“Desconfianza genera caos. Esta crisis mundial desnuda la verdadera situación
de los sistemas de salud. La desconfianza en estos precarios e inadecuados sistemas
ha llevado a la gente a adoptar medidas desesperadas, como lo sucedido en Bolivia, donde ciudadanos bloquearon centros
de salud para evitar que enfermos de COVID-19 sean atendidos en los mismos lugares donde sus seres
queridos se encontraban internados por otras enfermedades. Se les acusó
de ser poco solidarios e insensibles, pero eso es apenas una parte de la verdad,
peor aún, esas conductas afloran la profunda desconfianza que tienen los
ciudadanos hacia el sistema sanitario boliviano. Los ciudadanos saben que están desamparados, nadie
los va a proteger, tienen claro que los hospitales y clínicas no están capacitados ni adaptados para enfrentar al
coronavirus”.
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América latina. Un país, un pueblo - no - una Barriada - quizás, pero NO está en la Ciudad ni menos cercana a la Ciudad. Pero alguién se acordará de estas familias de extrema pobreza. Estarán informados si están en "Estado de Inmovilidad Social" - sobre el coronavirus . Lo cierto es que esta realidad inhumana es resultado del modelpo actual, el neliberalismo. Comerán o no en estos tiempos de crisis Sanitaria global. Los Gobiernos se acordarán de ellos - a su imagen - hay miles de miles en todo América latina.
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Y LOS POBRES… ¿QUE COMERÁN DURANTE LA CRISIS?
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María Luisa Ramos Urzagaste |25/03/2020 | Mundo.
Fuentes: Sputnik
Rebelión miércoles 25 de marzo del 2020.
Instruir que la gente se quede en casa para frenar
al COVID-19, coloca a millones de latinoamericanos, que sobreviven con unos escasos pesos ganados en
la jornada, en la disyuntiva de quedarse en casa y aguantar el hambre o salir a
la calle y exponerse al virus.
Según la Organización Internacional del Trabajo, más del 60 % de la población activa a nivel mundial, unos 2.000
millones de personas, tiene un empleo informal y la mayor parte de esa economía sumergida, es
decir, más del 93 %, se ubica en
los países emergentes y en desarrollo.
Son empleos precarios, subempleos inestables, sin protección de salud alguna, que representan más
del 50% de la población activa en Sudamérica,
América Central y el Caribe, pero que en Honduras, Guatemala, Nicaragua
y Bolivia llega a aproximadamente el 80%.
En cifras generales, esa es la población que
se verá profundamente afectada en su nivel de vida, desde ya precario,
si es que los Gobiernos no asumen medidas conexas para evitar mayor
pauperización en el corto y mediano plazo.
Precisamente por esta situación (de predominio del empleo informal), que es muy
distinta a la realidad china, coreana, o europea, es que no
debiera copiarse mecánicamente las medidas asumidas por esos países.
Los Gobernantes se acordarán de ellos. Miremos la extrema pobreza, para ellos debe ser también la ayuda de hoy y no solo para los de la Ciudad. La pobreza NO distingue sin son de la ciudad o del campo. Al final son familias de extrema pobreza.
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¿Y quién se ocupa de los pobres?
El estribillo de «quedarse
en casa», si no se acompaña de otras
medidas, resulta posible únicamente para quién puede llenar su despensa con
productos para dos o tres semanas, pero no es viable para al menos el 30% de
la población latinoamericana y caribeña.
Doscientos millones de habitantes en nuestra región viven bajo la línea de pobreza, entre ellos vendedores
ambulantes, choferes, estibadores, amas de casa, etc., para quienes salir a
la calle es cuestión de tener, o no, el pan diario.
Son millones de ciudadanos que no pueden trabajar a distancia o virtualmente.
Incluso la mayoría de las escuelas y universidades no cuentan con mecanismos para adaptarse a la
contingencia. Esto agravará aún más la brecha social y económica. Esa
realidad se suma a las pérdidas que sufriremos como sociedad en conjunto, estos
meses.
Muchas de estas familias deben asumir pagos mensuales regulares, que
no admiten demoras pues los acreedores de los microcréditos, por
ejemplo, no les van a perdonar moras. El dueño de casa no les va a
dispensar del pago del alquiler y deben pagar servicios básicos
como agua, gas y luz. Sumado a eso, deben garantizarse el alimento diario.
Esos son apenas algunos de los aspectos que el Estado
debe ocuparse de prever y solucionar. Si no se adoptan medidas ahora, la región
sufrirá un retroceso catastrófico de nivel de vida y con consecuencias
políticas nada alentadoras.
Desconfianza genera caos
Esta crisis mundial desnuda la verdadera situación
de los sistemas de salud.
La desconfianza en estos precarios e inadecuados sistemas ha llevado a la gente
a adoptar medidas desesperadas, como lo sucedido en Bolivia, donde ciudadanos
bloquearon centros de salud para evitar que enfermos de COVID-19 sean
atendidos en los mismos lugares donde sus seres queridos se encontraban
internados por otras enfermedades.
Se les acusó de ser poco solidarios e insensibles, pero eso es apenas una parte de la verdad,
peor aún, esas conductas afloran la profunda desconfianza que tienen los
ciudadanos hacia el sistema sanitario boliviano.
Los ciudadanos saben que están desamparados, nadie los va a proteger, tienen claro que los hospitales
y clínicas no están capacitados ni adaptados para enfrentar al coronavirus.
El virus viajero
El principal vector del virus somos los humanos y a
la vez somos las víctimas. Esto hace
que las medidas que se adopten en cualquier tipo de acción de transacción,
compra, venta, manipulación y en el transporte aéreo, fluvial y
terrestre sean vitales para frenar al virus.
Mientras que en países europeos el transporte terrestre es mayormente
municipal, regional o estatal y puede ser sometido a medidas sanitarias
estrictas, en nuestros países el transporte sobre todo es privado y
caótico y se realiza en buses, minibuses, taxis, donde a menudo el
número de usuarios sobrepasa el número de asientos.
Sumado a eso, el pago del pasaje se hace en
el sitio y en moneda corriente. Esta realidad hace difícil el control y
efectivización de las medidas sanitarias requeridas.
Este mismo escenario se replica en mercados,
tiendas y venta callejera, lo que muestra que hay un gran contraste
entre nuestra realidad y la vivencia europea u
otros países asiáticos.
Por eso mismo nuestros Gobiernos no
debieran copiar a rajatabla las recetas adoptadas en países como China, Corea del Sur, Europa (que posiblemente son
adecuadas para esas realidades), pero no precisamente serán las que requieran y
funcionen en nuestros países.
En el caso de Bolivia, el Gobierno optó por una especie de ‘cuarentena
a medias’, que expone aún más a la gente, pues durante los horarios
permitidos para movilizarse hay más aglomeración y confusión. Peor aún, el
Gobierno de Jeanine Añez ha adoptado una decisión política inaudita al rechazar la ayuda médica de Cuba.
En realidades como las nuestras, no basta con prohibir la movilización de
las personas, pues coloca a millones ante
el dilema de quedarse en casa y morir de hambre o salir a la calle y
exponerse al virus.
La gran mayoría de nuestros ciudadanos no están en la capacidad económica de hacer compras por internet y tampoco realizar pago mediante tarjeta. Solo una pequeña minoría de ciudadanos
cuenta con recursos para subsistir semanas en un régimen de inmovilización y pueden hacer compras por
internet evadiendo el contacto directo entre personas.
Necesariamente se deben adoptar otras medidas
adicionales, poner todos los recursos y creatividad a
disposición para proteger a los más vulnerables.
Tal vez algunos Gobiernos logren sostener
una prohibición de movilización por algunas semanas, mediante el uso
de la fuerza con Policía y Ejército, pero la
explosión social puede ser grave por el
hambre y las limitaciones.
Chile. Presidente Piñera declara el Estado de Excepción Constitucional, por la emergencia nacional y el corinavirus, y postergó el proceso electoral de marzo a octubre las elecciones por una Nueva Constitución. Igual lo hizo el gobierno golpista de Bolivia y similar, un proceso de fraude electoral y compra de votos en Colombia, por el presidente Duque - se quedó en la denuncia - y declaró el Estado en Emergencia Nacional, por el problema del corinavirus.
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Tentaciones antidemocráticas y
militaristas
La región latinoamericana estos dos últimos años
vive una serie de protestas sociales, requiriendo de los Gobiernos demandas de tipo socioeconómico
y la actual crisis podría ser un buen pretexto para algunos gobernantes
que han perdido credibilidad, para retomar el control y restringir
las libertades democráticas.
Las duras medidas que ya se implementan haciendo uso de la policía y las Fuerzas Armadas han elevado las alertas, pues algunos
Gobiernos pueden verse tentados a utilizar esta contingencia para sus fines
e implementar estados de sitio de hecho y
perpetuarse en el Gobierno.
Queda claro que el Estado tiene la obligación de
proteger a sus ciudadanos no solo
del virus, pero también de evitar que empobrezcan
más de lo que ya están, preservar sus vidas, su salud en general
y darle medios de vida al menos en esta etapa en que no pueden salir a
trabajar.
No basta con anunciar a la población que se avecina una fuerte crisis económica o estado de catástrofe. Es hora que las instituciones
internacionales y regionales y busquen alternativas creativas y
solidarias acordes a la realidad latinoamericana y al grado de
vulnerabilidad de nuestras poblaciones.
Ojalá que las mascarillas que hoy
buscamos desesperadamente para proteger la salud no nos cubran los ojos ni el
corazón, menos la razón y podamos construir el futuro con esperanza y sin
miedo.
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