EL VATICANO SUPO DE LOS ABUSOS SEXUALES EN PENSILVANIA DESDE AL
MENOS 1963. La Santa Sede se mostró tolerante ante algunos de
los casos de pedofilia aunque es imposible saber si estaba al tanto de todos
los detalles. La
Investigación de Pensilvania, que relata los abusos sexuales a más de 1.000 menores por más de 300
religiosos durante siete décadas, revela que desde al menos 1963 el Vaticano conocía algunos de
esos casos y que se mostró tolerante, aunque es imposible saber si estaba al
tanto de todos los detalles. Tras dos
días de silencio, la Santa Sede mostró el jueves “su vergüenza”
por los abusos “criminales” en Estados
Unidos y señaló que “deberían asumirse responsabilidades”.
La palabra Vaticano aparece 45 veces
en el escalofriante
informe del Gran Jurado de Pensilvania, que destapa una maquinaria de silencio y
encubrimiento ante los excesos de los curas. La Congregación para la Doctrina de la Fe, el órgano encargado de
salvaguardar la correcta doctrina de la Iglesia
católica, es mencionada 14 veces, y
la Santa Sede, 11. Según se desprende del documento de 1.356 páginas, Roma fue informada en repetidas ocasiones tanto de
las agresiones sexuales como del hecho
de que la Iglesia estadounidense estaba encubriendo a curas pederastas.
JUAN CARLOS CRUZ /
VICTIMA DE LOS ABUSOS DE LA IGLESIA CHILENA.“El Papa me pidió perdón, está
espantado con los abusos, esto es un tsunami”.
Juan Carlos Cruz aún no se recupera de su estupor. Hace tres meses, esta
víctima de los abusos del sacerdote chileno Fernando Karadima protagonizaba un choque dialéctico con el Papa,
que en pleno viaje al país austral le acusaba de lanzar “infamias” contra el obispo Juan
Barros, discípulo de Karadima,
que según Cruz estaba presente cuando abusaba de él. Después, el Papa dio un giro de 180 grados, lo invitó una semana
a Santa Marta, su residencia, le pidió perdón y
le creyó. Y ahora ha visto cómo los 34 obispos chilenos dimitan (renuncien) forzados por Francisco. Un
éxito sin precedentes que marca un hito en la lucha de las víctimas de todo el
mundo. Cruz contesta por teléfono a EL
PAÍS, muy emocionado y confiado en que el giro del Papa
es definitivo.
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El Cardenal Wueri de los Estados Unidos, acusado de encubrir los abusos sexuales contra niños y niñas por curas pederastas en Washington , en el año 2015.
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PEDOFILIA
O EL CÁNCER DE LA IGLESIA.
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Washington Uranga.
Página/12
domingo 19 de agosto del 2018.
Los casos de pedofilia siguen
brotando aquí y allá en la Iglesia Católica Romana. Días pasados el escándalo
estalló en Estados Unidos cuando la Corte Suprema Pensilvania difundió una
investigación sobre abusos sexuales cometidos por más de 300 sacerdotes
católicos a un número superior a mil niños y niñas a lo largo de setenta años.
Las descripciones que figuran en el informe judicial son estremecedoras por la
crudeza de la mismas, por una parte, y porque dejan en evidencia la complicidad
de la jerarquía eclesiástica llegando incluso hasta el Vaticano. Casi 72 horas
después de conocerse la noticia, la Santa Sede reaccionó a través de un
comunicado difundido por el director de la Oficina de Prensa, Greg Burke, en el
que califica de “horribles crímenes” los hechos registrados, expresa “vergüenza
y dolor” y condena “inequívocamente” el abuso sexual contra los niños.
Juan José Tamayo,
director de la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Ignacio
Ellacuría, de la Universidad Carlos III de Madrid, publicó en el diario El País
de la capital española que la pederastia,
“el mayor escándalo de la Iglesia
Católica durante el siglo XX y principios del XXI y el que más la desacredita”
no es apenas “una enfermedad pasajera” sino “un cáncer con metástasis que
alcanza a todo el cuerpo eclesiástico: cardenales, obispos, sacerdotes,
miembros de la curia romana, de congregaciones religiosas, educadores en
seminarios, noviciados y colegios religiosos, etc.”
A lo largo de 1356 páginas el
informe de la justicia estadounidense deja en evidencia que durante siete
décadas la cúpula eclesiástica católica encubrió y toleró muchos de los abusos
perpetrados por más de 300 sacerdotes. A modo de ejemplo se señala que en la
diócesis de Erie un cura confesó haber cometido en los años ochenta violaciones
anales y orales a por lo menos quince niños, uno de ellos de solo siete años.
Después de reunirse con el violador el obispo Donald W. Trautman, titular de la
diócesis, lo calificó de una “persona cándida y sincera” y lo elogió por
“avances” logrados en controlar su “adicción”. Años después cuando finalmente
el cura fue expulsado el obispo se limitó a firmar la resolución sin formular
ningún tipo de comentarios ni asumir responsabilidad alguna.
El informe judicial
conocido ahora refiere también a la existencia de un suerte de “manual para
ocultar la verdad” que incluyó desde eufemismos para referirse a las
violaciones (hablar de “contacto inapropiado” en lugar de violaciones), hasta
iniciar investigaciones internas formales confiadas a personas no idóneas para
hacerlo. Y el mundialmente conocido recurso de trasladar a otro destino a los
curas descubiertos como abusadores y denunciados ante la comunidad. En pocos casos
la Iglesia y sus autoridades trasladaron la información sobre los delitos a la
justicia ordinaria.
Algunos detalles
conocidos son aterradores. Un cura obligó a un niño de nueve años a practicarle
sexo oral y después le limpió la boca con agua bendita. Otro sacerdote violó a
una niña de siete años al visitarla en el hospital donde la habían operado de
la garganta.
La investigación judicial
no solo pone al descubierto la complicidad institucional de la Iglesia Católica
sino también de los fiscales judiciales, algunos de estos últimos argumentando
temor frente al poder eclesiástico. Entre sus conclusiones el informe establece
que “pese a algunas reformas institucionales, en general los líderes
individuales de la Iglesia han evitado una rendición de cuentas pública. Los
curas estaban violando a pequeños niños y niñas, y los hombres de Dios que eran
responsables de ellos no solo no hicieron nada sino que lo ocultaron todo”. Más
allá de lo descubierto es poco probable que las causas avancen judicialmente,
porque muchos de los casos caducaron por el paso del tiempo o porque los
responsables ya fallecieron.
El presidente de la
Conferencia Episcopal de Estados Unidos, Daniel Di Nardo, calificó esta semana
de “catástrofe moral” lo constatado por la justicia norteamericana. Para el
obispo las raíces del problema que enfrenta la Iglesia radica en el “fracaso en
el liderazgo episcopal” y solicitó públicamente que la institución católica
genere mecanismos de mayor transparencia y rapidez para resolver las denuncias
sobre estos temas. En julio pasado el Vaticano apartó de todas sus funciones al
arzobispo emérito de Washington, Theodore McCarrick, también acusado de
atropellos sexuales contra niños en la década de los años setenta, mucho antes
de alcanzar encumbradas posiciones en la jerarquía eclesiástica.
Si bien el papa Francisco
se ha querido mostrar firme en combatir este tipo de abusos en la Iglesia los
pasos dados hasta el momento no han rendido frutos significativos. En junio de
2015 Francisco creó un tribunal especial para juzgar el “abuso de poder” de los
obispos que encubrieron a curas acusados de abusos sexuales y le asignó fondos
para su funcionamiento. En mayo de este año exigió la renuncia de la totalidad
de los obispos chilenos a los que señaló como responsables de ocultar
información sobre los abusos cometidos por el obispo Juan Barros, de Osorno.
Ahora, a propósito de las revelaciones en Pensilvania, el comunicado vaticano
señala que
“la Iglesia debe aprender duras lecciones de su pasado y debería
haber asunción de responsabilidad tanto por parte de los abusadores como por
parte de los que los permitieron”. Y agregó que lo revelado ahora deja en
evidencia que los acusados “han traicionado la confianza” y “han robado a las
víctimas de su dignidad y su fe”.
En julio de 2014, en una
entrevista concedida al periodista italiano Eugenio Scalfari, Jorge Bergoglio
calificó de “gravísima” la situación de la pedofilia cometida por clérigos y
agregó que se trata de la “lepra de la Iglesia”. Según el periodista el Papa habría
admitido entonces que el 2% de los curas son pedófilos.
Según el teólogo Tamayo,
el Vaticano conocía con mucha anticipación lo que ahora se reveló en Estados
Unidos. Y lejos de actuar “conforme a la gravedad del delito” a los
denunciantes se
“les imponía silencio y se les amenazaba con penas severas si
osaban hablar”, todo lo cual “creó un clima de permisividad, una atmósfera de
oscurantismo y un ambiente de complicidad con los pederastas, a quienes se
eximía de culpa, mientras que esta se trasladaba a las víctimas”.
Propone el
titular de la Cátedra de Teología y Ciencias de la Religión, que frente a este
“cáncer” la única alternativa es
“tolerancia cero, llevar a los presuntos
culpables ante los tribunales civiles y, muy importante, que los jueces pierdan
el miedo a las personas sagradas y las juzguen conforme a la gravedad del
delito”,
Y concluye señalando que es necesario “ir a la raíz del tan diabólico comportamiento,
que se encuentra en el sistema patriarcal imperante en la Iglesia Católica”.
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