Nada más alejado de la realidad. Si
observamos la línea de aceleración de la innovación científica tecnológica
podremos ver con claridad como el nuevo quiebre se plantea en cualquier momento
a partir del año 2045, es decir, solo veinticinco años adelante.
A esta nueva ruptura y crisis civilizatoria Kurzweil
(2012) le ha dado el nombre de “era de la
singularidad”, que no es otra cosa
que el advenimiento de una sociedad en la cual la fusión de vida
biológica y tecnología será un fenómeno a gran escala. Pero dejemos eso
para otro artículo.
Todo ello nos plantea a quienes nos ubicamos
en el plano de las resistencias anticapitalistas, desafíos, tareas y debates. La explotación
del hombre por el hombre no desaparecerá por el contrario adquirirá nuevas y terribles
expresiones. Los y las revolucionarios, debemos
como lo hizo Marx, desde lo concreto del presente anticipar el mañana con propuestas
alternativas.
*****
LUIS BONILLA-MOLINA
Doctor en Ciencias Pedagógicas, Postdoctorado en
Sistemas de Evaluación de la Calidad Educativa. Pedagogo crítico, Coordinador Mundial del portal. Analista
político desde una perspectiva crítica. Profesor universitario invitado en varias
universidades de América latina y el Caribe.
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