“Los conservadores de Brasil
se han esforzado mucho por socavar el progreso logrado por los gobiernos del
Partido de los Trabajadores y están determinados a evitar que ocupemos la
presidencia de nueva cuenta en el futuro cercano. Su aliado en esta maniobra es el juez Sérgio
Moro y su equipo de procuradores, quienes han recurrido a grabar y filtrar conversaciones telefónicas
privadas que
tuve con mi familia y mi abogado, entre ellas una conversación que se grabó
de forma ilegal. Crearon un espectáculo mediático cuando me arrestaron y me
hicieron desfilar ante las cámaras acusado de ser la “mente maestra” detrás de un enorme
esquema de corrupción. Rara vez se cuentan estos detalles vergonzosos en los
principales medios informativos”.
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Lula en un acto antes de ser detenido. (Créditos: Mídia Ninja).
QUIERO DEMOCRACIA, NO IMPUNIDAD.
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Luiz Inácio Lula da Silva.
The New York Times.
Hace dieciséis
años, Brasil estaba en crisis; su futuro era incierto. Nuestro sueño de convertirnos
en uno de los países más democráticos y prósperos del mundo parecía peligrar.
La idea de que algún día nuestros ciudadanos pudieran disfrutar los estándares
de vida holgados de nuestros pares en Europa o en otras democracias de
Occidente parecía esfumarse. Menos de dos décadas después de que terminó la
dictadura, algunas heridas de ese periodo seguían abiertas.
El Partido de
los Trabajadores ofreció esperanza, una alternativa que podía cambiar
esas tendencias. Me parece que, sobre todo, por esta razón triunfamos en las
urnas en 2002. Me convertí en el primer
líder sindical en ser elegido presidente de Brasil. Al principio, los
mercados se inquietaron por este acontecimiento, pero el crecimiento económico
los tranquilizó. En los años posteriores, los gobiernos del Partido de los
Trabajadores que encabecé redujeron la pobreza a más de la mitad en tan solo
ocho años. En mis dos periodos presidenciales, el salario mínimo aumentó el 50
por ciento. Nuestro programa Bolsa
Família, el cual ayudaba a familias pobres al mismo tiempo que garantizaba
educación de calidad para los niños, fue reconocido internacionalmente. Demostramos que combatir la pobreza era una
buena política económica.
Después, este progreso fue interrumpido. No por medio de las urnas, a pesar de que
Brasil tiene elecciones libres y justas, sino porque la expresidenta Dilma Rousseff fue víctima de un juicio político y la destituyeron del cargo por una
acción que incluso sus oponentes admitieron que no era una ofensa que ameritara
este tipo de procedimiento. Muy pronto, yo
también terminé en la cárcel, después de un juicio sospechoso por cargos de
corrupción y lavado de dinero.
Mi
encarcelamiento es la fase más reciente de un golpe de Estado en cámara lenta diseñado
para marginar de forma permanente las fuerzas progresistas de Brasil. Tiene como objetivo evitar que
el Partido
de los Trabajadores vuelva a ser elegido para ocupar la presidencia.
Debido a que todas las encuestas muestran que ganaría con facilidad las
elecciones de octubre, la extrema derecha de Brasil busca dejarme fuera de la
contienda electoral. Mi condena y encarcelamiento se sustentan solamente en la declaración de un testigo cuya propia
sentencia fue reducida a cambio de que testificara en mi contra. En otras
palabras: el testigo tenía un
beneficio personal en decir lo que las autoridades querían oír.
Las fuerzas de
la derecha que han usurpado el poder en Brasil no han perdido el tiempo para implementar su agenda
política. El gobierno profundamente impopular del presidente Michel Temer ha aprobado una enmienda constitucional que
pone un límite de veinte años al gasto
público y ha promulgado varios cambios
a las leyes laborales que facilitarán la subcontratación, debilitarán los derechos de negociación de los trabajadores e incluso su derecho a un día laboral de ocho horas. El
gobierno de Temer también ha intentado recortar las pensiones.
Los conservadores de Brasil se han esforzado mucho por socavar el progreso logrado por los gobiernos del Partido de los Trabajadores y están determinados a evitar que ocupemos la presidencia de nueva cuenta en el futuro cercano. Su aliado en esta maniobra es el juez Sérgio Moro y su equipo de procuradores, quienes han recurrido a grabar y filtrar conversaciones telefónicas privadas que tuve con mi familia y mi abogado, entre ellas una conversación que se grabó de forma ilegal. Crearon un espectáculo mediático cuando me arrestaron y me hicieron desfilar ante las cámaras acusado de ser la “mente maestra” detrás de un enorme esquema de corrupción. Rara vez se cuentan estos detalles vergonzosos en los principales medios informativos.
Los conservadores de Brasil se han esforzado mucho por socavar el progreso logrado por los gobiernos del Partido de los Trabajadores y están determinados a evitar que ocupemos la presidencia de nueva cuenta en el futuro cercano. Su aliado en esta maniobra es el juez Sérgio Moro y su equipo de procuradores, quienes han recurrido a grabar y filtrar conversaciones telefónicas privadas que tuve con mi familia y mi abogado, entre ellas una conversación que se grabó de forma ilegal. Crearon un espectáculo mediático cuando me arrestaron y me hicieron desfilar ante las cámaras acusado de ser la “mente maestra” detrás de un enorme esquema de corrupción. Rara vez se cuentan estos detalles vergonzosos en los principales medios informativos.
El juez Moro ha
sido idolatrado por los medios de la derecha brasileña. Se ha vuelto
intocable. Sin embargo, el verdadero problema no es Moro, sino los que lo han encumbrado a un estatus de intocable:
las élites neoliberales de derecha
que siempre se han opuesto a nuestra
lucha por una mayor igualdad y justicia
social en Brasil.
No creo que la mayoría de los brasileños apruebe esta
agenda elitista. Por esta razón, aunque me
encuentro en prisión, me postulo a la presidencia y, por el mismo motivo,
las encuestas muestran que, si las elecciones
se llevaran a cabo hoy, sería el
ganador. Millones de brasileños comprenden que mi encarcelamiento no tiene
nada que ver con la corrupción y entienden que estoy donde estoy solo por
razones políticas.
No me preocupa mi situación. He estado preso antes, durante la dictadura militar de Brasil, nada más porque defendí los derechos de los trabajadores. Esa dictadura cayó. La gente que abusa de su poder en la actualidad también caerá.
No me preocupa mi situación. He estado preso antes, durante la dictadura militar de Brasil, nada más porque defendí los derechos de los trabajadores. Esa dictadura cayó. La gente que abusa de su poder en la actualidad también caerá.
No pido estar
por encima de la ley, sino un juicio que debe ser justo e imparcial. Las fuerzas de la derecha me condenaron, me
encarcelaron, ignoraron la evidencia abrumadora de mi inocencia y me negaron el habeas corpus solo
para impedir que me postulara a la presidencia. Pido respeto por la democracia. Si
me quieren derrotar de verdad, háganlo en
las elecciones. De acuerdo con la Constitución brasileña, el poder viene de la gente, la
responsable de elegir a sus representantes. Así que dejen que el pueblo
brasileño decida. Tengo fe en que la justicia prevalecerá, pero
el tiempo se le acaba a la democracia.
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Luiz Inácio Lula da Silva, ex presidente de Brasil, escribió este artículo de opinión desde la cárcel, en Curitiba (Brasil). La versión en castellano de este artículo se encuentra en la misma cabecera del The New York Times sin mención de autoría, donde también se encuentra la versión en inglés y en portugués.
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