“Una
vez que las ideas dominantes se combaten junto con las relaciones de
producción, lo que emerge de manera perfectamente natural son
las ideas para cambiar las relaciones existentes, proliferan en la
reflexión sobre los seres humanos, la esencia de la humanidad, su filosofía, su
desarrollo en la historia la verdadera que llegará a la conclusión de
que no debemos contentarnos sólo con el análisis de las ideas dominantes o las
ilusiones inducidas por la clase
dominante. Que no debemos contentarnos con reducir el imperio de las ideas
hegemónicas a su sustancia mística o a caprichos del propio pensamiento. No contentarnos con explicaciones
mecanicistas ni lineales, puramente economicistas ni puramente religiosas,
que nos llevaría el error de eliminar de la historia las condiciones materiales
y repetir el modelo escapista especulativo. Ilusiones,
ensueños e ideas retorcidas para mentir, asustar y vender mientras se esconde el andamiaje de
los negocios y la explotación del trabajo existente”.
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LA IDEOLOGÍA DE LA CLASE
DOMINANTE.
Entre la falsa conciencia y
la conciencia de lo falso.
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Fernando
Buen Abad Domínguez.
Rebelión/Instituto de Cultura y Comunicación UNLa.
Lunes 20 de agosto del 2018.
Cómo se las ingenia el capital para convencernos de
que el capital por encima de lo humano es lindo.
Tan amplio es, y tan concreto, el repertorio
ideológico desarrollado por la “clase
dominante” que las mejores definiciones han requerido métodos, dinámicos e
instrumentales, muy precisos para caracterizar sus raíces, efectos y
perspectivas. En lo objetivo y en lo subjetivo. Decía Marx:
“Las ideas de la clase dominante son las ideas
dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el
poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder
espiritual dominante. La clase que
tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello,
al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que
se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes
carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente.” Feuerbach, Oposición entre las concepciones
materialista e idealista (Primer Capítulo de La Ideología Alemana).
Con el capitalismo la “dominación” desarrolló novedades que no se limitaron al
campo de lo instrumental tecnológico sino que avanzaron en los territorios del
control de conductas, grupales e individuales, más allá del poder del “opio del
pueblo”. La doble moral refrescada. A la clase dominante le hacia falta un ser
humano dominado, vaciado de fuerzas (políticas y físicas) pero también
agradecido. Un ser humano dominado
que reconociera (de pensamiento, palabra y obra) la superioridad de su
dominador y le confiriera toda la razón por su ser y modo de ser. Hacía falta
una dominado, además, que considerase su condición como un tesoro y lo cuidara
con esmero para heredárselo a su prole como valor moral conquistado durante
generaciones. Todo eso celebrándolo entre aplausos y festividades mercantiles y
ritos consumistas. La ideología de la
clase dominante deja tatuados en el cerebro todos sus anti valores
individualistas. «¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo
que un prejuicio.» Albert Einstein (1879-1955) El paraíso de la alienación.
La clase
dominante, adoradora del capital, enseñó a sus subordinados la misma adoración
pero vaciada de posesión. Hizo invisibles todas las triquiñuelas ideadas para
robar al trabajador el producto de su trabajo, mientras lo convencía de que los
recursos naturales deberían estar en manos privadas; que el Gobierno es cosa
corrupta que deben manejar los técnicos y que se debe respetar un orden porque
los pueblos, maleducados, son un peligro para ellos mismos. Y los pueblos pagan
(algunos hasta con orgullo) policías y ejércitos para que los repriman; bancos
y financistas para que se lleven las ganancias disfrazadas de “créditos”; empresarios y mercados para
que secuestren sus salarios; universidades y academias para que secuestren los
saberes; industrias “mass media”
para que anestesien la conciencia del saqueo; iglesias y cultos para que
sublimen la mansedumbre; leyes y leguleyos para legalizar el hurto… un aparato
enorme de instituciones y valores fabricados para mantener a raya todo intento
de sentirse con derechos o propietario del trabajo y de las materias primas. La
alienación y la enajenación como protagonistas estelares en el drama del
despojo.
En su conjunto,
las ideas dominantes (con su doble moral) son expresión de las relaciones
materiales dominantes. Lo que vale para los sometidos no vale para los
sometedores. La ideología del que domina es un repertorio amplísimo de “falsa conciencia”, de chatarra
intelectual para esconder, bajo la alfombra,
los muertos de fábrica y las miserias que genera. Doble moral en la que todo lo que se prohíbe para el sometido se
permite para el que somete. Quienes forman la clase dominante saben bien qué,
cómo y cuánto dominan en una época histórica específica y cómo deben actualizar
sus “mecanismos” materiales y
simbólicos para perpetuar esa dominación. Esa
clase dominante actúa como productora de ideas permanentemente, aunque sean
ideas repetitivas e irracionales, porque las necesitan para regular la
producción y la distribución de las ideas dominantes de la época. Y desde
luego, que en el repertorio de las luchas inter-burguesas cada facción organiza
sus cadenas de producción de ideas para competir en el mercado de los
pensamientos subordinados.
Hay “grandes
maestros” en el arte del engaño, capaces de garantiza la invisibilidad de la explotación del trabajo, división del
trabajo espiritual y material, para crear la ilusión de que se es muy
activo en el desarrollo de la fuerza productiva mientras en realidad se es un
subordinado con poco tiempo para educarse y percatarse de los engaños y amasar
ideas acerca de sí mismos, para cambiar una situación de la cual se conoce poco
y nada. El colmo es cuando los dominados creen que las ideas dominantes le
pertenecen y que debe defenderlas con su vida.
Mentiras, miedo
y consumismo, con todos sus derivados y concomitantes, son los
nodos neurálgicos en las ideas y la práctica de la clase dominante sobre las
condiciones de producción impuestas como verdades universales. El sometimiento
como la forma de lo general. La clase dominante impone sus gustos y sus
gestos, sus filias y sus fobias, para sacar adelante los fines que persigue,
para representar como colectivo su propio interés e imprimir a sus ideas a todo.
Cómo alimentar, vestir, entretener y
educar a los niños desde la cuna; cómo besarse, amarse y reproducirse… desde la
cama; cómo caminar, saludar, sonreír, abrazar e incluso insultar; cómo soñar,
cómo entender, cómo disfrutar… cómo creer y confiar. Minuto a minuto, bajo una andanada permanente de estereotipos
exhibidos por la dictadura cultural y
comunicacional dominantes, a título de modelos exitosos que, de no
seguirlos, vendrá la maldición de ser inadaptado, vulgar… pobre.
Dilucidar,
desmontar, desactivar y superar el frado descomunal de la “ideología de la
clase dominante”, (es decir que el capital no predomine sobre los seres
humanos) es un trabajo que debe asumirse de manera científica y, por ello, sistemática.
El
debate contra la ideología de la clase dominante no es un “deporte”
escolástico ni un desplante rebelde sólo para contraponerse, por la
contraposición misma, a una clase que representa a la parte más odiosa de la
sociedad: su miseria. Y hay que refutarla desde el
corazón de sus contradicciones realmente existentes, para que los
pueblos propicien condiciones para elevarse hasta liberarse de la clase
dominante. Y no derrotarla para imitarla. La dominación de la clase no es
sólo la dominación con las (sus) ideas, hay que derrotar sus métodos de
explotación del trabajo y el saqueo de los recursos naturales. Una lucha sin la otra (económica e
ideológica) es una historia renga que conduce a frustraciones y retrocesos
enormes Ya hemos visto es muchas veces.
Una vez que las ideas dominantes se combaten junto con
las relaciones de producción, lo que emerge de manera perfectamente natural son
las ideas para cambiar las relaciones existentes, proliferan en la
reflexión sobre los seres humanos, la esencia de la humanidad, su filosofía, su
desarrollo en la historia la verdadera que llegará a la conclusión de
que no debemos contentarnos sólo con el análisis de las ideas dominantes o las
ilusiones inducidas por la clase
dominante. Que no debemos contentarnos con reducir el imperio de las ideas
hegemónicas a su sustancia mística o a caprichos del propio pensamiento. No contentarnos con explicaciones
mecanicistas ni lineales, puramente economicistas ni puramente religiosas,
que nos llevaría el error de eliminar de la historia las condiciones materiales
y repetir el modelo escapista especulativo. Ilusiones,
ensueños e ideas retorcidas para mentir, asustar y vender mientras se esconde
el andamiaje de los negocios y la explotación del trabajo existente.
Nuestra batalla por la supremacía de los seres
humanos por sobre el capital, contra la ideología de la clase dominante,
debe servir para aprender a distinguir y actuar, con toda claridad, a la hora
de explicar y derrotar las trampas entre lo que perece ser y lo que realmente
es. Es urgente contar con un instrumental de lucha que logre
penetrar en todo plano de la inteligencia humana que hasta hoy se ha camuflado
como problema intrascendente o inexistente. Es urgente.
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