CÓMO EL PLAN ‘MADE IN CHINA 2025’ SE HA CONVERTIDO EN LA VERDADERA
AMENAZA DE UNA GUERRA COMERCIAL.- El Plan Made in China 2025 es la nueva estrategia que
el gobierno chino se ha propuesto seguir para impulsar y reestructurar su
industria, de manera que se pase de una era de cantidad a una nueva era de
calidad y eficiencia en la producción. Con este plan, China pretende ser líder en tecnología a escala internacional, por
delante de potencias como Alemania,
Estados Unidos o Japón.
“Washington no puede gobernar
el mundo como un imperio”
Editorial de The Beijing Global Times, del 3 de abril 2018.
Dos preguntas parecen cruciales en los actuales momentos:
1.- ¿Cómo se va a traducir esta transición “financiero-capitalista” del sistema económico internacional en la
arena de lo político, y particularmente,
en la geopolítica?
2.- ¿Cómo va a impactar todo esto en la situación
política y económica de América Latina?
Todo
parece indicar que los ritmos de la presente
transición (de un viejo hacia un nuevo orden financiero internacional), se
tornan cada vez más acelerados. Antes de cualquier consideración al respecto,
es importante subrayar la naturaleza real de la misma, su trasfondo verdadero.
En la
perspectiva de Engdahl, detrás de la pugna
comercial USA-China, lo que tenemos es en realidad un choque de dos
visiones de la economía, de la sociedad (e incluso del mundo y de la vida
misma), visiones por cierto completamente antagónicas.
Por una
parte, la agenda norteamericana
encabezada por el Banco Mundial
(elaborada por Washington a través de R.
Zoellick), conocida como “China 2030”, y por el otro, “Made in China 2025”, la agenda estratégica China de desarrollo
industrial-tecnológico de plazo más inmediato.
En la
agenda “China 2030”, Estados Unidos pretende que China
oriente sus profundas reformas
económicas hacia una economía abierta de “libre mercado”, dominada por el sector privado y con escasa o marginal
incidencia del Estado.
En “Made in China 2025”, agenda creada por esta misma nación y sin
imposiciones externas, esta gran potencia se plantea el reto y la meta de
convertirse en el líder mundial en industria de alta tecnología de quinta
generación.
Dicho
esto, es importante además resaltar la velocidad que toman las dinámicas en
torno a estas dos visiones en pugna.
Por ambas razones, y por razones distintas, ambas potencias tienen prisa por
hacer avanzar sus agendas.
China, por su lado, entre
otros retos importantes, enfrenta una gran presión de orden demográfico, pues extensos
segmentos de su población se están envejeciendo
rápidamente, lo que en el corto y mediano plazo le hace perder competitividad.
Por ende,
debe acelerar sus planes económicos
estratégicos para blindar su
economía y el bienestar de su sociedad. Una sociedad que en muy poco tiempo
deberá sustentar a varios centenares de
millones de personas de edad
avanzada imposibilitadas de sostenerse así mismas.
Para Estados Unidos, por su
parte, las presiones vienen en gran parte definidas por su necesidad de frenar su rápida pérdida de competitividad
económica en el mundo.
Una pérdida de competitividad en gran
medida causada por el imparable expansionismo militarista, que drena
considerable cantidad de recursos financieros en desmedro de las necesidades
propias de inversión en sectores claves de la economía doméstica norteamericana, que quedan abandonados y
desfinanciados (infraestructura
industrial, inversión en investigación
y desarrollo científico -R&D-, inversión educativa, en salud entre
otros).
Como
acertadamente señala James Petras, mientras China exporta productos industriales y tecnológicos, Estados Unidos exporta armas y guerra… China
invierte en más de 50 países en
infraestructura industrial (en la llamada “Nueva Ruta de la Seda”), y al mismo tiempo, USA invierte billones en casi 800 bases
militares alrededor del mundo.
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Plan Made in China 2025. La Era digital, la quinta generación. Hacia la disputa de los mercados del mundo, y la "Nueva globalización inclusiva, dirigida por el Estado, para disminuir la Desigualdad Económico-social", Junto al Plan de la Nueva Ruta de la Seda de Oriente hacia Occidente, es parte hoy de todo el contenido de la llamada "guerra comercial mundial" oficialmente iniciada por el Presidente Trump, con los nuevos aranceles al aluminio y el acero, desde el 1 de agosto.
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CHINA:
EL PRÓXIMO IMPERIALISMO?.
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Raúl Zibechi.
La Jornada.
Viernes 3 de agosto del 2018.
Hacia finales
de este siglo China será el nuevo
hegemón, sustituyendo a Estados
Unidos como líder del mundo, siendo la única duda si habrá guerra nuclear durante el proceso.
Resulta curioso que buena parte de las izquierdas del mundo observen con simpatía
o neutralidad este ascenso que tiende a convertir a China en una nueva forma de
imperialismo.
Los modos como
viene ascendiendo China en el escenario global son diferentes a los que
mantuvo Estados Unidos en una etapa similar, en particular en los primeros años
del siglo XX, cuando intervino militarmente en sus zonas aledañas o patio
trasero, en particular en el Caribe, México y Centroamérica. Por el contrario,
China se está convirtiendo en superpotencia sin violencia ni guerras, lo que
marca una diferencia notable; según las reiteradas declaraciones de sus
dirigentes, seguirá por el camino de la paz.
En segundo
lugar, la historia de China es bien diferente a la de las potencias hegemónicas
anteriores, Estados Unidos, Inglaterra, Países Bajos y Venecia. El país del dragón sufrió invasiones de
las potencias coloniales durante el siglo XIX y de Japón en el siglo XX, lo que
nos habla de una sociedad que sufrió los embates del colonialismo y el
imperialismo.
En contraste, desde
1823 cuando la Doctrina Monroe proclamó que América Latina era
la esfera de influencia de Estados Unidos, la potencia ascendente
realizó 50 intervenciones militares en la región, la mitad de ellas en la
primera parte del siglo XX. El objetivo era derrocar gobiernos que Washington
consideraba enemigos e impedir que personalidades o partidos contrarios a sus
intereses llegaran al poder.
La tercera
cuestión es que en su historia China nunca fue una potencia imperialista y se limitó a
defenderse más que a conquistar territorios. Fue un imperio relativamente
frágil y con graves problemas de orden interno, que debió abocarse a
resolverlos sin la capacidad de proyectarse hacia el exterior.
Sin embargo,
debemos atender otras razones que apuntan en sentido contrario.
La primera es
que China se ha convertido en una gran potencia presente en todos los rincones
del planeta, en una gran exportadora de capital con poderosos
monopolios estatales y privados, orientados por el Estado. Aunque en China no existe aún una oligarquía
financiera, como en los países occidentales, que representa el dominio del
capital financiero sobre el productivo, se registra una fuerte tendencia en esa
dirección, toda vez que el capitalismo chino se orienta por la misma lógica que
el capitalismo global.
Sin embargo, la
tendencia al predominio del capital financiero y a proteger las cuantiosas
inversiones en el exterior mediante formas por ahora diplomáticas de
intervención, se registran más allá de la voluntad declarada de sus
gobernantes. El ascenso pacífico de
China mediante iniciativas como la Ruta de la Seda y el plan Made in China 2025 para
convertirse en líder tecnológico
mundial, están chocando con la respuesta
de Washington que ha declarado una guerra comercial.
El país
asiático está forzado a meterse en esa guerra, del mismo modo
que debe insertarse en el sector
financiero global para internacionalizar
su moneda, ya que debe jugar con las reglas vigentes. A lo largo de este
largo proceso de ascenso, China va
modificando su perfil, construyendo unas fuerzas
armadas cada vez más poderosas con capacidad de intervenir en todo el
mundo, como lo demuestra la rápida construcción de una flota de portaviones y cazas de quinta generación.
La segunda es
que la cultura china es profundamente conservadora, con un sesgo patriarcal muy potente. Sobre
esta base está construyendo un gran
Estado para el control de su población,
que llegará a instalar hasta 600
millones de cámaras de vigilancia en su propósito de formar parte de lo que
William I. Robinson denomina como “Estado policíaco global”.
El capitalismo digitalizado chino necesita sobrepasar a Estados Unidos en la revolución industrial en curso, basada en la robótica, la impresión
en 3D, el Internet de los objetos,
la inteligencia artificial, el aprendizaje automático, la bio y nanotecnología, la computación cuántica y en nube, nuevas
formas de almacenamiento de energía y los vehículos autónomos. (La Cuarta Revolución Industrial, la era
digital) China ya es la principal fuerza pro-globalización, que agudiza las
tendencias hacia el Estado policial global.
Por último, creo que resulta imprescindible analizar
la relación de la cultura política china con los movimientos antisistémicos del mundo. Las tres fechas que los movimientos
celebramos en todo el mundo (8 de marzo, 1º de mayo y
28 de junio), nacieron por las luchas populares en Estados Unidos y
en países europeos, lo que debe hacernos reflexionar.
No pretendo insinuar que en China no existan tradiciones revolucionarias. La revolución cultural orientada por Mao Tse Tung es un buen ejemplo. Pero esas tradiciones no están
jugando un papel hegemónico en los movimientos. Estamos ante un recodo de la historia que nos
impone buscar referencias, profundizando las luchas.
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