EL DIÁLOGO RESPONSABLE
Y LA UNIDAD ANTE LA DIVERSIDAD ÉTNICA.- La diversidad étnica es la coexistencia de las diversas razas que existen
alrededor del mundo y que difieren en el color de la piel, el lenguaje o las
costumbres. Debemos
distinguir los términos principales dentro de la diversidad cultural o de
etnia. La diversidad es el término
que alude a la pluralidad de elementos de un determinado ámbito. La cultura es el conjunto de
características que permiten la distinción de una sociedad en relación a los
aspectos materiales, espirituales, emocionales e intelectuales.
“Por
último, las etnias son comunidades humanas que tienen como punto común una afinidad cultural y
hace que los miembros de la misma se sientan integrados. La variedad étnica
y cultural es la variedad de diferentes culturas dentro de un grupo
de personas o región. La pluralidad de
etnias representa un valor cultural del país. Por ejemplo, en la zona de América del Sur, existen gran cantidad
de etnias que provienen de los indígenas por lo que coexisten muchas lenguas y
costumbres juntas”.
“Que rasgos
distinguen a las etnias?.- Los principales rasgos que
distinguen a las etnias son el color de
piel, la lengua y la religión, pero también podemos incluir como rasgo de
distinción la estructura social, la
dieta, la música, el arte… En
conjunto, cualquier rasgo atribuible a la cultura humana puede ser un rasgo
distintivo de las distintas etnias o culturas”.
“Podemos definir el concepto de interculturalidad como la interacción de dos o más
culturas de modo sinérgico. Con este concepto, nos planteamos en una
situación en que ninguna de las culturas existentes está situada por encima de
otra jerárquicamente. Esto favorece la integración de las culturas y forma
parte del patrimonio humano. Existen organismos gubernamentales
encargados de proteger la diversidad cultural, siendo el más importante de
todos ellos la UNESCO. Este tiene
una tendencia hacia la uniformidad cultural, por eso en 2001 se firmó un tratado sobre la protección de la Diversidad
Cultural”.
“La diversidad cultural y
las etnias. La diversidad cultural es considerada como la fuerza del
desarrollo sostenible, para un complemento intelectual y moral, y no
basarse sólo en el crecimiento económico. La
cultura es una parte esencial de la sociedad, y el reconocimiento de las distintas culturas y el
valor que se les atribuye ayuda a fomentar la interculturalidad de la sociedad”.
“La
identidad cultural de cada una de las etnias existentes en el mundo es la
afirmación y vinculación con la realidad. La identidad forma parte de la cultura y le da sentido
y forma. Para muchos grupos, la identidad cultural se reafirma como
oposición a la globalización y homogeneización que está sufriendo la sociedad a
escala global. En muchos puntos del mundo, el nudo de culturas que
conviven provoca conflictos y malentendidos identitarios”.
“Llegados
este punto, podemos hablar de multiculturalidad. Esto implica la coexistencia de varias culturas en un lugar. Y dentro de
este término, podemos considerar a la persona de otra etnia como distinta, pero
no por ello necesariamente inferior. A lo largo de la historia hemos visto
como muchas sociedades han obligado a otra cultura a desaparecer, ya sea por
etnocidio directo o de formas menos violentas. La existencia de una
sociedad intercultural lleva a considerar la convivencia entre individuos de
una sociedad, reconociendo al otro como distinto sin necesidad de apartarlo, sino que busca la
cooperación, la comprensión y el respeto por parte de todas las culturas”.
/////
Pintura de Angela Davis.THIERRY EHRMANN.
***
LA CLASE OBRERA YA ESTA
ROTA.
“Diálogo democrático ante el
Discurso a la Diversidad de la Raza”.
*****
Pastora Filigrana García.
CTXT.
Sábado 11 de agosto del 2018.
El discurso de
atención a la diversidad de la raza y el género es fundamental para reconstruir
la unidad de lucha en todos los frentes.
“El
discurso de la diversidad pone en peligro la unidad de la clase obrera”. Últimamente ha reaparecido con fuerza
está alerta. Frente a las lecturas
neomarxistas de las últimas décadas que señalaban que la opresión del neoliberalismo no se estructura únicamente
a través de la explotación laboral, sino que existen otros dispositivos de
opresión como la raza o el género,
se lanza esta advertencia: “El discurso de la diversidad es un triunfo del
neoliberalismo porque esconde o diluye la opresión principal, que no es otra
que la opresión de clase”.
A continuación, expongo
una reflexión sobre la menor o mayor veracidad que esconde esta alerta, e
invito a cuestionarla desde una mirada situada, llamando a la prudencia. Esta
reflexión la hago desde mi propia mirada y mi vivencia de la raza, el género y
la clase. Soy mestiza gitana, y he dedicado una parte importante de mi vida al
activismo gitano, soy sindicalista activa, abogada laboralista y de ideología
comunista-libertaria.
Los
discursos de la diversidad no rompen la clase obrera,
la clase obrera ya está rota. La explotación capitalista y el chantaje de la
renta a cambio de fuerza de trabajo se manifiestan con diferente violencia
según el grado de “humanidad” que el
sistema otorga a la persona trabajadora a partir de la raza, el género o el
territorio que habita. En el Norte
Global las luchas sindicales pueden articularse, organizar protestas,
huelgas, o acciones sin que peligre la vida. No es cuestión de minusvalorar la
represión que sufrimos, y que conozco de primera mano, pero la vida está a
salvo. En el Sur Global, imaginemos las
maquilas asiáticas, estas prácticas de lucha suponen no ya la represión
sindical, el despido o la multa sino que ponen en juego verdaderamente la integridad física y la vida.
El discurso que llame a la unidad de la clase obrera frente a la explotación capitalista tiene que hacerse cargo de esta diversidad de situaciones que se padecen. El discurso homogeneizador de “todos somos la misma clase obrera” sin matices y sin integrar estas diferentes situaciones de partida no es eficaz para la unidad, y la historia ha demostrado que fracasa porque deja fuera muchas formas de vida. El discurso de atención a la diversidad de la raza y el género es fundamental para reconstruir una clase obrera que ya viene rota por estas diversas violencias.
El discurso que llame a la unidad de la clase obrera frente a la explotación capitalista tiene que hacerse cargo de esta diversidad de situaciones que se padecen. El discurso homogeneizador de “todos somos la misma clase obrera” sin matices y sin integrar estas diferentes situaciones de partida no es eficaz para la unidad, y la historia ha demostrado que fracasa porque deja fuera muchas formas de vida. El discurso de atención a la diversidad de la raza y el género es fundamental para reconstruir una clase obrera que ya viene rota por estas diversas violencias.
El
neoliberalismo imbrica varios dispositivos de explotación
que se retroalimentan: el racismo, el
colonialismo, el patriarcado y el capitalismo. Son varias cabezas de un
mismo cuerpo monstruoso. La emancipación
pasa sin duda por articular discurso y prácticas de lucha en todos los
frentes, y para eso es esencial la atención a las diversas manifestaciones del
monstruo.
Cuando Silvia Federici, anticapitalista y
marxista, advierte sobre cómo la explotación no únicamente está en la plusvalía, y pone la atención en el
trabajo de cuidados invisible que realizan las mujeres en el ámbito familiar, no
está dividiendo la clase. Está llamando a sumar un sujeto, la mujer cuidadora, que hasta ese momento
se quedaba fuera porque el discurso marxista-obrerista se había quedado
estrecho.
Cuando
Angela Davis, comunista,
pone en el centro del discurso la raza como
paradigma de explotación no está rompiendo la clase, está incluyendo a un
sujeto que se quedaba fuera por la violencia específica que sufría desde su
posición de raza que no estaba
siendo respondida desde luchas obreras. Cuando Sirin Adlbi habla de islamofobia
y de cómo el capitalismo necesita construir al otro para justificar su acumulación destructiva no
rompe la clase, está señalando cómo se manifiesta la opresión desde la posición de su comunidad y
proponiendo una estrategia de lucha propia que responda a esta violencia.
Los discursos y las
prácticas de lucha y resistencia no son universales. La hegemonía blanca y occidental se cuela incluso en los discursos
contra-hegemónicos y convierte en universal sus formas de resistencia y lucha. Es imprudente que un obrero blanco y occidental quiera hacer universal que la primera lucha es la liberación de
clase, es decir liberarse de la
explotación laboral. Es osado porque quizás, desde su posición en el mundo,
es la única opresión que padece, y
por eso la hace centro y pretende universalizarla. Pensar de manera situada es
valorar que quizás en un gueto negro
estadounidense la represión que se
sufre pase más por la raza que por
la clase y que la represión policial
racista suponga el centro de la lucha, y no tanto la cuestión sindical
en un centro de trabajo. Por supuesto que la violencia es por la raza y por la clase, porque son pobres, pero son las personas que
padecen violencia específica quienes deciden, de manera colectiva, qué ponen en
el centro de su estrategia emancipatoria.
Darle protagonismo a la liberación racial no está rompiendo la
clase porque la lucha antirracista es una lucha anticapitalista; el capitalismo necesita para su
mantenimiento de esta división racial y colonial del mundo.
Los discursos y las estrategias de resistencia están allí donde haya una comunidad oprimida. Construir la emancipación desde estas estrategias de lucha propia y no estar obligados a mimetizar los modelos de la Europa blanca. Esto es la diversidad. Cuando abogo porque el pueblo gitano tiene sus propias prácticas de autogestión de conflictos o de mutualismo de base sin necesidad de parafrasear a Kroptkin, no estoy cuestionando la teoría del apoyo mutuo, sino estoy haciéndola cercana a gente que le queda lejos porque es distinta; es decir, no forma parte del paradigma blanco europeo.
Las alertas sobre cómo determinados discursos de la diversidad posmoderna conllevan la frivolización de los planteamientos políticos pueden ser muy necesarias, pero deben hacerse con prudencia y saber que se está hablando desde una mirada concreta y no universalizando nuestras experiencias. Hay que ponerse en estado de duda y pensar que quizás no todas las violencias pasan por las mismas jerarquías que las que padecemos en un territorio o un cuerpo determinado.
Son importantes y
necesarias las llamadas de atención sobre el sectarismo que puede existir en
grupos que reivindican la diversidad,
pero, si verdaderamente creemos en la unidad de las luchas, estas críticas deben buscar
el diálogo y no el enfrentamiento.
Enfrentarse con quienes “rompen la
clase” sólo alimenta una dinámica de atomización de las luchas y no suma en
colectivo.
Nos
enfrentamos a un monstruo de mil cabezas, y difícilmente saldremos
de esta con un único discurso y práctica de lucha. Va a hacer falta un diálogo
amplio y una escucha atenta a las diferentes manifestaciones de violencia de
estas cabezas. La
unidad de lucha que aspiramos sin duda pasará por tener en cuenta la
diversidad.
Pastora Filigrana García
es abogada y activista por los derechos humanos. Pertenece a la Red
Antidiscriminatoria Gitana (RAG) Rromani Pativ.
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