Fanon comprendió
en carne propia que existe una zona de nuestras sociedades donde la humanidad
es vulnerada sistemáticamente por la violencia del opresor. Se trata de un
lugar estructural, que no depende de las cualidades de las personas. Estima que
es justamente en esa zona, que denomina “zona
del no-ser”, donde puede nacer la revolución por
la que está dando su vida, y advierte que el mundo colonial tiene
compartimentos cuyas fronteras están señalizadas por cuarteles y estaciones de
policía. Esos dos mundos tienen vida
propia, reglas particulares y se relacionan jerárquicamente. Sostengo que
el período actual de acumulación por despojo/cuarta guerra mundial, implica la
actualización de las relaciones coloniales. Es probable que la potente
actualidad de Fanon venga de la mano
de la creciente polarización entre el uno por ciento más rico y la mitad más
pobre y humillada de la humanidad, rasgos propios del período colonial.
/////
FRANTZ FANON:
DE LA DESCOLONIZACIÓN AL PENSAMIENTO CRÍTICO.
****
Raúl Zibechi.
La Jornada lunes 13 de agosto del 2018.
“Uno debe ponerse del lado de los oprimidos en
cualquier circunstancia, incluso cuando están equivocados, sin perder de vista,
no obstante, que están hechos del mismo barro que sus opresores” (Emil
Cioran)
Frantz Fanon fue un ser extraordinario. Vivió su
breve vida entre cuatro países: en su Martinica natal, en Francia y en
Argelia-Túnez, donde se comprometió con la lucha por la independencia
integrándose como militante al Frente de Liberación Nacional (fln). La
coherencia entre su vida y su obra es un faro que nos debe guiar en estos
momentos de incertidumbre, cuando afloran riesgos notables que ponen en peligro
la existencia misma de la humanidad de abajo.
Intervino en una de las guerras más crueles de la
historia moderna. El fln estimó que fueron asesinados un millón 500 mil de
argelinos entre el comienzo de la guerra en 1954 y la proclamación de la
independencia en 1962, lo que representa el quince por ciento de una población
que no llegaba a los 10 millones. Historiadores franceses reducen esa cifra a
un tercio, lo que sigue siendo un porcentaje asombroso. Una cantidad similar de
argelinos fueron torturados.
Como médico-jefe del hospital psiquiátrico de Blida
(nombrado en 1953), Fanon tuvo una experiencia fenomenal: recibió y atendió
tanto a franceses torturadores como a argelinos torturados, lo que le permitió
acceder a los recovecos más recónditos de la opresión y la humillación
coloniales. Uno de los aspectos menos conocidos de su maravillosa vida fue
haber convertido el hospicio-prisión en “una nueva comunidad que introdujo el
deporte, la música, el trabajo, y donde se tiraba un periódico escrito por
enfermos”.
Su profesión como psiquiatra le permitió comprender
actitudes de los seres humanos que nunca fueron explicadas adecuadamente por el
pensamiento crítico. En esos años se había consolidado el giro hacia el
economicismo y el materialismo vulgar, que todo lo apostaban al desarrollo de
las fuerzas productivas, camino en el cual las ideas emancipatorias tendieron a
mimetizarse con los postulados capitalistas.
La interiorización de la opresión.
La generación militante de las décadas de 1960 y
1970 conocimos a Fanon a través de Los condenados de la tierra , su obra
póstuma publicada en 1961. Es el libro/manifiesto de un combatiente que afirma
la necesidad de la violencia para enfrentar y superar la colonización, porque
sabe que “el colonialismo no cede sino con el cuchillo al cuello”.
Los condenados… es un texto
luminoso, plagado de ideas que marchan a contrapelo del sentido común revolucionario de la época, como su defensa del campesinado y del
lumpen-proletariado como sujetos
políticos, ya que observa que en las colonias los proletarios son el sector más
“mimado por el régimen colonial”. Critica también la cultura política de
las izquierdas, que se dedican a captar a las personas más “avanzadas” –“las élites más
conscientes del proletariado de las ciudades”, constata Fanon- sin
comprender que en el mundo del colonizado el lugar central, y liberador, lo
juegan la comunidad y la familia, no el partido o el sindicato.
Su apasionada defensa de la violencia del oprimido
debe ser tamizada. Siempre es necesario recordar, como enfatiza Immanuel Wallerstein, que “sin violencia no
podemos lograr nada”. No es un tema
menor, porque el grueso de los partidos y movimientos antisistémicos parecen
haberlo olvidado en su apuesta por incrustarse en las instituciones estatales.
Pero también es cierto, como reconoce el sociólogo, que la violencia por sí misma no resuelve nada. Fanon va más lejos cuando afirma que “la violencia desintoxica”, porque “libra al colonizado de su complejo de
inferioridad”. En esa línea de argumentación, en Los condenados de la tierra concluye: “La violencia eleva al pueblo a la altura del dirigente.” Sabemos
que las cosas son más complejas, como lo enseña medio siglo de lucha armada en América Latina.
Pese a la importancia que tuvo en nuestra
generación el último libro de Fanon,
considero que el primero, Piel negra,
máscaras blancas, de 1952, es el que nos brinda mejores pistas sobre un
siglo de fracasos de las revoluciones triunfantes. Aporta una mirada desde la
subjetividad del oprimido, algo que los marxistas nunca habíamos conseguido
desentrañar de forma tan cristalina. Nos dice que el complejo de inferioridad
del colonizado tiene dos raíces: la económica y la interiorización o “epidermización” de la inferioridad. El
varón negro desea blanquearse la piel y tener novia rubia. La mujer negra se
plancha el pelo y sueña con un varón blanco. Deben abordarse ambos aspectos o
la liberación será incompleta.
Fanon pone el
dedo en la llaga cuando afirma que “el colonizado es un perseguido que sueña
permanentemente en convertirse en perseguidor” (Los condenados de la
tierra). En consecuencia, el colonizado no sólo quiere recuperar la
hacienda del colono, sino que también desea su lugar, porque ese mundo le
suscita envidia. Mira de frente el núcleo duro de los problemas legados por las
revoluciones y que no podemos seguir eludiendo, en vista de dramas como los que
atraviesa Nicaragua. ¿Por qué los
revolucionarios se colocan en el lugar, material y simbólico, de los opresores
y los capitalistas, y en ocasiones de los tiranos contra los que lucharon? Nos
deja con la pregunta, ofreciendo apenas pistas sobre los caminos posibles para
salir de este terrible círculo vicioso que reproduce la opresión y el
colonialismo interno en nombre de la revolución. Fanon recorre los vericuetos de la psiquis del oprimido, con el
mismo rigor y valor con que cuestiona a los revolucionarios que, cegados por la
rabia, cometen abusos en el cuerpo de los colonizadores.
Las similitudes entre oprimidos y opresores sólo pueden desbordarse desde una
lógica distinta a la del poder, y
sólo pueden desarmarse si somos capaces de reconocerlas. Los dirigentes
sandinistas comenzaron ocupando las residencias de Somoza y usando sus coches
por razones de “seguridad”, hasta
que el clan gobernante terminó actuando como el dictador.
La zona del no-ser.
Fanon comprendió
en carne propia que existe una zona de nuestras sociedades donde la humanidad
es vulnerada sistemáticamente por la violencia del opresor. Se trata de un
lugar estructural, que no depende de las cualidades de las personas. Estima que
es justamente en esa zona, que denomina “zona
del no-ser”, donde puede nacer la revolución por
la que está dando su vida, y advierte que el mundo colonial tiene
compartimentos cuyas fronteras están señalizadas por cuarteles y estaciones de
policía. Esos dos mundos tienen vida
propia, reglas particulares y se relacionan jerárquicamente. Sostengo que
el período actual de acumulación por despojo/cuarta guerra mundial, implica la
actualización de las relaciones coloniales. Es probable que la potente
actualidad de Fanon venga de la mano
de la creciente polarización entre el uno por ciento más rico y la mitad más
pobre y humillada de la humanidad, rasgos propios del período colonial.
En todo su
trabajo, el autor se empeñó en mostrar que lo que vale para una
zona, no necesariamente puede trasladarse a la otra. Que los modos de hacer
política en la metrópoli no pueden ser los mismos que en la colonia. Que las
formas de organización legales y abiertas de las zonas donde rigen los derechos humanos de los ciudadanos,
no pueden ser copiadas por quienes viven en territorios arrasados como las
favelas, los palenques, las comunidades de los pueblos originarios y las
barriadas de las periferias urbanas.
Para Fanon,
los pueblos oprimidos no deben caminar detrás de los partidos europeos
de izquierda, cuestión que en el mismo período denunció su maestro Aimé Césaire en la Carta a Maurice Thorez, donde
enuncia el “paternalismo colonialista”
del Partido Comunista Francés, que consideraba la lucha de los pueblos
contra el racismo como “una parte de un conjunto más importante”,
cuyo “todo” es la lucha obrera contra el capitalismo.
*
En
América Latina existen varios movimientos que muestran cómo los oprimidos y las oprimidas van
resolviendo a su manera los dos asuntos que he abordado. Los textos “Economía Política i y ii ” del subcomandante insurgente
Moisés del ezln , las memorias del dirigente nasa-misak del Cauca colombiano, Lorenzo Muelas, así como las
reflexiones y análisis de autoridades
mapuche, entre muchas otras que no puedo citar, son buenos ejemplos de pensamiento crítico en la zona del no-ser.
En el mismo sentido, las voces de las mujeres de abajo pueblan el grueso volumen recopilado por Francesca Gargallo, Feminismos desde
Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en nuestra
América. A esa multiplicidad de voces habría que sumar otras formas no
occidentales de expresar cosmovisiones, desde el tejido y la danza hasta el
cuidado de los animales, las plantas y la salud.
En segundo
lugar, descubren que para despojarse de la imagen del opresor no alcanza con recuperar los medios de
producción. Es un paso necesario sobre el que debe crearse algo nuevo, pero
sobre todo diferente al mundo viejo, tejido de relaciones sociales no
jerárquicas ni opresivas. La historia de las revoluciones nos enseña
que este es el aspecto más complejo y la piedra con la que hemos tropezado una
y otra vez.
Fanon
advirtió los riesgos de que la acción rebelde termine reproduciendo la
lógica colonial, en una luminosa y premonitoria referencia a Nietzsche: al final de Piel
negra, máscaras blancas advierte que siempre hay resentimiento en la
reacción. Sólo la creación de lo nuevo nos permite superar las
opresiones, ya que la inercia reactiva tiende a invertirlas.
Medio siglo después podemos celebrar que muchos
movimientos están empeñados, aquí y ahora, en
vivir con dignidad en la zona del
no-ser, esquivando las jerarquías
estadocéntricas y patriarcales. Imaginemos que en esas creaciones late el corazón generoso de
Fanon, desbordante de compromiso y creatividad.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario