EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER.
LA VERDADERA HISTORIA DEL 8 DE MARZO.
En el siguiente artículo.
LA PRIMAVERA FEMINISTA Y LA
CONTRAOFENSIVA PATRIARCAL.
*****
Irene León.
ALAI. América latina en Movimiento.
Sábado 7 de marzo del 2020.
Uno de los más relevantes hechos políticos contemporáneos es el posicionamiento del feminismo como una fuerza transformadora de alcance mundial, conseguido tanto por sus aportes a la movilización de ideas para aprehender la realidad y actuar sobre ella, como por la acción política y estratégica que, como pieza medular para todo cambio, se despliega desde múltiples escenarios.
De Buenos Aires a
Manila, de Ciudad del Cabo a Sao Paulo, de Delhi a San Juan y
en todos los rincones del planeta, una multiplicidad de situaciones
estructurales y datos delinean la abigarrada cartografía de las relaciones
de poder patriarcal, a la vez que amplias movilizaciones, reivindicaciones
y resistencias revelan el carácter histórico, por tanto, reversible, de ese
poder.
Legatario de la
provocación epistemológica colocada por la conceptualización del patriarcado, como
sistema socioeconómico y cultural complejo, el
feminismo del Siglo XXI ha emprendido
la dilucidación de los componentes de esa formación social, para evidenciar
tanto sus expresiones situadas como las de carácter sistémico y proponer
cambios que inhabiliten las dinámicas que propician su reproducción histórica.
Estos avances
políticos y teóricos han permitido mostrar que la transformación
de la realidad socio económica de las mujeres tiene una relación dialéctica con
cambios en la estructura general de la sociedad. Así, en un contexto en el
que se condensa la concentración de bienes y recursos y se multiplican los
niveles de exclusión geoeconómica, el feminismo coloca la contradicción
capital-vida como categoría de análisis indispensable para explicar fenómenos
tales como la tendencia al descarte exponencial de las mujeres y otras personas
afectadas por desigualdades estructurales. La contradicción capital-vida se
agudiza mientras la reproducción del capitalismo global apunta a la mercantilización
de la vida -de todas las esferas y de todas las necesidades-, a la vez que
su expansión reposa sobre la intensificación de la explotación de la naturaleza
y de las personas.
Sobre la base del
reconocimiento de la división sexual del trabajo formulada en el siglo XIX y
del valor del trabajo doméstico conceptualizado en el XX, la economía
feminista ha incursionado en la formulación de horizontes económicos
alternativos y sistémicos, que apuntan hacia la sostenibilidad de la vida,
desde un enfoque de diversidad económica en la que el mercado capitalista es el
poder dominante, pero sólo eso. Esta perspectiva figura en conceptualizaciones
recientes tales como la economía para el Buen Vivir, que coloca la reproducción de la vida y no la del
capital al centro de los proyectos de sociedad. Similares planteos se delinean
en otras perspectivas de economías alternativas, como la del cuidado,
que
“Incluyen
diversas actividades de producción, intercambio y generación de ingresos que
no se rigen por la lógica del mercado capitalista y que se asocian a la
satisfacción de necesidades básicas de alimentación, vivienda, vestido,
infraestructura básica. Involucran saberes, prácticas y tecnologías que
hacen parte de los acervos culturales de diversas sociedades y
comunidades”.
Con creatividad y con
múltiples cuestionamientos a los discursos dominantes, a sus
omisiones y presunciones, el feminismo ha develado una realidad heterogénea,
diversa y contradictoria, que apela a su vez a renovadas miradas dialécticas
sobre el porvenir y la historia, que incluyen dimensiones antes consideradas
específicas, como es el caso de la sexualidad y la reproducción, ahora
en debate en esferas de la política pública y de la normativa internacional,
así como en las calles, en los escenarios económicos y de política
económica, en los medios y otros.
Por su parte el patriarcado, mimetizado con las reconfiguraciones
de poder del capitalismo global, muestra músculo y presenta mecanismos
reajustados a las circunstancias y los tiempos. La simbiosis entre
patriarcado y capitalismo global está presente en la disputa por el control
del mundo por parte de los poderes transnacionales, financieros,
comunicacionales y militares; está en la brega por la hegemonía
tecnológica, perentoria para el ejercicio del poder en el capitalismo de la
vigilancia; está en los envites geoeconómicos y los ‘reordenamientos
territoriales’ inherentes al control de los recursos ‘naturales’ y
de la tierra; así como en los diseños gerenciales para el manejo de las
sociedades ‘por fuera de la política’, y otros.
La transición de un
proyecto de mundo multilateral, basado en la existencia de Estados, países y
culturas, hacia uno cimentado en intereses
corporativos privados, con poderes supraestatales, omnímodos y fácticos, no es
menor. La globalización, que se cristalizó en
el último cuarto del Siglo XX, produjo una importante disputa de
sentidos, no sólo por las resistencias de pueblos y culturas frente a
la homogenización, sino porque su modelo extraterritorial, bajo la
predominancia de las transnacionales y el capital financiero,
implicó una intensa conculcación de derechos económicos, sociales,
colectivos, entre ellos los laborales,
para reorganizar la producción a escala mundial, con formas tales como la deslocalización
del trabajo, la flexibilización o las cadenas de producción global.
Las mujeres son
mayoría en cadenas de producción flexible y muchas veces insalubre, en
áreas clave para el nuevo momento del capitalismo, por ejemplo, el de las tecnologías
digitales, ni hablar de las conocidas zonas francas o aquellas de la producción
agrícola transnacional, para mencionar algunas. Es más, se han desarrollado
márgenes socioeconómicos donde mujeres, conjuntamente con personas sin
poder, tales como las indocumentadas y otras, configuran una geopolítica de la
supervivencia a escala global. Saskia Sassen caracteriza a las economías sumergidas, informales
e incluso ilegales como estructurales al sistema, de modo que la precarización laboral no
sólo convive, sino que sustenta los salarios elevados, los derechos y
los empleos dignos de pocos.
Pero estamos también ante
una transnacionalización de la violencia patriarcal,
pues a la par del recrudecimiento de la violencia machista pública y
privada, se han posicionado también las doctrinas de control y prácticas de
expoliación de datos personales que se asocian al capitalismo de la
vigilancia, y peor aún han entrado al cotidiano las simbologías y las
realidades de la guerra.
Con el gran derroche de poder
que exhibe el Complejo Industrial Militar -de Estados Unidos y
sus adláteres-, está sobre la mesa la reestructuración de una economía
política de la violencia, además de una remozada versión de la división
internacional y sexual del trabajo de la destrucción y la guerra, que
comprende desde la inclusión de las mujeres como militares o paramilitares,
hasta su enrolamiento en la prostitución y otras actividades asociadas al
entretenimiento, que la militarización propicia. Pero también hay trabajadoras
que, expuestas a productos químicos o en condiciones precarias, dejan su salud
en la fabricación de chips para los drones o de otros armamentos.
Paradójicamente, en
esos contextos insanos, también se reconstituyen ‘subculturas’ estereotipadas
de la feminidad y modalidades de consumo, con endeudamientos
sempiternos, mientras que las imitaciones de las marcas ‘globales’
adquiridas, tienen fechas de caducidad muy reducidas y se esfuman. Pero esos
chascos también les pasan a los países, que se endeudan para participar en
dinámicas de seguridad y de defensa hemisféricas o globales ajenas,
mientras es conocido que las armas se gastan en el Sur, para saquear los
territorios y recursos de los endeudados.
El Complejo
Industrial Militar, como poder fáctico global, exhibe un planteo
de militarización ad infinitum,
que compromete capitales directamente vinculados a los réditos del capitalismo
financiero, a su vez, a través de estas dinámicas, las corporaciones
transnacionales tienen la garantía de poder multiplicar –manu
militari- sus ganancias también hasta el infinito.
El poder sexista
impregnado en los símbolos
En la transición
hacia el globalismo patriarcal y capitalista, con la producción simbólica,
cultural y los escenarios comunicacionales bajo control
hegemónico de las corporaciones transnacionales, opera tanto la reedición
del sexismo en los códigos y prácticas, como la readaptación de la visión
patriarcal y jerárquica de las relaciones sociales en todos los escenarios.
Acudiendo a la
seducción, se busca copar las mentes y los corazones con las
simbologías de éxito asociadas al poder financiero, se espera ilusionar
con las alegorías de progreso irrenunciable que tipifican la imagen de las
transnacionales y hasta se procura despertar una sensación de necesidad de
militarización, para salvaguardar con armas y tecnologías los intereses
empresariales privados, como si fueran propios.
En esa línea también
destaca la banalización de la violencia. La exhibición incesante de broncas,
reprimendas sexistas, pugilatos, balaceras, represiones y guerras, conlleva
un imaginario de violencia y subyugaciones. La creciente cultura de la
militarización y la militarización de la cultura influyen de modo decisivo en la producción de valores
y significados.
América Latina y las
disputas antipatriarcales
Un feminismo de alta
intensidad propone, actúa y disputa horizontes de futuro en América Latina y el
Caribe, donde un inédito proceso
histórico de cambios levantado desde
inicios del presente siglo, puso en perspectiva propuestas de bien común, redistribución
y derechos, con alcances en escenarios nacionales e incluso regionales y del
Sur. Concomitantemente, una multiplicidad de vertientes, corrientes y
tendencias del movimiento feminista logró levantar una significativa movilización
de masas, con reivindicaciones que
abarcan desde el derecho al aborto y por una vida sin violencia
hasta la lucha por la reforma agraria, contra la pobreza o el
calentamiento global.
Pero también existe
su antítesis, la llamada ‘restauración conservadora’,
“…cuyas
respuestas de disciplina miento no dejan ningún cabo suelto, más bien,
como parte de una pauta de control de carácter sistémico, aplican una estrategia
omnímoda, con mecanismos múltiples y heterogéneos, para instaurar el
proyecto de las élites mundiales como inamovible y asegurar que los factores
del poder financiero, militar, mercantil, comunicacional, transnacional y
nacional retornen al control absoluto de los destinos de la región…”,
incluso se avizoran ciertas tentaciones de devenir un puntal de lanza del
llamado fascismo global. En este escenario, las propuestas feministas
están bajo sospecha, se congelan los derechos y libertades, y la agenda
feminista debe pasar a la defensiva.
En esa disputa de sentidos y
horizontes, es irrefutable la interrelación entre los escenarios de cambio y
las posibilidades de concreción de las iniciativas feministas. En Bolivia, ahora bajo una dictadura neofascista,
se ha suspendido la iniciativa histórica de descolonización y
despatriarcalización del Estado -es decir de desconstrucción de las estructuras
machistas de las instituciones y la sociedad-, emprendida por el gobierno
de Evo Morales, a la vez que se
evidencia, el retorno de la segregación hacia las mujeres indígenas, que
por primera vez en la historia participaron en espacios protagónicos en el
proceso de cambio. Ni hablar de la viabilidad de distintas iniciativas
económicas redistributivas y de igualdad.
Por su parte, el presidente
Bolsonaro pretende retrotraer Brasil
a tiempos remotos, sustituyendo las políticas públicas de inspiración
feminista que colocaron los gobiernos de Lula y Rousseff por unas
inspiradas en la Inquisición.
Asimismo, con el retorno
al neoliberalismo han ido desapareciendo de la agenda en Ecuador distintas prioridades de política
económica que visibilizaron la necesidad de retribuir los cuidados, se han
vuelto a colocar en el rubro asistencial varios asuntos correspondientes a
la política económica, a la vez que se han reducido a su mínima
expresión los presupuestos para actuar contra la violencia machista, entre
otros.
Pero las relaciones de poder
también son dialécticas y desde miradas contrarias a la victimización las
mujeres resisten, como sucede en Chile y
otros países.
Se evidencian igualmente
modos de gestionar la vida y sabidurías distintas de la anti-ética y a la
anti-estética del capitalismo patriarcal. Entre ellas destaca el
enunciado histórico del socialismo feminista formulado por Hugo Chávez en 2006,
con el correlativo reto de su construcción en medio de bloqueos y amenazas.
Asimismo, Cuba sólo se supera a si misma
con la profundización de cambios culturales en la sociedad, hacia una
igualdad plena e inédita por sus sentidos de humanidad.
Conclusión.
El feminismo ha esparcido su convocatoria a colocar la sostenibilidad de la vida al centro de un nuevo proyecto de sociedad, libre de los poderes patriarcales y capitalistas, despojado del neocolonialismo corporativo y de la dictadura del mercado. Se trata de un proyecto de paz en el mundo y en la vida cotidiana, que apela a la conformación de un extenso movimiento para cambiar el mundo.
En palabras de
Magdalena León T.:
“La
expansión geográfica va junto con la proyección de los alcances estratégicos
del feminismo: se trata de
transformar el mundo, de impulsar un cambio radical del sistema
hegemónico, de salir de un capitalismo depredador,
de dejar atrás el orden patriarcal y toda forma
de dominación, explotación y violencia. Una transformación urgente ante la que las mujeres ya se ubican al frente, movidas por un
compromiso con la vida que, de diversas formas, pero de manera continua, han sostenido
a lo largo de la historia. Construir condiciones
materiales desde una lógica del cuidado de la vida,
luchar por igualdad y justicia, están en la base
de experiencias que convierten ya al feminismo en
solución para un mundo en crisis.” Magdalena León T. 8M. Transformar el
mundo.
Publicado
en: En Resistencias y
Luchas Antipatriarcales, Humanidad
en Red No1, Red en Defensa de la Humanidad,
2020/03/08, Cuba.
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